La Niera | By : El8Culpable Category: Spanish > Celebrity Views: 20 -:- Recommendations : 0 -:- Currently Reading : 0 |
Disclaimer: Esta es una obra de ficcin. NO sucedi fuera de la imaginacin del autor. Su nico personaje real es la famosa que aparece en este, a la cual no conozco personalmente. No he ganado ni un puto centavo con la escritura de esta historia. |
ADVERTENCIA:
Este relato está ambientado en Estados Unidos, un país que nunca he visitado; espero que esto explique todas las imprecisiones acerca de cómo es la vida en esa nación que pueda contener la historia.
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Tyler estaba sentado en el sofá. Con la mano izquierda se sostenía la mandíbula mientras con la derecha usaba el control remoto para buscar en Netflix algo decente para ver; lamentablemente, todas las novedades de la noche parecían basura. Su humor sería muy agrio de no ser por el hecho de que se estaba cayendo de sueño.
La principal fuente de frustración para él era que sus padres aun lo trataban como si fuese un niño pequeño. Los padres de Tyler estaban concentrados más que nada en sus demandantes y exitosas carreras, lo que dio como resultado el que, desde su más tierna infancia, el chico fuera muy bueno cuidándose solo. Pero sus padres no lo veían de esta manera: para lavar sus malas consciencias por todo el tiempo que lo dejaban por su cuenta, las noches que ambos se ausentaban del hogar (que no eran pocas) contrataban niñeras para cuidar de él… y seguían haciéndolo, aunque Tyler en esos momentos ya había cumplido catorce años. A veces las niñeras eran amables, a veces eran estrictas (aunque de una forma segura) y a veces parecía que simplemente no les importaba nada mientras no saliera de casa.
Él bostezó, se frotó los párpados cerrados con el pulgar y el índice de la mano izquierda y se apartó el cabello del rostro con la mano derecha. Se preguntó porque la niñera de esta noche estaría tardando tanto en llegar, sin mucho interés real. Las niñeras últimamente no habían sido muy divertidas y raramente las veía más de unas pocas veces. Parece que sus padres no pagaban bien.
De repente, frunció el ceño cuando sus ojos se concentraron en los cabellos que quedaron atrapados entre sus dedos. Otra fuente de frustración importante en la vida de Tyler era su apariencia física: el muchacho había sido maldecido con una belleza delicadamente femenina. Cuerpo delgado y esbelto como el de una bailarina, rostro con unos encantadores rasgos de hadita, tez blanca como el marfil, largos y sedosos cabellos casi blancos de tan rubios, grandes ojos verdes como esmeraldas… hasta sus manos eran como las de una chica: pequeñas y elegantes, con una piel muy suave… Este aspecto le había ganado al pobre joven las burlas encarnizadas de sus compañeros de clases y la indiferencia del sexo opuesto.
Los pensamientos del adolescente fueron interrumpidos por el timbre de la casa. Esa debía ser la niñera. El chico apagó la televisión, bostezó de nuevo y se estiró para, al terminar, dirigirse a la puerta.
Al abrirla y ver quien era, todo rastro de somnolencia desapareció por completo, reemplazada por un desconcierto y una excitación que barrieron con cualquier otra emoción en su interior; sus ojos se abrieron grandes como platos y quedó boquiabierto.
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Paige Spiranac es una golfista, aunque es más famosa por las sensuales fotos y videos suyos que sube a sus cuentas en las redes sociales. Tyler ya estaba absolutamente obsesionado con ella antes que, seis meses atrás, no sólo se mudara al mismo pueblo que el muchacho, sino que pasara a ocupar la casa enfrente de la suya. Y esta era la tercera y última gran fuente de frustración en su vida: el que la mujer de sus sueños estuviese tan cerca y, al mismo tiempo, tuviese la certeza de que ella nunca, ni en un millón de años, se fijaría en él.
Cuando abrió la puerta, al otro lado se encontraba Paige.
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La Spiranac vestía una camiseta blanca sin mangas con un escote muy generoso y tan ceñida que lucía como si sus pechos estuvieran a punto de hacerla reventar y unos jeans que parecían tatuados a su cuerpo. La forma en la que se marcaban sus pezones y su cameltoe a través de las prendas reveló que no llevaba ropa interior. Sus pies calzaban unas botas de vaquera y de los lóbulos de sus orejas colgaban unos enormes aretes de aro dorados. Sus labios, curvados en una resplandeciente sonrisa de oreja a oreja, estaban pintados con un labial rojo intenso.
Tyler empezó a sentir que sus pantalones le quedaban demasiado apretados.
Tras un largo rato en el que ambos estuvieron viéndose en silencio el uno al otro, ella se hartó de esperar a que él se recuperara de la impresión.
—¡Hola, lindura! —dijo con tono alegre a la vez que ponía sus manos en sus caderas.
Esto finalmente lo hizo reaccionar.
—Ejem… señorita Spiranac, ¿en qué puedo servirle? —bajó la mirada, se sonrojó y sonrió con timidez.
—¿Tus padres ya se fueron? —y espió por encima del hombro del chico, dentro de la casa.
—Sí, hace bastante rato… —y luego de alzar la voz en sorpresa repentina—: Espere, ¿usted va a ser mi niñera?
—¡Puedes apostarlo! —respondió, llena de entusiasmo, antes de entrar en la casa con toda la confianza del mundo, cerrar la puerta tras ella y rozar el hombro de Tyler al pasar—. Y, por favor, no me llames “señorita Spiranac”; llámame sólo “Paige” —y le guiñó un ojo.
