¡Diosas Italianas! | By : El8Culpable Category: Spanish > Celebrity Views: 447 -:- Recommendations : 0 -:- Currently Reading : 0 |
Disclaimer: Esta es una obra de ficción. NO sucedió fuera de mi imaginación. Sus únicos personajes reales son las famosas que aparecen, a las cuales no conozco personalmente. No he ganado ni un puto centavo con la escritura de esta historia. |
ADVERTENCIAS:
ROMA, ITALIA
Esta era la película más esperada por cada varón heterosexual (y mujer lesbiana) de Italia.
Finalmente, ¡el gran encuentro en la gran pantalla de las dos mujeres más deseadas del país!: Mónica Bellucci y Manuela Arcuri.
La premisa era sencilla: en esta comedia, el personaje de Arcuri era (sin saberlo) la amante del esposo del personaje de Bellucci y, al descubrir una la existencia de la otra, comienza una pelea entre ellas por ver quién se queda con el hombre. La película usaría cualquier pretexto, por nimio que fuese, para mostrar a las dos bellezas en diminutos modelitos de lencería y de trajes de baño o, incluso, mostrar sus atributos en toda su gloria y trabadas en peleas de gatas donde se tiraban de los cabellos y se rasgaban las ropas. El actor que interpretaría al objeto de sus disputas se convertiría en el hombre más envidiado de toda Italia pues también compartiría numerosas escenas subidas de tono con ambas actrices.
A pesar de que sus personajes no podían verse ni en pintura, las dos estrellas, de hecho, se llevaron muy bien casi desde el primer momento. Tan bien, en realidad, que, la misma noche que comenzó el rodaje, empezaron una relación lésbica secreta. Habían tenido sexo de todas las formas en que dos mujeres podían hacerlo casi cada día desde el inicio de la producción (lo cual no deja de ser irónico, pues la única queja del público respecto a la película, en su estreno, sería que no tuviese ninguna escena lésbica entre las dos mujeres). En esos momentos, Mónica se paseaba completamente desnuda por su camerino, con un paso bastante lento, cuando sintió los brazos de Manuela (también completamente desnuda) rodeándola por detrás para detenerla y su boca plantándole suaves besos en la mejilla derecha. Al ver que no reaccionaba a sus demostraciones de afecto, Manuela le dio la vuelta lentamente y, al encararla, vio que Mónica estaba pensativa.
—¿Qué ocurre? —le preguntó a Mónica, preocupada.
—¿Sabes que es lo que nos hace falta? —respondió la interpelada, tras un rato en silencio.
—Ajá.
—Una polla.
Manuela sabía de lo que ella estaba hablando. Por mucho que disfrutasen del sexo lésbico, en realidad no eran lesbianas y, desde hace unos días, ambas extrañaban la compañía masculina.
—¿Y qué solución propones? —preguntó la Arcuri.
Mónica, como Manuela había presentido, habló de incluir a un varón en su relación.
—¿Tienes algún candidato? —preguntó la compañera de la Bellucci, rezando para sus adentros que no mencionase al peludo asqueroso que interpretaba al interés romántico de ambas en el filme.
Mónica se lo dijo. Manuela no pudo evitar sorprenderse. No le preocupaba que él sólo tuviese 14 años (ambas beldades tenían mucha experiencia teniendo sexo con menores de 18; esto es una especie de tradición entre las italianas) sino que él no pareciese precisamente prometedor, y así se lo dijo a su amiga. A lo que la Bellucci respondió:
—No te preocupes: tengo un buen presentimiento con este —mientras sonreía tenuemente.
La Arcuri no pudo evitar sonreír ella misma. Había aprendido a confiar en los presentimientos de su amiga en materia sexual. Ahora sólo era cuestión de esperar un poco: no iban a faltarles oportunidades para acercarse a ese chico.
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Evaristo no se había movido ni un milímetro del lugar donde su madre lo había dejado sentado. Ella era madre soltera y maquillista y había desarrollado la costumbre de llevar a su hijo al trabajo. Con frecuencia tenía que dejarlo solo por extensos periodos de tiempo para atender sus compromisos y él, como era un muchachito muy bueno y obediente, sólo necesitaba que le dieran una orden y se quedaría en el lugar donde lo habían dejado, sin moverse, hasta que regresara su madre sin importar cuanto tardase.
