Reducido a cenizas | By : Lily-de-Wakabayashi Category: Spanish > Anime Views: 178 -:- Recommendations : 0 -:- Currently Reading : 0 |
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Reducido a cenizas.
Saber que estaba mal no lo ayudaba a controlar sus deseos. Repetirse hasta el cansancio que ya había cometido muchos errores, tampoco. Lo único que Enji Todoroki sabía era que no tenía ganas de dar marcha atrás.
¡Y vaya que tuvo muchas oportunidades para hacerlo! Pero inconscientemente (o quizás no tanto), las había dejado pasar. Durante mucho tiempo (dos años, para ser específicos), él creyó que no la volvería a ver y se dijo a sí mismo que estaba conforme con eso, que era lo mejor para ambos, pero ahora que sus caminos habían vuelto a cruzarse, no podía hacer menor que admitir que secretamente había estado ansiando encontrarse con ella otra vez. Nuit, su antigua amante (aunque en sus pensamientos más recónditos la recordaba con su nombre de civil, Azure Bourgeois), estaba tan cerca suyo que podía oler el perfume de su cabello azulado, y los dos se encontraban a solas en su oficina, en un día y a una hora en donde por lo regular había muy poco personal en su agencia. No había que pensarlo mucho para saber que ésa era una combinación explosiva, pero lo peor de todo era que, aunque llevara tanto tiempo sin ver a Azure, la atracción que sentía por ella no había disminuido ni un ápice.
“Sácala de aquí”, se exigió Endeavor a sí mismo. “Ordénale al chófer que la lleve de regreso a la Isla Paradise y olvídate de lo que sea que crees que estás sintiendo”. Pero a pesar de saber que eso era lo que tenía que hacer, él no movió ni un músculo.
Varias horas antes, Enji había estado discutiendo con Shoto en una conocida plaza de la ciudad y por casualidad se encontraron con Azure y Givré Bourgeois, dos hermanas francesas que formaban parte de la organización Les Bleus. Endeavor no había visto nunca a Givré, quien era amiga cercana de Shoto, pero Azure era alguien a quien había llegado a conocer mucho mejor de lo que debería. En plena calle y en frente de su hijo menor, Enji recibió el impacto doble de reencontrarse con la mujer con la que tuvo un amorío dos años antes y de enterarse de que su hermana menor era la chica extranjera de la que Shoto se había vuelto tan cercano; sin embargo, lo sobrellevó lo mejor que pudo, decidido a darle carpetazo a ese único desliz que se había permitido en su vida. Se dijo que no le costaría mucho saludar a Azure, conocer a Givré y marcharse con Shoto cuanto antes, pero entonces Shoto hizo lo que se le vino en gana (lo cual se había vuelto una costumbre en él) y se marchó con Givré, dejando a su padre a solas con Azure. Esto en sí no tendría por qué haber sido un problema, pues Azure estaba tan dispuesta como Enji a dejar el pasado atrás y olvidar que alguna vez fueron amantes, pero mientras más tiempo pasaba con ella, más se hacía evidente que no había desaparecido la atracción primigenia que había entre ellos y que empujó a Endeavor a cometer adulterio; una atracción que, por el contrario, iba cobrando intensidad, como un incendio que está a punto de salirse de control.
Desde ahí el asunto no había hecho más que empeorar; mientras ambos esperaban a que Shoto y Givré regresaran, Enji tuvo la idea de pedirle a Azure que lo acompañara a su agencia, pues surgió un inconveniente que debía solventar cuanto antes y no creyó que sería correcto dejarla sola en una ciudad que no conocía. Si bien sus intenciones habían sido inocentes, al final quedó en claro que llevarse consigo a Nuit fue una equivocación. Endeavor había cometido muchos errores en su vida, muchísimos, pero invitar a su agencia a una mujer que no era su esposa y por la que todavía se sentía atraído era uno de los peores. Él debió de haberle pedido a su chófer que llevara a Azure de vuelta a la Isla Paradise, en donde la joven y su hermana residían, en cuanto se dio cuenta de que iba a tardarse más de lo esperado, pero prefirió jugar con fuego, a sabiendas de que podría quedar reducido a cenizas. Y ahora ella estaba ahí, a pocos pasos, cerrando con cada gesto y con cada palabra la corta brecha que todavía había entre ellos.
