A fuego lento | By : Lily-de-Wakabayashi Category: Spanish > Anime Views: 310 -:- Recommendations : 0 -:- Currently Reading : 0 |
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A fuego lento.
Alemania.
Genzo Wakabayashi pocas veces en su vida había experimentado tanta rabia como la que sentía en esos momentos, aunque no acababa de entender la razón.
Es decir, claro que la entendía, pero se negaba a aceptarlo, no porque él no estuviera consciente de sus emociones, que sí lo estaba, sino porque ella parecía no estar al corriente de las suyas. El portero apretó la boca y los puños sin saber contra quién descargar su rabia, si contra el imbécil que se había atrevido a cruzar el límite o contra sí mismo por haber sido tan ingenuo y haber esperado demasiado para dar el paso que quería dar desde hacía tanto tiempo.
– Estás muy callado –comentó ella, con un tono de voz despreocupado–. Supongo que esto a ti te aburre, pero necesitaba contártelo para que me dieras tu opinión.
– ¿Mi opinión sobre qué? –Las palabras sonaron más agresivas de lo que Genzo esperaba.
– Pues sobre tu compañero de equipo, ¿sobre qué más? –La joven esbozó una sonrisa apenada–. Acepté salir con él antes de preguntarme si era conveniente que lo hiciera.
– Es un poco tarde para eso, ¿no te parece? –preguntó Wakabayashi, sin molestarse en ocultar su acidez–. Si ya le aseguraste que tendrías una cita con él sin consultarme primero, ¿qué más da lo que yo piense ahora?
Él estaba consciente de que estaba siendo grosero, al final de cuentas Lily Del Valle no era su novia y podía tener citas con quien le viniera en gana sin preguntarle a Genzo su opinión, pero estaba tan enojado que no le importó el estar actuando como un idiota. Parecía que a Lily le habían incomodado sus palabras, a juzgar por el rubor que cubrió su rostro, pero Wakabayashi no podía definir si se debía a su rudeza o al hecho de que, en el fondo, tenía algo de razón. El portero no pudo evitar sentir una satisfacción malsana al ver que la había contrariado. “Ni siquiera debiste considerar aceptar salir con él”, pensó. “Justo es que ahora titubees”. Sin embargo, la mirada decaída de esos ojos chocolate acabó ablandándolo, muy a su pesar.
– Ëkdal no es un mal hombre, aunque es muy superficial –agregó, con un tono de voz más suave–. Aunque yo no me haría tantas ilusiones con él, doctora, tiene fama de mujeriego y por algo es.
– Bueno, eso sí lo sabía, aunque tampoco es como si fuera a casarme con él –admitió Lily, incómoda–. Además, bien lo has dicho, creo que ya es tarde para retractarme y estaría prejuzgándolo sin un motivo real, al menos debería de darle una oportunidad de demostrarme que esa fama es injustificada.
“Si pensabas darle una oportunidad a alguien, debió haber sido a mí…”.
– Su fama está más que justificada –replicó Genzo–. Pero como quieras.
Ella, ajena a los pensamientos de Wakabayashi, quien en esos momentos estaba sentado en una silla del comedor de su departamento, no comprendía el por qué tenía pinta de estar muy enojado. Más que eso, Genzo parecía estar furioso y eso desconcertaba mucho a Lily. Cierto era que Älder Ëkdal no era precisamente el compañero con el que Wakabayashi se llevaba mejor, pero no al grado de que le molestase hablar de él, ¿o sí?
– ¿Qué tan malo puede ser? –soltó Lily, aunque parecía haberlo comentado más para sí misma que para su interlocutor–. No pasa de que tenga que acabar bloqueándolo en todas mis redes sociales.
“O de que yo le parta la cara”, pensó Wakabayashi, a su vez.
– Supongo. –Genzo se encogió de hombros–. Espero por tu bien que no sea de ésos a los que les gusta seguir insistiendo a pesar de los bloqueos.
– Creo que estás exagerando un poco, Gen –aseveró Lily, aunque una sombra de duda se reflejó en sus ojos.
Hacía casi un año que la doctora Lily Del Valle había llegado a la ciudad para hacer prácticas en el hospital más grande de la región; ella ocupó el departamento que se encontraba vacío frente al de Wakabayashi y de alguna manera consiguió penetrar la coraza de indiferencia del portero para invadir su vida (esto era lo que a él desconcertaba, más que el hecho de que Lily pudiese pagar un apartamento de lujo de ese nivel). La doctora había sido sutil al comienzo, saludándolo cortésmente cuando lo encontraba en las áreas comunales, para después invitarlo a desayunar o a comer en sus días libres o cuando había oportunidad. No era demasiado misterio para Wakabayashi que Lily hacía esto porque ambos tenían amigos en común y ella era una recién llegada a la ciudad que se sentía sola, así que una manera de combatir esa soledad, sin exponerse a potenciales pervertidos, era acercarse a ese huraño japonés que era tan extranjero como ella. Si Genzo había aceptado de relativamente buen grado esa invasión a su privacidad fue gracias precisamente a las amistades que los unían y al hecho de que Lily tenía un engañoso aspecto frágil que lo hizo creer que ella necesitaba protección. No habría de pasar mucho tiempo antes de que él descubriera que Lily de frágil sólo tenía la apariencia, pero al final eso fue lo que más le fascinó de su personalidad.
