Lo que tine una mora, otra verde lo decolora | By : Lily-de-Wakabayashi Category: Spanish > Anime Views: 57 -:- Recommendations : 0 -:- Currently Reading : 0 |
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Lo que tiñe una mora, otra verde lo decolora.
Sternbild City.
El bar estaba casi vacío cuando Ryan Goldsmith entró y se sentó frente a la barra para pedir una cerveza, de las baratas que solían ser populares entre la gente de clase media de la ciudad. Aunque ya comenzaba a generar ganancias gracias a su trabajo como Golden Ryan, uno de los súper héroes de Hero TV que protegían a Sternbild City, lo cual le permitiría comprar una cerveza de mejor calidad, Ryan le tenía cariño a esa marca en particular, que tan buenos momentos le había dado cuando pasó por una etapa en la que la vida no le sonreía como lo hacía en esos momentos.
Por ser una noche entre semana, no era de sorprender que no hubiese muchas personas en el bar, ya que la gran mayoría debía volver a sus trabajos al día siguiente. Ryan, acostumbrado a un ritmo de vida en donde podría ser llamado a trabajar en cualquier momento, había aprendido a tomarse las cosas con calma y disfrutar del momento, quizás por eso había decidido dejar la intimidad de su departamento para dejarse ver en un sitio público. Era una noche tranquila y nadie le estaba prestando atención, lo cual secretamente le agradaba, pues tenía ganas de pasar una velada sin grandes emociones. En una esquina del bar, un pianista intentaba reproducir algunas de las canciones de Blue Rose, con tan malos resultados que el joven no podía evitar reírse.
– Interesante tu nuevo músico –le comentó Ryan al barista, cuyo nombre era Nick–. Toca mejor que Blue Rose.
– Es recién llegado, necesitaba un empleo y a nosotros nos hacía falta un músico –replicó Nick, quien captó el sarcasmo de su interlocutor–. Desde que la anterior cantante se fue, no hemos podido encontrar a un reemplazo adecuado.
Ryan sonrió. Desde que Karina Lyle se estaba tomando más en serio su papel de heroína, había pausado momentáneamente sus sueños de ser estrella, de ahí que el bar hubiese tenido que conformarse con un pésimo sustituto. Si bien Ryan creía que Karina tenía talento, ella estaba demostrando que quería mejorar como héroe, por lo que él iba a apoyarla como su amigo y compañero de batalla, estaba seguro de que más pronto que tarde Karina volvería a los escenarios, bajo sus propias condiciones, pero cuando ya hubiera satisfecho sus deseos de proteger a la ciudad. Mientras tanto, ella podría aprovecharse de su fama como Blue Rose para seguir cosechando éxitos que después serían destrozados por malos imitadores.
– Por lo que veo, los buenos músicos escasean en esta ciudad –señaló Ryan.
– Bueno, no todos pueden ser como Blue Rose –sonrió Nick, a manera de disculpa.
– Supongo que no –aceptó Ryan–. Sírveme otra cerveza, por favor, pero esta vez de esa marca alemana que anda en boca de todos.
En el momento en el que Nick ponía la botella solicitada frente a él, entró en el campo de visión de Ryan una mujer de cabello castaño muy oscuro y ondulado, dueña de unos hermosos ojos de color verde oscuro. La joven tenía aire ausente, como si se hubiese perdido y hubiera entrado ahí por casualidad; ella, sin darse cuenta de que estaba siendo observada, se sentó en el extremo más alejado de la barra. Nick se acercó a la mujer, le preguntó qué deseaba y al poco tiempo dejó un Martini frente a ella. La mujer comenzó a beberlo a sorbitos, con la mirada perdida y una expresión de tristeza en el semblante. Todo en ella denotaba buen gusto, desde la ropa cara hasta los zapatos de diseñador, lo cual, aunado a la elegancia de sus ademanes, eran muestra de que la joven debía ser una persona muy acomodada, alguien que estaba acostumbrada al lujo y la comodidad.
“¿Qué estará haciendo ella aquí?”, se preguntó Ryan, sin dejar de observarla con disimulo. “No imaginé que la vería en un sitio como éste”.