Y la golfista procedió a hacer un recorrido por la casa, su sonrisa nunca abandonó sus labios, como si estuviese evaluando el lugar. Tyler, sin saber que hacer al principio, se apresuró a seguirla como un perrito faldero. Su cara revelaba una confusión de emociones: incredulidad, nerviosismo, deseo y muchas más. Él tenía que hacer un esfuerzo titánico para que su mirada no se quedara fija en los contoneos del delicioso trasero de la Spiranac y rezó desesperado porque ella no notara el enorme bulto que se había formado en sus pantalones.
Cuando entró en la cocina, la diosa del sexo, sin previo aviso, se detuvo y se dio media vuelta para encarar a Tyler. El chico casi se estampa de cara con la deportista.
—¿Por qué es que tus padres se fueron antes que yo llegara? —inquirió con sinceridad.
—Seño… ujum… Paige… así son ellos: simplemente no esperan, sólo se van —y tuvo bastante éxito en ocultar la amargura en su voz.
—¡No puedo imaginar que alguien pueda dejarte solo con tanta facilidad! —excesivamente melosa, y con la mano derecha acarició los largos cabellos de Tyler. El chico se encogió un poquito y sus ojos se quedaron clavados en la mano de la mujer; el desconcierto más que evidente en su cara.
De repente, la Spiranac se dio media vuelta y reanudó su paseo. Tyler, luego de unos segundos de confusión, la siguió.
La rubia, tras un rato, llegó a la sala. Se detuvo frente a la televisión apagada, en el espacio entre esta y el sofá, y volvió a darse media vuelta para encarar al adolescente.
—¿Qué estabas haciendo, Tyler, mientras esperabas que viniera? La televisión está apagada. ¿No estabas haciendo nada?
Con un encogimiento de hombros, Tyler dijo:
—De hecho, estaba buscando algo que ver en Netflix, pero no pude encontrar nada que me interesara.
Paige ensanchó su sonrisa de forma malévola y caminó hacia el chico hasta que sólo los separaron unos pocos milímetros. Tyler, su desconcierto y nerviosismo elevándose a la enésima potencia, tuvo que hacer un esfuerzo titánico para no retroceder y para mantener su mirada en los ojos de la deportista y que esta no bajara a su escote.
—Dime algo: ¿ya has tenido tu primer beso? —con voz profunda y sugerente, y le guiñó un ojo.
El rostro de Tyler ardió en llamas, apartó la mirada y empezó a tartamudear:
—No-no… nunca-
—¿Nunca has besado a una chica? —lo interrumpió con sorpresa excesiva y claramente fingida.
Él no pudo contestar con palabras; cerró los ojos y negó con la cabeza de forma exagerada.
Paige lanzó su cabeza hacia atrás y emitió una carcajada escandalosa. Tyler no pudo resistirse más y su mirada se fijó en como la risa hacía rebotar los pechos de la celebridad.
—Dios, ¿es en serio? —con una voz en la que se combinaban la diversión, la incredulidad y la adulación—. ¿Cómo puede ser que no hayas besado nunca a una chica? ¡Y yo que pensaba que un muchacho tan lindo como tú tendría una larga lista de chicas haciendo fila para poder salir con él!
Tyler, que había vuelto a apartar la mirada, no pudo evitar sonrojarse y sonreír un poco ante los efectos que el halago tuvo en su ego, por mucho que el comentario también lo entristeció.
De repente, el rostro de la Spiranac adoptó una expresión pensativa. Se dio media vuelta, caminó hasta el sofá y se sentó en este.
—Tyler, quiero decirte algo. Ven aquí —dijo con voz melancólica y dio unas palmaditas en el mueble, a su derecha, para indicarle que se sentara.
Él obedeció y se sentó en el sofá dejando un poquito de espacio entre ambos.
—Muéstrame tus manos —pidió con la misma voz de antes.
—¿Así…? —y extendió sus manos como si fuese a darle un empujón con ellas.
Ella rió y, muy lento, tomó las manos del chico entre las suyas y las giró hasta que estas quedaron con las palmas hacia abajo y las de ella con las palmas hacia arriba. Tyler empezó a temblar ligeramente; su cerebro iba a mil kilómetros por hora, no perdiéndose el más mínimo detalle del contacto de la piel de la mujer de sus sueños con la suya.
—¿Quieres escuchar algo divertido? —susurró como si estuviese a punto de contarle un secreto.
—¿Qué? —intentó susurrar él también, aunque sonó más bien atragantado.
—Yo fui la que les pidió a tus padres cuidar de ti —con voz más normal, aunque cálida y baja—. Para así tener la oportunidad de poder agradecerte algo.
Tyler estaba absolutamente confundido.
—Pero ¿qué hice? —sin aliento, los ojos muy abiertos.
Paige no dijo nada por muchos largos minutos. Bajó la mirada y su rostro adoptó una expresión de profunda inseguridad. Finalmente, ella comenzó a explicar en voz baja, llena de emoción:
—A las mujeres les gustan los chicos lindos. Y también les gusta mucho cuando los chicos son dulces con ellas y las hacen sentir bellas y deseadas. Y tú eres el chico más lindo que he conocido en mi vida y siempre actúas muy dulce conmigo y me haces sentir muy hermosa —Tyler no tenía idea de lo que estaba hablando la Spiranac; los únicos intercambios entre ellos que recordaba eran saludarla con educación y una sonrisa cuando se cruzaban por la calle por casualidad—. Veo como me miras y sé lo que piensas en esos momentos.
Él empezó a retorcerse, sintiéndose incómodo, pero ella lo tranquilizó al frotar con suavidad las manos del chico con sus dedos pulgares. Continuó:
—No, no, está bien. Estás en una edad en la que ves a las mujeres de un modo especial. Puedo darme cuenta por cómo me miras que te hago sentir de un modo especial. Y saber que un chico tan lindo y maravilloso piensa en mí de un modo tan íntimo… me hace muy feliz. ¿Y qué más puedo hacer excepto agradecerte? —y se puso las manos del adolescente en los pechos.