En cualquier caso, conforme fue pasando el tiempo quedó en evidencia para ambos que tenían mucha afinidad, por lo que se hicieron buenos amigos. A Lily le gustaba cocinar y se le daba bien hacerlo, por lo que se hizo costumbre que Genzo y ella pasaran sus ratos libres juntos, aprovechando que uno vivía frente al otro, comiendo lo que ella había preparado mientras veían alguna película en la pantalla gigante que él tenía en su sala. Wakabayashi no era tan cerrado de mente como para no aceptar que Lily le gustaba como mujer y que quería tener con ella algo más que una amistad; por lo menos, ninguno podía negar que había cierta tensión sexual no resuelta que se iba incrementando y acumulando cada vez que se quedaban a solas y que no ocurría algo que les ayudara a liberarla. Sin embargo, la doctora no tardó en poner los puntos sobre las íes: su carrera le importaba más que cualquier otra cosa y no tenía tiempo para relaciones amorosas, ni siquiera para encuentros sexuales ocasionales; si le agradaba pasar tanto tiempo con Genzo era precisamente porque con él las cosas no tenían por qué complicarse hasta ese punto, así que de ninguna manera estaba interesada en él como algo más que un amigo. Lily poseía una combinación de aplomo y sensibilidad que le permitió dejarle en clara esta cuestión a Wakabayashi sin hacer incómodo el asunto, pero todavía así no evitó que esto fuese un golpe bajo para él. Sin embargo, el japonés estaba consciente de que a Lily no podía obtenerla por la fuerza o se le iría todo al carajo, así que se resignó a continuar como amigo, mientras lentamente iba bajándole las defensas en espera del momento en el que ella no tuviera más remedio que aceptar que sí quería llegar a algo más.
Y entonces, sin previo aviso, Lily lo traicionó al aceptar una cita de Älder Ëkdal, tras asegurar hasta el cansancio que no estaba interesada en salir con alguien sino en enfocarse en su trabajo. Decir que Genzo estaba furioso era poco, porque no era tonto ni ciego y sabía bien que la doctora aceptaba sus avances tanto como ella le ofrecía los suyos. ¿Por qué demonios había cambiado la dinámica para largarse con otro? Ésta era una razón más que suficiente para que Wakabayashi se marchase del departamento de la joven en ese mismo instante para nunca más volver, pero eso significaría que estaba aceptando la derrota y que dejaría a Lily en brazos de Ëkdal y, por mucho que quisiera negarlo, esto lo sulfuraba aún más.
– Supongo que hasta los imbéciles pueden tener algo de buena suerte –contestó Genzo, con sequedad–. O es que el mundo en verdad es tan injusto como parece.
– ¿De qué hablas? –preguntó Lily, extrañada–. No entiendo lo que tratas de decirme.
– ¿De verdad no lo haces o sólo finges no hacerlo? –cuestionó él–. Porque no creo que no lo comprendas, eres una mujer inteligente, creo que simplemente te estás haciendo la tonta.
– ¿Qué? –Lily estaba perpleja–. ¿Por qué estás hablándome de esta manera?
Wakabayashi estuvo a punto de soltarle lo que estaba pensando: que era una traición de su parte el que ella hubiese aceptado salir con Ëkdal, cuando ellos llevaban meses intercambiando un coqueteo intenso que no daba pie a malinterpretaciones y esquivando una atracción sexual que se disparaba ante el menor roce. Genzo tuvo muchas ganas de cuestionarle a qué estaba jugando y reclamarle por las muchas veces en que él se contuvo para respetar sus deseos, para que al final ella acabara aceptando las fanfarronerías de otro, pero entonces Lily recibió una llamada telefónica urgente y tuvo que interrumpir la conversación para responder. Genzo aprovechó entonces para huir a su propio apartamento y continuar rumiando su furia a solas.
“¿Qué carajos le pasa?”, se preguntó la doctora cuando concluyó su llamada, tras darse cuenta de que su amigo se marchó sin despedirse. “No entiendo por qué está tan enojado y ni siquiera me dio la oportunidad de preguntárselo”.
Lily le envió un par de mensajes de WhatsApp a Genzo para intentar averiguar si se encontraba bien y éste le contestó de una manera tan seca que ella decidió enviarlo al cuerno. Ella no comprendía por qué el portero estaba presentando un comportamiento tan errático, pero como le quedaba poco tiempo para alistarse para la cita de esa noche (Lily había retrasado darle la noticia a Wakabayashi hasta el último momento), simplemente lo dejó pasar, aunque en algún recóndito lugar de su mente, una luz roja parpadeaba para avisarle que estaba haciendo las cosas mal.
“¿Por qué estaría haciendo las cosas mal?” insistió Lily, mientras buscaba en su armario un atuendo que no fuese demasiado provocativo, no quería enviar las señales incorrectas en la primera cita. “Genzo y yo somos amigos y él nunca ha intentado algo más conmigo, no tiene por qué ser un problema para él que yo salga con otro hombre”.
En cualquier caso, la actitud de Wakabayashi le arruinó las cosas más de lo que esperaba, pues gran parte de su emoción por la cita se había esfumado cuando tomó el taxi que la habría de llevar al restaurante en donde quedó de verse con Ëkdal. Lily intentó dejar de lado lo ocurrido con su amigo horas atrás, pero el recuerdo del gesto agrio del japonés saltaba a su mente cada vez que Ëkdal intentaba hacer algún acercamiento físico hacia ella, era como una sombra que no quería dejarla en paz. Lily se recriminó su comportamiento tan absurdo cuando la cita llegó a su fin y la frustración de Älder era palpable por no haber podido conectar con ella como lo deseaba. En honor a la verdad, la doctora no podía culparlo pues, ¿para eso se tomó la molestia de aceptar su invitación, para pasársela pensando en otro hombre? Era ridículo.
