El Amor Tal Vez | By : clumsykitty Category: Spanish > Anime Views: 526 -:- Recommendations : 0 -:- Currently Reading : 0 |
Disclaimer: I do not own the anime/manga that this fanfiction is written for, nor any of the characters from it. I do not make any money from the writing of this story. |
I know I left too much mess
and destruction to come back again
And I caused nothing but trouble
I understand if you can’t to talk to me again
And if you live by the rules of ‘it’s over’
Then I’m sure that make sense.
Well, I wil go down with this ship
And I won’t put my hands up and surrender
There will be no white flag above my door
I’m in love and always will be.
................... White Flag, Dido.
CAPITULO 4. FELIZ CUMPLEAÑOS.
-¡Sí! ¡Sí! ¡Síííííí!
-Mokuba, si no te calmas…
-¡Me gané unas galletas!
Seto se llevó una mano a su sien, contando hasta mil para no estallar ante la hiperactividad de Mokuba, que se había alegrado porque el helado que pidió en el hotel tenía un cupón para un paquete de galletas gratis. La limusina iba despacio por las abarrotadas avenidas de Los Ángeles, hacia el domo donde se localizaba la Convención. Atemu tomó esa mano para darle un pequeño beso.
-Tranquilo, todos los adolescentes son así.
-¿Qué insinúas, Atemu? –preguntó en tono herido el chico.
-Yo no fui así –replicó el castaño.
-Naaa. Fuiste un nerd, engreído y un poco hocicón, hermano.
-Mokuba, más respeto –le amonestó el Faraón.
-¡Pues que me deje en paz con mis galletas!, ¡No es mi culpa que Ryou y Bakura hayan festejado su Año Nuevo con sexo en la biblioteca!
Kaiba tomó sus documentos de nuevo para leerlos sin contestarle a su hermano; mientras que Mokuba abría una ventanilla para mirar el boulevard por el que pasaban. El tricolor se acercó a Seto.
-¿Estás bien?
El ojiazul siguió leyendo sus papeles.
-Sí, no me pasa nada. No te preocupes, no voy a desmayarme.
-Voy a estar detrás del stand si me necesitas…
-¡Hey! ¡Yo conozco a este tipo! ¡Sale en la televisión! –gritó el chico.
-Tengo casi un mes sin recaídas, Atemu.
-Pero aún estás muy débil para hacer un viaje como éste.
-Pues ya estoy aquí, ¿o no?
-¡Esa es una cantante! ¡Lo sé!
-Si veo que no te encuentras bien, te saco de la Convención, ¿Entendido? Con o sin presentación. Y no más viajes hasta que la doctora lo autorice.
Seto bajó sus documentos para mirar con fastidio al Faraón.
-A veces eres insoportable.
-Ya sabes el por qué.
-¡UUIIIII! ¡Hoooolaaaaaa!
-¡Mokuba, siéntate en tu lugar! – le ordenaron ambos al mismo tiempo
-¡Shit! –bufó el adolescente, volviendo a su asiento.
-¿Qué has dicho? –inquirió el castaño con renovado enojo.
-¡Ooops! Nada…
-Cuida tu lenguaje, hermanito; o haré que Atemu te lave la boca con el Rompecabezas del Milenio…
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La Convención estaba repleta de gente; las grandes compañías de juegos y entretenimiento se habían dado cita para mostrar sus últimos avances. Todos los asistentes y periodistas iban de un lugar a otro para enterarse de lo último en el campo de los Duelos de Monstruos y videojuegos. Uno de los stands le pertenecía a Empresas Devlin, con Mai Valentine como anfitriona, sonriéndoles a los visitantes en tanto Duke hablaba a las cámaras. Maximilian Pegasus, por su parte, se encontraba muy ocupado dando informes a cerca de su nuevo torneo, próximo a celebrarse durante el verano, con nuevas reglas y estrategias. Sin embargo, el stand de la Corporación Kaiba era de los más asediados, pues todos querían ver y probar a Prometeo, que no era otra cosa sino la versión portátil para un disco de duelo da la inteligencia artificial que se encontraba en los estadios de duelo de Kaiba Land.
La prensa esperaba la presentación del producto en América a través de esta Convención a manos de su creador, Seto Kaiba. En la mente de todos aún estaba presente la impresión que causó el documental de la compañía junto con el éxito de Prometeo en Oriente y Europa. Diversos miembros del medio y conocedores, rodeados de cámaras y micrófonos, aguardaban ansiosos la aparición del CEO en el podium colocado a un lado del stand. Por el altavoz se escuchó el anuncio de la presentación. Duke y Mai se acercaron, al igual que Pegasus, para escuchar la conferencia. Cuando asistentes y personal de seguridad rodearon el lugar, la euforia no se hizo esperar.
