Provócame | By : Lily-de-Wakabayashi Category: Spanish > Anime Views: 896 -:- Recommendations : 0 -:- Currently Reading : 0 |
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Provócame.
Múnich, Alemania.
La joven morena aceleró cuando el semáforo cambió a verde. Iban retrasadas en tiempo pero ya no les faltaba mucho por llegar. Por las aceras caminaban nutridos grupos de alemanes que vestían camisetas del Bayern Múnich y que portaban banderas del mencionado equipo. En los bares comenzaban a aglomerarse los aficionados del equipo bávaro, que gritaban y festejaban a lo grande.
La castaña trató de armarse de paciencia cuando volvieron a detenerse en una esquina. El tráfico estaba imposible esa noche y parecía que no llegarían nunca.
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La música sonaba por todo lo alto. El lugar estaba abarrotado de gente conocida y desconocida, en un festejo de lo más merecido para el Bayern Múnich. Varias muchachas vestidas con ropa diminuta movían sus caderas al ritmo de la música, esperando atraer la atención de cualquiera de los futbolistas famosos que saturaban el lugar con la esperanza de conseguir un “patrocinador” o quizás algo más estable. Karl Heinz Schneider suspiró fuerte antes de entrar, no le agradaba tanto el ir a ese tipo de lugares pero no podía perderse esa celebración tan importante; además, sus amigos estarían ahí, lo que haría el asunto menos tedioso. Una vaharada de humo de cigarro mezclado con olor a alcohol y a perfume de mujer lo golpeó de lleno aunque no tardó en acostumbrarse.
Karl acogió con mucho gusto las felicitaciones de los asistentes de su padre, quienes se veían extraños gracias a sus ropas de fiesta, tan distintas a las deportivas que solían usar en el FC Bayern Campus. Mientras avanzaba se topó con reporteros que le tomaron fotografías y le hicieron algunas preguntas, todos querían entrevistar al goleador estrella del Bayern Múnich que hizo un estupendo hat-trick en la final de la Champions League y fue en gran medida el responsable de que el equipo bávaro se hubiese coronado campeón. Había también un par de modelos, amigas de su hermana y también amigas suyas, así como una que otra cantante y ex compañeros de equipo. Esa noche era para celebrar, había muchas personas interesantes que podrían hacerlo pasar un buen rato y, sin embargo, Schneider sólo pensaba en una persona en particular…
Schneider esbozó una sonrisa burlona al ver a Genzo Wakabayashi ataviado con una de las pocas ropas decentes que le había visto desde que lo conocía. Tan cambiado estaba que ni parecía ser él, sin duda que en su atuendo había habido intervención femenina porque el japonés no tenía idea de cómo vestirse adecuadamente, lo había demostrado en muchas ocasiones.
Tras haberle insistido durante mucho tiempo a Genzo Wakabayashi para que aceptara trasladarse al Bayern Múnich y convertirlo así en un equipo invencible, Schneider al fin encontró una forma de convencer al terco y orgulloso portero aunque eso le acarreó algunas desagradables consecuencias. Fue el partido entre Japón y Alemania de los cuartos de final de la lucha por la medalla de oro en los pasados Juegos Olímpicos de Madrid lo que decidió todo, en una apuesta en donde el SGGK y el Káiser apostaron a lo grande. El resultado de ese partido, un empate que llegó a los penales (N/A: ver mi fic “Una apuesta por pagar”), llevó a Genzo Wakabayashi a firmar contrato con el Bayern Múnich a cambio de que Karl Heinz Schneider bailara el “Pen-Pineapple-Apple-Pen” desnudo. Karl estuvo a un tris de arrepentirse de su promesa pero el haberla llevado hasta el final trajo como consecuencia que el Bayern adquiriera el refuerzo que necesitaba para ser invencible. El equipo bávaro, ya grande y poderoso desde antes de la llegada de Wakabayashi, inició arrasando en la Bundesliga y en la DFB-Pokal, pisando fuerte además en la Champions League en donde no con mucho esfuerzo consiguieron posicionarse en las semifinales. La Juventus, reforzada con uno de los compatriotas de Genzo, Kojiro Hyuga, cayó derrotada ante los goles de Schneider, Levin y Sho, no pudiendo ninguno de los jugadores del equipo italiano anotar un gol en la portería de Wakabayashi, siendo así como el Bayern llegó a la final del torneo, a celebrarse en Kiev, Ucrania.