“No dejas de pensar en Genzo porque es con él con quien querrías estar en una cita, no con Ëkdal…”.
Este pensamiento la sacó tanto de su balance que Lily lo desterró de su mente tan rápido como llegó. ¡Wakabayashi era su amigo, por todos los cielos! Pensar en él de otra manera sólo le acarrearía muchas decepciones porque estaba muy fuera de su alcance, Genzo era un deportista de élite y Lily una desconocida que tenía poco de haber llegado a la ciudad, por supuesto que no estaba interesado en ella de esa manera. ¿Qué necesidad había de arruinarse otras oportunidades por pensar en un hombre que no le prestaría atención?
"¿Y Ëkdal no es también un deportista de élite? ¿Por qué con él sí crees tener una oportunidad y con Wakabayashi no?".
"Cállate", se ordenó Lily a sí misma. "No sigas con eso".
– Es una inutilidad –musitó Lily, sin darse cuenta de que había hablado en voz alta.
– ¿Qué dices? –cuestionó Älder, confundido.
– ¡Ah! Dije que sería una inutilidad el no aprovechar la buena carta de postres que tiene este restaurante –se rectificó ella, ofuscada por haber dicho en voz alta algo que debió de quedarse en su pensamiento–. Creo que voy a pedir un buen pastel.
– ¡Oh! –exclamó Ëkdal, con cierto desencanto–. Pensé que las chicas cuidaban la cantidad de carbohidratos que consumen para no ganar kilos de más.
– ¿Ah, sí? Pues te informaron mal. –La sonrisa de disculpa desapareció de la cara de Lily en un instante–. Digo, cuido de mi alimentación por salud, pero para eso salgo a correr todas las mañanas con Genzo, para no tener que preocuparme por lo que un idiota pueda decir sobre mi peso.
La doctora mencionó a Wakabayashi de manera automática y sin darse cuenta de que lo había hecho, por lo que cuando su acompañante frunció el ceño, concluyó que se debía a que lo llamó idiota por hablar de su figura; así pues, se sorprendió mucho cuando Ëkdal hizo un reclamo sutil que no esperaba.
– Eres muy cercana a Wakabayashi, por lo que veo –señaló Älder, con acidez–. No sabía que salían a correr todas las mañanas.
– Bueno, es mi vecino, además de mi amigo –replicó ella, mientras determinaba cuál podría ser el postre más calórico para pedírselo al mesero–. Así que, por consiguiente, hacemos muchas cosas juntos.
– ¿Cómo ejercitarse? –insistió el hombre.
– Tiene sus ventajas el ir a correr con él –sonrió Lily con displicencia–. Si voy acompañada de un hombre nadie se atreve a acosarme, cosa que sí pasa cuando salgo sola.
– Ya veo. –El otro seguía con mal gesto–. ¿Y sabía Wakabayashi que tendrías una cita conmigo esta noche?
– Se lo comenté, sí. –Lily titubeó; fue hasta ese momento que presintió que había cometido un error–. Después de todo, ustedes son compañeros de equipo.
– Sí, entiendo –aceptó Ëkdal, sombrío.
“Así que era eso”, caviló el hombre. “Ella claramente no ha aceptado mis avances porque hay otro hombre de por medio y sospechaba que ese hombre era Wakabayashi”.
Ëkdal siempre tuvo la duda de si entre Genzo y Lily había algo más que una simple amistad, pero aunque ella lo negó cuando directamente se lo preguntó, en esos momentos la actitud de la muchacha resultaba sospechosa. Älder había tenido la precaución de no fanfarronear sobre su cita delante de sus compañeros de equipo precisamente para que Genzo no encontrara la manera de arruinársela, pero Lily lo había hecho por él y ahora Ëkdal no sabía qué debía esperar de su compañero.
– ¿Sabes? Tienes razón con lo del postre, he sido un idiota –aseveró Ëkdal, con una sonrisa fingida–. Espero que me perdones y que me permitas acompañarte a tu departamento, no sería correcto que dejara que te vayas sola.
La médica esbozó una sonrisa tensa. Ella entendía que aceptar que él la llevara a su hogar significaría que se le antojaba comer otro tipo de postre, uno más perverso, y no estaba segura de querer dar ese paso. Al menos, no con Ëkdal y no en ese momento. Él esperaba su respuesta y Lily se dio cuenta de que había caído en su trampa. ¿Cómo iba a salirse ahora de ese aprieto?
– ¿Quieres recompensarme por tu idiotez con el postre con una visita a mi apartamento? –se mofó ella–. ¿Qué clase de recompensa es ésa? El beneficiado serías tú, en todo caso.
– Como bien has dicho, es peligroso que una mujer ande sola en la calle y más si es de noche –replicó Ëkdal–. No sería un caballero si no me ofreciera a llevarte de regreso a casa.
– Bien, siendo así… –Lily titubeó; estaba enojada porque él encontró la forma de utilizar sus palabras en su contra. Rápidamente buscó una excusa para justificarse, pero no encontró ninguna; si se negaba a que Älder la acompañara, se daría cuenta de que lo que dijo con respecto a salir a correr con Genzo no había sido más que una justificación vana–. Seguro, no hay problema, gracias por preocuparte por mí.
