Despus de la entrega de Premios | By : El8Culpable Category: Spanish > Celebrity Views: 215 -:- Recommendations : 0 -:- Currently Reading : 0 |
Disclaimer: Esta es una obra de ficcin. NO sucedi fuera de la imaginacin del autor. Su nico personaje real es la famosa que aparece en este, a la cual no conozco personalmente. No he ganado ni un puto centavo con la escritura de esta historia. |
ADVERTENCIAS:
Este relato está ambientado en Estados Unidos, un país que nunca he visitado; espero que esto explique todas las imprecisiones acerca de cómo es la vida en esa nación que pueda contener la historia.
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LOS ÁNGELES, CALIFORNIA
—¡Megan! ¡Megan! —le gritaban los fotógrafos a la estrella de cine, suplicándole que les diera una pose; los innúmeros flashes de sus cámaras se fusionaban en una única barricada de luz enceguecedora.
La actriz Megan Fox caminaba por la alfombra roja de los Premios Globos de Oro, su radiante sonrisa de oreja a oreja emitía casi tanta luz como las cámaras y los reflectores que apuntaban en su dirección. Avanzaba con lentitud y elegancia, como una supermodelo sobre una pasarela de modas, cada tanto tiempo deteniéndose por unos pocos minutos para que los fotógrafos pudieran hacer su trabajo.
Su perfecto cuerpo estaba embutido en un minivestido negro muy atrevido, extremadamente ceñido y con un escote muy generoso, y calzaba unos zapatos negros con unos vertiginosos tacones de aguja. De su cuello colgaba un collar de perlas que caía y, con cada paso, rebotaba entre sus hermosos pechos. Sus labios estaban pintados de un color rojo intenso (el mismo color en el que estaban pintadas las uñas de sus manos) y llevaba mucha sombra en los ojos. Su larga melena azabachada caía en ondulaciones que sólo eran posibles después de haber pasado mucho tiempo recibiendo las atenciones de las estilistas mejor pagadas del mundo. Para terminar, de los lóbulos de sus orejas colgaban unos enormes aretes de aro dorados.
Por el hombro derecho de la diosa de la pantalla grande, además, pasaba una cadena de oro de la que pendía una cartera que contenía artículos indispensables para ella, como su Smartphone, su tarjeta de crédito, su maquillaje, etcétera.
De repente, uno de los fotógrafos gritó:
—¡Matt! ¡Matt! ¡Tú también: danos tu mejor ángulo! —y se rió; fue imitado por un par de sus colegas que estaban más cerca de él. Unos instantes después, ellos se olvidaron de la ocurrencia.
El fotógrafo le había hablado al compañero de la Fox.
Siguiéndola, ella tirando de la mano izquierda de él con su mano derecha, iba un niño de doce años vestido con un impecable traje negro, una versión en miniatura de los trajes usados por los actores y demás personalidades del mundo de la farándula que asistían a la entrega de premios. Caminaba cabizbajo, en parte porque no estaba acostumbrado a estar tan cerca del centro de atención (que era la razón por la que también había un poquito de rubor en sus mejillas y sonreía con nerviosismo y timidez no fingidos), en parte porque le molestaban los flashes de las cámaras.
El chico en los últimos meses se había convertido en una presencia recurrente al lado de la actriz.
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Seis meses atrás, la actriz organizó un concurso en todas sus cuentas en las redes sociales llamado “¡Pasa 24 Horas con Megan Fox!” El ganador de dicho concurso fue Matt.
Se sabía que la estrella había desarrollado una amistad muy estrecha tanto con el niño como con los padres de este y con frecuencia el chico pasaba la noche en la mansión de la Fox, aunque esta era la primera vez que la acompañaba a un evento público.
A pesar de los intentos de sus padres y de él por mantener un perfil bajo, el pequeño no pudo evitar convertirse en una especie de celebridad MUUUUUUUY menor. Específicamente, Matt, sin desearlo, se había conseguido un culto muy reducido de fanáticas en las redes sociales obsesionadas con él por su increíble parecido con los varoncitos femeninamente lindos que veían en sus mangas y animés románticos favoritos: inmaculada tez marfileña, larga cabellera casi blanca de tan rubia, grandes ojos verdes, cuerpo esbelto, rasgos faciales angelicales prácticamente indistinguibles de los de una chica… para sus seguidoras, Matt era un sueño hecho realidad.
Pero el chico, por su parte, odiaba su apariencia física por las encarnizadas burlas que hasta hace poco le conseguía de parte de sus compañeros de clases. Aunque, para ser justos, hay que señalar que estas cesaron desde que comenzó su relación con Megan, reemplazadas por expresiones de envidia porque conociera personalmente a una de las mujeres más deseadas del mundo.
Y él muchas veces pensaba y reía para sus adentros que si sus compañeros de clases conocieran hasta donde llegaba realmente su relación con la Fox, la envidia que sentían sería infinitamente mayor…
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—¡Hey! ¡Hey! ¡Muévete, Matt! —lo apresuró la actriz, haciéndolo salir de su ensimismamiento.
No había tiempo que perder quedándose parado como un pasmarote; tenían que continuar con la caminata por la alfombra roja, entrar en el Hotel Beverly Hilton, dirigirse a la sala donde se realizaría la ceremonia y ocupar sus asientos reservados.
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HORAS DESPUÉS…
La entrega de premios fue como todas las demás a las que alguna vez hubiese asistido Megan: interminable, insípida e increíblemente tediosa, pero, y ella misma no lo entendía, cuando después te ponían un micrófono enfrente uno se sentía obligado a explayarse sobre cuán “emocionante” era todo esto.
Cuando finalmente concluyó, sintiéndose hambrienta, le preguntó a su joven acompañante si no le interesaría ir al restaurante del hotel y comer algo. El niño aceptó.
Para su mala suerte, se atrasaron y, cuando llegaron al restaurante, todos los asientos en todas las mesas estaban ocupados. No obstante, el maître les informó que creía que no todos los reservados se habían llenado y propuso que preguntaran en alguno si no estaban dispuestos a que se sentaran con ellos.
La actriz y su pequeño amigo decidieron probar suerte. El primer reservado donde preguntaron estaba repleto de celebridades, pero en el segundo, afortunadamente, sólo había dos actrices y estas dijeron que no tenían ningún problema con que se les unieran.
Una vez sentados, Megan procedió con las presentaciones: junto a ellos estaban las actrices Sydney Sweeney (luciendo el que era básicamente un cosplay de Jessica Rabbit) y Olivia Munn (su vestido dorado con lentejuelas, con escote muy generoso y una raja en la larga falda que dejaba ver casi la totalidad de sus perfectas piernas).
