En un campo de lavanda | By : Lily-de-Wakabayashi Category: Spanish > Anime Views: 15 -:- Recommendations : 0 -:- Currently Reading : 0 |
Disclaimer: I do not own Haikyuu!!, nor the characters from it. I do not make any money from the writing of this story. Only Suzume Kobayashi belongs to me. |
En un campo de lavanda.
Satori Tendo ocasionó, por quién sabe cuánta vez desde que lo conocía, que su mejor amigo hasta el momento (aunque lo habría de ser para toda la vida), se atragantara con lo que estaba bebiendo en ese momento (un simple vaso de jugo de toronja) con una pregunta que era más personal de lo que Satori quería admitir:
– ¿Ya lo hiciste con Suzume?
Wakatoshi Ushijima tosió un poco, tragó la mayor parte del jugo y el resto, el que alcanzó a salirse de su boca, lo limpió con una servilleta.
– No entiendo a qué te refieres –respondió.
Sin embargo, el sutil tinte rojo de sus mejillas le hacía saber a Satori que sí sabía a qué se estaba refiriendo. Pero el muchacho ya había esperado que Wakatoshi lo negara de primera intención porque, por mucho que él fuera su mejor amigo, había cosas que a Satori no se le podían soltar a la primera. Ni, siendo honestos, a la segunda ocasión, porque ésa era una de las cosas que tenía que sacar con tirabuzón.
“Yo creo que sí me entendiste, pero finjamos que no”, pensó el pelirrojo.
– Bueno, me refería a que si Suzu y tú ya, eh, fueron más lejos en su relación –aclaró Tengo, con tranquilidad–. A si ya… tú sabes, si ya tuvieron relaciones.
El rostro de Ushijima, que ya estaba ligeramente colorado, se fue tiñendo aún más de rojo, cosa que era muy rara en alguien tan estoico como él.
– No –contestó–. Pero lo estamos considerando.
Esta vez fue Satori el que escupió su bebida, dado que no creyó que Ushiwaka le respondería tan directamente, esperaba algo como un “no se me había ocurrido pensar en ello”, como sucedió la vez en la que le preguntó si ya había besado a Suzume.
– Oh, ya veo –dijo Tendo, cuando se limpió las comisuras de la boca–. ¿Ya han hablado sobre eso entonces?
Estaban los dos solos, sentados a la mesa, tras acabar de desayunar. Era domingo por mañana y la mayoría de sus amigos del club de volibol (Semi, Reon, Yamagata y hasta el mismo Goshiki) habían aprovechado para ir a ver a sus familias, así que Satori y Wakatoshi se habían quedado solos en la Academia Shiratorizawa, el primero no fue a su casa por no tener una relación tan estrecha con sus padres que requiriera que los visitara todas las semanas y el segundo no frecuentaba a su madre por falta de interés de parte de ambos. Así pues, Tendo había decidido que ése era un buen momento para intentar molestar un poco a Wakatoshi con un tema que le daba vergüenza hasta a él mismo. No esperaba, sin embargo, terminar enfrascado en situación tan personal con su mejor amigo.
Ante la pregunta de Tendo, Ushijima asintió con la cabeza para hacerle saber que sí, que ya había hablado con Suzume Kobayashi, su novia desde hacía ya muchos meses, sobre la posibilidad de ir más lejos en su relación. Wakatoshi era muy parco con sus explicaciones, pero aun así se las ingenió para decirle que tanto Suzume como él tenían curiosidad por ese acto que parecían hacer todas las parejas estables que se amaban y, ¿acaso no eran ambos mayores de edad? No era que tener relaciones sexuales estuviera obligado, pero tanto Ushijima como Suzume presentaban las necesidades fisiológicas propias de su edad y tras tanto tiempo de ser pareja estable parecía ser lo más natural.