Qué más daba. ¿Qué sería lo peor que podría pasar? Que Ëkdal quisiera tener sexo con ella a cambio de sus favores, pero Lily ya encontraría la manera de zafarse del asunto.
“Pero si lo que quieres es olvidar a Genzo, ¿cuál es el problema que sea en brazos de otro? ¿No se supone que por eso estás en esta cita?”.
Lily mandó al carajo a su conciencia y se dispuso a disfrutar de su postre; Ëkdal, para mostrar su buena disposición, ordenó lo mismo que ella y la invitó a comérselo todo con una sonrisa de casanova.
Mientras tanto, Genzo aguardaba a que Lily regresara de su cita, con la rabia rebullendo en su interior. Es decir, no era como si estuviese parado junto a la puerta a la espera de verla llegar (eso era más propio de un padre excesivamente controlador o de un esposo cornudo), sino que estaba plantado frente al televisor, con la vista fija en un programa del que no tenía idea de qué trataba porque no estaba prestando la mínima atención. No, su cerebro estaba ocupado detectando hasta el más mínimo ruido que delatara la presencia de la doctora y de su incómodo acompañante, mientras su imaginación le mostraba los escenarios más inverosímiles en donde Lily acababa en brazos de Ëkdal. Wakabayashi estaba consciente de que estaba actuando como un imbécil, pero no podía, ni quería, evitarlo. Él ansiaba que Lily regresara, no estaba seguro de para qué, pero al menos sabía que impediría que Ëkdal entrara a su departamento, si es que él se decidía a llevarla a su casa y Genzo estaba seguro de que así sería.
“Él no la habría invitado a cenar si no pensara en acostarse con ella”, pensó el portero, al tiempo en que sentía una punzada de un sentimiento que no conseguía identificar. “Pero eso lo hará sobre mi cadáver”.
Aunque lo cierto era que, si Lily así lo deseaba, era poco lo que Genzo podía hacer al respecto, so pena de que ella no volviera a dirigirle la palabra por entrometerse en sus asuntos. Al final de cuentas, si ella había aceptado la invitación de Ëkdal era por algo. ¿Le atraería lo suficiente como hombre para aceptar acostarse con él? La sola idea enfermaba a Wakabayashi.
“Ni siquiera sé qué es esto que estoy sintiendo”, reconoció Genzo. “No sé por qué me da tanta rabia el imaginarme a Lily en brazos de ese infeliz, no puedo soportarlo. De ninguna manera voy a permitir que Ëkdal le ponga un dedo encima, primero le rompo las manos y me rompo las mías en el proceso antes que dejar que ella esté con él, no me importa si la doctora no me vuelve a dirigir la palabra”.
“Celos, lo que estás sintiendo son celos. Nunca antes los habías experimentado, pero ahora sabes por qué dicen que son peor que estar en el infierno. Es como si te cocieras a fuego lento”.
Wakabayashi descartó la idea, riéndose de ella como si fuese un chiste de muy mal gusto, pero en el fondo sabía que no era una estupidez. Estaba muy celoso y no sabía qué hacer con ello, lo cual lo convertía en una persona muy patética. Al final, consiguió calmarse lo suficiente para tomar la decisión de no dejarse ver cuando Lily volviera, para conservar la dignidad. Si a la mujer le interesaba seguir en comunicación con él, tendría que ser ella quien diera el primer paso; además, así Genzo no se enteraría de si Ëkdal lograba obtener libre paso a su departamento y a su cama, y por consiguiente no sentiría cosas que no debía.
Por supuesto, esta determinación se le fue a la basura en cuanto escuchó la voz de Ëkdal, fuerte y clara, resonando en el descanso que separaba su apartamento del de la doctora. Casi era como si él quisiera que Wakabayashi supiera que se encontraba ahí, aunque esto le pareció absurdo al portero. Sin embargo, el enterarse de que su rival estaba ahí y sacar conclusiones de por qué estaba ahí, hizo que Genzo olvidara en un instante lo decidido y se asomara por entre las cortinas para ver lo que ocurría en el descanso, conteniendo las ganas de salir y estamparle el puño a Ëkdal en la cara. Lily estaba de espaldas a Wakabayashi, así que no podía ver su expresión, pero la de su acompañante no dejaba lugar a dudas: quería besarla, cuando mínimo, e ir todo lo lejos que ella se lo permitiera, como máximo.
Älder, a su vez, intuyó que Genzo debía estar espiándolos en ese preciso instante y sus impresiones se vieron confirmadas cuando percibió un leve movimiento de la cortina que cubría la ventana que daba al descanso. Él, que quedaba de frente a dicha ventana, se esforzó en representar el papel del hombre que sabe que está por salirse con la suya, aunque estuviera muy lejos de la realidad: Lily le había dejado muy en claro en el viaje en auto que no pensaba acostarse con él esa noche, porque no era de la clase de mujeres que tenían sexo con alguien en la primera cita. Y, aunque no lo pareciera, Ëkdal no era tan estúpido como para intentar forzarla a hacer lo contrario. Sin embargo, al menos pensaba dejar en claro que no iba a andarse con tonterías y marcaría su territorio en presencia de Wakabayashi; si éste no había aprovechado las muchas oportunidades que tuvo, era su culpa y debía resignarse a su suerte. Así pues, lo que Genzo vio fue que Älder se acercó hacia Lily y la besó aparentemente en los labios, aunque la realidad fue que lo hizo en la comisura de la boca, pues ella se giró en el último momento. Además, a pesar de su atrevimiento, Lily soltó una breve risa avergonzada, que le confirmó al japonés la impresión de que su rival se había salido con la suya.