A la final llegó también otro de los equipos más fuertes de Europa, el Barcelona, liderado por Tsubasa Ozhora, también compatriota de Wakabayashi, el que había llevado a Japón a colgarse la medalla de oro en Madrid. En un partido intenso en donde hubo choque de celebridades futbolísticas, el Bayern Múnich acabó empatado con el Barcelona a tres goles, siendo anotados todos los goles por Karl Heinz Schneider, por parte del equipo alemán, y por Tsubasa Ozhora, por parte del equipo español, siendo una de las pocas ocasiones en las que el guardameta Wakabayashi recibió tres tantos en un partido. El encuentro se fue a prórroga y, en un esfuerzo supremo que requirió el trabajo en conjunto de todos los ases del Bayern, tras un despeje de meta que Genzo Wakabayashi realizó, Stefan Levin, Sho Shunko y Karl Heinz Schneider consiguieron hacer, no sin ciertos esfuerzos debido a los defensas del Barcelona, la fabulosa técnica del Rugido del Dragón, misma que había sido inventada para derrotar a Genzo Wakabayashi en el pasado y que sólo había sido utilizada en una ocasión. El balón, que provocó la ilusión óptica de un dragón en llamas, perforó las redes de la portería del guardián del Barcelona, consiguiendo el cuarto gol que le daría al Bayern Múnich la victoria en el Olímpico de Kiev para coronarse como el nuevo rey de la Champions League. Así pues, esa celebración era más que merecida para el equipo ya que, además, una semana antes habían ganado la DFB-Pokal en un encuentro dramático que dejó a los jugadores con el tiempo apenas suficiente para la final de la Champions.
Por supuesto, Schneider fanfarroneaba. El recuerdo de Elieth Shanks acudía a su memoria varias veces al día, era inevitable. Por más que quería no podía sacarla de sus pensamientos pero eso jamás lo admitiría ante Genzo. Ni tampoco el hecho de que la sola mención de su baile al estilo “Pen-Pineapple-Apple-Pen” le hizo recordar a la francesa con mucha más intensidad debido a que el día en el que cumplió esa apuesta fue la última vez en la que estuvo con Elieth.
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La de los ojos grises, por respuesta, la golpeó con su elegante bolso de noche. El autoestéreo volvió a detenerse en la estación que soltaba la música de Chayanne. Fastidiada, la rubia que iba en el asiento del copiloto lo apagó.
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Genzo no dejaba de mirar el reloj Cavalli que su novia le había regalado, preocupado por su tardanza. Era cierto que el avión proveniente de París había llegado con retraso pero aun así las jóvenes ya deberían de estar ahí. Sin embargo, él no era el único que estaba esperando por las chicas que venían en camino, desde que Wakabayashi le dijo a Schneider que Elieth también acudiría, el alemán no dejaba de mirar insistentemente hacia la entrada del lugar, ignorando a las jóvenes que intentaban acercarse a él para coquetearle.
Sho rio nuevamente, esta vez acompañado por Wakabayashi; iba Schneider a responder cuando, por fin, Lily Del Valle entró al enorme y lujoso salón del hotel en donde tenía sitio la celebración. Genzo dejó de reírse inmediatamente y se apresuró a recibir a su novia, quien le sonrió con cierta disculpa al tiempo que abría sus brazos para recibirlo.
Pero la francesa no era la única cobarde. Schneider sintió que el corazón se le aceleró cuando vio entrar a la rubia de ojos grises, enfundada en un entallado y corto vestido púrpura de tirantes gruesos, tan ajustado a su cuerpo que le quitó el aliento al instante. Karl se acabó su cerveza de un trago, deseando que los sentimientos que Elieth removió en su interior al verla desaparecieran junto con la espuma.