– Sin embargo, lo importante es que ninguno de los dos se sienta presionado a hacerlo –intercaló Satori en una pausa que hizo Wakatoshi, alzando un dedo–. Es algo que deben hacer por gusto, no porque crean que tienen que hacerlo.
Ushijima asintió con la cabeza para dar a entender que tanto él como Suzume estaban conscientes de eso y que ninguno de los dos se sentía forzado. Pero también era cierto que, mientras más tiempo pasaban juntos, más ganas sentían ambos por explorar mutuamente sus cuerpos y llegar al punto de fusionarse en uno solo. Wakatoshi no se lo dijo a Tendo, pero cada vez era más consciente de que, al besar a su delicada novia, se endurecía lo que tenía en la entrepierna y le entraban unos deseos intensos de tocar la suave piel de Suzume, de enterrar su nariz en su suave cabello rojizo, de perderse en sus ojos color ámbar mientras la recorría con los dedos y ver hasta dónde era capaz de fundirse con su cuerpo.
– ¿Y sabes lo básico, al menos? cuestionó Satori con auténtica curiosidad.
Su amigo alzó las cejas en una expresión indescifrable. Los dos, al igual que el resto del club de volibol y que todos sus compañeros, habían recibido clases de educación sexual con lo básico que debían saber, todo ese rollo de los pájaros y las abejas en versión nipona, pero de ahí a que supiera exactamente de qué iba el asunto pues había mucho trecho. No parecía ser tan difícil, dado que había miles de personas en el mundo que lo practicaban a diario.
– Supongo –fue la escueta contestación de Ushijima.
A cualquier otra persona le habría dado más vergüenza intentar averiguarlo, pero Tendo no tuvo reparos en preguntarle a Wakatoshi si ya había tenido sexo antes. Sin que resultara ser una sorpresa, Ushijima respondió que no, cosa que era de esperarse, el joven se la pasaba con la cabeza todo el día metida en un balón de volibol, qué iba a saber de cómo los pájaros lo hacían con las abejas o como quiera que estuviera el asunto. Así pues, Satori le ofreció a su amigo, como quien no quiere la cosa, prestarle unas revistas que podrían ayudarlo a “orientarse” mejor sobre cómo tenía que hacer ese acto. De inicio, Wakatoshi lo miró con una expresión que podría ser catalogada como de desdén, pero aceptó acompañar a su amigo a su dormitorio. Una vez ahí, Satori sacó una amplia variedad de revistas que habrían conseguido que cualquier profesora de la Academia Shiratorizawa se ruborizara hasta la punta de las orejas y considerara darle a Tendo unas vacaciones permanentes, revistas que en otra persona habrían desencadenado una oleada de preguntas.
– ¿Por qué tienes estas revistas? –inquirió Wakatoshi, con auténtica curiosidad.
– Porque me gusta estar bien informado. –Satori esbozó una sonrisa maliciosa–. Ohira y Semi las han visto también.
La joven promesa del volibol de Shiratorizawa tomó una y la abrió al azar, contemplando las ilustraciones con una expresión seria, mientras Tendo lo llenaba de su sabiduría. Éste hacía muchos esfuerzos para no reírse a carcajadas, pues aunque Ushijima estaba revisando escenas muy subidas de tono, su expresión no varió mucho más allá de fruncir un poco el ceño, y parecía hacerlo más por concentración que por perversión.
“Sólo Wakatoshi podría ver algo como esto y actuar como si estuviera leyendo un folleto de bienes raíces”, pensó Satori.
Tras responder algunas dudas auténticas que surgieron en Ushiwaka (que el pelirrojo contestó como si en verdad fuera un experto), Satori pasó a la parte importante del asunto: la protección. Sí, era cierto, Suzume y Ushijima ya eran mayores de edad, pero a los dieciocho todavía se es muy joven para tener un hijo.
– Lo había pensado, sí. –En este punto, Wakatoshi volvió a ruborizarse un poco.
– Si lo necesitas, puedo conseguir una caja de preservativos para ti –ofreció Tendo–. No tengo vergüenza de ir a la farmacia por ellos.
