Sobres rojos | By : LunaSolNocturno Category: Spanish > Anime Views: 831 -:- Recommendations : 0 -:- Currently Reading : 0 |
Disclaimer: Rurouni Kenshin no es una obra mia ni saco provecho de escribir un fanfic sobre ello. |
Disclaimer: Rurouni Kenshin no me pertenece, y no saco ningun tipo de beneficio escribiendo un fanfic de esta serie.
M/F / Oral / TF / WIP
Sobres rojos
Tres tazas de sake
Lo primero que sintió fue un peso un tanto agradable en su cadera, la respiración acompasada de alguien en su nuca y una presión moderada en sus dedos…
Aoshi estaba dormido aun.
Sonrió contenta por eso, por tener una oportunidad de sentir plenamente y sin ningún tipo de interferencia su cuerpo, cerro los ojos de nuevo; notaba algunas zonas calidas por los besos del guerrero y su intimidad llena por él, algo bastante comprensible tras la noche que habían compartido, noto también que el tórax del onni se acoplaba a su espalda y que al respirar la rozaba suavemente, que sus brazos la envolvían, uno por encima de su cadera, el peso tan agradable, y otro por debajo de los hombros cogiendo su mano, la presión moderada.
Apretó con suavidad, las lecciones que Osamu la había mostrado unas semanas antes habían tenido un efecto arrollador sobre el pobre hombre, claro, cuando ella había logrado sobreponerse a todo lo nuevo que empezaba a descubrir.
Aoshi suspiro dejando tensarse su cuerpo.
La Okashira lo sintió y movió las caderas lentamente, el suspiro se convirtió en un jadeo y un dulce abrazo.
-Estoy despierto-murmuró en la nuca de ella.
-Ya lo sé.
Durante unos minutos dejaron que el silencio fuese total, era muy agradable estar los dos desnudos y tumbados, tan apretados tras todo lo ocurrido.
Aoshi empezó a mover los dedos por el vientre de Misao provocando cosquillas en la joven onni.
-¿Qué pasa?
-Nada, tenia ganas de hacerlo.
Se levanto dispuesto a besarla pero se detuvo antes de hacer nada más, la piel de la joven ya no era nívea, había marcas rosadas, muchas en el cuello y hombros, alguna que otra decorando sus senos… una media luna roja adornaba uno de los redondeados hombros, desafiando la palidez que había logrado alcanzar al fin.
Se inclino y la beso.
Misao abrió los ojos lentamente, todo era demasiado irreal, sentía el aliento de él sobre su frente, los roces de sus labios… también desde donde estaba podía ver el tensado brazo del guerrero, la forma abombada de su hombro aguantando su peso… una mancha enorme en el cuello.
-¿No te dolerá?-dijo alargando la mano hasta rozar la zona.
-¿El que?
Alcanzo la gabardina donde estaban enganchadas de mala manera las kodachi, desenvaino una y uso el filo a modo de espejo.
Un impresionante moratón le destacaba en el cuello. Un chupetón enorme.
-Tú también tienes alguna que otra marca.
-¿Qué? No puedo presentarme con marcas en el Aoiya ¿Sabes lo que ocurrirá?
-Pedirán una prueba de que eres virgen, lo sé.
-Y ya no tenemos esa prueba.
El antiguo Okashira levanto una ceja a modo de tentativa.
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El momento cumbre había llegado al fin, cuando el sacerdote había servido la bandeja que contenía las tres tazas de sake del ritual todo el mundo había callado con un silencio reverencial, los bailarines que amenizaban la intima celebración habían caído de rodillas centrando la atención en ellos dos, el sacerdote había presentado la botella de sake para que uno de los dos la cogiese.
Aunque lo normal había sido que Misao recibiese el apellido de Aoshi, convirtiéndose por tanto en la nueva Dama Shinomori, muchos habían discrepado. Ahora ella tenía tanto prestigio como él, puede que más, por tanto, Aoshi debía recibir su apellido.
-No me termina de convencer-murmuro a su lado-queda muy mal. Aoshi Makimachi-arrugo el gesto al pronunciarlo.
-Misao Shinomori. También suena extraño.
-¿Y entonces? ¿Qué hacemos? -El sacerdote pondrá el sake entre los dos y el que lo coja será el que deponga el apellido.
-¿Por pedirle que sea él el que lo sirva que perdemos?
-¡Ningún sacerdote hará eso!-discrepo levantándose a medias.
-Preguntemos entonces.
Dicho lo cual la beso de nuevo y se retiro a un silencio donde las caricias en la suave espalda eran lo único que los mantenía entretenidos mientras se bañaban.
El anciano hombre se inclino con una reverencia, para sorpresa de los presentes sirvió la primera taza y luego se la ofreció a la Okashira, nada acostumbrada al aguardiente de arroz se obligo a beber de un trago el transparente líquido evitando las ganas de pedir agua. Después dejo la tacita en la mano del sacerdote que la lleno de nuevo y se la tendió al guerrero. Este la cogió reticente y la vació de un trago intentando no mostrar la mueca de desagrado que siempre le producía semejante bebida.