Tras unos breves instantes de desconcierto, Tyler, jadeando tenuemente, hizo que sus manos jugaran con las tetas de la Spiranac.
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La puerta del dormitorio de Tyler se abrió con violencia y se estrelló contra la pared detrás de esta cuando Paige y él se estamparon contra el marco. Se abrazaban muy estrechamente, sus manos recorrían frenéticas los cuerpos el uno del otro, sus bocas unidas en un voraz beso de lengua, el cual sólo interrumpían de vez en cuando para resoplar en busca de aire que respirar.
Poco a poco, la Spiranac arrastró al chico hasta la cama y lo hizo sentarse de un empujón. El muchacho, sorprendido, intentó lanzarse sobre ella para reanudar la sesión de besos y manoseos, pero la mujer tan sólo sostuvo su rostro entre las manos y con gentileza lo hizo quedarse sentado hasta que él la volvió a ver y se dio cuenta que lo estaba mirando con ojos pensativos, muy seria. Tras largos minutos en los que se limitaron a verse el uno al otro a los ojos en silencio, la golfista separó sus manos de la cara del adolescente y comenzó a quitarse la camiseta muy lento, hasta revelar sus perfectos pechos en toda su gloria para Tyler. Con gesto juguetón de desnudista, arrojó la prenda en la distancia. La sonrisa volvió a la cara de la influencer.
Tras unos breves instantes inmóviles, Paige puso sus manos en la nuca del tierno efebo y atrajo su dulce rostro entre sus tetas; el chico colocó sus manos en las perfectas nalgas de la rubia. La hambrienta boca del muchacho dio grandes bocados en esas deliciosas redondeces antes de ensañarse con los endurecidos pezones. “¿Te gustan esas tetas?”, suspiró la mujer. La Spiranac llevó las manos del adolescente con las suyas a sus pechos para que los exprimieran con rudeza a la vez que él seguía castigando sus pezones con la lengua y los dientes. “¿Ah, sí? Que jugosas…”, murmuró ella, casi inaudible. Tyler hundió la cara entre las ubres de la deportista y usó sus manos para estrujárselas; ella colocó una mano en cada seno para aplastar la cara del jovencito. Después de esto, sus manos volvieron a sus posiciones anteriores: las de ella en la nuca de su amante, las de él en los glúteos de la famosa mientras él consentía los globos de carne con la boca. A continuación, Tyler trazó con la lengua la curva debajo de los pechos de la diosa de las redes sociales. Durante todo este proceso, Paige llenó el dormitorio del chico con innúmeros gemiditos y suspiros.
De repente, el chico, con lentitud, se separó del busto de la mujer de sus sueños y volvió a verla a los ojos. Tras unos breves instantes mirándose el uno al otro en silencio, él habló con voz muy baja pero incandescente:
—¿Sabes que me gustaría que hicieras?
—¿Qué? —con la misma voz.
Luego de una breve pausa, él dijo:
—Que te sientes en mi polla y me hagas el perreo.
En cuanto lo escuchó, de inmediato, con una sonrisa, Paige se dio media vuelta con un ágil movimiento de desnudista, plantó su imponente culazo sobre el enorme bulto en los pantalones del joven y procedió a frotarlo, menearlo y rebotarlo como si estuviese en un video de reggaetón. “¿Te gusta lo que le hago a tu polla?”, murmuró Paige.
Sus palabras hicieron reaccionar a Tyler. Las manos del joven salieron disparadas, se agarraron de los pechos de la rubia y los estrujaron con violencia, con lo que la forzó a detenerse. La Spiranac jadeó y gimió escandalosa.
La golfista lo dejó jugar con sus tetas un rato hasta que, sin previo aviso, se separó de Tyler al ponerse en pie de golpe. El muchacho estaba a punto de protestar cuando se dio cuenta lo que ella estaba haciendo; Paige, dándole la espalda y con sensuales conteneos de desnudista, empezó a quitarse las botas y, después, sus jeans hasta quedar completamente desnuda. Luego, tras una breve pausa en la que dejó que el efebo admirara su perfecto cuerpo, con un ágil salto repentino, se puso en la cama en cuatro patas al lado de su amante y siguió meneando, meciendo y contoneando sus caderas y haciendo rebotar su culazo como una profesional del striptease; su espalda arqueada como la de una gata en celo y su culo apuntado hacia el techo. La estrella de las redes sociales gemía de una forma de lo más insinuante.
Tyler se paró detrás de la Spiranac y, por unos momentos, se limitó a disfrutar del espectáculo. De repente, comenzó a repetir una y otra vez en voz baja “¡Oh, Dios! ¡Oh, Dios!…” e, intempestivo, empezó a nalguear a la influencer hasta dejar sus glúteos teñidos de un agradable tono carmín. Con cada sonora nalgada, la belleza dejaba escapar un agudo “¡Uhhh!…” de lo más travieso.
Tras muchos minutos largos haciendo esto, el joven se detuvo y Paige empezó a acariciarse muy lento la raja del culo con el dedo índice. Al llegar al ano, se detuvo y dijo con voz baja e incandescente “¿te gustaría usar este agujero?”. Luego de murmurar “sí quiero”, con brusquedad se agarró de las caderas de su amante y hundió su rostro entre las perfectas nalgas de la rubia. La Spiranac se atragantó y jadeó y gimió más fuerte. Una sonrisa de oreja a oreja se dibujó en su rostro, gimió “¡me gusta que pongas tu lengua allí!” y después chilló más alto “¡Sí! ¡Sí! ¡Uhmmm!…”
Cuando Tyler empezó a darle el beso negro, las sensaciones hicieron que Paige detuviera los movimientos de sus caderas y su culo, pero, de repente, se dio cuenta de esto y los reanudó. “¿Te gusta eso? ¡Oh, Dios mío! ¡Uhmmm!… ¡Uhmmm!… ¡Uhmmm!… ¡Ah! ¡Ah! ¡Ah!” chilló más fuerte.