Azure, por su parte, había estado esperando a que Enji terminara con sus asuntos para que se fueran a buscar a Givré y a Shoto, dado que ambos seguían sin dar señales de vida después de que ellos los dejaron en esa plaza pública; para pasar el tiempo, Nuit se puso a ver los vídeos en donde Enji peleaba contra el Nomu que le dejó una enorme cicatriz en el lado izquierdo del rostro, lo que desencadenó una charla sobre la llegada de Endeavor al Número Uno del ranking nacional y lo que esto representaba para él. Enji pudo haber cortado el tema mucho antes, pero lo continuó porque le gustaba la admiración que vio en los ojos color uva de Azure.
– Con todo y que no estabas conforme, demostraste que mereces ese puesto –había dicho Azure–. Sólo tú podías tomar el pesado trabajo de tratar de suplir a All Might y tener éxito, ningún otro héroe habría podido hacerlo.
Tales palabras encendían en Enji un calor peligrosamente familiar; era agradable ser reconocido, pero lo era todavía más cuando la persona que te reconocía era alguien atractivo. Ese calor se manifestó en forma de llamas que escaparon de su rostro en todas direcciones, las que él apagó tan pronto como consiguió controlarse.
– Ése es mi trabajo –señaló él, sin mirarla–. No voy a descuidarlo sólo porque las cosas no pasaron como quería.
– Es lo que hace un héroe de verdad –replicó Nuit.
Azure entonces quiso comprobar por sí misma qué tan grave fue la herida que ese Nomu le hizo en el rostro a Enji y recorrió la cicatriz con los dedos, amparándose bajo una curiosidad profesional, pero lo que de verdad ella buscaba era un pretexto para, al fin, hacer lo que llevaba toda la tarde queriendo hacer: tocarlo. Era una necesidad que se le había convertido en ansiedad, un deseo irrefrenable de saber si él todavía sentiría algo cuando ella lo tocara.
– Ésta es realmente una cicatriz muy fea –señaló la cirujana, con tono profesional que se escuchó muy real–. Sin demeritar el trabajo del médico que te atendió, creo que yo habría podido hacerlo mejor.
En el momento en el que sintió esa mano femenina sobre su rostro, Enji admitió que nunca tuvo interés en impedir que Nuit lo tocara. Había algo en el roce de esa mano que encendía algo dentro suyo, una llama tan peligrosa y apetecible que, si Azure continuaba acariciándolo, iba a terminar por prenderle fuego. Enji clavó sus ojos turquesa en ella, mientras libraba en su interior una batalla: o se comportaba como lo que era, un hombre casado, y cortaba ese contacto físico, o se dejaba llevar como lo que también era, un hombre con necesidades fisiológicas, y se rendía ante lo prohibido. Pero antes de que él pudiera tomar una decisión, Azure acabó por darse cuenta de que Enji la quemaba con su mirada y rompió el contacto.
– Lo siento. –Nuit retiró la mano y retrocedió un paso–. Creo que he perdido el respeto por el espacio personal de otros.
– Nunca lo has tenido, al menos no conmigo –replicó Enji, quien pretendía ser rudo pero no sonó convincente–. No vuelvas a tocarme.
– Lo mejor es que me vaya a buscar a Givré –aseguró Azure, aunque no se movió ni un centímetro–. Y tú deberías buscar a Shoto.
– Sí –aceptó él, aunque tampoco hizo el intento por moverse.
Y ocurrió entonces uno de esos momentos que cambian el rumbo de las cosas de manera definitiva: Enji fue el primero en dar el paso al frente, pero Azure no tardó ni dos segundos en seguirlo. De lo siguiente que él fue consciente fue de que tenía a Azure entre sus brazos y que la besaba con tanta intensidad que podría acabar quemándola de verdad si no se contenía un poco. Los años que pasaron sin verse se desvanecieron como humo y una pasión irrefrenable se desató en ellos con la voracidad de un incendio, ya a ninguno le importaba lo que pudiera ocurrir después, Enji deseaba estar dentro de ella y Azure ansiaba sentirlo dentro de su cuerpo; además, estaban solos, él había cerrado la puerta con llave y era poco probable que alguien los descubriera, así que no había motivos para no llegar hasta donde ambos quisieran.
