El Amor Tal Vez | By : clumsykitty Category: Spanish > Anime Views: 545 -:- Recommendations : 0 -:- Currently Reading : 0 |
Disclaimer: I do not own the anime/manga that this fanfiction is written for, nor any of the characters from it. I do not make any money from the writing of this story. |
Nota clumsykitty: duh, lo básico ¡gracias por leerme!
u.u
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No se puede vivir con tanto veneno,
La esperanza que me dio tu amor
No me la dio más nadie,
Te juro, no miento
No se puede vivir con tanto veneno
No se puede dedicar el alma
A acumular intentos
Pesa más la rabia que el cemento
................... No, Shakira.
CAPITULO 5. MAREA ALTA.
-No digas mentiras, Atemu.
-¡Es verdad! Ojalá tengas oportunidad de ir al Museo, Seto. Toda la situación es muy divertida, aunque, claro, estamos en problemas por esas dagas –comentó el tricolor, dando vuelta al volante para dirigir el auto hacia la avenida.
Seto se dedicó a la lectura de su libro.
-¿Por qué no les dices que fue Bakura quien se las robó?
-¿Crees que estaría dispuesto a devolverlas?
-Eres el Rey de los Juegos, de algo debe servir eso…
-Gracias por el sarcasmo… ¡oh, vaya!
El auto se detuvo detrás de una larga fila. La avenida que habían tomado estaba cerrada, varios montacargas y grúas trabajaban en arcos gigantescos y muñecos inflables. El ojiazul levantó su vista al escuchar varios cláxones delante de ellos.
-¿Qué diablos es eso?
-Me parece que son los preparativos para la próxima fecha que se avecina –Atemu se volvió hacia Kaiba- Tú sabes, el día de los enamorados…
-¿Por qué me miras así? –inquirió con enfado el castaño, arqueando una ceja.
-En verdad sabes como desanimar a las personas, Seto.
-No necesito decirte que me fastidian esas cosas.
-No pierdo nada con soñar –dijo el Faraón, poniendo en reversa el automóvil para salir como otros hacia una calle alterna.
-Pues solo estás perdiendo tu dinero –señaló Seto, volviendo a su libro- Las rosas que me has estado enviando han terminado en manos de Misao.
-¿Rosas?
-El papel del inocente no te queda, Atemu.
-Pero… -el tricolor se encogió de hombros- yo no te he mandado rosas…
Ambos se miraron unos segundos antes de que Kaiba dejara caer pesadamente su libro sobre su regazo.
-Sigfried…
-Creí que le habías dicho…
-Lo que yo haya hablado con él no es suficiente para persuadirlo. Maldito alemán. No conoce el significado de la frase “no quiero nada contigo”.
-Al menos estoy exonerado de culpa –comentó divertido Atemu.
-Ja, ja.
Su auto giró hacia la avenida que cruzaba el Parque de Ciudad Domino. Debido al desvío de autos, el tráfico se encontraba ligeramente cargado. El ojiazul se recostó sobre su asiento, contemplando al Faraón que se concentraba en el camino.
-¿Qué pensabas hacer, Atemu?
-¿Eh?
-Sobre lo que dijiste…
-Oh, nada especial. Una cena romántica…
-Atemu…
-No tenía realmente algo planeado. Vamos a tener mucho tiempo solos en cuanto estemos en Egipto.
-¿Ya le has mencionado al Director del viaje?
-Ahora no tiene cabeza para reclamarme algo. Yo he estado coordinando esa investigación por mi cuenta. El equipo pronto se completará y en cuanto tengamos luz verde de la Comisión, nos marcharemos.
-¿Vas a estar trabajando durante nuestro viaje?
-No creo que seas la persona más indicada para reclamarme, Seto. Mira quien está con la Universidad y el trabajo EN CONTRA de las órdenes de su médico.
-Para tu información, Señor Faraón, tengo una condición física por encima de la media…
-No lo dudo, pero ahora no estás en el cien por ciento.
-Estando a tu lado se que todo volverá a la normalidad –afirmó Kaiba, posando una mano sobre la del tricolor en el volante. Atemu le sonrió.
El auto se detuvo en un semáforo en rojo. Seto dirigió su vista hacia el Parque. Su rostro adquirió una expresión de disgusto al divisar a lo lejos un banderín de publicidad de Prometeo con una banda pegada encima del torneo de Pegasus.