– ¿Qué demonios? –soltó, al ver a su compañero de equipo–. ¿Es esto una broma?
Wakabayashi echó mano de su autocontrol para mantener la calma, al tiempo en que Lily despedía tranquilamente a Ëkdal tras haberle agradecido por la cena y por haber respetado su deseo de no querer acostarse con él, a lo que el joven le contestó que eso era lo mínimo que podía hacer un hombre con un nivel aceptable de decencia.
– Pero espero que me aceptes otra cita –señaló Älder, antes de irse–. En esta semana, de ser posible.
– ¿Tan pronto? –cuestionó Lily, con una sonrisa nerviosa.
– Por supuesto –asintió él–. Mientras más pronto bajes tus defensas conmigo, mejor.
Lily se negó a comprometerse y se despidió con un movimiento de mano, mientras Ëkdal desaparecía en el ascensor. Ella no podía creer que le hubiera resultado tan sencillo librarse de él, pues de verdad llegó a pensar que tendría que batallar con su insistencia; profundamente aliviada, Lily introdujo la llave en la cerradura, pensando en que quizás al día siguiente le contaría a Genzo que, contrario a lo que esperaba, Ëkdal no se había comportado como un patán. Bien, sí, era cierto que se había metido con la cantidad de azúcar que comía, ¿pero no se había disculpado al final?
– ¿A qué crees que juegas, doctora? –espetó Wakabayashi a sus espaldas–. ¿De verdad pensabas meter a Ëkdal a tu departamento? ¿Has perdido la cabeza?
La médica soltó un gritito, pues el repentino reclamo del portero la asustó; al girarse, ella vio a Wakabayashi parado a las afueras de su propio apartamento, con los brazos cruzados sobre el pecho en actitud retadora y el corto cabello alborotado por el viento; una vocecilla molesta le susurró al oído que se veía increíblemente sexy con esa expresión salvaje en su rostro y la sangre se agolpó en su cara sin que pudiera evitarlo.
– ¿Genzo? –Lily lo miró con sorpresa–. ¿Se te ofrece algo?
– Sí, saber en qué estabas pensando. –Él persistió en su reclamo.
– No te entiendo –balbuceó ella, confundida–. ¿A qué te refieres?
Lily se preguntó una vez más por qué Genzo parecía estar tan enojado, tenía la expresión de alguien que sentía que lo habían traicionado, algo que ella no acababa de entender. Después de todo, Lily tenía derecho de salir con quien quisiera, ¿no? Ellos no eran más que amigos y vecinos, Wakabayashi no tenía por qué sentirse molesto por las decisiones que ella tomara con respecto a su vida personal.
– No debiste hacerlo –continuó el portero, sin molestarse en ocultar su rabia–. No debiste haber salido con él ni traerlo aquí. ¿A qué crees que estás jugando?
– No estoy jugando a nada –se defendió Lily, ofuscada–. Tengo derecho a hacer de mi vida lo que me plazca.
– ¿Y también tienes derecho a hacer de tu reputación lo que te plazca? –reclamó Wakabayashi, con dureza–. Piensa en lo que dirá la prensa si se llega a enterar de esto, pasarás a ser otra más en la lista de Ëkdal. ¿Esto es lo que quieres, echar tu carrera por alguien que no lo vale?
– ¿No crees que estás exagerando un poco? –Lily comenzaba a molestarse también–. Por favor, Genzo, estamos viviendo en Alemania, aquí la gente no es tan mojigata con el sexo, no creo que a alguien le importe un carajo a quién traigo a mi apartamento, no cuando todos los demás inquilinos de este edificio hacen lo mismo. Y con respecto a ser “una más de la lista de Ëkdal”, bueno, pues si decido serlo o no, es mi problema, no el tuyo.
– ¿De verdad crees que no es problema mío? –gruñó Genzo, mientras avanzaba un par de pasos hacia ella.
– ¿Por qué habría de serlo? –Lily lo miró con frialdad–. No eres ni mi padre, ni mi esposo ni mi hermano, sólo eres mi amigo y eso no te da derecho a hablarme de esa manera. Además, realmente no te importa el por qué he permitido que Ëkdal me acompañe hasta aquí.
La joven bien podría haberle explicado que el interés de Älder en acompañarla era porque estaba preocupado por su seguridad (según sus propias palabras), pero decidió que Genzo estaba actuando como un idiota y que no merecía que le diera explicaciones. Así pues, en vez de eso, ella le dio la espalda, dispuesta a dar por zanjada la cuestión. Por mucho que Wakabayashi se preocupara por ella, estaba cruzando el límite y no se lo iba a permitir. Además, ¿qué rayos le pasaba a ese hombre que se comportaba como un imbécil celoso? Lily abrió la puerta al fin y puso un pie dentro de su departamento, antes de que las palabras del portero la frenaran en seco.
– Debí haber sido yo –murmuró Genzo, a sus espaldas.
– ¿Qué dices? –preguntó Lily, al tiempo en que se giraba para encararlo y sin estar muy segura de haber entendido bien.
– ¡Que debí haber sido yo! –contestó Wakabayashi, a voz en cuello–. ¡Si ibas a aceptar salir con alguien, ése debí ser yo!
Lily se quedó pasmada, sin saber qué responder. ¿Había escuchado bien o se lo había imaginado? La expresión de indignación de Genzo no dejaba lugar a dudas, pero le parecía inverosímil lo que acababa de oír.