El reservado hablaba de la clase de cosas que sólo grandes cantidades de dinero pueden comprar: era un espacio circular tapizado todo en negro y rojo oscuro, muy cómodo y con unas líneas de diseño que resultaban relajantes a la vista; la iluminación era suave y tranquilizadora, en el centro había una mesa de cristal y acero y de las paredes del reservado surgía un sillón semicircular de lo más mullido, que era donde las actrices y el joven acompañante de Megan se sentaban. Con la puerta cerrada, el ruido de las conversaciones que provenían del resto del restaurante, el cual no era insignificante, quedaba convertido en un murmullo casi inaudible.
Dedicaron unos momentos a charlar agradablemente, distrayéndose de la espera de que llegara un mesero para tomar sus órdenes. Cuando uno finalmente apareció, hubo un pequeño problema: como Matt sólo tenía doce años, pidió una gaseosa para acompañar su cena, momento en el cual el mesero lamentó informarles que el restaurante no tenía gaseosas. Megan se puso de pie y se ofreció a ir en busca de una.
Así fue como Matt se quedó solo en el reservado con Sydney Sweeney y Olivia Munn, los tres sonriéndose los unos a los otros.
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“¡Es increíble! ¡Aquí tienen como cincuenta vinos diferentes, pero no tienen una sola marca de gaseosas!”, rió Megan para sus adentros, mitad indignada, mitad divertida, mientras volvía a entrar en el restaurante del hotel, llevando en cada mano una gaseosa sabor uva (el favorito de Matt).
La actriz tuvo que llamar un taxi para ir en busca de un lugar donde vendieran gaseosas; ella sintió que la odisea duró una eternidad, todo empeorado por su rugiente estómago. Aunque también tuvo sus momentos divertidos: ¡las caras que pusieron en la tienda cuando vieron entrar a Megan Fox recién salida de una entrega de premios!
Ella caminó con paso veloz en línea recta hacia el reservado, impaciente por reunirse con los otros de una buena vez. La Fox abrió la puerta, entró y anunció con voz alegre “¡Aquí están las-”, sólo para interrumpirse; contuvo, por muy poco, un grito de sorpresa y abrió los ojos grandes como platos. Cerró la puerta detrás de ella lo más rápido que pudo, con violencia, a toda velocidad.
En el suelo del reservado se encontraba Sydney Sweeney acostada boca arriba, espatarrada y completamente desnuda; sus ojos idos y sus dientes revelados por una idiota sonrisa de oreja a oreja. Gruesas capas de semen cubrían su rostro y sus pechos y generosos chorros de la blanca sustancia salían goteando lentamente de su vagina y su ano. El brazo derecho de la actriz empezó a moverse y, muy lento, recogió la paja que cubría sus senos con el dedo índice para después chupárselo, gustosa.
Olivia Munn también estaba completamente desnuda… sólo que ella estaba puesta en cuatro patas en el sillón… con Matt arrodillado detrás de ella, sus pantalones y sus calzoncillos bajados a la altura de las rodillas, dándole como si no hubiese un mañana. Chorros de semen salían lentamente de su vagina y bajaban por la parte interna de sus muslos. La cara de la famosa estaba deformada por una sonrisa feroz y malévola… y por la gruesa capa de leche que también la cubría. Megan sabía, por experiencia propia, que muy pocas sensaciones podían superar el tener la volcánica cremita de Matt quemándote las pecas… y Olivia, en esos momentos, gozaba de la sensación que no podía ser superada por nada en el mundo: tener a Matt haciéndoselo analmente. La Munn repetía, frenética y enloquecida por el placer, una y otra vez con voz profunda de rabiosa lujuria, frases como “folla ese culo porque sabes que es tuyo”, “méteme el dedo y la lengua por mi estrecho ano y hazme tragarme tu polla hasta asfixiarme”, “hala mi cabello, empuja mi cabeza hasta hundirla en el sillón, un rabo largo en mi boca tan profundo que me asfixie y me saque las lágrimas”, “fóllame por el culo lento y bien; hazme daño pero no te detengas porque sabes cuánto lo deseo y cuan bien se siente que me metas la polla a la fuerza por mi estrecho culo”, “sí, amorcito, este coño es sólo para ti”, “nalguéame, asfíxiame y empuja tu rabo por mi boca tan profundo que no pueda respirar… por favor”, “quiero tu enorme polla justo allí… todo el día… cada día… por el resto de mi vida…”, “por favor, por favor, por favor, muérdeme, muérdeme, muérdeme”, “llena mi culo con tu leche”, “mete tu gordo y perfecto rabo dentro de mi estrecho y caliente culo que he guardado sólo para ti”, “nalguéame UNA y OTRA vez, MÁS y MÁS DURO hasta que aprenda a hacer todo lo que digas”, “te suplico que me nalguees tan duro que me hagas llorar”…
Matt, una sonrisa de indecible felicidad en su rostro, captó parte de las palabras de la Munn y, como el niño bueno y obediente que era, siguió sus instrucciones: con una mano tiró de su melena azabachada como si fuesen las riendas de una yegua salvaje hasta hacerla arquear la espalda tanto que parecía a punto de partirse y con la otra mano cubrió los glúteos de la famosa de nalgadas ensordecedoras; el sonido de estas se combinó con los que producía su pubis al estrellarse contra las pompas de la actriz en una música celestial.
Los vestidos de las dos mujeres estaban revueltos en un solo gurruño en el piso.
Matt siguió embistiendo con absoluta brutalidad dentro del culo de la Munn hasta que ella emitió un último alarido triunfal, capaz de perforar tímpanos, de puta en celo. Unos pocos segundos después, Matt cerró los ojos con expresión soñadora y, con un jadeo final, llenó el culo de Olivia con una eyaculación que parecía no tener fin. Cuando finalmente terminó, el chico salió del ano de la famosa y ella, sin dejar de sonreír, se derrumbó en el sillón, jadeando ruidosamente y empapada en sudor, gruesos chorros de blanca, espesa y caliente leche salían de su trasero.
Matt también se derrumbó, cayó sentado en el sillón al lado de ella y jadeó ruidosamente, una sonrisa de oreja a oreja en sus labios.
—¿Ya terminaste? —se escuchó la voz de Megan, severa. Matt volvió a verla.
La Fox estaba de pie, muy seria, con los brazos cruzados; las gaseosas olvidadas en el piso al lado de ella. Todo en la actriz (la forma en la que se paraba, su mirada, la expresión de su rostro, etcétera) hablaba de la más absoluta reprobación.
—De hecho, sí —respondió el niño, despreocupado, sin dejar de sonreír.