– Gracias, no será necesario –negó Ushijima, quien era del tipo de personas a las que les gustaba hacer las cosas por sí mismo.
Pero como era necesario hacer una demostración previa de cómo colocar un preservativo, los dos amigos se dieron a la tarea de conseguir uno y algo con qué practicar para ponerlo (lo segundo lo sacaron de la cocina y lo primero de la habitación de Semi). De primera intención, a Satori se le había ocurrido hacerlo con un plátano, pero dado que le gustaba mucho esa fruta y sabía que no iba a poder verla de una buena manera una vez que empezaran con la práctica, lo cambió por un pepino, el cual siempre había detestado. A Ushijima estas cuestiones ni le iban ni le venían, así que daba lo mismo qué fruta o vegetal escogieran.
Cuando estaban por comenzar con la práctica, apareció Reon de la nada y la escena que encontró fue de lo más peculiar: Satori y Wakatoshi sentados en la cama de este último, el primero con un pepino en la mano y el segundo con un condón en la otra. Ohira estuvo a punto de disculparse y marcharse tan rápidamente como llegó, pero Satori fue más veloz y se puso rápidamente en pie, alcanzando a agarrarlo por la muñeca con su mano libre y lo obligó a quedarse.
– Estamos en clase de educación sexual –explicó Tendo, con su habitual desparpajo–. No te caerá mal aprender un poco sobre cómo usar adecuadamente un preservativo.
Una vez que Ushiwaka le dijo que tenía curiosidad “sólo por si acaso” y que Reon rellenara la información faltante con el supuesto de que estaba hablando de su novia, éste se tranquilizó un poco al comprobar que sus amigos no estaban jugando a esconder el pepino y se dispuso a poner atención. No estaba de más aprender más sobre educación sexual, dado que la que les impartieron en clases no era precisamente la más detallada.
Lo irónico del asunto era que, años después, sería Reon el primero del grupo de amigos que tendría un hijo.
En cualquier caso, después de unos cuantos intentos, los jóvenes consideraron que estaban lo suficientemente preparados y dejaron la práctica; Satori tiró entonces el preservativo en el excusado (se meterían en un buen lío si alguno de los profesores o prefectos lo descubría) y el pepino fue a dar a un basurero, pues aunque no habían hecho algo malo con él, ninguno de los tres amigos sentía que regresarlo a la cocina fuese lo correcto.
– Gracias –le dijo escuetamente Ushijima a Satori a la hora de la cena.
– Que todo salga como desean –le sonrió Tendo.
No era, pues, que Wakatoshi estuviera obligado a tener sexo con Suzume, pero si llegaba a darse la oportunidad, ya no estaría tan perdido con respecto a cómo debía darse el asunto.
Casualmente, la oportunidad de llevar la práctica a la acción en tiempo real se presentó muy poco tiempo después, casi a los quince días de la plática informativa que tuvieron Wakatoshi y Satori. Ushijima no fue el único que habló con un amigo sobre el tema del sexo, Suzume Kobayashi también había platicado de eso con sus mejores amigas Kasumi y Chieko, así como con su prima, Mizuki Koizumi (quien estudiaba en la escuela Karasuno), y de todas recibió la misma respuesta: no hagas algo que no estés convencida de hacer. Mizuki, quien era dos años más joven que su prima, consideraba que ella no estaría preparada para hacerlo con su novio, en caso de que tuviera uno, pero si Suzume se sentía lista, debía hacer lo que su corazón (y sus deseos) le dictaran.
– Yo no sé si algún día estaré preparada para eso –comentó Mizuki, avergonzada, en una de las frecuentes llamadas telefónicas que mantenía con su prima–. A veces pienso que se le da más importancia a eso de la que realmente tiene.