“Otra vez tú. Siempre vas a ser tú”.
Karl Heinz Schneider y Elieth Shanks se conocieron de adolescentes, cuando ella llegó a vivir a Alemania debido a que su padre había sido designado como el nuevo embajador de Francia en ese país. Ellos acababan de comenzar la adolescencia y las hormonas descontroladas los hicieron odiarse y desearse a partes iguales, en una confusión de sentimientos propia de esa etapa juvenil. El motivo por el que Karl y Eli comenzaron odiándose era tan pueril que ni el mismo Karl lo recordaba, sólo tenía grabado en su memoria lo mucho que Elieth lo fascinaba y confundía por igual, una mezcla de emociones que seguía persiguiéndolo hasta la fecha. A pesar de lo mucho que decían detestarse, Elieth estuvo al lado de Karl cuando sus padres se separaron y estuvieron a punto de divorciarse; él tenía que admitir que, si no hubiera sido por ella, habría perdido toda esperanza, fue el apoyo de la francesa lo que ayudó a Karl a superar esa época tan difícil. Ella fue, además, a quien le diera su primer beso y quien lo convirtiera en hombre, a Karl nunca se le iba a olvidar esa ocasión en la que, temerosos los dos pero al mismo tiempo ansiosos, se entregaron mutuamente sus cuerpos desnudos para hacer el amor por primera vez.
A su vez, la joven francesa se había puesto a hablar con Nela, con la esperanza de evitar a Karl lo más que pudiera. Ella también se había quedado sin aliento al ver lo terriblemente atractivo que lucía Schneider, completamente vestido de negro y con un aire de casanova total que Elieth sintió que le fallarían las piernas si se acercaba a él. Por fortuna, fue Genzo el que decidió saludarla primero y la rubia se colgó a él como si de un salvavidas se tratara.
Por supuesto, casi inmediatamente fue consciente de que él no le quitaba la mirada de encima; coqueta como era, Elieth se alborotó el cabello mientras caminaba de una forma provocativa hacia el Káiser de Alemania, actuando de manera despreocupada aunque en el fondo sentía que le iban a fallar las piernas. Mientras más se acercaba a él, más atractivo le parecía y creyó que no podría contener sus impulsos de saltarle encima. Karl, a su vez, vio venir a la francesa y tuvo el fugaz deseo de arrancarle el vestido ahí mismo.
“Mantén tus impulsos bajo control, Karl, que no eres un adolescente”, se regañó a sí mismo.
La chica de ojos grises se alejó, indignada, con la frente muy en alto; Schneider se maldijo a sí mismo por haber sido tan idiota pero ella tampoco se lo había dejado fácil. Genzo y Lily, quienes habían observado la escena, se miraron entre sí y después suspiraron, vaya que esos dos eran un par de idiotas.
Lily le guiñó el ojo con picardía y después lo besó. Después de un rato de refunfuñar y maldecir a medio mundo, Elieth decidió ponerse a bailar con Nela y Débora, la novia de Stefan Levin, aunque después de un rato ésta decidió ir por su novio para sacarlo a la pista, con lo que Elieth y Nela se quedaron bailando solas mientras Karl perseguía a la primera con la mirada. La francesa estaba consciente de que el alemán no le quitaba la mirada de encima así que se movía provocativamente al ritmo de la música, meneando sus caderas de un lado a otro y llamando la atención mucho más de lo que lo hacía cualquier otra chica. La tensión entre ellos era cada vez mayor, en un juego de tira y afloja en donde cualquiera podía perder. Después de un rato de festejos, de bailes sensuales y de bebidas alcohólicas al por mayor, al DJ se le ocurrió poner música de salsa por petición de un jugador colombiano de reciente contratación. Nela, poco acostumbrada a esa música, no quiso seguir bailando pero Elieth se puso a dar vueltas, muy emocionada con varias de las canciones que resonaban por todo el lugar.