—Pues entonces, súbete los pantalones —con la misma voz.
Él se puso de pie y la obedeció. Sólo necesitó unos pocos ágiles movimientos para que luciera como si no acabase de darle duro a dos ardientes actrices de Hollywood al mismo tiempo. Un segundo después que terminara de arreglarse, Megan lo agarró de una mano, intempestiva, y se lo llevó tirando de él: caminó muy rápido y dio pisotones furiosa todo el tiempo. Al salir del reservado cerró la puerta con violencia, con un portazo que intentaba derrumbar el hotel entero. La Fox mandó la velada al diablo; la escena le había arruinado el apetito.
Sydney Sweeney y Olivia Munn siguieron en las posturas en las que las dejaron tiradas largo rato en silencio. Tras mucho tiempo, Olivia suspiró:
—Oh, Dios mío… creo que estoy enamorada…
—¡Ponte en la fila! —respondió Sydney, y rió.
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Cuando Megan conoció a Matt, lo encontró tan hermoso que lo primero que hizo fue buscar un lugar íntimo donde encerrarse con él para tener sexo sin que nadie los descubriera. La mayor parte de sus primeras veinticuatro horas juntos la pasaron follando una y otra vez, frenéticos y voraces. A pesar de no sólo ser virgen, sino de ni siquiera haber tenido su primer beso, Matt estaba dotado como un caballo y se lo hacía como un actor porno muy experimentado y, desde esa vez, su técnica sólo había mejorado. (Los padres del chico no tenían la más mínima idea de las actividades de la pareja). Y Matt no sólo era el mejor amante que la Fox había conocido en su vida, sino que la estrella de Transformers estaba absoluta y completamente enamorada de él…
No obstante, el chico tenía un defecto gravísimo…
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—¡En serio, Matthew! ¡Ninguna perra puede pasarte al lado meneando la cola porque tú, de inmediato, vas y te la montas! —se quejó, su profunda indignación evidente en su voz.
—¡Hey! ¡Sydney y Olivia tienen colas muy bonitas! —respondió con tono despreocupado y sonriendo.
Megan apartó la mirada, bufó furiosa y se fijó en el chofer de la limosina en la que regresaban a la mansión. Agradeció a todos los cielos que el vidrio que los separaba del hombre fuese a prueba de sonido, por lo que no podría enterarse de su discusión.
Matt era horriblemente infiel. Era la clase de varón que era imposible que se contentara con una sola mujer. El encanto que había obrado sobre Megan resultó ser igualmente efectivo con todas las demás celebridades en la ciudad. La Fox perdió la cuenta de todas las famosas con las que le puso los cuernos, casi desde el primer momento de su relación.
De repente, volvió a ver al niño con un movimiento de víbora al ataque y le espetó:
—¿Y si las dejas embarazadas?
Y no era sólo una posibilidad: dentro de unos días Olivia Munn y Sydney Sweeney descubrirían que estaban esperando los bebés de Matt.
—Entonces, ¡qué bien!: dos bebés más… —con la misma voz y la misma sonrisa.
El semen de Matt resultó ser increíblemente fértil y casi todas las famosas con las que se había acostado al poco tiempo descubrían que estaban esperando un hijo o hija. (La epidemia de embarazos misteriosos en Hollywood se había convertido en una bonanza para los chismódromos del mundo). Sólo la semana pasada, Megan descubrió que Matt había dejado embarazadas a las cantantes Anitta, Becky G y Dua Lipa… al mismo tiempo…
Y, para empeorarlo todo, Megan era la única mujer que no podía quedar embarazada de Matt. “¡No es justo!”, pensaba ella protestando como una niña berrinchuda, “¡yo fui la primera!”
Después de las últimas palabras del niño, Matt y Megan se sostuvieron la mirada el uno al otro en silencio por un largo rato; ella intentaba mostrarse lo más severa posible, la sonrisa nunca dejó el rostro de él. (¿Cuántas veces iban a tener esa misma discusión?). Al final, fue la Fox la que bajó la mirada, negó con la cabeza y soltó una risita triste y nerviosa casi inaudible. La actriz no podía decidirse si Matt, debido a su juventud, no comprendía el efecto que tenía en ella el que se acostase con otras mujeres o si sí lo entendía, pero no le importaba. Sea como sea, Megan había descubierto que, sin importar que hiciera, ella no podía estar enojada mucho tiempo con el niño. “Ay, Dios… ¡soy patética!”, y se pateó a sí misma mentalmente. Además, las infidelidades de Matt tampoco eran algo tan grave pues también daban oportunidades para más diversión: hubo veces en las que al llegar a la mansión y encontrar a su joven amante dándole a una o varias famosas al mismo tiempo, él le ordenó que se les uniera y… ¿Qué otra cosa podía hacer ella sino obedecerlo?
Tras un largo rato viendo el piso de la limosina, mitad divertida y mitad deprimida, Matt, muy lentamente, tomó una de las manos de Megan en la suya y empezó a acariciarla.
Ella alzó la mirada y volvió a verlo con movimientos lentos.
—¿Sabes que estaría bien? —una dulzura no fingida en los ojos, la voz y la sonrisa del chico.
—¿Qué? —con sonrisa triste.
—Que esta noche intentemos de nuevo que quedes embarazada.
Eso la hizo soltar una carcajada. El ánimo de Megan empezó a mejorar con rapidez.
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La puerta del dormitorio se abrió con violencia y se estrelló contra la pared detrás de esta. Matt y Megan se habían estampado en el marco de la puerta, cada uno hundía su lengua lo más que podía en la boca del otro, resoplaban como fieras famélicas y las manos de uno exploraban el cuerpo del otro a toda velocidad, desesperadas y frenéticas.
Poco a poco, Megan arrastró al niño hasta la cama. Una vez que lo tuvo lo bastante cerca de esta, sin previo aviso, lo arrojó al colchón con violencia. Ambos rieron a carcajadas.
Sus risas poco a poco cesaron hasta enmudecer por completo. Ellos estuvieron un largo rato mirándose el uno al otro a los ojos en silencio, sus rostros muy serios. Al final, muy despacio, los labios de Megan se curvaron en una sonrisa diabólica, una luz malévola resplandecía en su mirada. La actriz empezó a quitarse su minivestido en un striptease muy lento. Más temprano le había prometido al niño que tenía una sorpresa para él debajo de su ropa; esta resultó ser dos diminutas y atrevidas piezas de lencería de encajes de seda traslúcida de color morado, el color favorito de Matt.