Con su cuerpo extremadamente delgado, su rostro delicado e increíblemente femenino (con forma de corazón; con nariz chiquitita y graciosa, boca pequeña de labios delgados y ojos verdes, grandes y almendrados), su inmaculada tez de marfil y su larga y lisa cabellera de color rubio pálido, parecía un ángel etéreo, entregado a sus melancólicas reflexiones sobre ideas elevadas que no estaban al alcance de los seres nacidos en este mundo…
…pero, en realidad, se entretenía pensando en lo mismo que pensaba cada varón heterosexual (y mujer lesbiana) en Italia desde que esta producción (en la que trabajaba su madre) fue anunciada: ¿Cuál era mejor? ¿La Bellucci o la Arcuri?
(Él había gozado de muchas oportunidades para admirar a las bellezas en persona, pues se había cruzado por casualidad con ellas en muchas ocasiones y, cuando su madre se descuidaba y no le ordenaba explícitamente que se quedase quieto en algún lugar, se escabullía y buscaba a las estrellas para espiarlas; podía ser un chico bueno y obediente, pero seguía siendo un varón heterosexual).
Ambas se parecían en muchos aspectos (como los ojos achinados, las melenas azabachadas y las figuras voluptuosas) pero también se diferenciaban en muchos otros: la Bellucci tenía la tez blanca mientras que la Arcuri la tenía aceitunada; la Bellucci tenía voz de contralto (la voz de una diosa del sexo) mientras que la Arcuri tenía voz de soprano (la voz de una princesa guarra); la Bellucci tenía ojos color chocolate oscuro mientras que la Arcuri tenía ojos grises… y Evaristo no tenía la menor idea si algo de esto le daba la ventaja a la una o a la otra.
También: la Arcuri era más alta que la Bellucci (lo cual quería decir que tenía piernas más largas), mientras que la Bellucci era más culona. Claro, esto no quería decir que hubiese algo malo con la estatura y las piernas de la Bellucci o con el culo de la Arcuri…
…y, de repente, lanzó un profundo suspiro de abatimiento y se puso a pensar en algo que no tenía ninguna relación con eso: en cómo le gustaría que su madre dejara de tratarlo como si fuese un niño pequeño. A veces le daban unas inmensas ganas de rebelarse y gritarle a ella unas cuantas verdades, pero sabía que nunca haría eso; él estaba muy apegado a su madre y comprendía que las cosas le estaban yendo muy mal desde que su padre los había abandonado y no tenía ningún deseo de complicarle la vida todavía más. Sin embargo, si tan sólo…
Estaba tan concentrado en sus pensamientos que, cuando sintió que alguien le hablaba, dio un brinco de la sorpresa, y luego se sobresaltó mucho más cuando descubrió quien se había dirigido a él.
Era Mónica Bellucci: la bella actriz estaba parada ante él vistiendo un largo camisón de dormir rosado, que arrastraba el dobladillo por el suelo.
—Hola —le dijo mientras sonreía con elegancia.
—Hola —le respondió él con voz casi inaudible, sonrojándose un poco y devolviéndole una sonrisa nerviosa.
—Necesito ayuda con algo en mi camerino —continuó, todavía sonriendo.
Él empezó a balbucir algo sobre que su madre le había dicho que no se moviera de ese lugar mientras ella iba a cumplir con un encargo, pero Mónica lo interrumpió diciendo que era una cosa urgente y que necesitaba ayuda de inmediato. Evaristo le preguntó que necesitaba que hiciera por ella y la actriz le respondió que no podía explicárselo aquí afuera sino que tenía que verlo por sí mismo.
Él pensó, nervioso, que, por ser Mónica Bellucci, podría hacer una excepción, así que le dijo que sí la ayudaría y dejó que ella lo guiara a su camerino.
Una vez dentro, Evaristo empezó a decir:
—¿Y en que quiere que la…? —pero no pudo completar la frase.
Lo que lo dejó mudo, boquiabierto y con los ojos desorbitados fue ver a Manuela Arcuri vistiendo nada más que sostén, corsé, unas braguitas diminutas y medias altas con liguero que envolvían casi la totalidad de sus piernas (todos estos hechos de encajes blancos traslúcidos) y calzando unos zapatos plateados de tacones altísimos. Ella, sonriendo y con las manos apoyadas en sus caderas, se dio una vuelta muy sexy para él, mostrándole que sus bragas eran de las que por atrás sólo tienen una mínima tirita de tela que va entre las nalgas.
Evaristo escuchó un ruido detrás de él y se volvió para ver que era.