– Yo pienso que, si encuentras a alguien que te guste y a quien le gustes, es normal preguntarse si puedes llegar a conectarte de una manera más especial con esa persona –opinó Suzume, como respuesta–. ¿No lo crees?
Se hizo un silencio más o menos largo del otro lado de la línea y Suzume se preguntó si se habría cortado la llamada. Nunca se le pasó por la mente que la razón por la que Mizuki se había quedado callada fue porque sus palabras la hicieron pensar de inmediato en Tobio Kageyama, el colocador estrella del Karasuno.
– Sí, tal vez –admitió Mizuki, después de un rato–. Pero bueno, como te dije al principio, si te sientes lista, adelante. Pero lo que sea que hagas, cuéntamelo, por favor.
Era obvio que Suzume le confiaría a su prima cualquier cosa que hiciera, como siempre lo hacía. Mizuki había sido de las primeras en enterarse de que Suzume le declaró sus sentimientos a Wakatoshi Ushijima y desde entonces Kobayashi no había dejado de insistirle a Mizuki que hiciera lo propio con ese chico del club de volibol del Karasuno que tanto le gustaba.
Kasumi Matsumoto, por su parte, fue más remilgosa con la idea del sexo entre las parejas que ya llevaban un tiempo juntas: consideraba que Wakatoshi y Suzume todavía eran muy jóvenes para tener relaciones, aunque Chieko la calló al señalarle que ambos ya eran mayores de edad y que estaban a punto de graduarse de la escuela preparatoria, no eran un par de chiquillos que acabaran de salir del preescolar. Quizás, lo que le perturbaba a Kasumi era la idea de que tener sexo era cosa de adultos y eso marcaría el fin definitivo de su adolescencia, o tal vez temía que, si Ushijima y Suzume lo hacían, ella se sentiría más presionada a hacer lo propio con Hayato Yamagata, a pesar de que apenas había salido unas cuantas veces con él. Un poco fastidiada por la actitud tan santurrona de Kasumi, Chieko Ishikawa fue más directa y le habló a Suzume de lo que debía esperar en caso de que se animara a hacerlo con Ushiwaka: era altamente probable que le doliera mucho la primera vez que él entrara en ella. Chieko, quien ya lo había hecho con alguien del club de volibol cuya identidad se negó a revelar, le advirtió que debía estar preparada para sentir dolor y que lo mejor que podía hacer era respirar profundo y relajar el cuerpo.
– Pero pasa pronto, mucho más rápido de lo que crees –señaló Chieko–. Después vas a disfrutarlo, aunque parezca que no.
Y, por supuesto, no omitió mencionar el asunto de los preservativos, aunque ellas no recurrieron al uso de pepinos para practicar. Chieko les habló a sus amigas de las que consideraba que eran las mejores marcas, las que daban mejor lubricación y eran más resistentes, así como las que eran hipoalergénicas. ¡Qué suerte tenía Suzume de que una de sus amigas estuviera tan bien informada!
– Me asusta tu conocimiento sobre el tema, Chieko –confesó Kasumi, con un gesto que hizo reír a Suzume.
Además, al igual que como hizo Ushiwaka, Suzume se informó bien sobre el tema, aunque ella recurrió a libros y artículos en Internet en vez de a revistas. Quizás resultaba un tanto nerd que se pusiera a investigar sobre sexo, pero la pelirroja quería estar lo mejor preparada posible para evitar cualquier inconveniente, sobre todo en la cuestión de las lesiones y los embarazos no deseados. Ni ella ni Wakatoshi querían ser padres a los 18 años, no cuando ambos tenían tantos planes y metas a futuro.
En cualquier caso, la oportunidad y los deseos se presentaron en una ocasión en la que, por azares del destino, Suzume tuvo la necesidad de pasar a la casa de su familia en una tarde en la que no habría nadie en casa. Su padre, piloto de avión comercial, estaba trabajando, y su madre y sus dos hermanas habían salido a un encargo, así que no se esperaba que regresaran pronto. Suzume tenía que pasar a recoger un documento para hacer un trámite y Ushijima se ofreció a acompañarla para que no volviera sola a la Academia.