Golden Ryan había conocido a esa mujer tres meses atrás, durante una de sus misiones heroicas. Su encuentro fue accidentado, pues ella quedó atrapada en medio de las acciones, pero por más que Ryan intentaba acordarse de cómo se habían desarrollado los eventos, seguía sin comprender cómo había sucedido todo en realidad. Recordaba haber aterrizado en medio una calle, con escombros volando a su alrededor, cuando se sintió literalmente atraído por una fuerza misteriosa hacia una joven de cabello castaño que estaba de espaldas a él y que, por tanto, no sabía que estaba a punto de chocar con el hombre. Golden Ryan estiró los brazos para atraparla y no lesionarla, lo que hizo que ella volteara a verlo con sorpresa. Al notar que iban a estrellarse contra una pared debido a esa extraña fuerza que los empujaba, Ryan se giró para ser él quien recibiera el golpe, pero entonces la fuerza desapareció tan extrañamente como había llegado y los dos quedaron sobre la acera, él rodeándola con sus brazos y ella recargada contra su cuerpo. En ese momento, la joven lo miró a la cara otra vez y Ryan recibió un segundo impacto, aunque de naturaleza muy distinta al primero.
“Juraría que sus ojos eran azules”, pensó, al notar que en realidad esos expresivos ojos eran de color verde, de una tonalidad mucho más oscura que los suyos.
“O, quizás, se veían azules por el efecto de un poder Next…”.
Ryan se levantó la visera del casco y le sonrió a la joven con galantería, sin dejar de sostenerla con el otro brazo.
– No es común que una mujer hermosa sea tan cariñosa conmigo antes de la primera cita –dijo él–. Pero podría acostumbrarme.
Por respuesta, ella frunció el ceño, lo empujó y se alejó sin decir palabra, para después ayudar a otra mujer que había caído al suelo. En ese momento, el intercomunicador vibró con una llamada de Blue Rose, quien deseaba saber en dónde se había metido Ryan porque necesitaban ayuda con el maleante de turno. Golden Ryan respondió que iba en camino y tuvo que confiar en que las dos mujeres estarían bien, lamentando además que no pudiera detenerse a preguntarle a la joven de los ojos verdes cuál era su nombre. Horas después, cuando la misión terminó y Ryan estaba de regreso en su domicilio, rememoró lo sucedido una y otra vez para tratar de definir de dónde había provenido esa fuerza misteriosa, pero, sobre todo, lo recordaba por el placer de visualizar en su mente los rasgos físicos de la chica que había conocido ese día.
– Si tan sólo no hubiera estado en medio de una misión, podría haberle pedido su número –le contó Ryan a Holly, su inseparable iguana.
Sin embargo, el asunto no habría de acabar ahí. Mucha fue su sorpresa cuando, dos días después, Ryan volvería a ver a la mujer en las instalaciones de Hero TV como la nueva preparadora física que fue contratada para ayudar a los héroes a ejercitarse y a evitar lesiones durante sus peleas. Se llamaba June Casablanca y, al igual que Ryan, provenía de otra ciudad y llevaba poco tiempo viviendo en Sternbild, pero a pesar de que era una joven educada y sincera, no conversaba con muchas personas ni solía vérsele en las reuniones que organizaban los miembros del equipo. La impresión que tenía la mayoría sobre June era que tenía una personalidad muy reservada e introvertida, alguien a quien no le interesaba entablar relaciones con los demás. Sin embargo, Ryan tenía la impresión de que la reserva de June no se debía a un mero detalle de su personalidad, sino a otra cosa: su sexto sentido le indicaba que ella estaba ocultando algo, algo que estaba relacionado a la fuerza misteriosa que lo empujó hacia ella el día en el que se conocieron y al hecho de que él estaba seguro de que había visto que sus ojos eran azules y no verdes. ¿Quizás era que June también era una Next? Eso resolvería las incógnitas, pero a Ryan no se le ocurría qué motivos podría tener la chica para ocultar su poder, en caso de que lo tuviera. Empero, aunque intentó en más de una ocasión acercarse a June para conocerla, ella rechazó cada uno de los avances de Ryan, quizás porque sabía que él no la buscaba precisamente para ser su amigo.