Al terminar el beso negro, la rubia hizo rebotar su culo una última vez y el chico suplicó, desesperado, “quiero tu coño… quiero tu coño…” Antes de obedecerlo, la reina del sexo, con ágiles movimientos, aun en cuatro patas, se giró en la cama hasta encarar al tierno efebo. Sus manos salieron disparadas hacia arriba, se aferraron a la nuca del jovencito y lo atrajeron hacia abajo hasta ponerlo de rodillas. Una vez a la misma altura, Paige y Tyler se besaron apasionados, cada uno hundía su lengua lo más profundo que podía en la boca del otro.
Estuvieron muchos minutos con sus bocas unidas así y, cuando por fin se separaron, él murmuró una vez más “quiero tu coño…” La Spiranac, con una carcajada, se paró en la cama de súbito antes de sentarse de golpe frente al chico con las piernas lo más abiertas que podía.
El semental de catorce años, casi de inmediato, se lanzó como una fiera famélica para consumir los dulces néctares de la mujer. La mano izquierda la usó para aferrarse al muslo derecho de Paige y la derecha la mandó a su pecho izquierdo, el cual estrujó con rudeza. El dormitorio se inundó con los jadeos y gemidos de la golfista. La diosa colocó la mano derecha bajo la otra teta y la empujó hacia arriba para chuparse, lamerse y morderse el endurecido pezón con fruición. Él no pudo evitar interrumpirse unos instantes para preguntarle con voz baja y volcánica “¿sabe rico?” “¡Sí!” gimió ella antes de volver a su faena. Pero, en nada de tiempo, la influencer no pudo continuar haciéndolo; las sensaciones que venían de su vagina eran demasiado deliciosas y tuvo que detenerse. La famosa chilló:
—¡Oh, Dios mío! ¡Oh, carajo! ¡SÍ! ¡¡Megustamegusta!! —y echó la cabeza hacia atrás, una expresión voluptuosa en su rostro de ojos cerrados, sus jadeos y gemidos cobraron más fuerza.
El muchacho, entre lengüetazo y lengüetazo, jadeaba con voz incandescente “que sabroso es tu coño…” La famosa se incorporó un poco, volvió a verlo con ojos entrecerrados y lo provocó diciendo con voz aniñada “¿ah, sí? ¿te gusta? ¿te gusta mi dulce coño? ¡SÍ!” Y se retorció el pezón derecho entre los dedos índice y pulgar antes de llevárselo de nuevo a la boca.
Tras un largo rato así, el chico se separó de la mujer, se puso de pie y empezó a abrirse sus pantalones. Ella, una sonrisa diabólica en su rostro, colocó sus manos debajo de sus pechos y los hizo rebotar como locos. Pero Paige tuvo que detenerse, sus ojos grandes como platos y su boca tan abierta que parecía a punto de desencajársele; ella imaginó, a juzgar por el tamaño del bulto en sus pantalones, que el efebo escondía algo grande pero nada la preparó para el MONSTRUO que el adolescente cargaba entre las piernas: muy largo, muy grueso, cubierto de venas que le daban un aspecto aún más imponente, acompañado por un par de bolas grandes, pesadas y repletas de leche hirviente… el pene de Tyler competía con los de los actores porno más desproporcionados del mundo y era el mejor que ella había visto en su vida.
El semental de catorce años terminó de desnudarse de la cintura para abajo. Cuando finalmente superó la sorpresa, la Spiranac soltó una carcajada de nerviosismo e incredulidad antes de decir con voz pícara:
—¿Quieres que te mame la polla? ¿Quieres verla desaparecer dentro de mi boca de puta?
Y agarró con firmeza la base del falo con la mano derecha. Le dio dos lengüetazos al glande antes de ponerse a meterse y sacarse el miembro viril a toda velocidad.
—¡Que buena eres con tu boca!… —jadeó con voz profunda. Luego empezó a repetir—: ¡Sí! ¡Sí! ¡Sí! —más alto y cada vez más frenético y, de repente, añadió—. ¡Oh, qué buena eres, nena! —antes de hacerse un nudo con su dorada melena en la mano derecha, agarrarse con fiereza de su nuca con la mano izquierda y proceder a menear sus caderas hacia adelante y hacia atrás con violencia indescriptible—. ¡Sí! ¡Sí! ¡Sí! ¡Muéstramelo, muéstramelo, muéstramelo!
Después de un largo rato follándole la boca, él soltó a Paige y ella, de inmediato, se sacó el gigantesco lingote de carne y jadeó ruidosa en busca de aire para respirar. Mientras su respiración volvía a la normalidad, hizo que su mano masturbara frenética el pene del chico. Cuando recuperó su aliento, lo provocó con sonrisa y voz feroces:
—¿Te gusta? ¿Te gusta cómo te meneo tu puta polla? ¡OH, SÍ!
—¡Es perfecto! ¡Muéstrame que más puedes hacer! ¡Muéstrame que más puedes hacer! —ordenó no menos agresivo.