-Espera un momento, Atemu –dijo, arrojando sus cosas en el asiento trasero y abriendo la portezuela.
-¿Qué? Seto, ¿a dónde vas?
-Di órdenes estrictas para que no se involucrara mi proyecto con el torneo de Pegasus –señaló hacia el banderín- Y los muy idiotas me contradicen…
-¡Seto, espera! –la portezuela se cerró con fuerza.
El ojiazul tomó el camino principal del Parque, dirigiéndose hacia el banderín colgado cerca del reloj; buscando entre su saco, su celular, con un paso acelerado. Dio vuelta para rodear el centro, al tiempo que tomaba su teléfono en mano. Una persona iba a toparse con él y levantó su vista para hablarle.
-Seto…
Kaiba se quedó inmóvil al oír la voz de Joey. Sus ojos se clavaron en el rubio frente a él. Joey estaba vestido en sus regulares jeans, playera y su chaqueta de explorador; con sus manos en los bolsillos. Su mirada estaba llena de asombro y conmoción, al igual que el castaño, el cual sentía su corazón latir aprisa al tener presente por fin al rubio.
De nuevo en el Parque de Ciudad Domino.
-Joey…
Todo ruido, todas las personas parecieron desaparecer, mientras ellos se miraban. Sin palabras. Sin saber que decir. El tiempo mismo pareció detenerse. Ninguno de los dos se atrevía a hacer un solo movimiento ni a despegar la vista de los ojos del otro. Todo lo que había era un silencio extraño. Un encuentro inesperado. Tan fortuito como lo había sido todo entre ellos.
Joey sintió sus ojos humedecerse con un temblor en su cuerpo. Nunca imaginó que al salir por primera vez desde que llegó a Ciudad Domino se toparía enseguida con Seto. Sin más, se acercó ansioso al ojiazul para hacer lo único que quería desde aquella noche.
Besarle.
Seto tardó en volver en sí, los brazos del rubio le sujetaron con fuerza, producto de la ansiedad y la desesperación, al tiempo que sus labios se pegaron a los suyos en una mezcla de regocijo y temor. Kaiba se encontró temblando, incierto. A su alrededor todo lució como si regresara a la normalidad. Lágrimas tibias caían en su rostro. Lágrimas de Joey.
-¡No! –exclamó, escapando al beso, con sus manos empujando el pecho del rubio.
La mirada de Joey se inundó por completo de lágrimas.
-Perdóname –musitó con dolor- perdóname…
El castaño negó con la cabeza, aunque sus ojos se rozaron.
-Por favor, déjame explicarte… -dijo el rubio, tratando de atraerlo hacia él.
-¡No! –Seto se separó de él a la fuerza.
-Lo siento, nunca quise…
-¡NO! –la voz de Kaiba sonó ahogada.
-Seto, por favor…
Éste retrocedió, mirando a su alrededor. Su pecho se agitó al observar su entorno. Un lugar con recuerdos crueles…
Era el Parque de Ciudad Domino.
El reloj marcaba las cinco de la tarde.
No había nadie alrededor. Todos estaban de fiesta. Era fin de cursos.
-Seto…
-¿Joey? –la voz del Faraón se acercó a ellos.
Seto se giró al oírle. Cascadas de imágenes empezaron a atacarle.
“-Se acabó, Atemu.
-¿Se acabó? –rió sarcástico el tricolor- ¿Según quién? ¿Tú?”
“-Vaya, el amor por tu hermano es admirable, Mi Tesoro…
-¡Vete, aléjate de él! –gritó el chico forcejeando con su hermano para liberarse.
-Ven aquí –el tricolor lo llamó.
-¡No lo toques!
-Es una orden, Mi Tesoro –gruñó y el hangar se cimbró.”
“-NO. TE. ATREVAS.
Joey apuntó con la Beretta a la cabeza de Atemu. Éste le miró de reojo.
-Mira quien lo dice…
-Quítale tus asquerosas manos de encima.
-No estás en posición de pedir nada, Joey.
-Lo digo en serio, Atemu.
El Faraón se levantó dando media vuelta para ver al rubio de frente.
-Sé que tú no eres así, Atemu. Te conozco, eras mi amigo. Por eso te doy la oportunidad de desaparecer y no volver nunca. Voy a matarte si no lo haces.
Los ojos violetas del tricolor le miraron con enorme furia.
-Tú no eres así. Recuérdalo. Puedes volver a hacer una buena persona…
-Es una ironía escucharte hablar así.