El sonido era producto de que Mónica hubiese dejado caer su camisón de dormir, revelando que debajo lo único que llevaba eran unas diminutas braguitas hechas de un encaje púrpura muy oscuro y unos zapatos negros con tacones altísimos. Ella, también sonriendo y con las manos en las caderas, también se dio una vuelta muy sexy para él, revelándole que sus braguitas, como las de su amiga, también eran de las que por atrás sólo tienen una minita tirita de tela que pasa entre las nalgas.
Todo lo que dijo Mónica fue “necesitamos un hombre” antes que ambas mujeres se le arrojaran encima como fieras hambrientas y prácticamente le arrancaran la ropa.
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Ellas lo tumbaron en la cama y después se subieron a esta. Apuntando hacia arriba estaba la poderosa estaca que él tenía por polla. Cuando le quitaron sus calzoncillos al chico, ambas habían quedado boquiabiertas en cuanto le vieron el miembro, a pesar de su extensa experiencia con hombres. Con todo y su apariencia tan dulce, inocente e inofensiva, él tenía el mejor pene que habían visto en sus vidas: muy largo, muy grueso y cubierto de venas que le daban un aspecto feroz… y era sólo para ellas.
Las dos actrices se pusieron en cuatro patas, arqueando sus espaldas y apuntando sus culos hacia el cielo, y procedieron a usar sus talentos orales para complacer a Evaristo, empleando todos los trucos que conocían (ambas podían meterse la lanza del muchachito entera hasta que sus narices quedaban aplastadas contra su pubis), llenando el camerino con los sonidos obscenos y viscosos que producían sus bocas contra su miembro. Muy pronto, su pene y sus bolas quedaron cubiertos de una gruesa capa de reluciente saliva. Evaristo se sentía en el paraíso; su verga siendo consentida de la forma en la que merecía ser consentida.
Pero ellas no lo habían traído sólo para que descubriera lo que podían hacer con sus bocas. Mónica acaparó la polla del chico, poniéndola entre sus melones y procediendo a aplastarla y exprimirla con frenética violencia. Manuela, por su parte, se apartó el sostén sin quitárselo y se abrazó a Evaristo, estrujando su angelical rostro entre sus tetas; pronto, él respondió abrazándose a ella mientras su boca se dedicaba a morder, chupar, lamer y besar esas perfectas redondeces, ensañándose particularmente con los endurecidos, hinchados y erectos pezones de la Arcuri. Después de unos minutos en esta postura, Mónica y Manuela intercambian lugares y ahora es Manuela la que masturba la polla de Evaristo usando sus chichas mientras los senos de la Bellucci descubren los talentos orales del muchacho. Durante todo este proceso, ellas emiten risas de felicidad debidas a las deliciosas sensaciones que provienen de sus pechos.
Después de unos minutos haciendo esto, ambas bellezas vuelven a demostrarle su voracidad oral a la polla y las bolas del chico. Pero a Mónica la domina la impaciencia por descubrir cómo se sentiría una verga tan enorme dentro de su coño, así que aparta a Manuela de un empujón y se sienta sobre el miembro (apartándose su braguita sólo un poquito, sin quitársela), dándole la espalda al chico, y se dedica a subir y bajar, empalándose en ese sable de placer. Manuela, lejos de enojarse por el empellón de su amiga, se abraza a Mónica y ambas proceden a besarse apasionadamente, devorarse las tetas la una a la otra con gula salvaje, darse de nalgadas y frotarse entre sí sus clítoris con sus dedos. Evaristo se suma a la diversión, descargando poderosas y ruidosas nalgadas sobre los glúteos de Mónica.
La Bellucci llega al orgasmo y, con un rugido de leona en celo, cubre la polla de Evaristo con una cantidad impresionante de sus exquisitos jugos vaginales. Ambas bellezas vuelven a ponerse en cuatro patas para limpiar con sus bocas la polla de Evaristo y dejarla reluciente con su saliva.
Ahora es el turno de Manuela de montar al semental de 14 años (también apartándose sólo un poco las braguitas, sin quitárselas) pero, a diferencia de Mónica, lo hace dándole la cara al niño, para que pueda disfrutar del espectáculo de sus melones rebotando mientras ella subía y bajaba por su espada. Cuando las manos de Evaristo empiezan a acariciar los muslos de la Arcuri, Mónica, que se ha posicionado detrás de su amiga, tira del rostro de ella hacia atrás para obligarla a compartir un apasionado beso, las tetas de la Bellucci aplastadas contra la espalda de su coestrella. Una vez unidas sus bocas, las manos de Mónica comienzan a recorrer el cuerpo de su compañera, sobando y estrujando sus senos y jugueteando con sus pezones, frotando su clítoris y dándole sonoras nalgadas.