Cuando quedó sólo en lencería, joyas y zapatos de tacón, hizo una breve pausa en la que ella se quedó inmóvil y los dos se vieron a los ojos con intensidad por unos instantes más, tras los cuales, muy lentamente, Megan se subió a la cama y gateó hasta Matt, su espalda arqueada como la de una leona en celo y su derriere apuntado al techo, para presionar sus pechos operados (en internet hay mucha gente que dice que Megan se arruinó con tanta cirugía plástica, pero a Matt le gusta ese look de muñeca inflable) contra el cuerpo del niño, se abrazó a él y apretó sus labios contra los suyos en un voraz beso de lengua. Ella hizo que su mano derecha bajara hasta el bulto en sus pantalones y lo exprimió con fuerza. Matt rodeó el cuerpo de la belleza con sus brazos y envió sus manos a las perfectas nalgas de la actriz. Cuando, tras un largo rato así, finalmente rompieron el beso, quedaron viéndose a los ojos, sonrientes por varios minutos. Megan rompió el silencio, hablando con un tono de voz bajo de puta:
—Creo que necesitamos que te quites la ropa. Mmmmm, puedo sentir tu polla. Está suplicando por mí, ¿no?
Él sonrió malignamente antes de responder:
—Sí, debemos hacerlo, pero quiero ver tu coño antes de que lo hagamos.
Sin dejar de mirarlo a los ojos, Megan soltó el bulto en sus pantalones y movió la mano con sensualidad sobre su propio cuerpo. Ella se acostó en la cama al lado de él, dándole la libertad de moverse y arrodillarse. La actriz, con eróticos ronroneos bajos, se quitó sus braguitas con expertos movimientos de desnudista y las arrojó, juguetona, muy lejos en la distancia. Una vez en posición entre las piernas de la Fox, dedicó unos instantes a admirar el húmedo clítoris. El coño de Megan estaba perfectamente depilado. Matt la miró a los ojos y no rompió el contacto visual mientras bajaba lentamente la boca hasta ponerla en los rosados pliegues. Con un beso, el niño separó los labios y deslizó su lengua dentro de la empapada entrada.
Megan aspiró aire con fuerza, quedándose sin palabras, sus ojos desorbitados. Hundió las uñas de ambas manos en las sábanas y las cerró en puños, haciendo gurruños dentro de estos. Matt puso sus manos en los muslos de la actriz y enterró su lengua aún más profundo en su sexo. Así es como le gustaba empezar con las mujeres: comiéndoles el coño para enloquecerlas de placer. Megan empezó a jadear cada vez más ruidosa mientras él le lamía y chupaba el clítoris. Finalmente, ella volvió a ver al niño y gimió desesperada en voz baja, empapada en sudor:
—¡Ohhhh, sí! ¡Sí, ohhhhh, puta! ¡¡Mmmmmmm!!
Él movió sus manos para que sus dedos excitaran los labios vaginales de Megan al mismo tiempo que él continuaba consintiéndola oralmente. La Fox se relamía los labios, pensando en la polla del niño mientras se la comía. Matt hundió su lengua incluso más profundo dentro de ella, cada vez más rápido y violento. Megan gritó a todo pulmón:
—¡¡OHHHHHHH, PUTA!! ¡¡¡SÍ, SÍ, SÍ!!! ¡¡OHHHH… DIOS… MÍO!!
Ella jadeó con aún más fuerza que antes cuando el niño aumentó otra vez la rapidez y la ferocidad con la que le daba con la lengua. La belleza apretó los dientes y contuvo con bastante éxito un alarido de lujuria antes de dejarse llevar y gritar de nuevo:
—¡OHHHH, SÍ! ¡¡OHHHHH, SÍ!! VAS A… VAS A HACER…
Megan se interrumpió con un gemido, no pudiendo completar la oración. Ella aspiró aire de nuevo. Él seguía usando su lengua contra el clítoris. La Fox gimió otra vez antes de gritar:
—¡VAS A HACER QUE ME CORRA, OHHHHHHH, SÍ! ¡¡¡SÍIII!!!
Entre más fuerte gritaba ella, más duro le daba Matt con la lengua. Él se volvió a agarrar de los muslos de la actriz con las manos y cerró los ojos con expresión de ensueño y deleite. Megan envió su mano izquierda a acariciar con dulzura los rubios cabellos del niño. De repente, ella arqueó la espalda con violencia, como accionada por un resorte, y gritó a todo pulmón:
—Ohhhh, OHHHHHHH… ¡¡¡MIERDA!!!
Megan ya no pudo contenerse más. Su cuerpo se tensó como si estuviese hecho de cables de acero antes de disparar sus jugos entre los labios de Matt. Como un viajero muriéndose de sed tras cruzar un desierto, él se tragó el líquido y siguió lamiéndola. El niño quería beberse hasta la última gota. La Fox se quedó sin aliento. Él la dejó exhausta, aunque sólo por un momento. Este pequeñín comía coño mejor que nadie (como docenas de famosas de todo Hollywood podían dar fe) y a ella le gustaba recompensarle eso con sus asombrosas mamadas. Una vez que Matt se quitó de entre sus piernas, él levantó la cabeza, sonriente, para limpiarse el rostro de los néctares de la actriz con el dedo índice de la mano derecha y después chupárselo de una forma muy traviesa. Megan disfrutó del espectáculo mientras recuperaba el aliento, antes de hablar:
—Tú sí que sabes cómo usar tu lengua. Eres todo un semental —con tono de asombro y aprobación.
Un poco de rubor tiñó las mejillas de Matt y él bajó la mirada con timidez no fingida. Esto provocó que los labios de Megan se curvaran en una sonrisa diabólica antes de continuar con arrogancia:
—Creo que ya es hora de que te quites esas putas ropas. Quiero tu polla, estoy hambrienta. Mmmmmmmmm… —ordenó dominante.
La Fox se mordió el labio inferior y ronroneó como gatita en celo. Matt comenzó a quitarse la camisa. Ella habló en tono bajo y seductor:
—Sí, voy a chupar tu puta polla mejor que cualquiera de esas otras perras que andan tras de ti.
—Te gusta ser una sucia putita, ¿no, nena? —con voz alegre.
Matt se había terminado de quitar los pantalones y los empujó a un lado. Antes se había quitado los zapatos. Al chico le gustaba cuando su mujer hablaba sucio (aunque la famosa más malhablada con la que había estado tenía que ser Olivia Munn). Megan ronroneó:
—¡Mmmmmmmm, sí! ¡Pero soy TU sucia putita; una puta sólo para ti! —Y emitió la risa más sensual del mundo (algo de lo que Matt podía dar fe pues había escuchado muchas risas femeninas con las cuales compararla).