-Vete, Atemu –el gatillo se tensó- No hagas más daño.
-¿Cómo lo hiciste con Seto?
Joey iba a replicarle pero calló al darse cuenta a qué se refería.
-¡Ah! Vaya, el dulce Joey si recuerda su pecado…”
“-Si acaso te crees mejor que yo, adelante Joey. Mátame.
-Lo siento, Atemu.
-Yo también. Soy la Estrella de la Mañana…”
“-¡MOOOKIIIII! ¡NOOO! ¡NOOO!”
“-Contempla, Seth, todo el daño que Joey te ha hecho…”
El ojiazul posó sus ojos en Joey de nuevo. Un viejo dolor se apoderó de su corazón y el pánico amenazó con dominarle. Algo en su interior se sentía como si se agitara incontrolablemente, como si quisiera despedazarse. Quiso huir y así lo hizo. Echó a correr con todas las fuerzas que pudo.
-¡Seto! –el rubio corrió tras él, dejando a Atemu atrás.
El tricolor se quedó inmóvil, viendo como Joey trataba de alcanzar al otro, quien se perdió de vista. El alma de Seth se estremecía de nuevo. Se llevó una mano a sus cabellos, angustiado, mientras regresaba al carro que dejó estacionado.
/ ¿Por qué no sentí la presencia de Joey? /
Encendió el motor y en cuanto tuvo oportunidad, aceleró hacia donde Seto había huido. El encuentro había sido en el lugar menos apropiado y en el momento más inoportuno. Atemu temió por la vida de Kaiba.
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Seto jadeó exhausto, una de sus manos buscó apoyo en la pared del callejón. Su cuerpo temblaba de pies a cabeza. Se inclinó un poco, con su otra mano en la rodilla. Comenzó a sollozar. Dolor. Un terrible y viejo dolor le embargaba. Respiró profundamente en un intento inútil de mantenerse bajo calma. Llanto apagado fue lo único que consiguió. Recargando su espalda contra la pared, miró el cielo nublado. El invierno aún no terminaba y dominada el firmamento con sus nubes grises.
/ ¿Por qué ahora? ¿Por qué justo ahora? / pensó para sí mientras sus lágrima caían de sus ojos.
“… Joey… yo… te amo… y quisiera una oportunidad… para hacerte feliz…”
“… ¿Qué hice mal? – musitó el ojiazul con voz quebrada, extendiendo sus palmas cubiertas de sangre hacia Joey- ¿Qué hice mal para que me odiaras tanto?”
“… ¡Cállate! ¡Cállate! ¡Te odio Kaiba! ¡Te odio! ¡TE ODIO!...”
“… ¡Eres una porquería! ¡Debería matarte! ¿Quién te extrañaría? ¡Nadie! ¡NADIE! ¿Me oyes? ¡Tú amor no merece vivir porque tú no lo vales! ¡VETE AL INFIERNO, KAIBA! ¡MUÉRETE Y DEJAME EN PAZ! -gritó con todas sus fuerzas, escupiéndole a su cara para marcharse corriendo.”
“… te amo…”
“… confía en mi, koneko…”
“… ¡TE ODIO!”
“… ¿puedo hacerte el amor?...”
“… ¡MUERETE Y DEJAME EN PAZ!...”
“… te deseo, Seto…”
“… ¿Qué hice mal?...”
“… recuerda que siempre te amaré…”
“… ¡eres una porquería!…”
“… dame una oportunidad, Seto...”
“… ¿por qué?...”
“… todo lo que quiero de este mundo eres tú, koneko…”
“… ¡nadie puede sentir algo por un monstruo como tú!...”
“… cachorro tonto…”
“… ¿guau?...”
“… ¡VETE AL INFIERNO, KAIBA!...”
“… no voy a olvidarlo…ni el la muerte…”
Recuerdos que creía bajo control se tornaban tormentosos. La escena del Parque y de la noche en el hangar se mezclaron junto con las memorias compartidas con Joey.
-¡Seto!
El rubio apareció en el callejón. Kaiba se irguió para correr a la salida contraria, pero sus fuerzas ya menguaban. Los brazos de Joey volvieron a envolverle.
-Por favor, escúchame. Solo un momento…
“… ¡Basta! ¡No me lastimes más, por favor! ¡No quise ofenderte!... Yo sólo deseaba decirte lo que siento… -suplicó llorando amargamente.”