La elegante figura de Seto Kaiba apareció y fue recibida entre algunos aplausos, luces y preguntas de la concurrencia. La prensa estaba ansiosa de saber a cerca de su creación, pero más aún su opinión sobre el enorme impacto que tuvo “La Mariposa” y que catapultó a la compañía a una de las mejores y más rentables del nuevo año. Cuando Mokuba Kaiba fue visto, la inquietud de los periodistas aumentó; pero el chico, prevenido, caminó ignorando a los reporteros para colocarse al lado de su hermano, quien levantó una mano para indicar el inicio de su presentación. De los soportes sobre el stand se deslizó un robot para duelo y los asistentes mostraron un disco de duelo y la tarjeta que contenía el microchip con Prometeo, así como varios montes de cartas. La demostración comenzó.
Joey no pudo evitar la sonrisa que apareció en su rostro cuando vio al ojiazul tan confiado, directo y apabullante como solía hacerlo. Esta ocasión usaba su gabardina morada con el resto en color negro. Los ojos del rubio recorrían milímetro a milímetro su cuerpo, aquellos ojos azules donde se había reflejado, clavándose en el periodista en turno que hacía alguna pregunta. Sus labios que tanto había besado, moverse al hablar sobre Prometeo, haciendo alguna mueca de diversión al ver el asombro de los presentes cuando la i.a. movía las cartas en el disco de duelo. Aquellos finos dedos, que gustaban de juguetear sobre su piel, señalando o haciendo algún gesto que acompañaba a su discurso. Su cuello blanco y delgado en el que sus labios habían dejado sus marcas, apenas asomado tras el cuello negro. Los siempre arreglados y finos mechones castaños que él siempre le gustaba alborotar. Era cierto que sentía cierta alegría y deseo al admirar a Kaiba, pero también se acompañaba de dolor pues aunque su cuerpo estaba bien oculto bajo la gabardina, a sus ojos no se escapaba que aún tenía una figura muy delgada, signo de un proceso lento de recuperación.
Él mismo se encontraba metros más allá del stand, con jeans, una sudadera con capucha cubriéndole, junto con una gorra deportiva y unos lentes oscuros. No deseaba ser reconocido por nadie en la Convención, donde sabía que estarían Mai y Duke, algunos de sus colegas del medio, pero muy especialmente el castaño, aunque éste estaba muy ocupado contestando las preguntas de los periodistas.
Lo que Joey observaba era una escena que buscaba desde hace tiempo. Añoraba ver con sus propios ojos que Seto tenía un buen estado de salud y comportándose como el CEO que todos conocían y así aliviar la enorme culpa que el embargaba desde que supo lo que le había ocurrido. Ahora podía alejarse, confiado en que el ojiazul rehacía su vida sin él.
Después de que la prensa quedó satisfecha, y los invitados saciaron su curiosidad; el stand se normalizó y Seto bajó del podium para ir hacia Mokuba que seguía jugando con Prometeo, haciendo una seña a Hayao para que se encargara de los periodistas que llegaran a verlos.
-Cierra la boca o una mosca va a entrar ahí –le bromeó Angie a Joey, deteniéndose a su lado- ¿Satisfecho, Señor Misterio?
-Sí.
-Tengo que confesar que es todo un paquetazo. Muy a mi pesar. Yo creo que lo que le ayudan son sus ojos –comentó dando un sorbo a su bebida.
-Son hermosos.
-Y bueno, ¿qué esperas? ¿Un coro de ángeles?
-¿Eh? –el rubio se giró para verla.
-¡Oh, por favor! ¡Tanto viaje para nada!
-Angie…
-El cielo no se va abrir para que Dios te diga “Ve y cógetelo, Joey”
-Pero… ¿Qué estás diciendo?
-Que te despabiles, entres a ese stand y le des un besote a tu ojiazul para que él y todo el mundo sepa que lo amas. Si tienes que robártelo de nuevo, hazlo. En Los Ángeles nos perderemos más rápido que en Ciudad Domino.
Joey se giró hacia el stand y luego hacia la chica, que arqueó una ceja en signo de interrogación al ver tan indeciso al rubio. Éste dio un paso atrás.