Era una tarde lluviosa y el clima se prestaba para quedarse en casa, pero ellos debían volver al internado antes de que anocheciera. Sin embargo, tendrían un par de horas antes de que alguien en la Academia los echara de menos, así que Suzume le sugirió a Wakatoshi que vieran alguna película en la sala, mientras la lluvia remitía. Pero si bien ambos habían tenido la intención de ver la televisión, Suzume se acercó a Wakatoshi en busca de calor, se abrazaron y al poco tiempo ya estaban besándose, al principio con mucha cautela y después con más libertad. Él volvió a sentir cómo ese algo se endurecía en su entrepierna y se preguntó si ya estaban listos, los dos, para ir más allá. Sin pensarlo mucho, depositó un beso en el fino cuello de Suzume y ese roce tan leve la hizo estremecerse. Las manos del joven, tan grandes y fuertes, empezaron a actuar por sí solas y exploraron por debajo de la ropa, comprobando que la blanca piel de Suzume era muy suave y delicada, como la del pétalo de una flor. Ella empezó a respirar con rapidez, como si estuviera agitada, y un fino rubor cubrió sus mejillas.
En algún momento dado, ambos dejaron de besarse para mirarse a los ojos. La expresión de Ushijima era de seriedad total, como era lo acostumbrado, pero sus ojos hacían la pregunta que Suzume entendió de inmediato; ella, sin dudarlo, asintió con la cabeza y se levantó del sillón.
– Vamos a mi habitación –sugirió ella, con voz queda pero firme.
– Sí –respondió él, llanamente.
La pelirroja estaba segura de que su habitación estaría ordenada, como siempre la dejaba al irse de su casa para volver a la Academia, así que sin dudar abrió la puerta y Wakatoshi se encontró de pronto en un cálido y acogedor refugio de paredes color lavanda y muebles blancos, muy femenino. Si bien en otra circunstancia podría haberle resultado un tanto intimidante, en ese momento le pareció que no había en el mundo otro lugar mejor para hacer lo que estaban por hacer. Suzume lo llevó hasta la cama y ambos se sentaron en ella, para comenzar nuevamente a besarse y acariciarse; en algún momento, uno de los dos (sería difícil después para ellos definir quién dio el paso final) le quitó la primera prenda de ropa al otro y de ahí no hubo vuelta atrás. Suzume enrojeció al máximo cuando Wakatoshi la vio desnuda e intentó cubrirse, pero después se sintió ridícula porque si había aceptado llegar a ese extremo era porque estaba consciente de que él la vería sin ropa y, cerrando los ojos, aguantó la vergüenza y dejó que Ushijima la contemplara. Durante unos segundos él no dijo nada y eso orilló a Suzume a abrir los ojos, para darse cuenta de que en la mirada de su novio había aparecido una nueva emoción.
Deseo.
Fue entonces cuando ella lo vio a él como llegó a este mundo, completamente al natural y con su herramienta erecta. Suzume volvió a tener otro ataque de rubor y pena, pero no dejó de contemplar esa parte de la anatomía de Wakatoshi que exigía entrar en ella. En ese momento su vergüenza era más grande, de manera que no osó tocarlo, aunque quizás en el futuro eso podría cambiar.
Gracias a las revistas de Tendo, Ushijima tenía una idea de lo que debía hacer e hizo que Suzume abriera las piernas para contemplarla; ella se aguantó la pena y clavó la mirada en el techo, a la espera.
– Siempre he pensado que eres muy bonita, Suzume –dijo él, en voz baja, lo que la hizo enrojecer más que cualquier otra cosa.