Elieth era hermosa y llamaba la atención de no pocos hombres aunque ninguno de ellos se hubiese atrevido a acercársele, para nadie era desconocido que ella era la chica del capitán, la mujer del Káiser. Lentamente, la atracción que Elieth ejercía en Schneider se hizo tan patente que muchos comenzaron a preguntarse si él acabaría por unírsele en la pista.
Procura no mirarme más y no sabrás de qué te perderás…
Sin embargo, Karl no se acercó a Elieth hasta que se acabó la canción. La mayoría de los presentes se hizo de la vista gorda aunque todos estaban al pendiente de las acciones del capitán del Bayern Múnich.
Por ser mitad mexicana y convivir con varios mexicanos desde muy niña, Elieth sabía bailar el cadencioso ritmo; puso una de las manos de Karl en su cintura y le agarró con fuerza la otra, diciéndole con firmeza y energía cómo debía moverse para seguir el ritmo de la música. El DJ decidió repetir la canción anterior, con lo que Karl ahora sabía qué era lo que estaba bailando gracias a la traducción que Lily le dio.
La música alegre y potente envolvió a los dos bailarines, quienes fueron pegando sus cuerpos, conscientes del deseo que los iba envolviendo. Karl clavó sus ojos azules en los grises de Elieth y se vio reflejado en ellos, sabiendo que ella lo deseaba tanto como él. Su mirada pasó después a los carnosos labios y a la curva de los senos que asomaba del escote, preguntándose qué tan mal estaría que la sacara de ahí en ese mismo instante para llevársela a la habitación que tenía reservada en el hotel en cuyo salón tenía lugar la celebración. La joven lo provocaba, pegando su cuerpo caliente al de él, entreabriendo los labios y mirándolo con coquetería, sabiendo que cada paso dado por ella sería recibido y respondido por otro de él.
Elieth estuvo a punto de soltar a Karl pero, al ver que varias chicas lo llamaban, emocionadas por su actuación, cambió de parecer y lo tomó con más fuerza de la mano, llevándoselo a un área reservada. Schneider la siguió con una sonrisa un tanto petulante en el rostro, que por fortuna ella no vio porque de lo contrario lo habría soltado de inmediato.
“Eso es porque eres el Káiser de Alemania y sigues sin tener una pareja estable”, habló en su conciencia una voz que sonaba muy parecida a la de Lily.
“Cállate, Lily”, pensó Schneider, ofuscado.
“¡Vaya mujer tan más terca!”, en esta ocasión, la voz en la mente de Schneider sí fue la suya.
Elieth dio la media vuelta y comenzó a caminar hacia la salida; ya había pasado suficiente tiempo en esa celebración, Lily no podría continuar amenazándola más así que ya podía irse sin problemas.
“Pero estás aquí por él, ¿no?”, le cuestionó a Elieth una voz que, curiosamente, se escuchaba muy parecida a la de Genzo. “Ahora resulta que te vas a marchar actuando como una terca celosa una vez más”.
No esperó a que ella respondiera y la sacó del salón, llevándosela por los corredores que conectaban éste con el lujoso hotel, que a esas horas ya se encontraban desiertos. De alguna parte se colaba una corriente de aire frío que erizó la piel desnuda de Elieth y endureció sus pezones, los cuales sobresalieron de la tela del vestido. Karl trató de no ser demasiado obvio y quiso no prestar mucha atención al detalle pero estaba seguro que una mirada lujuriosa había escapado de sus ojos azules. No podía evitarlo, los senos de Elieth eran como dos faros que llamaban la atención.
“Por idiota”, resonó la voz de Genzo en la mente de Elieth.