“Me gusta”, se dijo Ryan. “Y ella lo sabe, por eso me esquiva”.
Por supuesto, si Ryan hubiese sabido que June no tenía interés en él, la habría dejado tranquila, pero él estaba convencido de que la atracción era mutua. Todavía así, no la acosaba ni la presionaba para que lo aceptara, aunque sí se preguntaba qué habría en el pasado de June que la hacía comportarse de manera tan esquiva. Él también tenía sus propios traumas personales, los cuales estaban comenzando a sanar gracias a la amistad sincera de Blue Rose, de Barnaby Brooks Jr. y del resto de los héroes de Hero TV, así que sabía que tenía que ser paciente con June y había respetado su espacio. Sin embargo, esa noche el destino los había puesto a los dos en el mismo sitio, un bar que ninguno frecuentaba, por lo que Ryan no podía evitar sentir que eso era una señal para que se atreviera a dar un paso más.
A pocos metros de él, aún sin descubrir que era objeto de interés por parte de Ryan, June abrió su bolso y sacó lo que parecía ser una carta, que desplegó para comenzar a leerla, con los labios apretados; unas lágrimas empañaron sus ojos y ella luchó para que no fluyeran, sin mucho éxito. Al finalizar la lectura, en un pequeño ataque de rabia, June rompió el papel en pedazos, los colocó en un cenicero cercano y le vació el resto de su Martini encima.
– Lamento mucho el desastre –le dijo ella entonces a Nick, muy seria, mientras sacaba de su cartera un billete de alta denominación y se lo ofrecía–. Acepte esto como compensación por el inconveniente.
– Oh, no se preocupe–. Nick, que ya había puesto mala cara, sonrió de oreja a oreja al ver el billete–. He tenido que limpiar desastres peores.
El barista recogió el cenicero y lo cambió por uno limpio, tras lo cual le dio otro Martini a June. Ryan, quien casi silba de la admiración al ver la propina, le pidió otra cerveza de las caras a Nick, el cual no se contuvo para hacerle un comentario.
– Ésa es una mujer despechada, no hay duda –musitó–. Deshizo la carta de su ex novio, por lo que alcancé a ver.
En ese momento, June canturreaba en voz baja, con los ojos llenos de lágrimas, la melodía que el pianista se esforzaba por cantar, una balada que no pertenecía a Blue Rose y que era claramente trágica.
– Let’s raise a glass or two, to all the things I’ve lost on you (Levantemos una copa o dos, por todas las cosas que he perdido en ti)…
– Just that you could cut me loose, after everything I’ve lost on you (Sólo que podrías soltarme, después de todo lo que he perdido en ti)…
June hizo una pausa para tomar un trago de su Martini y volver a suspirar. Ryan no necesitó de más para saber la verdadera causa de su actitud.
– Ésa no es una mujer despechada –murmuró Ryan–. Es una mujer con el corazón roto, que no es exactamente lo mismo.
La joven dejó que el pianista continuara con su interpretación de esa canción con la que tanto se identificaba e hizo girar el vaso entre sus dedos. Quizás era momento de irse a casa, ya había protagonizado una escenita en el bar y de cualquier manera al día siguiente debía ir a trabajar. ¡Pero se sentía tan sola! No deseaba volver a su enorme y costoso apartamento a llorar en la oscuridad, aunque sea quería escuchar las voces de otras personas, algo que le hiciera recordar que estaba viva. En ese momento, alguien colocó un pañuelo dorado junto a su copa y June saltó, sorprendida.
– Sécate esas lágrimas, preciosa –comentó Ryan, sin malas intenciones–. Las mujeres hermosas no deberían de llorar nunca.
– ¿Cuánto tiempo llevas aquí? –preguntó ella, avergonzada y sin atreverse a agarrar el pañuelo.
– Ya estaba desde antes de que llegaras –respondió él.
– Quiere decir que viste todo mi espectáculo –farfulló June, atribulada–. ¡Qué embarazoso!
– El peor espectáculo que he visto en un bar, lo hicieron Kotetsu y Antonio –replicó Ryan–. El tuyo se queda corto comparado al de ellos.