Y ella se lo mostró: se agarró con las manos de las caderas del jovencito y se dedicó a meterse el pene hasta que su nariz quedaba aplastada contra el pubis de su macho, sacárselo hasta que sólo la punta del glande quedaba entre sus labios y vuelta a empezar. Sus tetas, sus aretes de aro y su dorada melena rebotaban como locos. Al mismo tiempo hacía los sonidos más obscenos, viscosos, exagerados y escandalosos. Tyler gruñó una y otra vez a punto de enloquecer de lujuria “¡SÍ! ¡SÍ! ¡SÍ!” antes de perder el control, agarrarse de nuevo del cabello y la nuca de la famosa y volver a follarle la boca con aún más violencia que antes.
—¡OH, MIERDA! —exclamó él en éxtasis—. ¡SÍIIIIIII! ¡PUTA! ¡PUTA, NENA! —jadeó a punto de perder el conocimiento de puro placer—. ¡Sí! ¡Sí! ¡Sí! ¡Sí! ¡Sí!
De repente, Paige se sacó el miembro de la boca y medio se incorporó para volver a besarse apasionadamente con su dulce efebo a la vez que continuaba masturbándolo con ambas manos. La mano izquierda del chico estrujó sus pechos con rudeza al mismo tiempo que la derecha la nalgueaba.
Luego de un largo rato así, la Spiranac rompió el beso y, sin dejar de meneársela, empezó a implorar con voz aguda a punto de perder el control:
—Quiero más… Quiero más de tu puta polla…
—Muéstramelo —respondió con tono engañosamente tranquilo; después ordenó casi a los gritos—: ¡Me gusta eso: muéstrame cuanto la quieres! ¡MAMA! ¡MAMA! ¡MAMA MI POLLA!
De repente, la rubia se lanzó por el miembro como una fiera famélica y volvió a darle otra rabiosa felación, ambas manos envolvían la base del mástil de carne, las manos del chico regresaron a la nuca y la cabellera de la deportista. Él le folló furioso la boca a la vez que jadeaba:
—¡OH, DIOS MÍO! ¡OH, DIOS MÍO! ¡SÍ! —para después repetir una y otra vez—: ¡NO TE DETENGAS! ¡NO TE DETENGAS!
El semental de catorce años estiró su mano derecha y, al mismo tiempo que bufaba como un toro de lidia, le dio rabioso con los dedos por el culo a la hembra.
—¡AH! ¡SÍ! ¡SÍ! ¡SÍ! ¡SÍ! —exclamó él de repente y nalgueó a la diosa sexual una última vez antes de sacar su falo de la boca de la mujer.
Ella, aun hambrienta, agarró el pene con la mano derecha y, desesperada, recorrió una y otra vez su longitud con los labios, los dientes y la lengua.
—¡Me gusta eso! ¡Me gusta eso! —jadeó con aprobación.
—¡Carajo! —comentó ella sin aliento, antes de añadir alegre—: ¡Nunca antes había tenido una polla tan larga y gorda como esta!
Sin previo aviso, Paige volvió a envolver la base de la verga con ambas manos y Tyler a poner las suyas en su nuca y su cabello.
—Hazlo… Muéstramelo… muéstramelo… —murmuró al mismo tiempo que, de nuevo, le folló la boca y le metió los dedos de la mano derecha por el culo.
Él resopló como macho en celo antes de perder el control y, con voz dominante, repetir una y otra vez “¡Sí! ¡Sí! ¡No te detengas! ¡No te detengas!”
Con una sonora nalgada final, sacó su pene de la boca de la famosa al mismo tiempo que exclamaba “¡Qué bien!” De repente, como impulsada por un resorte, la Spiranac se lanzó sobre él, se abrazó a su esbelto y juvenil cuerpo y ambos se dieron un largo, hondo y apasionado beso de lengua.
Este se interrumpió cuando Tyler se separó de su amante para quitarse la camiseta y desnudarse por completo. Una vez que quedó sin una sola pieza de ropa, el chico ordenó “¡Dametuculodametuculodametuculo!” a toda velocidad, desesperado. La mujer lo obedeció de inmediato y se giró en la cama con ágiles movimientos, ofreciéndole el trasero con la espalda arqueada como una gata en celo. Sin desperdiciar un solo segundo, el jovencito jadeó “¡sí!: ¡justo allí!”, se agarró de las caderas de la golfista y la folló analmente a toda velocidad, sin una pizca de compasión; su pubis se estrellaba contra las pompas de la estrella de las redes sociales y producía una música celestial. “¡CARAJO! ¡SÍ!: ¡JUSTO ALLÍ!” bramó el muchacho a todo pulmón. Las tetas, los aretes de aro y la blonda cabellera de la influencer rebotaban como locos.
El pene del efebo hizo a Paige bizquear, abrir la boca tanto que parecía a punto de desencajarse y emitir innúmeros chillidos penetrantes de “¡SÍ! ¡SÍ! ¡SÍ!” Él se hizo un nudo con la dorada melena de la mujer en la mano derecha y tiró de esta como si fuesen las riendas de una yegua desbocada, lo que la hizo gruñir entre dientes apretados en una mueca feroz “¡CARAJO! ¡SÍ!” y arquear la espalda aún más. El semental de catorce años siguió haciendo que la diosa del sexo doblara la cabeza hacia atrás y hacia arriba, la mano izquierda de él bajo el mentón de su hembra, hasta que, inclinándose sobre ella, pudieron unir sus bocas en otro apasionado beso de lengua.
Tras un largo rato en esta postura, él, sin previo aviso, empujó la cabeza de la Spiranac con violencia hacia abajo y la hundió en el colchón. Con una sonrisa de oreja a oreja, ella jadeó “¡me encanta como me das por el culo!” A continuación, Tyler usó su mano derecha para cubrir los glúteos de la golfista de innúmeras nalgadas ensordecedoras que los dejaron teñidos de un agradable tono carmín. “¡OH, CARAJO! ¡Eres tan jodidamente bueno!”, chilló ella. Después emprendió a gemir una y otra vez “¡Oh! ¡Carajo! ¡Sí! ¡Eres tan jodidamente bueno!” Él comenzó a repetir, desesperado, “¡Notedetengasnotedetengas!”