Después, cuando el niño quedó completamente desnudo, Megan se incorporó e hizo a Matt acostarse boca arriba en la cama antes de ponerse en cuatro patas, la espalda arqueada como la de una leona en celo y su culo apuntado al techo. Ella recorrió de arriba abajo la forma del niño (extremadamente delgada, pero, a la vez, sensual y perfecta) con ojos hambrientos por un largo rato antes de envolver con su mano derecha el miembro viril de Matt. Una sonrisa diabólica se formó en sus labios antes de comenzar a masturbarlo. La Fox usó su mano izquierda para acariciar el interior de los muslos del chico. Una vez que consideró que su macho estaba listo, ella empujó el pene entre sus labios. Matt jadeó y gimió cuando la estrella de Hollywood comenzó a tragarse su polla.
Megan no desperdició ni un segundo a la hora de demostrar sus talentos orales: comenzó a metérsela y sacársela a toda velocidad, su nariz aplastándose una y otra vez contra el pubis del niño. “Mmmmmmm”, ronroneó con el colosal lingote de carne metido hasta el fondo de su garganta. Ella dejó el miembro viril cubierto de una gruesa capa de saliva y manchas de lápiz labial antes de liberarlo con un sonoro “¡pop!”. Tras dedicar unos instantes a admirar su obra, de nuevo apretó con fuerza el pene en su mano derecha y procedió a masturbarlo. La actriz volvió a ver a su macho a los ojos y decidió provocarlo con la voz de una estrella porno hambrienta de polla (Matt había estado con varias de esas, así que sabía que Megan sonaba idéntica a ellas):
—Piensas que soy una sucia puta, ¿no?
—Nena, sé que puedes mamar polla como una. Eres una guarra y eso me encanta. Justo mi tipo de mujer.
—Oh, ¿sí? ¿Pues sabes lo que tu sucia puta quiere ahora?… —una larga pausa dramática en la que ambos guardaron silencio—. Quiere que le folles su cara.
Matt usó su mano derecha para, con violencia, hacerse un nudo con los negros cabellos de Megan en esta. Su antebrazo izquierdo lo puso debajo de su nuca en una pose de lo más relajada. La estrella de cine sonrió diabólicamente cuando él respondió:
—¿Me estás pidiendo que te folle la cara, nena? —voz y rostro severos.
—No debería tener que preguntártelo dos veces —con tono rebelde y desafiante para después casi gritar de alegría—. ¡Vamos! ¡¡FÓLLAME LA CARA!!
Una sonrisa arrogante curvó los labios de Matt cuando tiró con aún más fuerza de los cabellos de la actriz. Él empujó sus caderas hacia arriba para volver a hundir su polla en la boca de la famosa.
—De veras que eres una sucia puta, Megan —con voz falsamente tranquila; después bramó a todo pulmón—: ¡¡Aquí está lo que querías, nena!!
Empujó la cabeza de la mujer con brutalidad hacia abajo al mismo tiempo que embestía con violencia con sus caderas hacia arriba. Matt hundía su miembro dentro de la boca de la estrella de Hollywood hasta que la nariz de ella quedaba aplastada contra su pubis y después lo sacaba hasta que sólo quedaba el glande entre los labios de su hembra. A medida que le follaban la cara, la Fox sentía cada vez más placer. A la famosa siempre le había encantado el sexo duro, intenso y asqueroso y en Matt había encontrado a su hombre ideal en ese aspecto. La boca de Megan inundó el dormitorio con los sonidos más exagerados, obscenos, viscosos y escandalosos que puedan imaginarse, sus aretes de aro rebotaban como locos.
—¡GWAK-GWAH-GWAK-GWAH-GWAK-KWAH!
Matt no podía dejar de bombear dentro de la boca de su mujer y forzarla a devorar hasta el último milímetro de su carne. Pero el niño eventualmente tuvo que parar y dio una embestida final para ver una última vez desaparecer su verga dentro de la cavidad oral de la estrella de Hollywood. Ella volvió a verlo a los ojos; sendos chorros de lágrimas habían caído de estos cuando usaron su cabeza despiadadamente como un juguete sexual, lo que dejó dos ríos de oscuro maquillaje arruinado bajando por sus mejillas (el chico pensaba que ella lucía muy hermosa así). Matt tiró de su cabello y liberó su falo de la boca de su esclava sexual. Tras unos breves instantes para recuperar su aliento, la sonrisa diabólica volvió a los labios de Megan y ella continuó hablando en tono desafiante.
—¿Te gustó eso? ¡Puedo tragarme tu puta polla entera mejor que cualquiera de esas perras tras las que andas! —y casi gritando—. ¡Confiésalo: soy la mejor puta que alguna vez te vas a encontrar!
—Ohhhhh, sí, nena —en un casi suspiro, soñador; a pesar de que cada semana añadía varias famosas a su lista de conquistas, todavía no había encontrado ninguna que lo hiciera mejor que su Megan—. Te creo —y ordenó con severidad—; trágatela de nuevo por mí.
Se agarró con ambas manos de las caderas del niño para tomar el control y, de nuevo, se la metió y sacó a toda velocidad. Ella mamó agresiva; movió su cabeza hacia arriba y abajo, lo que hizo que su cabello y sus aretes de aro volaran en todas direcciones enloquecidos. Matt aspiró aire profundamente, admiró su forma de devorar su carne y disfrutó de los innúmeros sonidos exagerados, obscenos, viscosos y escandalosos que su boca producía.
—¡¡GWAK-GWAH-GWAK-GWAH-KWAH-MMMM!!
Cuando llegó la hora de detenerse, ella se tragó la verga completa de nuevo. Él jadeó antes de gritar de placer:
—OH… ¡¡PUTA!!
Los labios de ella siguieron aferrados a la polla. La Fox se mantuvo en esa posición hasta que empezó a tener arcadas y quedarse sin aire antes de finalmente liberarla de su cálida boca haciendo, de nuevo, un sonido de “¡pop!” muy fuerte. Matt respiraba ruidosamente mientras veía reaparecer su miembro cubierto de una gruesa capa de saliva. Una sonrisa diabólica se formó en los labios de la actriz, la cual hizo que se formara una idea en la cabeza de Matt.
—Agárrate las tetas para mí, nena —ordenó de repente.
Megan ensanchó su sonrisa antes de responder:
—¿Por qué? ¿Quieres follarte estas tetas, Matt? ¿Quieres empujar tu gigantesca polla entre mis tetas y follarlas? —lo provocó con tono desafiante.
—¡Carajo, claro que sí, nena! Dios, eres una putita de lo más cochina —declaró con alegría.
—Mmmmm, soy la mejor putita cochina… —con voz baja, profunda y seductora.