“…No me dejes… por favor… no me dejes”
Más dolor. El castaño se revolvió zafarse. Se plantó frente al otro.
-¡¿Por qué?!, ¡¿Por qué?! –le gritó al rubio.
-No fue mi intención, te lo juro –sollozó Joey tratando de tocarlo.
-¡NO! –Seto le rechazó, el dolor alcanzaba sus ojos azules- ¡Te burlaste de mí!
-¡Eso no es cierto! Seto…
-¡Te burlaste de mi!, ¿Por qué?, ¿Qué daño tan grave te hice para que me trataras así?, ¿Soy tan poca cosa?
-No, no digas eso, por favor –Joey tenía el rostro bañado en lágrimas- Nunca quise lastimarte…
-¡Pero lo hiciste!
-Perdóname, Seto. Te juro…
-¡Nooo! –el ojiazul se llevó las manos a sus sienes- ¡Ya no lo hagas! ¡Eres un mentiroso!
-¡Te amo!
-¿Por qué? –Kaiba levantó su vista al cielo, su llanto era de completo desconsuelo- ¿Por qué te fuiste? ¿Por qué me pisoteaste y te marchaste sin mirar atrás? ¿Es que es verdad lo que tú hablaste sobre mí?
-¡No!... ¡yo no…! ¡No era yo! ¡Siempre te amé! ¡Siempre te he amado!
-¿Por qué me abandonaste?
-¡Es que…! ¡No lo hice! ¡Nunca, ni un solo instante, deje de pensar en ti!
-¡Yo te necesitaba y despareciste de mi lado!
-¡Puedo explicar…!
-¿Por qué siempre vuelves cuando ya es muy tarde?
-Seto, no…
-¡Puse mi corazón en tus manos y lo tiraste al olvido! ¡Lo hubiera dado todo por ti! ¡Todo!, ¿Por qué tiene que ser Atemu quien se quede a mi lado?
-Seto…
-¡Quería que me amaras!, ¡Quería ser importante en tu vida!, ¡Pero no lo soy!
-¡BASTA! –Joey le abrazó con fuerza. Ambos lloraban sin cesar- Basta, por favor, no más… no más… -besó sus cabellos castaños- No, por favor… no digas eso…
Seto se abrazó al rubio, llorando en su pecho, pegándose a él como si deseara fundirse con su cuerpo. Joey posó un brazo alrededor de su cintura y el otro alrededor de sus hombros, enterrando sus dedos en la cabellera castaña; basando una y otra vez la mejilla húmeda, dejando que sus lágrimas se mezclaran junto con su dolor.
-… no más… no más…
Siguieron así por más tiempo; llorando la ausencia del otro, la distancia que los separó y las circunstancias. Joey se sentía dividido entre el júbilo y la culpa. Jamás ideó reencontrarse con Seto justo en el lugar donde todo había comenzado. Y le dolía de sobremanera aquellas lágrimas que derramaba tan amargamente.
-Te amo –le susurró al oído- Te amo con toda el alma. Con todo mi corazón, Seto. Nunca fue mi intención hacerte daño, ni dejarte solo. He estado muerto en vida sin ti. Todo lo que soy, lo soy por ti, para ti. Mi vida no me importa si no te tengo a mi lado.
El castaño se dejó caer cansado, Joey le siguió, quedando sentados en el asfalto, pero sin separarse. Tomando el rostro de Seto entre sus manos, el rubio comenzó a besar sus lágrimas y sus ojos, repartiendo besos con devoción.
-Ya no llores más –continuó entre sollozos- No merezco tus lágrimas. Soy un cobarde, un tonto… soy de lo peor. Seto, soy yo el que no vale la pena. Mira lo que te he hecho. Yo debí de caer a tus pies cuando me ofreciste tu amor y no lastimarte. Nada de lo que dije aquella vez era cierto. Eres lo más hermoso que me ha sucedido en la vida. Eres como el ángel que bajo a la tierra solo para hacerme feliz, a mí, el peor de los pecadores…
-Joey… -Kaiba abrió sus ojos para verle.
-Te amo desde que nos conocimos… creo que desde que nacimos… pero me sentía tan poca cosa entonces que no supe reaccionar cuando mi más anhelado deseo se hizo realidad. Nunca creí posible que alguien tan bello, tan perfecto como tú pudiera fijarse en mí… -Joey acarició su mejilla y los mechones de la frente del ojiazul- Estos hermosos ojos azules convirtieron el infierno de mi vida en el paraíso con solo mirarme, ¡Debo ser castigado por hacerlos sufrir!