Después que Manuela alcanza su propio orgasmo y se corre, ambas mujeres deciden que es hora de introducir al chico a las maravillas del sexo anal. Mónica se pone en cuatro patas, arqueando la espalda y apuntando hacia arriba con las pompas, ofreciéndose, y Evaristo y Manuela se dedican a cubrir sus glúteos de mordiscos, besos, chupadas y lamidas; a jugar con ellos, separándolos y hundiéndoles sus dedos como si fuesen clavos; y a darles nalgadas poderosas y sonoras. Una vez que las nalgas de Mónica han adoptado un agradable tono carmín y quedado cubiertas de marcas de uñas y dientes, Evaristo la penetra analmente, sin sacar de entre los cachetes la tirita de tela de las bragas, metiendo y sacando su polla con furia frenética, una música celestial produciéndose cada vez que su pubis se estrella contra los glúteos de la actriz, los melones de la actriz bamboleándose con cada embestida, mientras Manuela y él se abrazan muy fuerte, con desesperación, él devorando las tetas de ella.
Una vez que Evaristo ha dejado el ano de la Bellucci completamente flojo y dilatado, Mónica le mama la polla hasta dejársela perfectamente limpia y lubricada. Ahora es el turno de la Arcuri de que le dejen sus nalgas enrojecidas y cubiertas de marcas de uñas y dientes, para después ser follada analmente (tampoco a ella le quitaron la tirita de tela que pasaba entre sus cachetes) hasta que le dejen el culo totalmente flojo mientras Evaristo y la Bellucci se abrazan y él le come las tetas. Durante toda esta escena, ambas estrellas han llenado el aire del camerino con innumerables quejidos escandalosos provocados por el sexo anal y el castigo infligido a sus pechos y glúteos.
Una vez que él termina con el trasero de la Arcuri, el trío decide probar una nueva posición.
Manuela se acuesta boca arriba, abriendo las piernas lo más que puede, y hace que Evaristo hunda su angelical rostro en su sexo (porque ella también quiere disfrutar algo de sexo oral) y que Mónica se siente en su cara, dándole la espalda al niño. Mónica llena el camerino con los roncos jadeos que emite cada vez que alguien le come el coño mientras mueve sus caderas sobre el rostro de Manuela como si estuviese bailando. Justo después que su colega se corriera a causa de tener durante varios minutos la boquita de Evaristo haciéndole sexo oral expertamente (el chico sorbería goloso sus jugos), Mónica cubre su rostro con sus propios fluidos.
Evaristo deja de comerse el sexo de Manuela y procede a hundir una y otra vez su poderoso miembro donde antes había estado su boca. Al mismo tiempo, sus manos se mueven a las tetas de la Arcuri, masajeándolas y estrujándolas con rudeza y retorciéndole los pezones, mientras hunde su boca entre las nalgas de la Bellucci, dándole a Mónica el beso negro. Después de un rato en esa posición, sus manos se separan de las chichas de Manuela y su boca del culo de Mónica y se dedica de nuevo a dejar las nalgas de la Bellucci rojas a punta de sonoras nalgadas. Tras unos minutos haciendo esto, ambas actrices vuelven a alcanzar el orgasmo y correrse.
Mónica dice que desea probar algo que nunca antes había hecho y sus compañeros, de inmediato, aceptan ayudarla. Hace a Evaristo pararse en el centro del camerino y acerca una silla para, doblándose por la cintura con las piernas muy rectas, inclinarse contra esta. Después hace a Manuela arrodillarse ante la verga del chico y mamarla mientras ella, agarrada con las manos a la silla, procede a moverse adelante y atrás, empujando la cabeza de su amiga con las nalgas, guiándola en su felación con el trasero.