June estuvo a punto de sonreír, pero la vergüenza que sentía seguía siendo superior, así que su gesto quedó en una mueca. No estaba acostumbrada a perder el control en público y mucho menos a hacerlo delante de alguien a quien conociera. Sin embargo, uno de los aspectos positivos de Ryan Goldsmith era que él nunca se tomaba las cosas demasiado en serio, ni siquiera a él mismo, por lo que era poco probable que estuviera juzgándola por lo que hizo. Además, Ryan la miraba comprensivamente, sin compadecerla, sólo tratando de ser amable con alguien que estaba pasando por un mal momento.
– Supongo que podría ser peor –suspiró June–. Aunque eso no exime mi mal comportamiento.
– En todo caso, habría que echarle la culpa a él –señaló Ryan, recalcando la última palabra con toda intención, tras lo cual bebió su cerveza con toda tranquilidad.
– ¿Cómo sabes que hay un “él” en esta historia? –Ella dio un respingo.
– Es bastante obvio –explicó Ryan–. Cuando una mujer llora así, es porque hay un hombre involucrado. O bueno, quizás otra mujer, pero algo me dice que tu problema lo causa un hombre.
– Es un él –suspiró June y fijó su mirada en su copa–. Supongo que sí es muy obvio, lo cual hace el asunto más vergonzoso.
– No serás ni la primera ni la última persona en pasar por un desamor, preciosa –replicó Ryan y le sonrió para infundirle ánimos–. No quiero ser impertinente, ¿pero puedo preguntar qué pasó?
– No me digas “preciosa”, por favor. –June frunció el ceño, aunque no parecía muy molesta–. Lo que pasó es lo que suele suceder en estos casos: yo lo amaba demasiado, él no me quería lo suficiente.
– Lo siento –dijo Ryan, con sinceridad.
– Ni siquiera sé por qué estoy contándote esto –gruñó ella, tras darle un sorbo a su copa–. Éramos pareja desde el bachillerato; cuando lo conocí, a este muchacho le gustaba otra persona, una mujer que es mucho mayor que él y que ya tenía novio, además. Ella nunca le correspondió, no lo veía más que como amigo y lo sigue viendo como tal, y yo creí que ese amor infantil desaparecería en cuanto otra persona, más adecuada para él, le diera el amor que necesitaba. No pasó así. Ella ahora está casada y ha formado una familia, pero ni siquiera así él ha dejado de quererla ni de ponerla por encima de mí. Y yo he decidido que ya he tenido suficiente y que no voy a seguir esperando algo que no va a suceder.
– Ese tipo es un idiota –manifestó Ryan, sin dudar.
– No hace falta que seas condescendiente conmigo –replicó June y jugueteó con un anillo plateado que llevaba en un dedo–. Eso es lo que dice la gente cuando le cuentas este tipo de cosas, pero la realidad es que no puedes obligar a alguien a quererte. Las novelas románticas nos han hecho creer que, si haces todo por una persona y lo amas de manera incondicional, eventualmente esa persona terminará enamorándose de ti, pero lo cierto es que el amor no se puede forzar, no puedes mandar en el corazón de alguien más. Y no importa cuánto lo ame, él nunca me va a querer de la misma manera.
– Tengo que estar de acuerdo contigo en eso, preciosa, pero me gustaría aclarar que dije que el tipo es un idiota por hacer sufrir a una dama –explicó Ryan, haciendo un gesto despectivo–. No hay justificación para ello, no importa si hay otra dama de por medio. Él es un idiota porque desde hace mucho debió saber que no iba a quererte al nivel que te mereces, no tenía motivos para jugar contigo durante tanto tiempo. Si no le interesabas de esa forma, ¿para qué seguir dándote esperanzas?
Ella analizó durante unos minutos sus palabras y al final asintió con la cabeza y se encogió de hombros.
– Viéndolo así, sí es un idiota –aceptó June y esbozó una sonrisa.
– Salud por eso. –Ryan alzó su botella de cerveza–. Te mereces algo mejor, preciosa. Ahora que has aceptado la realidad, estarás lista para dejar esto atrás y encontrar a alguien que verdaderamente te haga sentir bien contigo misma.