—¡Ay! ¡Dame más polla! ¡Dame más polla! —gimió ella.
—¡VAMOSVAMOS! —bramó él.
“¡Oh! ¡Dios mío! ¡Sí!” gimió ella justo antes que Tyler volviera a torcer su cabeza hacia atrás en otro apasionado beso de lengua, sólo que esta vez él envió su mano derecha para estrujar con violencia los pechos de la rubia.
Cuando volvieron a romper el beso, ella gimió de nuevo “¡Oh! ¡Dios mío! ¡Sí!” y el chico otra vez empujó la cabeza de Paige contra el colchón para nalguearla, sólo que en esta ocasión lo hizo lento y con cariño, al mismo tiempo que disminuía la velocidad de su mete y saca considerablemente. El semental de catorce años murmuró “justo allí… justo allí” y ella, por su parte, casi a los gritos “¡SÍ ¡SÍ!”
—Dime que quieres más… dime que quieres más… —ordenó él en voz baja.
—Dame más polla por el culo —con voz desesperada a punto de perder el control.
—Dímelo… dímelo… dímelo… —con un tono más severo.
—¡Sí! ¡Llena con tu leche el culo de esta puta! —lo volvió a ver por encima de su hombro izquierdo, una perversa sonrisa de oreja a oreja curvaba sus labios.
—¡Dime que tan puta eres! ¡Dime que tan puta eres! ¡Dime que tan puta eres! —repitió una y otra vez, una nueva furia filtrándose en sus palabras.
Él, de repente, se detuvo y le dio una última nalgada a su amante. La Spiranac, que no había tenido suficiente, ahora fue quien se movió hacia adelante y atrás para empalar su culo en la imponente estaca de carne del efebo y lo hizo rebotar como si estuviese en un video de reggaetón.
—¡Muéstramelo! ¡Muéstramelo! ¡Sí! ¡Sí ¡Sí! —jadeó él, desesperado, antes de volver a enviar sus manos a las caderas de la rubia y retomar el control.
“¡SÍ! ¡SÍ! ¡SÍ!” repitieron ambos, frenéticos, una y otra vez.
Con una nalgada final y un “¡CARAJO!” gritado, Tyler salió definitivamente del ano de la deportista y se arrojó boca arriba en la cama al lado de ella. La estrella de las redes sociales no necesitó que le dijera nada; supo de inmediato que hacer. Gateó hasta ponerse encima del adolescente, se introdujo el pene por la vagina y le ofreció sus pechos a la boca del efebo. La mano derecha del chico le estrujó las tetas con rudeza al mismo tiempo que los labios y los dientes se ensañaban con ellas, mientras que la mano izquierda trataba de la misma manera los glúteos de la famosa. Las caderas del adolescente se movían furiosas hacia arriba y hacia abajo. Los gemidos de la Spiranac aumentaron de volumen por las deliciosas sensaciones provenientes de sus senos, su culo y su sexo. “¡AY, SÍ; PÁRTEMEENDOSCONTUPOLLA!”, chilló enloquecida de placer y él le dio una sonora nalgada.
Tyler se detuvo, los amantes se dieron un hondo, lento y ardoroso beso de lengua y se abrazaron muy estrechamente. Tras romper el beso, ahora fue la rubia la que se dedicó a mover sus caderas arriba y abajo empalándose en el erecto falo del efebo al mismo tiempo que chillaba “TE GUSTA METER TU GORDA POLLA POR MI ESTRECHO COÑO, ¿NO?” y “¡ME ENCANTA LA FORMA EN QUE LA USAS!” El chico apartó un poco a Paige con sus brazos e hizo que su boca volviera a ensañarse con los pezones de la belleza. “¡SÍ! ¡SÍ! ¡SÍ!”, repitió ella innúmeras veces. “¡TU POLLA ESTÁ TAN DURA! ¡ME ENCANTA ESO!”, ronroneó ella, a lo que él respondió nalgueándola sin misericordia con la mano derecha.
El muchacho dejó de nalguearla para estrujar los pechos de Paige en sus manos con violencia. La apartó de sí hasta hacerla erguirse con la espalda muy recta, aun empalada en su poderoso mástil. La golfista empezó a menear sus caderas como si estuviese haciendo la danza del vientre. “ERES TAN JODIDAMENTE BUENO… ¡AAAAAAAAAAAHHHHHHH!…” chilló ella con ojos bizcos y la boca tan abierta que parecía a punto de desencajarse.
La influencer volvió a abrazarse a él y el semental de catorce años hizo de nuevo que sus caderas subieran y bajaran frenéticas y que su boca y sus manos se ensañaran con las tetas de la mujer. El aire del dormitorio se llenó de innúmeros gemidos. “¡PUTA! ¡SÍ! ¡SÍ! ¡SÍ!”, chilló desesperada la deportista, a punto de perder el control. “¡LO AMO!” gritó ella a todo pulmón y él bramó “¡PUTA!” y la recompensó con una nalgada de aprobación.
Luego de una pausa larga en la que se limitaron a quedarse quietos y abrazados y jadearon para recuperar sus alientos, la Spiranac se sacó el masivo miembro del efebo y, puesta en cuatro patas entre las piernas de este, la espalda arqueada como la de una gata en celo y el culo apuntado al techo, rodeó la base del pene con ambas manos y le propinó otra rabiosa mamada. El aire del dormitorio se llenó de los sonidos más viscosos, obscenos, exagerados y escandalosos que puedan imaginarse. Sus aretes de aro y su dorada melena rebotaron como locos. “¡Sísísí! ¡Tú sabes lo que me gusta! ¡Amo tanto esto! ¡PUTA!” jadeó él.