Wakatoshi pasó entonces el dedo por la entrada de la vagina y tocó una protuberancia pequeña que ya sabía que debía de estar ahí. Suzume sintió como si le hubiesen dado una descarga eléctrica y después experimentó una corriente de placer que surgían de ese punto que su novio acariciaba torpemente por los dedos. Sintió que empezaba a mojarse y que sus caderas querían moverse al ritmo de las caricias de Ushijima, y por un momento no supo qué hacer, hasta que recordó el consejo de Chieko de que relajara el cuerpo y se dejara llevar. Por el momento, la cosa iba bien y repentinamente soltó un jadeo, muy quedito, después otro más fuerte y otro más, hasta que sintió que los dedos de Wakatoshi se mojaban. No supo si ésa era la señal que Ushijima estaba esperando, pero Suzume vio que él tomaba su miembro erecto y lo acercaba a ella.
– E-espera –pidió ella, con una vocecita queda y balbuceante–. Hay que usar protección.
– Sí. –Wakatoshi pareció recordar que, por el deseo, estaba por saltarse ese paso tan importante y se paró a buscar su cartera, la cual no encontró entre el lío que hacían sus ropas y las de Suzume–. Traigo uno conmigo.
– Yo también traigo uno–. reveló ella, muy avergonzada, y sacó un preservativo de su bolsa–. No vayas a pensar que soy una pervertida.
Ushijima movió la cabeza en un gesto negativo y le quitó el condón a Suzume para abrirlo y ponérselo. Había que agradecer a Satori Tendo y su clase con pepinos, ya que Wakatoshi no tuvo problemas para colocarse adecuadamente el preservativo. Mientras lo hacía, Suzume aprovechó para ver bien el miembro de su novio y le dio una punzada de pánico al notar un detalle muy importante.
Grande. Era muy grande.
O quizás no era tan grande como creía, pero para alguien de la estatura y complexión de Suzume, quien parecía un pequeño pajarito, eso podía verse grande e intimidante. Sin embargo, no protestó cuando Wakatoshi la acostó en la cama, volvió a abrirle las piernas e introdujo su miembro dentro de su cuerpo, primero despacio y después con un tirón final que fue producto de lo bien que sentía meterlo. Suzume sintió entonces que la invadía un dolor tremendo que provenía de la parte baja de su vientre, un ardor que la partió en dos y la hizo soltar una exclamación de dolor. Chieko ya se lo había advertido, pero aún así no había nada que pudiera prepararla para lo que sintió en el momento exacto en el que perdió su virginidad.
– ¿Te lastimé? –preguntó Wakatoshi, preocupado, apresurándose a salir de ella.
– Me dolió un poco –confesó Suzume, aunque “un poco” se quedaba corto.
– Estás sangrando –señaló él, con las cejas alzadas.
– ¡Oh! Es normal, creo –explicó ella–. Es… por ser la primera vez que…
Él asintió con la cabeza para decirle que entendía, aunque en realidad no lo hiciera del todo. Según había leído Suzume, el himen se podía romper en chicas que hicieran mucha actividad física, como las porristas, así que llegó a pensar que quizás el suyo ya estaba roto, pero aparentemente todavía lo tenía íntegro. Bueno, ya no, ahora sí estaba roto gracias a Ushijima, de ahí que hubiera sangrado un poco.
– Intentémoslo otra vez –sugirió Suzume.
– Iré más despacio –señaló Wakatoshi e introdujo otra vez su miembro en ella, pero con mayor suavidad.
Él la miró a los ojos y ella asintió con la cabeza para decirle que estaba bien, así que empezó a moverse. Se sentía bien, se sentía muy bien, era algo que ninguno de los dos había experimentado nunca y ahora ahí estaban ambos con los cuerpos fusionados, con la piel desnuda y ardiendo como nunca. Wakatoshi se inclinó para besar a Suzume y, al hacerlo, sintió en la punta de la nariz su suave olor a jengibre, combinado con una esencia a lavanda que seguramente provenía de las sábanas o tal vez de algún aromatizante ambiental. Su miembro entraba y salía, cada vez con más facilidad, de la cada vez más húmeda cavidad de Suzume, quien empezó a gemir otra vez. Wakatoshi la cubrió con su cuerpo, la presionó contra el colchón y la poseyó por primera vez, mientras la mezcla de aromas nublaba sus sentidos. Era como estar en un campo de lavanda, cálido, suave y embriagador. El joven besó los suaves senos de la chica, lamiendo sus rosados pezones y saboreándolos con gusto, mientras Suzume se aferraba a él como si la vida le dependiera de ello. Ella también lamió su cuello y sus hombros, para después unir su boca a la de él.