– ¿Tú? –inquirió ella–. ¿Por qué tú? ¡Y no entiendo por qué estás tan enojado!
– ¿De verdad tengo que decirlo, doctora? –respondió él–. ¡Me sorprende que me preguntes por qué estoy tan furioso y por qué debiste haber salido conmigo! ¡Una cosa está relacionada con la otra!
– ¿Ah, sí? ¿Y de qué manera lo están? –cuestionó Lily–. Sí vas a tener que explicármelo porque sólo tú comprendes lo que estás diciendo.
– ¡No puede ser que no lo captes! –bufó Wakabayashi–. Sabes perfectamente bien que siempre ha habido atracción entre nosotros y que llevo tiempo queriendo ir más allá, pero tú dejaste muy en claro que no querías perder el tiempo en relaciones amorosas porque estabas interesada en tu carrera; sin embargo, de buenas a primeras mandas esas declaraciones al demonio para aceptar una cita de Ëkdal. ¿Cómo esperas que me sienta después de eso? ¡Te di tu espacio porque eso era lo que querías, si cambiaste de parecer con respecto a lo de no salir con alguien entonces tuviste que habérmelo pedido a mí!
Una vez más, Lily se quedó sin palabras. Que Genzo Wakabayashi le estuviera montando una escena de celos iba más allá de sus fantasías más locas, algo que en verdad que no se vio venir.
– ¿Tú… tú te sientes atraído por mí? –preguntó Lily, con un hilo de voz–. Yo… yo pensé que sólo me veías como una amiga…
– ¡No puedes estar hablando en serio! –gritó Genzo, exasperado–. ¡Hace mucho tiempo que dejé de verte como una amiga! ¿Cómo es que no te has dado cuenta de eso?
– ¡No estoy bromeando! –replicó Lily–. ¡No tenía idea de que tú tenías esa clase de sentimientos por mí! ¿Cómo esperaras que lo notara?
En ese momento se abrió la puerta de uno de los departamentos de abajo y alguien se asomó al descanso en donde discutían los otros dos para tratar de encontrar el origen del bullicio. Lily, consciente de que estaban armando mucho jaleo, tomó a Genzo por la playera y lo hizo entrar a su departamento, tras lo cual cerró la puerta.
– Mira qué escándalo que hiciste, ya alertaste a los vecinos –le recriminó ella–. ¿Ya estás contento? ¡Nos van a poner una multa por ruido!
– ¡Para lo que me importa la maldita multa! ¡Lo que me haría feliz sería que no hubieses cometido la estupidez de salir con Ëkdal! –replicó Wakabayashi.
– ¿Y por qué no me dijiste eso cuando te lo comenté, esta misma tarde? –recriminó Lily–. ¡Tuviste muchas oportunidades para hacerlo!
– Por supuesto que iba a hacerlo, pero te hablaron del hospital y no pude decirte lo que pensaba: que tú eres mía y que si ibas a estar en los brazos de alguien, esos brazos debían ser los míos –contestó Genzo, con su habitual cinismo.
– ¿Qué? ¿Cómo te atreves a decirme eso? –exclamó Lily, iracunda, quien evidentemente sólo le puso atención a una parte específica de las palabras que él acababa de pronunciar–. ¡Yo no te pertenezco, no soy un objeto!
Ambos se encontraban uno muy cerca del otro, pues con cada palabra Wakabayashi fue acortando las distancias. Lily quizás estaba demasiado abrumada para notarlo, o tal vez también lo deseaba tanto como él, pero no levantó la barrera que habitualmente alzaba cuando Genzo intentaba acercarse demasiado, por lo que a él no le costó mucho trabajo el agarrarla desprevenida y tomarla entre sus brazos. Lily soltó un gritito de sorpresa cuando él hizo esto, pero no tuvo oportunidad de seguir quejándose pues Genzo la calló con un beso frenético; él puso una de sus manos sobre la nuca de la joven para no permitirle separarse, mientras que con el otro brazo la sujetó con fuerza de la cintura. Sus labios se movieron sobre los de Lily con un salvajismo cargado de erotismo y Wakabayashi sintió cómo poco a poco ella iba derritiéndose con sus caricias. Algo se liberó en ese punto y tras ese beso siguieron otros, cada uno más subido de tono que el anterior. Como bien lo había pensado él, sólo bastaba una chispa para hacerlos estallar y ahora no había marcha atrás, la mecha estaba encendida y a punto de detonar.
– Esto no está bien –musitó Lily, cuando hicieron una pausa para tomar aire–. Acabo de terminar una cita con otro hombre.
– Una cita que jamás debió ocurrir –murmuró Genzo, antes de mordisquear el lóbulo de su oreja derecha–. Puedo olvidar que ocurrió si tú lo haces también.
Él recorrió la curva de su cuello con sus labios, humedeciendo la piel con la punta de su lengua, lo que le arrancó a ella un jadeo; al mismo tiempo, sus manos comenzaron a explorarla por debajo de la ropa, dispuesto a arrancársela en ese mismo instante para saborear la piel que se encontraba debajo. Genzo supo que Lily estaba deseando lo mismo que él cuando su mano ansiosa buscó su bragueta para intentar bajarla y masajear esa parte de su anatomía que ya estaba erecta y dura; sin embargo, como si hubiera actuado sin pensar, ella se detuvo abruptamente, avergonzada.
– ¿Pero qué estoy haciendo? –cuestionó Lily–. Lo siento, creo que esto va demasiado rápido.