Enji dejó que sus manos actuaran a voluntad, empezando primero por acariciar la piel de Azure a nivel de su cintura, por debajo de su ropa, para después pasar a sus caderas, retirando en el proceso la falda que ella llevaba puesta. Azure estaba por hacer uso de su quirk para cortar el suéter de Enji, pero él todavía tenía conciencia de que debía ser lo más discreto posible y dejó de acariciarla para quitarse la prenda. Ella se agasajó entonces con ese cuerpo masculino que, a pesar de haber alcanzado la madurez, continuaba estando en buena forma: le acarició los fuertes bíceps, le besó los musculosos pectorales, le mordió el cuello y después los labios, sin que él dejara de encender su piel con caricias. Enji alzó el suéter y retiró el sujetador de la joven para dejar sus pechos blancos al descubierto, que él no dudó en chupar y morder hasta hacerla jadear. Le encantaba saborear esos senos firmes y jóvenes como si fueran la más deliciosa de las frutas prohibidas, disfrutaba de sentir los pezones entre sus dedos, sentir cómo se endurecían y crecían como respuesta a sus toqueteos. Muy excitada, Azure lo empujó para hincarse frente a él y desabrocharle el pantalón, para después liberar a la bestia latente que se escondía tras la cremallera. Azure tomó el miembro de Enji y lo estimuló con ambas manos, para después comenzar a hacerle una felación que lo hizo soltar un jadeo de sorpresa y placer.
Él tenía que admitir que la francesa era buena en esas cuestiones y le daba sensaciones que no había llegado a experimentar con alguien más. Azure succionaba el miembro erecto, lo recorría con la lengua y lo estimulaba con ambas manos, mientras le lanzaba miradas cargadas de lujuria. Ella no dejó de chupar hasta que Enji se entregó plenamente a sus caricias; cuando Azure estuvo segura de que él ya se había rendido, se sacó el pene de la boca para colocárselo entre los pechos y continuar estimulándolo. Él la dejó hacer todo lo que quisiera, limitándose a gruñir lo más bajo que podía para no llamar la atención de cualquiera que pudiera estar cerca. Azure usaba sus senos para darle placer, con una técnica tan trabajada que Enji no pudo evitar preguntarse en dónde la había aprendido.
– Voy a venirme –farfulló él, al sentir que estaba a punto.
– Estoy preparada, no te contengas –replicó ella, sin dejar de estimularlo.
Enji eyaculó sobre el pecho de la joven, en el hueco formado por sus senos. A pesar del bochorno del hombre, quien se sintió como un adolescente que no ha sabido contenerse, Azure sonrió satisfecha y se puso en pie para buscar una toallita húmeda en su bolso para limpiarse. Él creía que debería de sentirse avergonzado por haberse dejado llevar, pero lo único que lamentaba en esos momentos era tener que esperar unos minutos para poder continuar, pues su cuerpo no era tan joven como el de ella. Ésa habría sido una justificación suficientemente válida para cortar el asunto ahí y pedirle a Azure que se retirara, pero Enji ya se había resignado a que ella ejercía sobre él más control del que estaba dispuesto a aceptar y sabía que las cosas no iban a terminar ahí, Nuit deseaba seguir adelante y, para qué mentir, Endeavor también lo quería.