-No puedo…
-No lo niegues, quisiste venir a verlo para tenerlo de nuevo. Ahora o nunca, Joey. Lo tienes enfrentito de ti.
-Yo…
Atemu salió detrás del stand, chocando con la multitud que salía de la demostración de Prometeo. Sentía con claridad la presencia de Joey; pero a primera vista no lo encontraba, las cámaras y los equipos de los reporteros le estorbaron. Se paró sobre sus puntas, tratando de localizar al rubio. Mai y Duke pasaron frente a él, pero no los tomó en cuenta. Quería ver a Joey a toda costa. Alguien tocó su hombro.
-¿Señor?
Se adelantó un poco, parecía que su presencia estaba más lejos del stand. De nuevo le llamaron.
-¿Señor?
Era Hayao. El Faraón dio vuelta para verle. Inmediatamente el asistente hizo un gesto hacia el stand de modo que nadie más lo notara. Seto se llevaba una mano hacia sus párpados como si su vista se le nublara. Vaciló un poco y se apoyó en Mokuba, que al instante soltó el disco de duelo. Atemu se acercó a ellos con rapidez, sosteniendo al ojiazul por la cintura, a fin de que pareciera más un abrazo, para no alertar al resto de los periodistas que aún quedaban en el lugar.
-Seto, te advertí que era demasiado para tu cuerpo. Tenemos que irnos ya. Deja todo en manos de Hayao –le murmuraba el tricolor al oído- Debes descansar.
-Tenía que hacerlo, Atemu –le contestó, buscando con su mano un hombro en que apoyarse- Nadie puede tener un crédito por algo que yo solo hice.
-Todo lo que quieras, vámonos.
Joey estaba estático viendo la escena. Su corazón se sentía roto al ver como Seto se abrazaba al Faraón mientras salían del stand hacia los pasillos exclusivos para los expositores. Esa actitud era una clara evidencia de la elección de Kaiba. Sin pensarlo dos veces, se dio vuelta y salió corriendo del domo, dejando sola a Angie, cuya curiosidad fue mayor y se acercó al stand, atravesando el pequeño grupo de camarógrafos que desmontaban sus equipos. Con aire resuelto, se plantó frente a Hayao, con la mayor expresión inocente que pudo.
-Disculpe…
-¿Sí?
-¿El Señor Kaiba no regresará?
-¿Necesita algo, señorita… -Hayao buscó su carnet que le identificara.
-Solo quería su autógrafo –Angie hizo un puchero.
-El Señor Kaiba no da autógrafos, lo lamento. No piensa volver, tomará un vuelo de regreso a Ciudad Domino. ¿Puedo servirle en algo más?
-Oh… no, gracias…
-Con permiso, señorita –el asistente se dirigió hacia la parte posterior del stand.
Angie tomó otro sorbo de su popote, pensativa.
-Corazón, no pierdas las esperanzas –le habló una voz detrás de ella.
-¿Disculpa? –la rubia se giró para toparse con uno de los camarógrafos. Enseguida, ella echó su cabellera hacia atrás, posando una de sus manos en su cadera.
-¿Te gusta el Señor Kaiba?
-¡Claro!
-Sigue insistiendo, tal vez tengas suerte –el camarógrafo la recorrió con la mirada.
-Bueno, me conformo con un autógrafo. Ya sé que está casado con ese Atemu –Angie miró a los ojos al otro, atrapando el popote de su bebida con su lengua, asegurándose que el camarógrafo le viera.
-Aham… –el hombre tosió nervioso- aquí entre nos, eso no es del todo cierto…
-¡No me gustan las bromas!
-No es broma, linda. Tengo fuentes confiables en Ciudad Domino que me aseguraron que ese matrimonio va a pique, actualmente más bien son “amigos”. Quizá los veas unidos, pero sólo son apariencias.
-¿Así y por qué? –la rubia se le acercó.
-Bueno… -el camarógrafo se ruborizó- … se rumora que la salud del CEO no es del todo estable y si declaran que ya están separados, eso podría afectar el buen futuro de su compañía… además de que hay algunos empresarios que tienen los ojos puestos en él… si tú me entiendes…
-No, no entiendo… -contestó Angie con un coqueto pestañeo.
-Pues… por ejemplo, Maximilian Pegasus es uno de los nuevos prospectos… verás, si el tal Joey Wheeler pudo seducir al frío joven genio, mucho más un caballero como el dueño de Industrias Ilusiones.