Por supuesto que esto no iba a ser así. Soltando un gruñido de frustración, Karl tomó a Elieth por el talle y la acorraló contra la pared, imprimiendo después un beso intenso y apasionado en sus labios, obligándola a abrir su boca para introducir su lengua. Elieth jadeó por la sorpresa y el deseo pero correspondió al beso en cuanto él la tocó, sus manos ansiosas se metieron por dentro de la camisa semiabierta de Karl mientras los dedos de él agarraban el vestido púrpura como si quisieran arrancarlo. Schneider sujetó a la rubia con fuerza por el talle, bajando sus manos hasta el borde del vestido, el cual comenzó a subir lentamente al tiempo que sus labios soltaban la boca de Elieth para bajar a su cuello.
Él, obviamente, no respondió, continuó besando la curva de su cuello, tomando la cabeza de la chica con su mano derecha para empujarla hacia atrás y lamer la piel desnuda que encontraba a su paso, mientras introducía los dedos de su mano izquierda entre la ropa interior de Elieth y su delicada piel, llegando hasta la zona más sensible de ella en donde comenzó a mover sus dedos hasta que sintió que la humedad se los mojaba.
Karl conocía bien el cuerpo de la rubia, lo había hecho suyo en varias ocasiones y sabía cómo encender su pasión. Sus labios volvieron a besar la boca que exhalada gemidos de placer, al tiempo que la cargaba para tenerla más a su altura, sosteniéndola contra la pared que en esos momentos parecía exhalar calor puro. Cuando se hizo evidente que no iba a poder contenerse más, Schneider recordó que tenía la tarjeta de su habitación en el bolsillo del pantalón y agradeció a su buena suerte.
En el elevador apenas y pudieron contenerse. Elieth había dejado de resistirse y se entregó a los besos y las caricias del Káiser, que acariciaba los senos endurecidos por encima del vestido. A tientas entre el deseo y la semipenumbra del pasillo, los ansiosos amantes consiguieron llegar a la habitación en donde, una vez dentro, se apresuraron a desnudarse. Karl volvió a besar a Eli al tiempo que con la mano derecha bajaba el cierre del vestido, dejando al fin al descubierto los dos rosados regalos que ella tenía para él. Los saboreó lentamente, paseando su lengua con lentitud y firmeza, haciendo que la chica soltara gemidos de puro placer. La francesa, por supuesto, no se quedó atrás y aprovechó para desabrochar el pantalón y sacar a la fiera que se contenía detrás, tomándola entre sus manos para hacerla reaccionar todavía más.
Con desesperación y lujuria desbordada, ambos acabaron de desnudarse mutuamente, tras lo cual Elieth se agachó frente a él para atrapar con sus labios la virilidad de su Káiser. Karl se dejó llevar y la tomó por el cabello, moviendo sus caderas al compás de las lamidas de ella; antes de llegar al punto máximo de su excitación, la levantó para tumbarla en la cama y devolverle el favor, dejando que su lengua hiciera el trabajo que tan bien sabía hacer. Elieth dejó que su placer se evaporara en gemidos prolongados, arqueándose cuando el gozo la azotó en oleadas; al escucharla, Karl supo que no lo soportaría por más tiempo y se recostó sobre ella, entrando en su húmedo cuerpo con fuerza. La francesa volvió a gritar y se aferró a su espalda, clavando sus uñas en ella y acomodando el movimiento de sus caderas a las de él.