En cuanto terminó de hablar, Megan se quitó su sostén con movimientos expertos y sensuales de desnudista y lo lanzó lejos en la distancia, después de lo cual se puso las manos en sus tetas operadas y las separó para él. Matt se agarró con las manos de los hombros de la actriz y empujó su miembro entre las montañas de silicona. El niño jadeó con fuerza cuando ella apretó su verga con sus ubres de plástico. El pequeño la volvió a ver a los ojos; la estrella de Hollywood se mordió el labio inferior en un gesto coqueto, todo su rostro un mohín de niña inocente, mientras emitía un suave ronroneo. Matt comenzó a mover su pene hacia arriba y hacia abajo entre las tetas y jadeó de placer. La Fox habló:
—Mmmm, ¿te gusta esto? ¡Ohhhh, sí! ¿Te gusta sentir esa enorme polla tuya entre mis tetas? ¿Te gusta que sea tu sucia putita? —con la misma voz de antes.
Matt gruñó y siguió bombeando con su polla entre sus pechos más y más rápido y violento. Cada vez que el glande subía por la parte de arriba de las chichas, este se frotaba contra el collar de perlas de la Fox.
Megan gritó:
—¡OHHHHH, SÍ! ¡FÓLLAME MIS TETAS, SIGUE! ¡FÓLLALAS!
A este ritmo no pasaría mucho antes que tuviese un orgasmo y se corriera. Matt quería eyacular por toda la cara de la actriz, pero no todavía. Primero quería darle por el culo y por el coño. Quitó las manos de sus hombros y se detuvo. Megan miró hacia abajo cuando él sacó la polla de entre sus tetas. Después de esto ordenó sonriente, con entusiasmo:
—¡Vamos, nena! ¡Ponte en cuatro patas para mí!
—Todavía no te has corrido… —comenzó a protestar, desconcertada—. Sé…
La interrumpió con voz impaciente.
—Sí, eso es porque me estoy aguantando. Vamos, quiero usar tus otros agujeros. Hoy no quiero venirme en tus tetas.
—Si vas a guardar tu leche… entonces podrías darme una cantidad muy grande más tarde —aprobó con una parodia de aire pensativo. Aunque más temprano se había tirado a dos famosas al mismo tiempo, su macho tenía una capacidad casi sobrenatural para producir paja, por lo que ya debía tener una buena ración que esta vez sería para ella solita.
Matt soltó una carcajada. Megan, en cuatro patas, obedeció sus deseos al gatear y girar en la cama hasta ofrecerle su culo; la espalda arqueada como la de una gata en celo. Lo habían hecho tantas veces que ella ya sabía exactamente lo que Matt quería.
El niño se arrodilló detrás de la actriz, su polla agarrada en la mano derecha mientras decidía por cual hoyo iría primero: ¿su coño o su ano? También admiró sus tatuajes (el chico pensaba que los tatuajes de Megan eran de lo más sexys). Él movió su polla hacia su culo, frotándola en la raja entre las nalgas. Ella gimió cuando recorrió lentamente la raja con el glande hasta llegar a sus labios vaginales. La Fox enterró su cabeza en el colchón antes de volver a verlo por sobre su hombro izquierdo y lamerse los labios de una forma diabólicamente provocativa. Matt le devolvió la mirada y le guiñó un ojo. Él finalmente decidió que hoyo iba a follarse primero. El chico separó las nalgas con la mano izquierda y con rapidez guió su polla para darle por el ano. Megan aspiró aire con fuerza y desorbitó los ojos antes de morderse el labio inferior de forma muy coqueta, soltar una risita de niña traviesa y cerrar los ojos con expresión soñadora por el miembro viril que entraba por su culo.
—Ohhhh… debí haber sabido… que no te olvidarías de mi culo… —con voz ronca y feliz.
—¡No! ¡Yo jamás me olvidaría de darte donde más te gusta! —sonriente y animado.
Ella rió de nuevo cuando él comenzó a bombear con su pene. Matt respiraba de forma ruidosa; metía y sacaba su miembro del culo de la Fox. Alzó su mano izquierda y descargó una poderosa nalgada sobre el glúteo izquierdo de la famosa; la otra mano del niño estaba aferrada con fuerza a su cintura. El sonido hizo eco en las paredes del dormitorio. Megan, todavía mordiéndose el labio inferior, gritó eufórica y demandante:
—¡Oh! ¡Sí! ¡Sigue, nalguea mi culo de puta también! ¡¡Vamos, FÓLLAME EL CULO!!
Matt obedeció sus órdenes al alzar su mano izquierda de nuevo y nalguearla una y otra vez, lo que dejó la pompa de un agradable tono carmín. Él bombeó más fuerte con su masivo falo dentro del culo de la famosa. A medida que el chico aumentaba la velocidad, Megan gritaba y clavaba sus uñas en el colchón.
—¡SÍ, SÍ, SÍ! ¡¡ESO ES, FÓLLAME EL CULO!! ¡VAMOS, SOY TU SUCIA PUTA SÓLO PARA TI SÓLO TUYA! ¡SÍ, FÓLLAME EL CULO! ¡SÍ, MÁS DURO! ¡¡SÍII!!
Megan se descontrolaba cada vez más conforme pasaba el tiempo. Matt aumentó la violencia de sus nalgadas. Para ese momento, el niño bramaba como un toro semental al darle cada vez más duro y más rápido por el culo. Megan continuó gritándole:
—¡SÍ, ASÍ! ¡¡SÍIII!! ¡¡FÓLLAME EL CULO, SIGUE!! ¡NALGUÉAME TAMBIÉN, NALGUÉAME! ¡¿QUIÉN ES TU SUCIA PUTA RECIBIENDO POLLA POR EL CULO?! ¡YO LO SOY! ¡YO LO SOY! ¡¡MMMM, SÍ!!
¡Plaf! ¡Plaf! ¡Plaf! La mano de Matt al impactar contra la nalga izquierda hizo eco junto con sus gemidos, los sonidos del pubis de él al estamparse contra las pompas de la famosa se combinaban con los otros en una música celestial, pero él tuvo que parar; su mano ardía de tanto nalguearla. Megan apretó los dientes y gruñó cuando el niño empezó a disminuir la velocidad. Ella imaginó que estaba deteniéndose para evitar eyacular antes de tiempo y aprovechó esta oportunidad para provocarlo.
—¿Qué sucede? ¿Te da miedo llenar mi culo con tu leche? —con voz feroz y desafiante.