Después de unos minutos haciendo esto, Mónica se da la vuelta, hace un nudo con los cabellos de Manuela en su mano y procede a guiarla de una forma más convencional. Después se arrodilla al lado de su amiga y se dedican a compartir ese riquísimo salchichón. Después Mónica se pone de pie, se abraza a su semental de sólo 14 años, comparte con Evaristo besos apasionados y le ofrece sus melones para que los devore. Después Mónica vuelve a arrodillarse para comerse junto a la Arcuri la polla y las bolas de Evaristo. Después le toca el turno a Manuela de levantarse y hacer un nudo en su mano con los cabellos de la Bellucci para guiarla en su mamada como ella había sido guiada. Después, suelta el cabello de Mónica para besar intensamente a Evaristo y abrazar su rostro contra sus sandías. Después, vuelve a arrodillarse al lado de Mónica para administrarle al chico una felación dual. Y, finalmente, se para una última vez para besarse y abrazarse apasionadamente con Evaristo y ofrendarle a su boca sus senos.
Mónica vuelve a tumbar a Evaristo boca arriba en la cama. Ella se sienta de nuevo en su polla, introduciéndola en su vagina, y procede a follársela mientras estampa sus ubres contra la boca del muchachito. Después de unos minutos haciendo esto, Manuela se sitúa detrás de ella, aplastando sus melones contra la espalda de Mónica, y tira de su cuerpo hacia atrás hasta separarla de la boca del semental de 14 años, atrae los labios de ella hacia lo suyos y se dedican a besarse apasionadamente mientras Manuela recorre con sus manos la figura de Mónica, sobándole y estrujándole las montañas, frotando sus dedos contra su clítoris y dándole sonoras nalgadas a su coestrella. Mientras Manuela le hacía estas cosas a Mónica, las manos de Evaristo rodearon las caderas de la actriz que se estaba follando, en busca de sus nalgas para también castigarlas.
Después que Mónica vuelve a alcanzar el orgasmo, cambian de posición de nuevo. Mónica se acuesta boca arriba, las piernas lo más abiertas que puede, y Evaristo le hace sexo oral, acariciando sus opulentos muslos, mientras las dos actrices se besan intensamente y se devoran y se masajean las pechugas la una a la otra.
Una vez que terminan con esa posición, llega la hora del gran final: hacen a Evaristo ponerse de pie en el centro del camerino nuevamente y se arrodillan y proceden a comerse su salchichón y sus huevos una última vez. Cuando él comienza a correrse con un bramido triunfal, cerrando los ojos fuertemente y echando la cabeza hacia atrás, ellas se sacan el pene de sus bocas. Su eyaculación parece no tener fin y ambas actrices terminan con sus rostros y sus pechos cubiertos por gruesos chorros de blanco, espeso y cálido semen, algunos de los cuales llegan a alcanzar sus negras cabelleras. Lo primero que ve Evaristo cuando finalmente abre los ojos es el espectáculo de Manuela Arcuri y Mónica Bellucci limpiándose su lechita la una a la otra con sus bocas, como buenas amigas, mientras hacen ruidos obscenos y escandalosos que dan a entender que esto es lo más sabroso que han probado en sus vidas y le dirigen miradas diabólicas.
Una vez terminado el show, Evaristo buscó la cama y se dejó caer pesadamente en ella, agotado y jadeando, su cuerpo empapado en sudor. Manuela y Mónica también se acostaron, cada una a un lado suyo, y se abrazaron a él mientras dejaban salir suaves risitas de felicidad y satisfacción. Volviéndolas a ver, la dichosa pregunta volvió la mente de Evaristo: ¿Cuál era mejor, Mónica o Manuela? Después de pensarlo por un rato, él concluyó alegremente: “¡Y qué hay de malo con los empates!”.
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Después de una breve siesta para recuperar energías, las bellezas, entre risas, besos y caricias, ayudaron a Evaristo a limpiarse y vestirse y lo despidieron con más besos y la promesa de más experiencias como esta.
Una vez fuera del camerino de Mónica, Evaristo fue hasta el lugar donde estaba sentado originalmente y se puso a esperar a su madre. Sólo unos pocos minutos después, ella regresó. Al ver a su hijo se extrañó y le preguntó:
—¿Por qué tan sonriente?
—Por nada en especial, mamá —fue todo cuanto respondió.
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A partir de ese día y hasta que terminó la filmación, Evaristo tendría sexo todos los días, o con Mónica, o con Manuela, o con ambas. Fue una situación donde todos ganaban: Evaristo abandonó ese set con una experiencia sexual envidiable y las actrices abandonaron el set llevando bebés dentro. Sí: Mónica Bellucci, con más de 50 años, seguía teniendo un vientre perfectamente fértil.
FIN
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