Sus cuerpos desnudos entablaron una deliciosa y violenta danza de deseo y amor, soltando en ella todos sus sentimientos reprimidos. Karl incrementó el ritmo y la fuerza de sus movimientos, haciendo que Elieth perdiera la conciencia hasta de quién era y en donde estaba, lo único que importaba era el cuerpo desnudo de ese hombre que la poseía con ferocidad. El sudor escurría por sus pieles ardientes y desnudas mientras el Káiser entraba una y otra vez en el cuerpo de su emperatriz; ella rodeó las caderas de él con sus piernas, fusionándose por completo en un solo ser. Ambos alcanzaron el clímax a la vez, saboreando cada instante como si fuese el primero que compartían, dejándose llevar por la dulzura placidez que llega tras el gozo extremo…
Karl obedeció y la volvió a besar, sintiendo que el deseo corría nuevamente por sus venas. Sus labios pasaron al cuerpo de la joven, bajando después a sus senos y continuando con su vientre. El alemán recorrió la piel femenina de arriba abajo, lamiéndola sin detenerse hasta que comprobó con satisfacción masculina que ella volvía a desearlo con ansias mal reprimidas. Karl tomó a Elieth por la cintura y la hizo ponerse en cuatro, poseyéndola sin pausa ni respiro; ella apenas tuvo oportunidad de aferrarse al colchón para resistir sus embates, llorando de felicidad y del placer consumado, alcanzando el Cielo sin mayor dilación gracias a la libido de ese hombre que la deseaba con furor…
Por la madrugada, a Elieth la despertaron los ansiosos dedos del Káiser, que buscaban una vez más su humedad más íntima. Ella se giró para besarlo y acomodarse mejor a su cuerpo, creyendo que él volvería a hacerla suya con la ferocidad de las primeras veces pero, en vez de eso, Karl empezó a hacerle el amor con pausas, matándola lentamente con sus caricias suaves y firmes, con las embestidas controladas de sus caderas, con sus labios que apenas tocaban su piel, despertando mil y una sensaciones que fueron llevándola al abismo.
En esta ocasión, ellos hicieron el amor con la fuerza de sus sentimientos, con la intensidad del amor que ambos se habían profesado desde adolescentes, reforzado por el deseo que se fue acumulando en sus años de adultez.
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Al ver su expresión, Lily soltó una carcajada y lo besó después en los labios; Genzo le correspondió aunque seguía sin comprender.
Wakabayashi le jaló cariñosamente un mechón de cabello castaño antes de tomar la mano que ella le ofrecía y dirigirse con rumbo a la recepción. Una vez que tuvieron una copia de la llave, la pareja se dirigió al número de habitación indicada y abrieron con suavidad, prestando atención a todos los sonidos que salían del lugar.
No habían dado más de dos pasos cuando vieron el vestido púrpura de Elieth arrugado en el suelo; Genzo y Lily intercambiaron miradas de complicidad y sonrieron por lo bajo, para después salir con cuidado de la habitación.
El portero le pasó un brazo por los hombros a la chica para atraerla hacia él, al tiempo que la conducía, entre risas, a su propia habitación.
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Elieth se dio cuenta de que Karl estaba despierto cuando él le acarició suavemente la espalda; ella se removió con suavidad, ronroneando como un gato al sentir sus cálidas caricias. Karl soltó una risita antes de hablarle al oído.
Karl suspiró al tiempo que le acariciaba el mentón con un dedo. Sin importar lo que ocurriera y lo mucho que lo negara, Elieth Shanks siempre tendría el poder de hacerlo perder la razón…
Elieth decidió que era un buen momento para dejar de huir y permitirse darle rienda suelta a sus sentimientos. Al fin y al cabo ambos deseaban estar juntos, no tenía caso seguirlo negando.
Es un dilema del que tú y yo no podemos escapar…
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Extraído de un artículo del diario Sport Heute, el cual iba acompañado de una fotografía a color de Karl y de Elieth, abrazados y sonrientes en alguna estación de los Alpes suizos:
Karl Heinz Schneider, el joven Káiser de Alemania, tras haber conquistado la Champions League ha conquistado también el corazón de la hermosa joven de sus sueños. Se trata de Elieth Shanks, la hija del embajador francés Rémy Shanks quien además fue corresponsal de esta revista. La pareja ha confirmado de manera oficial su relación y se rumora que en los próximos meses puede incluso haber planes de boda. Paula Waxweiler, representante de la Paulaner, ha sido la primera en felicitar a la pareja, que se ha consolidado ya como una de las más fuertes del Bayern Múnich.
Ya sea que Karl y Elieth decidan casarse o seguir disfrutando de su noviazgo, les deseamos lo mejor para su próxima vida juntos…
Fin.
Notas:
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