De repente, Paige se sacó la polla, cubierta de manchas de lápiz labial y una gruesa y reluciente capa de saliva, y se la puso entre las tetas. Colocó una mano en cada pecho y así le dio un buen apretón al miembro viril. Con una malévola sonrisa de oreja a oreja lo provocó diciendo: “¡Sí! ¡Sí! ¡Sí! ¿Te gusta tener tu polla entre estas tetas?” La única respuesta de él fue repetir cada vez más desesperado “¡Sí! ¡Sí! ¡Sí!” Tyler recordó algo: la vez que vio en internet un video de la Spiranac jugando al golf con el palo metido entre los senos. “Ahora tiene otra clase de palo entre las tetas…”, pensó él; esto lo hizo reír.
Después de un largo rato ordeñando el pene del semental de catorce años con sus ubres, su dorada melena y sus aretes de aro rebotando como locos, la estrella de las redes sociales, sin previo aviso y de un brinco, volvió a meterse el gigantesco falo por el coño.
Las manos del chico rodearon la espalda de la deportista y la atrajo para hundir el rostro entre sus enormes tetas. Él subía y bajaba las caderas a una velocidad increíble, como si no hubiese un mañana. De la garganta de la famosa salía un interminable torrente de gemidos ensordecedores. “¡DAME, DAME CON TU PUTA POLLA!” dijo la mujer con chillidos penetrantes. La respuesta de él fue usar sus manos para nalguearla.
Paige se incorporó y puso las manos sobre el pecho del tierno efebo. Él, por su parte, se agarró de las caderas de la belleza y le ordenó con voz estricta: “Menea las caderas. ¡Más profundo! ¡Más profundo!” La famosa, otra vez, meneó sus caderas como si bailase la danza del vientre. “¡Sí! ¡Sí! ¡No te detengas! ¡No te detengas!”, bramó él, aprobador. La garganta de la mujer inundó el aire del dormitorio de jadeos, gemidos y chillidos. El muchacho murmuró una y otra vez “Que jodidamente sexy… que jodidamente sexy” y envió sus manos a los orbes de la diosa del sexo, los cuales estrujaron con rudeza.
De repente, los dos pasaron a la siguiente posición: se acostaron sobre los costados izquierdos de sus cuerpos, él detrás de ella, la pierna derecha de la Spiranac alzada por los aires.
—¿Quieres seguir usando tu enorme polla dentro de mi estrecho coño? ¡Sí! ¡Síiiiii! —lo provocó la famosa.
—¿Cómo puedes ser tan perfecta? —murmuró el chico una y otra vez, sus ojos cerrados.
—La que es perfecta es tu enorme polla… —y sonrió, soñadora.
A continuación, él se dedicó a meter y sacar su imponente falo del sexo de la mujer con furia indescriptible y dejó de hablar para que su boca se ensañara con el pezón derecho de la hembra.
—¡Sí! ¡Sí! ¡Sí! ¡Usa mi estrecho coño! —gimió una y otra vez, con la misma sonrisa.
Luego de un largo rato así, la boca del muchacho dejó el pezón y se unió a la de la famosa en un profundo y volcánico beso de lengua que parecía no tener fin. Él envió sus manos a estrujar con rudeza los pechos de la rubia.
Tras una eternidad unidos de esta forma, el adolescente, sin previo aviso, se separó de su pareja y se tumbó boca arriba en la cama. Su erecto falo se erguía por los aires como un mástil. El dulce efebo le ordenó a la diosa del sexo que le diera otra mamada. Ella, ni lenta ni perezosa, de inmediato se puso en cuatro patas, su espalda arqueada como la de una gata en celo y su culo apuntado al techo, hizo que su mano izquierda rodeara con firmeza la base del pene y, los ojos cerrados con expresión soñadora, le dio un largo y parsimonioso lengüetazo desde la base hasta la punta para, a continuación, describir círculos muy lentamente alrededor del glande con su lengua.
Después de un rato haciendo esto, la estrella de las redes sociales hizo que su mano derecha también se agarrara de la base del descomunal lingote de carne y empezó a metérselo y sacárselo con voracidad inenarrable.
—¡Sí! ¡Sí! ¡Tú sabes! ¡Sí! ¡Sí, nena! ¡Puta! ¡Puta! ¡Puta! ¡Puta! —jadeó él.
Ella se sacó el gigantesco falo y lo masturbó, frenética, con ambas manos.
—¡ES TAN JODIDAMENTE ENORME! —rugió, sus dientes revelados en una sonrisa feroz. Continuó con voz más baja y cariñosa, pero con la misma sonrisa—: ¿Está tan grande y dura por mí?
La única respuesta de él fueron unos sonidos ininteligibles que se convirtieron en un “¡Teamoteamoteamo!” repetido innúmeras veces. De repente, el muchacho ordenó “siéntate en mi cara” y Paige, sin desperdiciar ni un segundo, hizo exactamente eso, de una forma en la que pudiese seguir admirando el magnífico pene. El tierno efebo procedió a devorar el dulce sexo de su amante. Ella dejó escapar un gritito antes de gemir “mmmmmm… ¡sí!”, luego de lo cual rió al mismo tiempo que meneaba sus caderas como si bailase la danza del vientre.