– Te equivocas, doctora: hemos esperado demasiado –rebatió el portero–. Al menos yo sí lo he hecho y casi pago muy caro mi error.
Sin darle la oportunidad de quejarse, la volvió a besar hasta dejarla sin aliento y entonces se puso de rodillas frente a ella. Genzo, con facilidad asombrosa, se deshizo de las dos prendas que cubrían la parte inferior del cuerpo de la joven, dejando al descubierto su suave y redondeado pubis, recientemente lavado. Una fragancia peculiar llegó flotando hasta su nariz, la fragancia propia de su intimidad que él ya había entrevisto en otras ocasiones, cuando Lily pegaba su cuerpo al suyo en las muchas veces que vieron películas juntos. Sin pensarlo dos veces, Genzo separó con facilidad los pliegues de piel de esa zona erótica para dejar al descubierto ese pequeño punto tan delicado y sensible en cualquier mujer. Todo lo hizo con tal rapidez que Lily no tuvo la oportunidad para detenerlo o quejarse, así que soltó un gritito de sorpresa cuando Wakabayashi comenzó a masajear ese punto sensible con la punta de su dedo, moviéndolo en círculos, de arriba abajo, sin detenerse y sin dejar de presionar.
– ¡Espera! ¿Qué haces? –gimió ella, repentinamente invadida por una corriente de placer–. ¡Ah, eso se siente muy bien!
Genzo, en vez de responder, dejó de masajearla para acercar su rostro y empezar a saborearla. Esta vez, era su lengua la que hacía la función que antes realizaba su dedo índice y él percibió en su paladar un sabor salobre que iba haciéndose más intenso conforme más lamía. Lily, presa de un espasmo de gozo, le puso las manos en la cabeza, como si tratara de apartarlo de ella, aunque no puso mucho esfuerzo en conseguirlo. Genzo entonces lamió con más ímpetu, mientras sus manos rodeaban el cuerpo de la muchacha para acariciar sus redondos y desnudos glúteos. Lily empezó a mover las caderas, echó la cabeza hacia atrás, cerró los ojos y se dejó llevar; él percibió que ella ya lo estaba disfrutando, pues resoplaba con fuerza y su intimidad chorreaba de humedad. Su lengua se movió con más rapidez hasta que Lily soltó un grito y su cuerpo tuvo un espasmo, tras lo cual las piernas le fallaron y se dejó caer al suelo.
– Ah, eso realmente no lo esperaba –murmuró la doctora–, pero ha estado increíble.
– Y todavía falta la mejor parte –replicó Genzo, con malicia.
Él la levantó en brazos y la cargó hasta la habitación, en donde la depositó sobre la cama, tras lo cual volvió a besarla; sus dedos le retiraron la blusa y el sostén para dejarla desnuda y a su merced. Lily ya había dejado de lado su renuencia y desabrochó el pantalón de Genzo, el cual le retiró junto con la ropa interior, para tomar su miembro y masajearlo hábilmente con la mano, mientras él se entretenía lamiendo sus senos. Lily entonces lo empujó suavemente para dejarlo sentado sobre su cama y comenzó a repasar esa endurecida parte de su anatomía con la lengua, saboreándolo de la misma manera en la que él lo hizo con ella. Desde la base hasta la punta y de regreso, Lily pasó su lengua varias veces por toda la superficie de ese animal latente y después se lo introdujo en la boca, succionando una y otra vez para hacer gozar al portero.
– No tan rápido, doctora –musitó Genzo, cuando sintió que su culminación estaba cerca–. No te he hecho mía todavía.
El hombre la empujó con suavidad para tumbarla en la cama y se colocó sobre ella al tiempo en que Lily abría las piernas. Genzo la estimuló un poco más para estar seguro de que no la lastimaría y los fluidos que empaparon sus dedos le confirmaron que estaba lista. Lily se arqueó cuando Genzo entró ella con ímpetu; él la empujaba contra el colchón en cada embestida y la muchacha tuvo que aferrarse a la espalda de su impaciente amante para no sucumbir. Genzo buscó su boca y ambos se enfrascaron en un beso intenso que les robó el aliento; él podía sentir cómo las uñas de Lily se le clavaban en la piel cada vez que una corriente de placer la inundaba de pies a cabeza. Hacía mucho rato que ella se había perdido en sus brazos y ahora sólo disfrutaba de Genzo entrando y saliendo de su cuerpo húmedo y sudoroso. Él todavía tenía la suficiente conciencia para poder mantener el control, sin dejar de disfrutar de esa sensación de poseer a Lily, de disfrutarla, de conocerla hasta el más íntimo trozo de piel, cumpliendo un deseo que ambos tenían desde hacía mucho tiempo. La afinidad y la química que siempre había habido entre ellos se hizo muy patente ahora que estaban fundidos en uno solo, con el placer exhalando de sus poros. Genzo la sentía húmeda, tensa y deliciosa, mientras sus labios recorrían su cuello, bajaban por el pecho y se detenían a beber de sus senos. Lily gritaba sin la menor intención de contenerse y sus jadeos acelerados le hicieron ver a Genzo que estaba próxima a alcanzar el éxtasis, así que la embistió a mayor velocidad, al tiempo en que besaba el punto frágil de su cuello, hasta que sintió que Lily alcanzó su tensión máxima y soltó una fragancia de gozo. Él entró en ella dos veces más hasta sentir que el placer lo alcanzaba también y se vació dentro de ese cuerpo tantas veces deseado.