-… me duele… me duele tanto, Joey…
Este volvió a abrazarle, esta vez meciéndolo suavemente.
-Te pido perdón, pero creo que ni siquiera yo puedo perdonarme. Entregaste tu corazón a una escoria que lo dejó en el suelo, ensangrentado… nunca, nunca me lo voy a perdonar… te traje la desgracia con mis propias manos… si alguien me concediera un deseo, Seto, sería poder regresar el tiempo para hacerte realmente feliz… o mejor aún, para invertir los papeles… no me importa si con ello puedo borrarte este dolor…
-No me dejes… por favor…
-Perdóname, amor –el rubio besó su frente- perdóname, perdóname…
-Joey –a voz del tricolor se escuchó detrás de éste.
Joey se giro de inmediato al oírle. Atemu se acercaba a ellos con una mirada extraña. El recuerdo de la noche en el hangar, la sangre y las lágrimas de los Kaiba hizo enfurecer al rubio.
-¡Tú! –se puso de pie, dejando a Seto- ¡Tú, maldito infeliz!
-Joey, espera…
Ya no tuvo tiempo de hablar. Joey se abalanzó sobre él hecho una furia, tumbándolo al piso y dándole de puñetazos que trató de esquivar mientras buscaba la forma de quitárselo de encima. La ira del rubio no era nada comparada con la preocupación que crecía en su interior al sentir cierto desvanecimiento en el alma de Seto. Tenía que ayudarlo y pronto.
-¡Te odio! ¡Eres un bastardo miserable!
-¡Joey, escúchame!
-¡Lo lastimaste!
-¡Joey!
-¡El siempre trató de amarte y solo lo humillaste día tras día!
-¡JOEY, DETENTE!
-¡Eres un monstruo!
Seto los observaba desde su lugar, asustado. Escenas repetidas. Joey y Atemu luchando. Todo comenzó a oscurecerse. Un extraño frío envolvió su cuerpo tembloroso. Demasiado dolor. Cerró sus ojos, exhausto y cayó al suelo, inconsciente. El Faraón lo vio u no dudó en usar su fuerza para arrojar a Joey lejos de él y ponerse de pie enseguida. El rubio se levantó más iracundo todavía.
-¡Esta vez no te voy a dejar con vida!
Con la vista fija en el ojiazul, Atemu hizo brillar el ojo en su frente.
-No tengo tiempo para pelear, Joey. Lo siento.
Levantó una mano hacia el rubio que fue arrojado contra la pared detrás de él, dejándolo semi noqueado. El Faraón se arrodilló con rapidez al lado de Kaiba, colocando una mano sobre su frente y otra sobre su propio pecho.
-¡Oh, gran Osiris! No reclames aún esta alma a tu reino, que su nombre no sea inscriba todavía en el Libro de los Muertos…
Volvió a recitar el cántico sagrado que llamaba el alma a retornar a su cuerpo como el pastor que llama a la oveja perdida.
-Madre celestial Nut, que nos cobijas con tu manto. Permíteme una vez más ayudarle. Padre amado, mi señor Ra, comparto mi fuego divino de la vida con Seth…
Joey se llevó una mano a su nuca, sacudiendo su cabeza para enfocar su vista. Sentándose de rodillas, buscó al tricolor. Sus ojos claros se abrieron de par en par. Parpadeó varias veces para asegurase de lo que veía.
Una cálida luz rodeaba tanto a Seto como Atemu, aunque parecía emanar de éste último y envolver al castaño. El Faraón estaba sumido en una especie de trance, murmurando con los ojos cerrados palabras extrañas para el rubio; quien se quedó inmóvil al ver la escena. Gradualmente, la luz fue desvaneciéndose, al tiempo que el tricolor caía sobre sus palmas, visiblemente agotado y respirando con dificultad. Por primera vez, Joey se percató de la palidez en Kaiba, que iba menguando poco a poco, aunque no despertó. Atemu se puso de pie y respiró profundamente. Un ligero sudor perlaba su frente mientras que su piel palidecía ligeramente.
-¿Qué-Qué sucede? –balbuceó el rubio.
Como si hubiera olvidado que Joey se encontraba ahí, el Faraón se volvió hacia éste. Sus ojos violetas mostraban mucho cansancio pero también resentimiento. De nuevo, se arrodilló para tomar a Kaiba entre sus brazos, pasando de largo al rubio, el cual se levantó tras ellos.