– Sí, puede que tengas razón –asintió ella, quien parecía estar más tranquila–. Y no me llames “preciosa”, por favor.
– Personalmente, creo que el amor está sobrevalorado, hay cosas más importantes –continuó él e ignoró su petición–. Pero si es importante para ti, entonces no pierdas la esperanza de que algún día encontrarás a un hombre te valore. Que tu ex novio sea un idiota no significa que todos los hombres que conozcas lo serán.
Ryan creía que el amor era un sentimiento complicado y difícil de manejar, por eso prefería dejarlo de lado, en donde no molestara. A donde quiera que iba, veía a personas sufriendo a causa de ese sentimiento y no entendía cuál era la necesidad. Lo había visto con Karina, quien estaba profundamente enamorada de Kotetsu Kaburagi, pero éste ni cuenta se daba de sus sentimientos, lo que hacía que Blue Rose la pasara muy mal debido a este aparente desinterés, y ahora lo estaba viendo con June y su estúpido ex novio. ¿Cuál era la necesidad de complicarse la existencia con ese tema? Lo mejor era tomarse las cosas con calma, las relaciones basadas en el sexo, a su parecer, eran las más placenteras porque acarreaban menos complicaciones. Sin embargo, no creyó que fuese indispensable externarle esto a June, comprendía que la joven estaba pasando por un mal momento y necesitaba digerir lo sucedido para aprenderlo después por sí misma.
– Gracias –comentó ella, después de un rato–. Me ha servido hablar de esto.
– Estoy a tus órdenes –sonrió Ryan–. Nada me complace más que hacer sentir bien a una bella mujer.
– No seas tan adulador –se rio June, tras lo cual inquirió–: ¿Y cuál es su historia, señor Goldsmith?
– ¿Qué te hace pensar que tengo una historia por contar, preciosa? –Ryan respondió con otra pregunta.
– Que no estarías solo en un bar si no fuera así –respondió ella–. Sobre todo porque me da la impresión de que, a pesar de lo amistoso que aparentas ser con todos, en realidad no tienes tantos amigos.
Él se sorprendió de que June le hubiese puesto más atención a su vida de la que aparentaba. Durante las jornadas de entrenamiento físico, ella lo trataba con el mismo respeto indiferente con el que le hablaba a los demás y siempre esquivaba sus avances, así que Ryan no esperaba que hubiera analizado tan a fondo su comportamiento. Así pues, él tenía dos opciones: fingir que no sabía de qué le hablaba o arriesgarse a ser sincero. Y dado que June ya lo había sido con él, la respuesta fue obvia.
– La penúltima vez que confié en alguien, no acabé bien –comenzó Ryan–. Digamos que los compañeros de trabajo que tuve en la ciudad en donde vivía antes no se tomaban bien la competencia y terminé pagando las consecuencias. Hubo una misión en donde, por culpa de un villano, perdí el control de mis poderes, lo que me llevó a sufrir un accidente y mis compañeros me dejaron a mi suerte.
– ¡Oh, pero eso es terrible! –exclamó June, genuinamente indignada.
– Supongo que es lo que pasa cuando actúas como un fanfarrón. –Ryan trató de restarle importancia al asunto, a pesar de que le había dolido bastante–. Debo confesar que, aunque quise actuar como si no me hubiera afectado, sí lo hizo, mi confianza en la gente disminuyó al extremo de sentir que no podría volver a creer en nadie.
– Eso no tiene por qué ser así –replicó June, de inmediato–. Que te hayas topado con gente sin escrúpulos no significa que todas las personas que conozcas van a ser así. ¿No es lo que me acabas de decir? Aplica bien para los dos.
– Totalmente –sonrió Ryan–. Y te doy la razón, preciosa. Me costó entenderlo, pero no todos los compañeros son iguales, he comprobado que al menos aquí en Sternbild son diferentes.
– Sé que no nos conocemos bien y que quizás mi ayuda no pueda servirte de mucho –continuó June, con timidez–. Pero si puedo hacer algo por ti, pídelo, yo no te voy a traicionar.
“Se me ocurren muchas cosas”, pensó él, mientras miraba sus labios rojos. “Pero creo que, si te las digo, huirías”.