-Este es el ultimo-amenazó-no pienso seguir andando con una tormenta sobre nosotros y sin paraguas.
-Yo también estoy cansado ¿Por qué nadie entiende los motivos que tenemos?
-¿Qué motivos tienen, joven?
Misao fue la primera en dar un respingo, sin estar aun acostumbrada a las sandalias femeninas tropezó y se sujeto precariamente al kimono de Aoshi, el guerrero tuvo el tino suficiente de cogerla por la cintura y no por el cuello de la ropa como había sido su primer impulso.
-Se trata de mostrar el que ninguno de los dos es más importante que el otro.
-Los dos formamos un todo-aclaro la Okashira abochornada.
El anciano les miro atentamente y con una sonrisa, hacia años que ninguno de los novios que pedían sus servicios le hacían esa propuesta, asintió precediéndoles en el camino hacia el despacho del templo, allí tenia un grueso rollo donde se definía ese tipo de ceremonia
Para estupor de los presentes la siguiente copa fue ofrecida al antiguo Okashira, después, a la joven novia.
Aoshi abrió la caja temiéndose que las tazas matrimoniales no estuviesen allí, durante siglos habían pertenecido al Onniwabanshuu para celebrar las uniones de sus orgullosos Okashiras. Pero estaban.
Saco la mas pequeña de las tres, la primera de la que se bebía, repartidos por la oscura superficie había pétalos de cerezo, un onni, los míticos demonios de los cuales recibían su nombre los perseguía; en la mediana se dejaba entrever, entre la conocida decoración de sakuras y onni, una mano pálida que sujetaba un puñal.
En la última taza, esplendorosamente pintados, había un onni y una muchacha que bailaban entre los pétalos.
La gran sorpresa fue la tercera, pocos onni recordaban lo que simbolizaba semejante ritual: igualdad. Entre dos seres iguales en rango y prestigio ninguno de los dos se podía someter.
La tercera taza entrelazo sus destinos a ojos de los demás, el sacerdote se la dio al guerrero que a su vez se la tendió a la kunoichi, esta se inclino reverencial y bebió un sorbo. Luego la ofreció hasta posarla en las manos del onni, que repitiendo su gesto, la dejo de nuevo en las manos femeninas, de allí fue hasta la bandeja.
El sacerdote dio su bendición final a la pareja.
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Espero hasta que prendió la pequeña lámpara, después de eso la miro con una expresión divertida, puede que estuviese acostumbrada a los kimonos pero un kimono nupcial era mucho más complicado de quitar, con la cantidad de refajos y de almohadillas que se ponían para formar la imagen de una esposa sumisa y complaciente mas de una acababa mareada solo de pensar en quitárselas una por una. Por lo menos el tocado ya estaba en el pedestal que tenía reservado.
Harta de complicaciones dio un tirón al obi-hime y, levantándose de golpe, el kimono y los complementos quedaron atrás; ya no estaba la columna que artifialmente había sido modelada esa misma mañana por las manos reticentes de una pareja de kunoichis, sus suaves curvas quedaron al descubierto con un único siseo.
-Al fin. Por Kami, que incomodo.
Él simplemente se quito su ropa y saco una esponja para empezar a desmaquillar la nuca, Misao cerro los ojos y se dejo hacer con un suspiro.
-Okina ha pensado en todo-susurro cuando los labios de Aoshi sustituyeron a la esponja, los dos tenían la vista clavada en el enorme futón que estaba extendido-tendremos que dejar la evidencia.
-La tenemos ¿Verdad?-miro la bandejita donde un pañuelo, blanco inmaculado, esperaba su turno en la ultima parte del ritual.
-Espera.
Cogió uno de los kunai y rasgo parte de la tela del futón, únicamente la parte superior, luego lo guardo junto al traje onmitzu. Más tarde lo necesitarían. Ahora solo había que disfrutar las horas que habían conseguido escamotear a la férrea vigilancia del Aoiya.
-¿Quien dijo que no?
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A la mañana siguiente Okina entro a por el paño que mostraría a los demás onni, todo para indicar que la novia era en verdad virgen; lo primero que noto fue que el pañuelo era repentinamente más áspero que la seda, que los bordes no estaban bordados en plata y que la sangre no era fresca.
-Imposible-susurro al ver que un sobre rojo reposaba en el fondo.
Cinco ofrendas desde la sabiduría.
Una sola ofrenda en la igualdad.
Después, tres tazas de sake.
¿Qué, salvo mi cuerpo, callara hasta el momento adecuado?
¿Qué, salvo mis labios, reconocerá?
¿Quién, salvo nosotros, sabe la verdad?
Desde el futón los recién casados dejaron escapar unos suspiros a modo de agradecimiento por marchase, pensando que la pareja estaba segura de lo que había hecho.
De todas formas.
Él solo había visto un pañuelo manchado de sangre, que es, lo que verían los demás.
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