Matt soltó una carcajada. Lentamente sacó su polla del culo de la mujer, sólo para frotar la cabeza contra los empapados labios vaginales y el clítoris. Megan supo que era lo que estaba por venir: finalmente iba a follarle el coño (aunque el sexo vaginal normal no les interesaba tanto como el sexo anal, sólo por ahí podía quedar embarazada).
—Mmmmmm, vamos. Fóllame, te deseo. ¡Te lo suplico, sé que quieres follarme! ¡Vamos, fóllame como una puta! ¡Fóllame como una puta callejera barata! —imploró desesperada.
—¡No es necesario rogar, nena! —con una sonrisa de oreja a oreja.
El niño puso sus manos en las caderas de la actriz y se agarró con rudeza a la vez que empujaba hacia adelante para hundir su miembro en el coño de Megan. La famosa cerró los ojos y comenzó a ronronear como una gatita en celo:
—Mmmmmmm, así… Sí…
Él no dijo una sola palabra; se limitó a respirar con fuerza al mismo tiempo que empezaba a mecer sus caderas y empujar hacia atrás y adelante dentro de su coño. Era casi divertido que hubiese esperado tanto para follarla así. El cuerpo de Megan, como los de todas las otras famosas que se había tirado, estaba hecho para el placer. Su mente, cada segundo que pasaba despierto, se la pasaba imaginando nuevas formas de usarlo. La estrella de cine gimió:
—Ohhhhh, sí. ¡Así, vamos! —y, después, con gritos—. ¡Vamos, FÓLLAME! ¡¡FÓLLAME!! ¡¡¡FÓLLAME MÁS DURO, SÍ!!!
Obedeció sus órdenes: aumentó la velocidad y la violencia. Con cada embestida de Matt, el cuerpo de Megan salía disparado hacia adelante. Las tetas operadas de la actriz, su melena, sus aretes de aro y su collar de perlas rebotaban como locos. El niño no estaba concentrado en otra cosa que su propio clímax. Todo este tiempo se había negado a correrse, lo que llevó a que tuviera acumulada una enorme cantidad de leche. De repente, tuvo una idea…
Retrocedió un poquito, sacó su polla del coño de la famosa y después le dio una nalgada con la mano izquierda para llamar su atención.
—¡Vamos! ¡Muévete para mí, nena! ¡Date la vuelta, quiero verte a los ojos mientras te follo! —ordenó con voz alegre.
Megan hizo lo que se le ordenó al mismo tiempo que jadeaba con suavidad. Se dio la vuelta con rapidez, se abrazó al dulce pequeño y envolvió el cuerpo de su amante con las piernas. Ella mostró los dientes apretados en una mueca tanto de hambre como de desafío y lo miró a los ojos, justo como Matt quería. Los ríos de lágrimas negras todavía estaban en sus mejillas. Ella se puso a provocarlo de nuevo:
—¡Sí, vamos! ¡Fóllame! ¿Quieres ver como rebotan mis tetas? ¡Pequeño pervertido! Quieres ver como pongo cara de puta, ¿no?
Matt se agarró de las caderas de la mujer con fuerza, la arrojó contra el colchón, dejándola boca arriba en la cama, se lanzó sobre ella como un tigre famélico y la empaló con un solo movimiento.
—¡Claro que sí, nena! ¡Tienes toda la razón! —casi gritó, sonriente.
—¡¡OHHHHH, SÍ!! ¡¿Quién es tu sucia puta, amorcito?! ¡¿Quién es la sucia putita que sabe follar mejor que una estrella porno?! —no era exageración; Matt se lo había confirmado.
—¡Megan Fox! ¡Megan Fox, ella es! ¡Sí, eres mi puta, Megan Fox! —gritó a todo pulmón.
Una y otra vez, él bombeó dentro y fuera con su polla en el coño de la famosa. Ellos usaron sus brazos para estrecharse muy fuerte el uno al otro. Ella jadeaba, gruesas gotas de sudor se formaban en su frente. Megan se mordió el labio inferior en un intento por retrasar su clímax; él la estaba llevando al orgasmo, el segundo de la noche. La Fox alzó la cabeza y se quedó mirando el techo. Matt no se detuvo, continuó dándole como si no hubiese un mañana. Él sabía que ella estaba a punto de alcanzar su clímax y esta vez fue su turno de provocarla.
—Ya estás cerca, ¿no, nena? —con voz engañosamente tranquila y despreocupada.
—¡¡S-S-SÍIIIII!! ¡OHHHHH, DIOS! ¡FÓLLAME! ¡¡FÓLLAME!!
Matt sonrió con falsa amabilidad y dio una última brutal embestida dentro del coño. No pudo suceder en un mejor momento, pues ella cerró los ojos y gritó al mismo tiempo que explotaba:
—¡¡OHHHHHHHHH, DIOS!! ¡¡¡SÍIIIIIIIII, OHHHHHH!!!
Él comenzó a sacar su polla cubierta con los jugos de Megan con lentitud del coño. La actriz abrió los ojos y miró con atención como la extraía; al mismo tiempo su respiración se calmó poco a poco. A pesar de todas las cosas que ella hacía en la cama, en momentos como este lucía casi angelical. Matt se sorprendió al darse cuenta que todavía no se había corrido. Esto significaba que cuando finalmente lo hiciera, la cantidad de leche iba a ser mucho mayor. Cuando su estaca de carne estuvo fuera del cuerpo de la famosa, él se puso de pie en la cama, retrocedió un par de pasos y cruzó sus brazos tras su espalda. Ella sabía exactamente qué hacer: se arrodilló, tomó el miembro viril del chico con la mano derecha y lo lamió hasta dejarlo totalmente limpio de sus propios néctares.
—¡Puto Cristo, mírate! ¡Eres tan guarra, nena, y nunca te detienes! —comentó con voz admirada.
Después que él habló, ella exageró los sonidos que hacía con sus lengüetazos y la expresión de deleite en su cara. Cuando terminó de limpiarle el pene, respondió:
—¿Qué puedo decir? ¡Una vez que comienzo a divertirme no puedo detenerme! —con falsa modestia.
Y rió como una niña pequeña y traviesa, con una sonrisa que mostraba sus dientes. Matt rió con ella. La diosa del sexo sabía que el pene en su mano estaba a punto de estallar, pero quería hacer otra cosa primero…
—Nena, ¿qué demo-¡¡OHHH!!
Sin darle tiempo para reaccionar y ni siquiera terminar la oración, Megan se movió detrás de él y hundió su lengua entre las nalgas del niño, la cual encontró con rapidez el oscuro agujero y se puso a consentirlo. Matt separó sus piernas y gimió con más fuerza a medida que ella continuaba usando su lengua.
—¡¡PUTA!!