– Gracias –respondió Ryan, con honestidad–. Lo mismo digo de mí: si puedo ayudarte en algo, como golpear a tu ex novio para que te sientas mejor, sólo pídelo.
– Es una idea tentadora, pero creo que la dejaré pasar, gracias de cualquier manera. –June se terminó de un sorbo su Martini–. Espero que Sternbild me trate tan bien como lo ha hecho contigo.
Había algo en su tono de voz que le hizo sentir a Ryan que June no sólo sufría por un corazón roto. Por lo poco que la conocía, no parecía ser del tipo de mujer que deja su antigua vida por un desamor, pero, ¿qué sabía él, realmente? No era su asunto y no debería de importarle.
– No tendría por qué no ser así –aseguró él, ambiguamente.
Ellos continuaron hablando de varios temas, los cuales comenzaron a llegar sin problemas gracias a que ya se había roto el hielo. Una vez pasada esta barrera, June demostró ser una mujer agradable y centrada, aunque bastante mimada. Provenía de una familia rica y se notaba, lo cual contrastaba con la vida humilde que Ryan siempre llevó hasta entonces. Empero, esto no los limitó para tratar de encontrar intereses en común, contarse anécdotas simples y establecer los cimientos de una relación aparentemente amistosa. Sin embargo, lo que más se hizo evidente fue que entre ambos había atracción, de ese tipo de magnetismo animal que se vuelve más fuerte en la cama. Por supuesto, Ryan estaba consciente de que June no estaba de humor para enrollarse de nuevo con alguien, así fuera una relación netamente sexual, por no olvidar que no estaba seguro de que ella estuviese conforme con algo así, no parecía ser su estilo. Si tuviera que decirlo, Ryan aseguraría que June era de las que se enamoraban y establecían relaciones largas, a diferencia suya.
En algún punto, la plática se desvió hacia el tema de las motocicletas y, más específicamente, a la que poseía Ryan. June confesó que nunca se había subido a una y él, atónito, se rio de buena gana ante esta declaración. Como ella se mostrase un tanto ofendida, Ryan ofreció darle una vuelta, si estaba de humor para salir en ese momento.
– Vamos. –June aceptó el reto sin titubear y dejó un billete para pagar su cuenta; era una dama demasiado educada como para permitir que Ryan lo hiciera, o peor aún, para intentar pagar la de él–. A ver si así dejas de burlarte de mí.
– No creo que deje de hacerlo, es divertido tomarte el pelo –se mofó Ryan, quien también dejó lo correspondiente para pagar su cuenta–. Veamos qué tanto soportas, chica mimada.
Nick los miró irse juntos y pensó que no habría una pareja más discordante que ésa, un rebelde niño de clase media con problemas de aceptación y una extremadamente reservada joven heredera de algún imperio industrial.
– Eso ya se ha visto antes –dijo en voz baja, aunque después sonrió.
Ryan nunca creyó que terminaría esa noche con June abrazada a su espalda, mientras ambos recorrían las calles de Sternbild en su motocicleta, pero estaba disfrutándolo como nunca. Ella se reía por debajo del casco y gritaba exaltada cada vez que él hacía algún movimiento brusco, lo que era una prueba de que efectivamente era su primera vez en una motocicleta. Dieron un paseo tan largo que en algún momento el vehículo amenazó con quedarse sin gasolina y entonces Ryan dijo que tenía que ir a su departamento por dinero para recargarla. June se ofreció a pagar pero él se negó, más por una cuestión de orgullo personal que por otra cosa, aunque después habría de preguntarse si también se habría negado para tener un pretexto válido de llevarla a su refugio. Antes de que se diera cuenta de lo que estaba ocurriendo, Ryan tenía a June en su departamento y lo siguiente de lo que fue consciente fue que estaban besándose como si la vida les dependiera de ello. Era obvio lo que iba a ocurrir después, June no habría aceptado acompañarlo si no pensara en llegar hasta el final, pero si bien él lo estaba disfrutando mucho, su conciencia se resistía a aceptarlo sin cuestionarse si era correcto lo que estaba haciendo.