Tras varios minutos en esta posición, la rubia se quitó de la cara del jovencito y volvió a sentarse sobre su polla, esta vez dándole la espalda al semental de catorce años. Las manos del adolescente se aferraron a la cintura de la deportista. Ella jadeó ruidosa al mismo tiempo que él movía sus caderas con ferocidad hacia arriba y hacia abajo. “¡Sí! ¡Sí! ¡OH, Dios mío!”, dijo ella antes de lanzar montones de chillidos penetrantes, luego de lo cual continuó con “¡Puta! ¡Sí! ¡Oh, carajo, sí! ¡Sí!” “¡Me gusta eso! ¡Me gusta eso!”, repitió varias veces, enloquecida de placer, antes de proclamar “¡Se siente tan bien! ¡Oh, sí! ¡Oh, PUTA!” Y no pudo seguir hablando; se desgañitó a todo pulmón por varios minutos antes de gemir con voz más baja “¡Puta! ¡Oh, Dios mío!”
Él dejó de moverse y fue el turno de la golfista, la cual meció sus caderas como si hiciese el baile del vientre al mismo tiempo que jadeaba sin parar. Luego de varios minutos, procedió a subir y bajar por la polla del efebo, sus tetas, su rubia melena y sus aretes de aro rebotaban como locos. “¡Sí! ¡Sí! ¡Sí!”, repetían ambos una y otra vez entre jadeos y gemidos.
De repente, Tyler envió sus manos a las tetas de la Spiranac y las estrujó con rudeza a la vez que volvía a ser él quien movía sus caderas hacia arriba y hacia abajo. Los labios de la mujer se curvaron en una malévola sonrisa de oreja a oreja y dijo “¡sí! ¡sí! ¡me encanta como usas esa enorme polla tuya en mi coño!” para después gritar “¡SÍ! ¡SÍ! ¡SÍ! ¡Me gusta!” y luego jadear “¡Oh, carajo!” innumerables veces.
Finalmente, ambos se detuvieron y él lanzó un bramido triunfal de “¡OH, CARAJO!” Paige mandó su mano izquierda a los testículos del efebo y los masajeó con cariño. Tyler jadeó varias veces “¡Oh, sí! ¡Oh, sí!” al mismo tiempo que ella lo animaba “métela más hondo dentro de mi coño, ¿sí?”
Al poco tiempo de dejar de hablar, la rubia se bajó del imponente mástil del efebo y se tumbó al lado suyo. El chico se paró junto a la cama. La influencer, de inmediato, se puso en cuatro patas en el colchón y ofreció su culo al adolescente. El muchacho tenía otras ideas: sin mediar palabra, se agarró de sus caderas y, con tirones bruscos, la giró y la hizo quedar boca arriba en la cama. El que él tomara la iniciativa la hizo soltar una carcajada. Sus manos se aferraron a los tobillos de la mujer y la obligó a abrirse de piernas lo más que podía antes de follársela con brutalidad indescriptible.
Tyler le ordenó “chúpate los pezones” y ella obedeció de inmediato: colocó una mano bajo cada pecho, se los empujó hacia arriba y se lamió, chupó y mordió los pezones con fruición, todo su rostro un mohín endiabladamente lascivo. “¡Sí! ¡Sí! ¡Qué buena puta eres! ¡Qué buena puta eres!”, jadeó el semental de catorce años innúmeras veces, aprobador.
Luego de un largo rato haciéndola sentir que iba a partirla en dos a punta de pollazos, el muchacho se dio cuenta que ya no podría contenerse más, así que, sin previo aviso, se salió de ella, se apartó un poquito de la cama y le ordenó a la mujer que se arrodillara en el piso ante su miembro. La belleza entendió de inmediato lo que quería que ella hiciera así que, con una carcajada, se puso en la posición que su amante le exigía y, masturbándose con la mano derecha y meneándosela furiosa al angelito rubio de ojos verdes con la izquierda, abrió la boca muy grande, la acercó hasta unos pocos milímetros del glande del jovencito y sacó la lengua lo más que pudo; cerró los ojos con expresión soñadora. Él cruzó sus brazos tras su espalda y jadeó en voz baja “sí… sí…” montones de veces.
Después de un largo rato consintiéndole el falo de esta manera, Tyler, con un bramido triunfal, por fin estalló. En una eyaculación que parecía no tener fin, chorros gruesos e innumerables de blanca, espesa, hirviente y deliciosa lechita cubrieron por completo el rostro y las tetas de la Spiranac y algunos hasta cayeron en su dorada melena. Cuando finalmente terminó, la golfista, con una sonrisa de oreja a oreja, le dio unas cuantas lamidas lentas y cariñosas al glande para limpiarlo de las últimas gotitas de semen. Entre lamida y lamida murmuraba “¡que rico!…” o “¡que caliente!…”
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Paige acariciaba lentamente y con dulzura los rubios cabellos de Tyler, una mirada de indecible ternura en sus ojos. El chico dormía profundamente; en sus sueños lucía más angelical que nunca. La golfista se había limpiado y vestido de nuevo; también escondió las ropas de su amante bajo la cama y cubrió su desnudo cuerpo hasta el cuello con una sábana. Ella, al final, le dio un beso muy suave en la frente a su macho, se dio media vuelta, salió del dormitorio y cerró la puerta tras ella. Se deshizo de cualquier evidencia que pudiese haber de la “travesura” que cometió, apagó todas las luces de la casa y salió de esta. Mientras caminaba de regreso a su hogar, una sonrisa tenue curvaba sus labios: ya se estaba muriendo de impaciencia porque llegara la siguiente noche en la que iba a cuidar a Tyler.
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Los padres de Tyler están muy satisfechos con el desempeño de su vecina como niñera: su hijo no tenía ni una queja de ella y, hasta ahora, la famosa parece que sigue estando dispuesta a cuidar al adolescente por ellos.
Su opinión sería radicalmente diferente si supieran que la Spiranac está embarazada del primero de los muchos nietos que les daría…
FIN
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