Para torturarlo con aún más placer, la mano de la Fox, la cual en ningún momento se separó de la polla del chico, apretó con mucha más fuerza y procedió a masturbarlo a medida que continuaba con su beso negro. Matt jadeó más fuerte. Tras varios minutos así, ella finalmente sacó su cara del culo de su amante y volvió a la posición anterior. La mujer se mordió el labio inferior mientras le hacía un mohín de niña inocente y coqueta.
—¡Dios, eres una puta de verdad! —jadeó admirado.
Megan rió como una niña pequeña al escuchar sus palabras.
—¡Gracias, amorcito! ¡Muchas gracias! —con voz aniñada.
Él quiso besarla después que ella terminó de hablar, pero la Fox tenía otras ideas. Volvió a verle el pene y se lo agarró por la base. Lo tomó en su boca y le dio su tercera rabiosa mamada de la noche. Matt aspiró aire con fuerza mientras veía como la estrella de Hollywood se metía y sacaba su larga y gorda estaca de carne a toda velocidad. “Mmm, mmmm, mmmmm” ronroneaba al mismo tiempo que la dejaba cubierta de una gruesa capa de saliva. La Fox se puso a jugar con sus bolas, gordas, pesadas y repletas de leche hirviente, con las dos manos, frotándolas amablemente con las puntas de sus dedos a la vez que continuaba con su felación. Sabía que él estaba a punto de eyacular su volcánica paja. Matt comenzó a gruñir y jadear. El niño se hizo un nudo con los cabellos de Megan en las manos antes de proclamar:
—¡Puta, ohhhh, hombre! ¡Voy a correrme pronto, nena!
Cuando escuchó sus palabras, ella de inmediato liberó la polla de sus labios con un fuerte sonido de “¡pop!” Aunque las manos de Matt estaban en su cabello, él no controlaba la mamada. Megan volvió a verlo a los ojos con expresión de niña inocente, su rostro cubierto de maquillaje arruinado, y se puso a masturbar el gigantesco miembro con ambas manos. Estuvo un largo rato así hasta que los labios de la actriz se curvaron en una sonrisa diabólica antes de volver a provocarlo.
—¿Vas a correrte por mí? —con voz falsamente casual.
—¡Carajo, sí, estoy a punto de vaciar mis bolas por toda tu cara! —entusiasta con una sonrisa de oreja a oreja.
—Mmmmmmm, me gustaría eso. De hecho… ¡me encantaría! —y también se animó.
—¡Eso es porque eres una sucia putita, nena!
—¡Soy TU sucia putita! ¡Nunca olvides eso!
Matt soltó una carcajada; Megan continuó meneándosela mientras se la apuntaba a la cara.
—¡Es imposible que me olvide de eso! Aquí la tienes, ¡¡OH, OHHH!!
Finalmente, la polla estalló en largos y gruesos chorros de blanquísimo, espeso y ardiente semen. Las primeras dos explosiones le dieron a la famosa directamente en la frente y salpicaron hasta su azabachada melena. Megan jadeó y con rapidez cerró los ojos. Matt profirió un bramido triunfal justo en el momento en el que una tercera erupción aterrizaba en el párpado derecho de Megan.
—¡¡OHHH, PUTA!!
El siguiente disparo le cayó en la mejilla derecha. El quinto le dio en la nariz (era en su pecosa nariz la parte de su cara donde a Megan más le gustaba sentir la semilla de su macho) y atravesó su mejilla izquierda. Matt todavía jadeaba con fuerza. Más chorros de paja salieron de su polla y cubrieron totalmente las mejillas y los párpados de la famosa. Las últimas pocas gotas de semen le dieron a Megan en la frente y la nariz. Los torrentes de leche bajaban gota a gota por el cuello de la estrella de Hollywood y embadurnaron su collar de perlas. Ella gimió antes de provocarlo de nuevo.
—Ohhhhhhhh, sí… Mmmmmmm, me cubriste todita con tu leche. Dios, tu paja está tan caliente…
—¡Sí, ohhhhh, sí, nena! ¡Dios, eres tan hermosa! —jadeó.
Una vez que él terminó, Megan abrió lentamente los ojos. Parpadeó varias veces, lo que causó que las gotas de semen en sus pestañas lanzaran destellos de luz. La semilla del pequeño parecía resplandecer en contraste con la piel morena de la diosa del sexo. Los amantes se vieron a los ojos con intensidad durante largos minutos antes que ella le diera un sonoro beso en la polla. Matt no pudo evitar sonreírle.
—Grandioso, eso fue… eso fue maravilloso, nena. Maldición, te dejé hecha un desastre —y soltó una carcajada mientras admiraba su cara cubierta de paja.
Megan le soltó la polla y alzó sus manos para darle dos pulgares arriba con los que le mostró que aprobaba el comentario. Matt rió aún más.
—Eso fue demasiado divertido, nena. ¡Sí, yo también te doy dos pulgares arriba! —e imitó el gesto de la famosa.
Megan también rió. Y procedió a limpiarse la cara con la palma de su mano izquierda y después se la lamía al mismo tiempo que hacía sonidos viscosos, obscenos, exagerados y escandalosos que dejaban claro que pensaba que la lechita de Matt era lo más sabroso que alguna vez hubiese tragado en su vida. El semental de doce años no se perdió ni un segundo de este espectáculo.
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Megan y Matt estaban acostados en la cama mucho tiempo después de su ardiente sesión de sexo de la noche, desnudos, abrazados, relajados y tranquilos, suaves sonrisas de felicidad curvaban sus labios, la estrella de Hollywood apoyaba su cabeza en el hombro de su amante.
De repente, ella se incorporó en la cama como impulsada por un resorte, su cuerpo envarado, los ojos grandes como platos, todo su rostro un solo gesto de sorpresa pues acababa de darse cuenta de algo.
—¿Qué sucede? —dijo Matt genuinamente preocupado.
—Es que acabo de darme cuenta que se me olvidó hacer que eyacularas en mi vagina. Así nunca voy a quedar embarazada —con un suspiro de tristeza.
La sonrisa volvió al rostro del niño antes de abrazarse a su mujer por la espalda.
—No te preocupes, mi amor; estoy seguro que pronto lograremos poner un bebito en tu pancita.
La actriz no pudo evitar sonreír y empezar a sentirse reconfortada.
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Al final, la Fox pudo cumplir su sueño de quedar embarazada con un bebé de Matt…
…pero no antes de que él dejara embarazada a Gal Gadot…
…y a Scarlett Johansson…
…y a Margot Robbie…
…y a Kate Upton…
…y a la modelo de OnlyFans, Dayami Padrón…
…y a…
FIN
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