– No estoy seguro de que esto esté bien –murmuró Ryan, entre cada beso–. Siento que estoy aprovechándome de ti.
– No estoy ebria –replicó June–. Sé lo que estoy haciendo.
– No lo dije por eso, sino porque tienes el corazón roto –aclaró Ryan–. Estás en un momento de vulnerabilidad y creo que estoy tomando ventaja de eso.
– No busco que te cases conmigo ni que reemplaces a mi ex –insistió June–. Sólo quiero sentirme atractiva otra vez, quiero que un hombre me mire con deseo y no con indiferencia, aunque sea por una noche.
Él la miró detenidamente a los ojos para analizar cuáles eran sus verdaderas emociones. June parecía estar siendo sincera y se notaba que le había costado mucho trabajo atreverse a tener esa aventura, se notaba que las relaciones de una noche no eran lo suyo, pero no titubeaba y, tal como lo había dicho, no estaba bajo el influjo del alcohol. Quizás lo que hacía estaba impulsado por una desesperación nacida del dolor, lo cual no era precisamente bueno, aunque si la joven estaba consciente de eso y lo aceptaba, ¿para qué ponerse remilgoso con la situación?
– Me gustan los amoríos de una noche –respondió Ryan–, satisfactorios y sin obligaciones. ¿Estás conforme con eso? No voy a prometerte más. O bueno, quizás puedan ser dos o tres noches, ya veremos, pero no busco algo estable y quiero dejarlo en claro, no deseo romperte el corazón por culpa de un malentendido.
– Es justamente lo que quiero, una aventura de una noche –asintió June, decidida–. No busco compromisos y tampoco es que seas tan irresistible como para que me enamore de ti y vaya a sufrir porque no me correspondes.
– Me lo merezco, ¿no? –se rio él–. Si estás de acuerdo con las condiciones, entonces vayamos a…
June no lo dejó terminar, volvió a besarlo apasionadamente y sus manos empezaron a desnudarlo. Ryan no quería quedarse atrás así que hizo lo propio, sin dejar de combinar sus avances con caricias ardientes; si poseía talento para algo, era para hacer gozar a una mujer y estaba decidido a aplicar todas sus técnicas con June, quería hacerla sentir bien, que se sintiera a gusto consigo misma y hacerla disfrutar del sexo. Para su sorpresa, ella resultó ser una mujer apasionada que no quería quedarse atrás y que se esforzaba para ir a la par de su compañero. Seguramente Ryan era el segundo hombre con el que June había estado (quizás el tercero), a diferencia de él que había tenido varias relaciones (lo cual no hablaba muy bien de él, había que admitirlo), pero se complementaban tan bien que parecía que ella tenía más experiencia de la que seguramente poseía. Ryan pudo notar esa ansiedad cuando tuvo a June sobre él, completamente perdida en sus sensaciones mientras lo montaba con tanta fuerza que parecía que la silla en la que estaban sentados iba a terminar desbaratándose. Esto, por supuesto, no impidió que Ryan la hiciera suya con el mismo nivel de intensidad, dejando que sus cuerpos se acoplaran como si hubieran sido hechos para estar juntos.
– ¡Ah, eres muy bueno en esto! –exclamó June.
– Tú tampoco lo haces mal, preciosa –sonrió Ryan–. Tan es así que no creo que vaya a conformarme con sólo una noche.
Tal vez para acallarlo, ella lo besó y se abrazó a él con más fuerza, mientras Ryan le sujetaba las caderas y acariciaba sus firmes glúteos, saboreando después sus senos y su suave piel. June le clavaba las uñas en la espalda, sin tocar las cicatrices que él tenía gracias al accidente en el que fue traicionado por sus anteriores compañeros, y le daba pequeños mordiscos en el cuello y la mandíbula. Cuando ella llegó a su primer éxtasis y se contorsionó tanto que la silla estuvo a punto de ceder, Ryan decidió que sería mejor que continuaran en un lugar que no amenazara con tumbarlos al piso, así que se la llevó a la cama, en donde no tuvo reparos en poseerla hasta que ambos quedaron agotados.