-Oh…
-Pero yo creo que si el Señor Kaiba te ve, cambiaría sus gustos…
-¿Lo crees?
-¡De verdad!, de hecho tengo unos contactos y si tu y yo…
-¿Se te perdió algo? –una venenosa voz femenina los interrumpió, la reportera compañera del hombre quería matar con la mirada a Angie.
-Ah…nada, cariño –contestó ésta dando media vuelta después de guiñarle un ojo al camarógrafo.
Dejando al par pelear a gusto, Angie caminó aprisa hacia la salida, mascullando cuanta maldición sabía y había inventado sobre el nombre de Joey. Al llegar a la puerta, le dio su vaso al guardia que no siquiera pudo rechazarlo pues salió como rayo hacia la avenida.
/El bueno para nada de Joey va a escuchar dos que tres cosas/
Llevándose dos dedos a su boca, la rubia lanzó un largo silbido. Un taxi llegó de inmediato a donde estaba parada. Sin perder tiempo, lo abordó.
/Joey, eres un papanatas/
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Mokuba llenó aprisa el vaso con agua para dárselo a su hermano. Atemu le tendió al ojiazul sus píldoras que éste tomó, llevándoselas a su boca con impaciencia al tiempo que bebía al agua. Devolviendo el vaso, se recostó de nuevo en su almohada. El pelinegro cruzó su mirada con el Faraón que le hizo una seña para que los dejara solos.
-Voy a llamar a Hayao para ver como están las cosas –dijo el chico, saliendo de la habitación.
El tricolor esperó a que se cerrara la puerta para sentarse cerca de Seto.
-No comiences con tus discusiones, Atemu. Ya me cansaron –habló el castaño con los ojos cerrados.
-¿Cuál fue la verdadera razón por la que viajaste hasta aquí?
Kaiba abrió los ojos.
-¿Qué clase de pregunta es ésa?
-No me evadas, responde.
-La Convención…
-¿Buscabas a alguien en la Convención?
Tanto el ojiazul como el Faraón se miraron en silencio. La tristeza que llenaba los ojos de Seto le decían la respuesta a Atemu. Girándose sobre su costado con la espalda hacia el Faraón, el castaño hundió su rostro en la almohada, mientras el otro recargaba sus codos sobre sus rodillas y apoyaba su mentón en sus nudillos enlazados. Largo silencio los rodeó. Kaiba recordaba con amargura que este día era el cumpleaños del rubio. El tricolor, por su parte, se debatía entre decirle a Seto sobre la presencia de Joey u omitirlo; pues no quería que una decepción le causara una fuerte recaída, pero veía con cuanta aprehensión le buscaba en cualquier parte donde fueran, por mucho que el castaño tratara de disimularlo.
-Lo siento.
Atemu se dio vuelta.
-¿Por qué dices eso, Seto?
-Estoy rompiendo mi palabra… -murmuró el ojiazul.
El Faraón se recostó al lado de aquél, observando su rostro; aunque mantenía los ojos cerrados, sus pestañas estaban humedeciéndose.
-No hay tal falta, Seto –dijo el tricolor a su oído- Te pedí que hicieras lo que era mejor para ti, no que te esclavizaras a mí.
-Busco en vano lo que está perdido…
Con incertidumbre, Atemu miró al castaño y se mordió un labio.
-Seto, hay algo…
-Me siento muy cansado… tan cansado…
Seto se quedó dormido. Con pequeñas lágrimas atrapadas entre sus párpados. El Faraón seguía mirándole. Un escalofrío recorrió su espalda al sentir de nuevo que el alma del ojiazul se estremecía.
/ ¡No, Ra! Por favor, él no… ya no… /
Abrazó a Kaiba al tiempo que el Ojo de Ra brillaba en su frente. Le murmuró al oído antiguos rezos para tranquilizar su alma y permitirle recibir un poco de la suya. El cuerpo de Seto se removió inquieto, pero luego volvió a relajarse. La vista se le nubló al tricolor por breves segundos por el esfuerzo de sanar el espíritu del dragón con su propia energía. Sin soltarlo, se recostó con su frente apoyada sobre la cabellera castaña, antes de caer exhausto, con una pena en el corazón.
La vida de Seto se estaba extinguiendo.
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Todos los objetos en la habitación se estremecieron ante el portazo que Angie dio al entrar, con grandes zancadas hacia la cama donde se encontraba Joey, llorando amargamente.
-¡Joey Wheeler! ¡Por una vez en tu vida, cálmate y escúchame! –le regañó, sacudiéndolo como si fuera un costal.