-¿A-Atemu? ¿Qué fue todo eso? ¿Qué sucede?
El otro siguió caminando sin contestarle. Joey tuvo un mal presentimiento y corrió para alcanzar al Faraón que se dirigía al auto cercano al callejón.
-Déjame ayudarte.
-Joey, si en verdad deseas ayudar, abre la portezuela –le contestó con frialdad Atemu.
Un tanto confundido, el rubio le obedeció abriendo la puerta para que el tricolor dejara en su asiento a Seto, no sin antes revisar sus signos vitales. El temor en Joey se agudizó al ver esto.
-Atemu, contéstame…
Silencio crudo fue lo único que recibió. El rubio sentía enormes ganas de llorar de desesperación. El Faraón sacó las llaves dando ruedo al auto y abrir del lado del conductor. Se detuvo, pensativo y clavó sus ojos en Joey.
-¿Quieres saber que le sucede a Seto?
-Por favor…
-Está muriendo.
-¿Qué? –el rubio sintió que las piernas le flaquearon.
-La esencia de su alma se marchita.
-P-Pero, ¿por qué?
-¿Y todavía lo preguntas, Joey?
-No… no te comprendo…
-Cuando tú lo rechazaste esa tarde en el Parque, como el amor que sentía por ti era tan grande, le causó una dolorosa decepción que caló hasta lo más profundo de su alma y que mantuve enjaulada bajo el poder de las Sombras, usando el anillo; pero de nuevo se liberó, ganando más poder sobre su fuerza vital al no encontrarte en el momento en que él te necesitaba…
-¿Al no encontrarme?
-Tendría que odiarte, Joey, pero no puedo. Seto te estuvo buscando desde que despertó en el hospital y nunca hubo un rastro de ti. Inclusive te mandé la carta del Dragón Negro…
-¡¿Tú fuiste?!
-Así es. Es increíble que no sintieras el dolor de sus lágrimas. Ahora su alma está débil por tanta pena.
La expresión de Joey era de completo asombro ante la revelación.
-Yo… pero… ¿Qué fue lo que le hiciste?
-Lo que he estado haciendo desde un principio. Salvarlo.
-¿Cómo?
-He estado compartiendo parte de mi propia alma para fortaceler la suya y no dejarlo morir. Este “monstruo” lo ha mantenido con vida.
-¿Quieres decir que esta no es la primera vez que lo haces?
-No.
-Oh, Dios…
-Yo esperaba que pronto te encontrara y se recuperara por si mismo. Pero una vez más, las cosas no salieron como lo tenía pensado.
El rubio comenzó a sollozar, arrodillándose al lado de Seto, sus dedos rozando el cristal a través del cual le observaba.
-Tengo que llevármelo, Joey. Necesitará medicamento y mucho reposo. Despertará de seguro con una crisis y ya no deseo que vuelva al hospital.
-Seto…
-Tal vez haya una solución a todo esto. Pero ahora no puedo buscarla –el tricolor abrió la portezuela- Su vida es mi prioridad –dijo señalando al ojiazul- La próxima vez que decidas matarme a golpes, ten la precaución de que Seto no nos vea.
Atemu subió al auto y arrancó. Joey se quedó en la acera, arrodillado, llorando con desconsuelo. Miró sus manos, rojas por los golpes que acababa de propinar.
-¿Qué he estado haciendo? ¿Qué he estado haciendo?
Ahora más que nunca se percataba de la magnitud de sus actos. Ese arrebato suyo del pasado le estaba costado la vida al ojiazul, y todo había empeorado desde que huyó con Angie. Era inútil arrepentirse por las tantas veces donde la oportunidad de decirle la verdad a Seto se presentó y se fue. Su concepto del Faraón daba un giro de 360 grados. Atemu siempre había tenido en mente la salvación de Kaiba, con el conocimiento de cual era la raíz del problema.
Y en este momento arriesgaba su propia vida para evitar la muerte de Seto. Joey se estaba cobrando dos vidas por un momento de tonta ira.
El sonido ronco del motor de una motocicleta se detuvo frente a él.
-¡Joey! ¡Has vuelto! –la sonora voz de Tristán lo trajo de vuelta a la realidad.
El rubio levantó su rostro hacia su amigo.
-Todo es mi culpa.
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