– ¡Ahh, Toshi! –exclamó Suzume, usando el apodo cariñoso con el que se dirigía a él; sus jadeos subían de intensidad con cada movimiento de sus cuerpos sudorosos.
Tal y como se lo habían dicho, el dolor había ido remitiendo con cada roce para dar paso al placer; cada vez que Wakatoshi entraba y salía de ella, una nueva descarga la invadía y amenazaba con sacudirla con violencia. Sabía lo que iba a pasar después, sabía lo que se avecinaba, pero no sabía cómo y cuándo iba a tenerlo, si es que lo tenía (según Kasumi, no todas las chicas lo experimentaban en su primera vez), y la expectativa era tan deliciosa como el proceso en sí.
Ushijima sólo emitía gemidos guturales, gruñidos primitivos básicos surgidos de años de desarrollo evolutivo, era simplemente un ser viviente masculino fusionado con su contraparte femenina, algo que lo estaba llevando más allá de sus límites. Los jadeos de Suzume parecieron excitarlo mucho, pues mientras más gritaba ella, más fuerte la embestía él, sus movimientos de cadera se aceleraban conforme oía gemir a la joven, lo que hacía más deliciosos esos roces internos que desencadenaban nuevos jadeos, cerrando así un círculo perfecto de deseo y satisfacción. Por fin, la fricción deliciosa y constante que sentía Suzume dentro de sí se convirtió de pronto en una explosión que la sumergió en la dicha y la dejó temblando de pies a cabeza, en un grito final que casi fue como el de una agonía. Wakatoshi la embistió unas cuantas veces más (algo que ella no notó) hasta que sintió que algo se descargaba dentro del preservativo, mientras su mente era llevada hasta las nubes. Ambos jadearon durante unos segundos, con los ojos cerrados, disfrutando del éxtasis al que acababan de llegar.
“Algún día, quiero correrme dentro de ella, sin algo que estorbe”, dijo una oscura voz en la mente de Wakatoshi y él estuvo de acuerdo, pero eso no ocurriría ese día.
Suzume estaba flotando en un mar de dicha. ¡Había tenido un orgasmo! Se había fusionado con Wakatoshi Ushijima, el chico al que amaba desde hacía mucho tiempo, y él la había llevado a conocer las nubes. Qué absurdamente ridícula es la mente humana después de hacer el amor con la persona a la que se ama, pero Suzume no podía concebirlo de otra manera. Repentinamente, Wakatoshi se inclinó para besarla en el cuello y eso le dio a Suzume una descarga final.
Él se acostó en la cama junto a ella y la abrazó; ambos permanecieron así durante un ratito, disfrutando de la intimidad y del sonido de la lluvia cayendo del otro lado del cristal. Sin embargo, no podían quedarse así durante mucho tiempo, la disminución de la luz natural les indicaba que se acercaba la hora en la que debían volver a la Academia. Suzume se sentía pegajosa, así que decidió darse una ducha rápida; Ushijima estuvo de acuerdo, aunque él le dijo que se bañaría en la Academia. Suzume se puso un albornoz y Ushijima recogió su ropa para vestirse; ambos acomodaron después la ropa de cama y él tiró el preservativo al excusado, tal como había visto que hizo Satori.
– No tardaré –aseguró ella, mientras él regresaba la sala a encender la televisión. Si por algún motivo la madre y las hermanas de Suzume regresaban, no los encontrarían en la misma habitación en actitud sospechosa.