– Ah, esto estuvo muy sabroso –farfulló Lily, con los ojos cerrados–. No creí que esta noche acabaría así.
– Vamos, si esto apenas está comenzando –replicó Genzo, con una sonrisa maliciosa.
El joven la volvió a besar antes de hacerla girarse para ponerse de espaldas; comprimiéndola contra el colchón, Genzo se recostó sobre Lily y separó sus nalgas y piernas para volver a entrar en su cuerpo. La doctora agarró con fuerza las sábanas mientras él arremetía contra ella, poseyéndola con más rudeza que la vez anterior.
– ¡Ah, me estás volviendo loca! –gimió ella.
– Y tú me has hecho perder la cabeza –jadeó él e incrementó la velocidad de sus embestidas.
Lily se aferraba a la cama mientras Genzo le besaba el cuello y los hombros, sin dejar de fusionarse con ella. Esta vez, quizás porque ya estaba muy sensible, Lily llegó a su tercer éxtasis mucho más pronto y alcanzó a llegar una cuarta vez antes de que Genzo se viniera también. Ambos jadearon para recuperar el aliento, agotados y satisfechos, al tiempo en que él se dejaba caer en la cama junto a ella. A Lily ya no le importaba si los vecinos se quejaban, estaba segura de que sus gritos debieron de haberse escuchado en todo en edificio.
– ¿Sigues creyendo que vamos demasiado rápido, Lily? –preguntó Genzo, abrazándola–. Puedo hacértelo más despacio la próxima vez, si te parece mejor.
– No seas tan descarado. –Ella se giró para golpearlo de broma en el borde de la mandíbula–. Todavía no puedo creer que sientas algo por mí, yo pensé honestamente que eras inalcanzable y ni siquiera te consideré como prospecto amoroso porque estaba segura de que eso me rompería el corazón algún día.
– ¿Inalcanzable para ti? –Wakabayashi soltó una carcajada alegre–. ¿Hablas en serio? ¿Y cuál era tu plan entonces? ¿Tratar de superarme con Ëkdal?
– ¡No te burles ni te comportes como si fueras el mejor prospecto amoroso del mundo! –protestó Lily, indignada, y le pegó en el pecho en esta ocasión, aunque con más fuerza que la anterior–. Aseguras que yo sabía que tú querías pasar a otro nivel, pero te juro que jamás noté las señales, si es que las hubo.
– Sí que eres una tonta. –Genzo le acarició el cabello y le plantó un beso rápido en los labios–. Estoy enamorado de ti desde hace mucho tiempo y no sé cómo es que no te has dado cuenta de eso.
Lily se ruborizó con intensidad y soltó una risita avergonzada, tras lo cual lo atrajo hacia ella por el cuello para besarlo apasionadamente hasta que sintió que él comenzaba a excitarse de nuevo.
– Yo también estoy loca por ti, Genzo Wakabayashi –confesó ella, cuando lo soltó–. Pero no quise aceptarlo por miedo a que tú no sintieras lo mismo. Creo que acepté la cita con Ëkdal porque era una manera segura de evitar pensar demasiado en lo que pasaba entre nosotros, de verdad lamento si te herí con eso y lamento también haber perdido tanto tiempo haciéndome la tonta.
– ¿Y por eso permitiste que él te besara en la boca? –gruñó Genzo, recordando el infame episodio ocurrido a las afueras de su departamento–. ¿Qué pretendías con eso, darme celos? Porque sí que lo conseguiste.
– ¿Qué? Ëkdal no me besó en la boca –respondió Lily, extrañada–. Es decir, intentó hacerlo pero no lo dejé, me moví en el último segundo. ¿De verdad crees que hice eso para darte celos?
– Estaban en el rellano de mi apartamento –señaló Wakabayashi, indignado–. Fue muy obvio que lo hicieron con la intención de que los viera.
– El rellano de tu departamento también es el rellano del mío, te informo. –Lily no sabía si reír, golpearlo o besarlo; quizás sería conveniente hacer las tres cosas–. Ya te dije que mi intención al salir con él era olvidarte, no me paré justo ahí para que nos vieras y hacerte sufrir, o lo que sea que estuvieses pensando que hice.
– Hmm. –Él gruñó, aún sin estar del todo convencido. Al menos, no podía descartar que Ëkdal no lo hubiera hecho a propósito–. Está bien, te creo, pero al menos podrías recompensármelo.
– ¿Por qué habría de recompensarte por algo que no hice a propósito? –comenzó a burlarse ella, pero se detuvo cuando Genzo la aprisionó nuevamente contra la cama y le besó con suavidad el cuello–. ¡Oh! ¡Estás hablando en serio!
– Por supuesto que estoy hablando en serio –replicó Wakabayashi, con gravedad.
– Mira, lo más que puedo hacer es recompensar el tiempo que perdí fingiendo demencia –aseguró Lily.
– Puedo conformarme con eso. –Genzo esbozó una mueca perversa–. A mi parecer, todavía estamos a tiempo de recuperarlo.
Sin añadir más, él la besó de nuevo, al tiempo en que ella se acomodaba para recibirlo y se rendía a su destino. La noche no había terminado de la manera en la que la doctora pensó, pero sin duda que ese resultado era infinitamente superior. Lily se dijo que lo mejor que podía hacer en ese momento era agradecer a su buena suerte e irse acostumbrando a esa deliciosa sensación de que Genzo la hiciera suya a fuego lento.
Fin.
Notas:
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