Así pues, cuando Azure acabó de limpiarse, se acercó a él y lo besó con tanto ímpetu que casi logra hacerlo reaccionar otra vez. Enji, sin embargo, decidió echar mano de otras tácticas igual de efectivas para darle tiempo a su cuerpo de recobrarse, y recorrió con las manos las caderas y los glúteos de Azure, los cuales apretó sin importarle si estaba siendo rudo. Ella soltó un quejido que más parecía un gemido de gozo y murmuró algo en voz baja que él no alcanzó a entender. El hombre volvió a mordisquearle los senos y Azure saltó de sorpresa y de gusto, mientras trataba de evitar que otro jadeo se le escapara de la garganta. Ella buscó entonces el volver a estimularlo, pero Enji la rechazó para bajar su mano hasta sus bragas de encaje y retirárselas, después de lo cual acarició su monte de venus, abrió sus labios inferiores y comenzó a hurgar sin disimulo. No le sorprendió descubrir que la joven estaba muy lubricada, lista para recibirlo cuando él así lo deseara.
– Quiero sentirte dentro de mí, Enji –susurró Azure, muy excitada–. Quiero que me hagas tuya y me llenes por completo.
Sin darle oportunidad a reaccionar, Enji introdujo dos dedos en su húmeda cavidad y la estimuló sin piedad. Azure tuvo que aferrarse a él para no caer, pues las piernas comenzaron a fallarle cuando el placer la invadió. Los dedos se movían con rapidez e incrementaron la humedad de la joven, que empezaba a desbordarse hasta escurrir por sus muslos. Nuit cerró los ojos, se agarró con fuerza al brazo de Endeavor que tan reciamente le daba placer y se mordió los labios para que sus gritos no resonaran por todo el edificio. Él no dejó de incitarla hasta que sintió que la mano se le empapaba, al tiempo en que Azure ponía los ojos en blanco y soltaba un gemido bajo.
– ¡Qué rudo eres, Enji! –exclamó ella, sin aliento–. ¡No has cambiado en nada!
Dicho en otro contexto, estas palabras podrían haber sonado muy mal, pero en ese momento sólo eran una muestra de lo mucho que Nuit gozaba con su demostración de fuerza. Enji sintió que su miembro estaba listo de nuevo y cargó a Azure para llevarla hasta su elegante escritorio y recostarla sobre él. El suéter negro se le había bajado, pero Enji lo levantó con un enérgico movimiento de su mano para dejar al descubierto los pezones rosados. Acto seguido, él cargó la pierna izquierda de la mujer para tener libre el camino y entró en ella sin más tardanza. Azure echó la cabeza hacia atrás y jadeó lo más bajo que pudo, mientras Enji la penetraba sin consideración y sin temor a nada. Quizás después tendría que buscar a alguien que le limpiara la alfombra, ¿pero a quién carajos le importaba? Con una mano, él sostenía su pierna para entrar desenfrenadamente en ella, mientras que con la otra estrujaba y pellizcaba sus deliciosos senos blancos.
– ¡Dame más fuerte, no te contengas! –pidió Nuit, en tono lascivo–. ¡Házmelo tan rudo como me lo hacías antes!
No era como si Endeavor necesitara de mucho para obedecerla, su propio deseo guiaba los movimientos de su cuerpo y la embestía con tanta potencia que ambos se preguntaban cómo era que nadie los hubiera escuchado todavía. Se armaría todo un escándalo si alguno de sus subordinados entrara y los viera ahí, ella sobre el escritorio, prácticamente desnuda, y él con los pantalones en los tobillos y descargándose sobre su cuerpo. La sola idea tenía tintes de peligro y quizás era la razón por lo cual ese contacto carnal estaba resultando tan delicioso. Con cada penetración, a Enji le resultaba más fácil entrar en su cuerpo, tan húmeda como Azure estaba, completamente perdida en su placer. Ciertamente, había algo de maligno en la química sexual que había entre ambos, una atracción que les era imposible evadir y que los seguiría atrapando mientras uno de los dos no tuviese suficiente fuerza de voluntad para impedirlo.
– ¡Ahhh, estoy llegando! –exclamó Azure, segundos antes de que su cuerpo se contorsionara incontrolablemente y él sintiera cómo de su ya húmedo interior brotaba un nuevo chorro de fluidos que lo dejó empapado.