Una vez que estuvo a solas en el cuarto de baño, Suzume se revisó en el espejo de cuerpo completo que su madre había instalado hacía muchos años y se dio cuenta, con cierta sorpresa, que su cuerpo no había cambiado en nada. No era como si lo esperara, pero no podía evitar preguntarse si se le notaría lo que acababa de hacer con Ushijima. Tenía algunas marcas rojas en zonas que afortunadamente cubría la ropa, las mejillas muy sonrojadas y cierto dolor en el vientre bajo, así como unas leves manchas de sangre en la parte interna de los muslos, pero ninguna de esas cosas sería permanente.
“En esencia, sigo siendo la misma, aunque ahora ya le pertenezca a Wakatoshi”, pensó, y esa sola idea hizo que enrojeciera de nuevo. “Ahora nos pertenecemos el uno al otro…”.
Consciente de que estaba perdiendo el tiempo, dejó de lado sus ideas románticas y se dio un baño lo más rápido que pudo. Cuando salió de su recámara ya arreglada, veinte minutos después, Ushijima estaba viendo un programa de concursos, pero apagó la televisión en cuanto la vio salir. Suzume revisó por última vez que todo estuviera en su sitio y que no dejaban algo que delatara lo que habían hecho (había metido el empaque del preservativo en su bolso y se aseguraría de tirarlo en algún basurero público) y salió con Wakatoshi a la calle.
– Tengo hambre –comentó Ushijima–. Más de la que esperaba tener, sí comí bien.
– Yo también tengo hambre –admitió Suzume, y recordó otro dato que le había dicho Chieko: después de hacer el amor, te entraba un hambre atroz, lo que la hizo sonreír–. Hay un puesto de Okonomiyaki cerca de aquí, podríamos comer algo antes de volver a la Academia.
El joven asintió con la cabeza y permitió que la pelirroja lo tomara del brazo antes de echar a andar por las mojadas calles de la ciudad. La lluvia había remitido y se había convertido en un suave chispeo que a duras penas requería del uso de un paraguas. Las luces de las tiendas y de las casas se habían encendido ya y el aire se sentía fresco y renovado. Sabiendo que algo había cambiado en su relación de manera definitiva, Wakatoshi y Suzume se mezclaron con las muchas otras parejas que había en la ciudad, disfrutando del nuevo lazo que se había forjado entre ellos, sabiendo que, más temprano que tarde, habrían de repetir la maravillosa experiencia que acababan de compartir.
Fin.
Notas:
– Los personajes de ‘Haikyuu!!’ son propiedad de Haruichi Furudate ©.
– Suzume Kobayashi, Chieko Ishikawa y Kasumi Matsumoto son propiedad de Lily de Wakabayashi.
– Mizuki Koizumi es propiedad de Elieth Schneider.
– Canónicamente Wakatoshi Ushijima tiene 18 años en el momento de su primera aparición en el manga de ‘Haikyuu!!’ y desde el 1 de abril de 2022 se llega a la mayoría de edad en Japón a los 18 años, así que tanto él como mi OC, quien tiene los mismos años que él, ya son mayores de edad al momento de escribir este fanfic.
– Este fic forma parte de la historia que tengo creada para mi Suzume en el universo de ‘Haikyuu!!’ y está ligado a mis otros fanfics “Catorce dulces de Matcha”, “Besos con sabor a frambuesa”, “Galletas para Navidad”, “Con aroma a jengibre y ajenjo” y “Un ligero toque a vainilla”. Cronológicamente hablando, este one-shot va después de los hechos ocurridos en “Galletas para Navidad”. Obtuve la inspiración para escribirlo por culpa de un dibujito que hice hace poco de Wakatoshi y Suzume y, como no hay un impedimento para que escriba algo subido de tono con ellos ya que son mayores de edad, lo dejé ser.
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