Un tiempo indefinido después, cuando Ryan despertó, June estaba acabando de vestirse. La joven le daba la espalda, así que él no podía ver su expresión; Ryan se preguntó si debía fingir que seguía dormido o si se levantaba también. Al final, optó por lo segundo.
– ¿Quieres que llame un taxi? –preguntó, tan despreocupado como siempre.
– No es necesario, ya pedí uno –contestó June, sin mirarlo–. No debe de tardar en llegar.
Si ellos fueran una pareja estable, Ryan no habría tenido reparos en pedirle que se quedara a pasar la noche ahí, pero no lo eran y las reglas habían quedado claras desde el principio. Así pues, dejó que June terminara de arreglarse y se marchara con un simple gesto de despedida.
– Entonces, tal y como acordamos, esto fue una aventura de una noche –recalcó ella antes de irse–. Mañana volveremos a ser dos compañeros de trabajo y nada más.
– Por supuesto –aceptó Ryan–. Ése fue el trato… aunque si quieres repetirlo otra vez, no me molestaría hacerlo.
– Ni en sueños –replicó June, aunque tuvo que reprimir una sonrisa.
Él esperó hasta que ella se hubo marchado para levantarse a comer algo (ese tipo de actividad física siempre le despertaba el apetito); mientras lo hacía, se miró en un espejo porque la espalda le ardía y descubrió los muchos arañazos que June le dejó al clavarle las uñas. Ryan sonrió inevitablemente.
“Para una vez, no estuvo mal”, pensó. “No, más que eso, estuvo muy bien…”.
Al día siguiente ambos volverían a comportarse como dos compañeros de trabajo y lo que había sucedido esa noche quedaría pronto en el olvido. Ryan, sin embargo, se preguntaba si sería capaz de olvidar la forma en cómo June se aferró a él, pues con eso demostró que era un alma solitaria que buscaba amor y comprensión, aunque fuese por unos instantes, como también lo era él. Casi no le quedaba duda de que June buscaba su lugar en el mundo, al igual que él, un corazón roto que llegó de otra ciudad, con la esperanza de que Sternbild le diese otra oportunidad. Sí, al igual que él. ¿Sería capaz de ignorar entonces la conexión auténtica que se había establecido entre ellos?
“No pienses en eso”, se recriminó. “Ella está pasando por un desamor y por eso se siente así; cuando se recupere, te olvidará y te dejará de lado, como lo han hecho casi todos”.
A Ryan no le gustaba la premisa de “Un clavo saca a otro” y no estaba dispuesto a ser el plato de segunda mesa de nadie, ni siquiera de alguien con quien tuvo una conexión tan perfecta. Si June todavía seguía pensando en su ex novio, lo mejor era que Ryan se mantuviera como un servicial compañero y quizás un potencial amigo (aunque tuviese que ignorar la permanente atracción), y no volvería a caer en la trampa de tener sexo de consolación, por más apetecible que esto fuera.
Sin embargo, las ruedas del destino habían comenzado a girar y en el suyo la presencia de June no iba a ser algo meramente ocasional. Que ambos lo aceptaran era simple cuestión de tiempo.
Fin.
Notas:
– Ryan Goldsmith/Golden Ryan y los personajes de Tiger & Bunny le pertenecen a Sunrise, Masafumi Nishida y Masakazu Katsura ©
– June Casablanca, anteriormente conocida como June Casablanca-Suzumura, es un personaje creado por Lily de Wakabayashi.
– La canción que canta June se llama “Lost on you” y es interpretada por LP.
– El título de este fanfic es un refrán mexicano, que decidí usar para ir a tono con los nombres de los episodios del anime, los cuales también son refranes.
– Este fanfic forma parte de la historia que tengo desarrollada para mi OC, June Casablanca, en el universo de Tiger & Bunny, con Ryan Goldsmith como su interés amoroso. No tenía planeado escribirla, sólo había desarrollado algunos fragmentos de escenas en mi cabeza, pero gracias al fic que escribí para Elieth Schneider, “Donde hubo fuego, cenizas quedan”, tuve la inspiración necesaria para unir esas escenas en un one-shot. No sé si habrá más o sólo escribiré esto, pero por el momento me ha encantado hacer algo con esta pareja.
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