Deseoso por acabar cuanto antes, Enji incrementó la velocidad de sus movimientos, hasta que supo que no podría contenerse más y se corrió dentro de ella sin pensar en las consecuencias, simplemente siendo un hombre que poseía a una mujer hasta el final. Al retirarse, él vio su semen saliendo del cuerpo de Azure y sintió una satisfacción malsana, una relacionada a la posesión carnal que sólo con ella había llegado a experimentar.
– No has perdido el toque –murmuró Nuit, plácida y feliz, al tiempo en el que se incorporaba–. Sigues siendo un hombre fuerte.
Endeavor la tomó por la cintura para besarla otra vez y después la llevó hasta el diván que tenía en su oficina, en donde planeaba recostarla para que se recuperara. Sin embargo, la pasión les alcanzó todavía para una última ronda ardiente, una ronda que él sabía que después le iba a cobrar factura, pero que disfrutó como si hubiese sido la primera. Al terminar por tercera ocasión, Azure dormitó en el sillón y Enji luchó contra la somnolencia que da el sexo para hacer un tardío control de daños. Ahora que su pasión estaba satisfecha, las posibles repercusiones de su inconsciente acto empezaron a caerle como pequeñas bombas de culpabilidad.
Lo primero que hizo fue limpiarse las marcas de lápiz de labios que le había dejado Azure por todo el cuerpo (de las mordidas y rasguños se tendría que preocupar después) y se vistió lo más rápido que pudo, tras lo cual verificó su teléfono celular para comprobar si tenía alguna llamada perdida de Shoto. Al ver que no era así, Enji salió de su oficina y le echó llave a la puerta; para su enorme alivio, Shoto y Givré no estaban ahí y el sitio lucía más vacío que nunca por ser domingo. En una esquina estaba Kido, concentrado en ver algún programa cualquiera en su Tablet y levantó la mirada sólo cuando Endeavor ya se dirigía hacia él. El Héroe Número Uno se preguntó si su subordinado habría alcanzado a escuchar algo, pero en su rostro no había recriminaciones ni sorpresa, ni siquiera un atisbo de curiosidad.
– ¿Tenemos más pendientes? –preguntó Endeavor, con tal naturalidad que casi se sorprende de sus dotes actorales.
– No –negó Kido–. El problema anterior ha quedado resuelto y la tarde ha estado muy calmada.
– Bien –asintió Enji, aliviado–. Ve a buscar a Shoto, quien debe de estar en compañía de Givré, la hermana de la doctora Bourgeois; hace varias horas que se fueron a pasear y no he podido comunicarme con él, así como tampoco la doctora ha conseguido hablar con su hermana. Presiento que Shoto está evadiéndome y por eso no me ha respondido, así que espero que no te ignore si vas a buscarlo.
– A la orden –aceptó Kido–. Comenzaré por rastrear la ubicación de su teléfono. ¿Qué debo hacer con ellos, traerlos aquí?
– ¡No! –respondió Enji, más enérgico de lo que esperaba. Por fortuna, Kido ya estaba acostumbrado a sus reacciones y no se sorprendió–. Que te acompañe el chófer para que lleve a Shoto de regreso a la UA y a Givré a la Isla Paradise.
– Entendido. –Kido apagó su Tablet y se dispuso a obedecer–. ¿Le digo al chófer que lleve a la doctora a la Isla también?
– Primero encuentren a Shoto y a Givré, la doctora los alcanzará después –replicó Endeavor–. Yo me quedaré para atender cualquier urgencia que se presente.
Kido se retiró entonces y dejó a Endeavor a solas. El hombre, en vez de volver a su oficina, se sentó en la silla que su ayudante había dejado vacía y se quedó contemplando el horizonte. ¿Qué había hecho? ¿Cómo es que había sido tan débil como para dejarse llevar por el placer? No dejaba de equivocarse una y otra vez, no había bastado con llevar a Nuit hasta ahí sino que había acabado poseyéndola como una bestia sin control, sin tomar las medidas necesarias para evitar una consecuencia peor y ahora era incapaz de encararla para decirle que habían cometido un error. Enji sabía muy bien que lamentarse no solucionaba la situación y peor era si, muy en el fondo, realmente no se arrepentía de lo que había hecho. Porque tenía que ser sincero, no lamentaba lo sucedido, era lo suficientemente cínico como para reconocerlo. Sin embargo, también estaba convencido de que Azure se avergonzaría tanto como él ese peligroso desliz, pues hacía apenas unas horas que ella había querido dar por concluido el capítulo de su mal llevado amorío, limar cualquier aspereza que hubiese quedado entre ambos para poder tratarse como colegas; siendo así, resultaba obvio que Nuit tampoco fue capaz de controlarse y se dejó llevar por sus instintos. Endeavor decidió entonces que le diría que podían estar de acuerdo en que lo que pasó entre ellos fue consecuencia de un momento de debilidad por parte de ambos, algo que no debería de volver a repetirse.
“Reduciremos el contacto al mínimo, sólo nos veremos cuando sea estrictamente necesario y por cuestiones de trabajo”, pensó el hombre, ignorando deliberadamente el hecho de que, si Shoto y Givré eran tan unidos, era altamente probable que Enji volvería a ver a Azure fuera de cualquier contexto laboral.
Empero, cuando Azure despertó un rato después, Enji no fue capaz de soltarle más que frases triviales que nada tenían que ver con lo sucedido. Una sola mirada fue suficiente para darles a entender que estaban conscientes de sus errores y que no era necesario que los expresaran en voz alta. Ante esto, él dejó que ella se marchara sin decirle lo que había planeado decirle, dado que Kido por fin había localizado a Shoto y a Givré y ésta ya había regresado a Paradise, por lo que Azure no tenía más razones para permanecer en la agencia. Mientras reingresaba al edifico tras haberle encargado a su chófer que cuidara de Azure, Enji decidió que al menos podía dar por concluido ese desliz y archivarlo en su memoria.
Antes de regresar a su oficina, Endeavor fue a una de las muchas máquinas expendedoras que había en la agencia y sacó una bebida, la cual derramó después en su escritorio y sobre la alfombra, así tendría un pretexto válido para ordenar que alguien hiciera una limpieza profunda de ambas cosas. Por el momento, se contentaría con limpiar la superficie del mueble con una toalla de papel y, mientras lo hacía, vio un objeto que brillaba bajo la luz de las lámparas. Al tomarlo, se dio cuenta de que se trataba de un arete de plata en forma de flor de lis, que de inmediato identificó como uno de los que Azure usaba; seguramente, la joya se le cayó durante su desenfrenado acto sexual y ella no se percató de su pérdida.
“¿Por qué estoy deseando cosas que no debo desear?”, se preguntó Enji, mientras hacía girar el arete entre sus dedos. “¿Por qué quiero tener algo que no puedo tener?”.
No había respuestas para esas preguntas, al menos no unas que le convencieran, así que las dejó flotando en el aire. Vagamente, Endeavor consideró la posibilidad de decirle a Kido que le entregaran la joya a Nuit, pero le parecía exagerado hacer que el chófer hiciera un tercer viaje a Paradise sólo por un arete, así que lo guardó en uno de los cajones de su escritorio. Se convenció de que al día siguiente se lo haría llegar a Azure, o quizás lo cargaría consigo para dárselo si se la llegaba a encontrar de nuevo, aunque la realidad era que ese arete se quedaría con Endeavor, guardado en el cajón de su escritorio, como un recuerdo secreto de ese amor que iba a dejarlo reducido a cenizas.
Fin.
Notas:
– Los personajes de Boku no Hero Academia pertenecen a Kohei Horikoshi ©.
– Azure Bourgeois / Nuit es un personaje creado por Lily de Wakabayashi.
– Givré Bourgeois / Alchemist es un personaje creado por Elieth Schneider.
– Este fic forma parte de la historia de mi Azure en el universo de My Hero Academia, al cual también pertenecen mis otros fanfics “El valor de un hombre”, “Canción para un héroe herido”, “Lo que define a un héroe”, “No digas que me amas” y “Un error de los grandes”, siendo continuación/complemento de esta última historia. Escribí esto por el puro placer de hacerlo, a últimas fechas Endeavor me ha dado mucha inspiración para este tipo de obras.
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