-Tú lo viste, Angie…
-Seguro, pero yo sí me quedé a explorar el territorio enemigo y no correr como cobarde.
-¿Qué dices?
-Que tú, cabeza de chorlito, no se te ocurrió preguntar como anda tu amante.
-Angie…
-Mira: primero, ese punk tricolor se va a separar de tu gatito. Segundo, sigue muy enfermo todavía y creo que es por ti…
-Espera un momento, Angie –le interrumpió Joey, confundido- ¿Cómo que Atemu y Seto van a separarse? ¿Quién te lo dijo?
-Una fuente muy fidedigna.
-¿Hablaste con Atemu?
-¡Eres tan idiota a veces!
-Contéstame.
-Me lo dijo uno de los camarógrafos que estuvo en la presentación.
-¿Y por qué habría que creerle?
-Porque son de ésos que no sabe para que sirve la lengua.
-… y… ¿está enfermo aún?... pero…
-Le hace falta tu amor, Joey. Se le nota a leguas.
El rubio bajó su mirada.
-Seto…
-¿Qué vas a hacer?
-No lo sé.
-Puedes empezar por empacar tus cosas y largarte a Ciudad Domino, por ejemplo. Quítale de una vez por todas tu gatito a esa cosa rara que le dices Faraón.
-Angie, compréndeme. No puedo hacer eso. Solo lo lastimo cada vez que me acerco a él.
-¿Sabes? Cada vez que cortas una rosa te espinas, pero siempre obtienes una de las flores más bellas…
-Es una situación distinta –replicó tercamente Joey, cruzándose de brazos.
-A ver, Joey. Me habías dicho que te ganarías al chico genio ése aún contra magia oscura. Te lo ganaste. Ahora que ya no tienen sortilegios de por medio y puedes amarrártelo de manera definitiva, te echas para atrás. No solo huyes de tu hermana que quiso cuidarte, también te escondiste de tus amigos Mai y Duke. Estás tirando a la basura el motivo por lo que hiciste todo eso. ¿Alguien te robó el cerebro, o qué?
-Tengo miedo, Angie.
-¿Pero de qué?
Joey abrazó sus piernas.
-De que ya no me ame como antes… y lo haya perdido…
-Valiente cosa –Angie se levantó para pasearse de un lado a otro de la cama- Te tocó un padre alcohólico y medio abusivo, pero pasaste sobre eso. Estuviste en duelos para salvar al mundo y los superaste. Sobreviviste a una explosión de un avión, a una turba de guerrilleros, bombas y demás pero no puedes pararte frente al amor de tu vida y pedirle perdón.
-No puedo olvidar sus ojos, cuando me miraron llenos de desconsuelo al recordar lo que pasó…
-Exactamente eso, Joey. Lo que pasó. No puedes hacer nada al respecto. Escucha con atención, permites que un evento del pasado tenga más peso que el amor que se dieron y aún se tienen.
-Angie, no puedes estar segura de eso.
-Lo sé, créeme.
-Es que…
-Ah, ah, ah –negó la rubia con un dedo- Ningún pero, te di a Wanda con la condición de que siempre seguirías a tu corazón y no vas a fallarle ahora.
-Tengo mucho que perder.
-Pero amor y felicidad por ganar, Joey. Bueno, ¿qué tiene los hombres en la cabeza que no pueden ver cuando tienen la oportunidad de oro en su narizota?
Joey no le contestó, Angie meneó la cabeza y se metió al baño sin cerrar la puerta mientras el rubio hundía su cabeza entre sus brazos cruzados. Ruidos extraños se oyeron del baño pero éste los ignoró. El escuchó el agua correr del grifo. Poco después salió la chica con una maceta llena de agua, acercándose con lentitud al otro.
Sin aviso, le dejó caer el agua fría a Joey que saltó de la cama y se puso de pie empapado y furioso ante Angie que le sonrió y comenzó a cantar una canción.
-¡Feliz Cumpleaños a ti! ¡Feliz Cumpleaños a ti! ¡Feliz Cumpleaños querido Joey! ¡Feliz Cumpleaños a ti!
-¿Qué?
-¿Creíste que no lo recordaba? Pues no. A ver si así despiertas…
Angie dejó la maceta que había tomado de la ventana del baño en la cama y buscó su maleta, revolviendo dentro de ella hasta encontrar un sobre abierto que le arrojó al rubio.
-No creas que no me di cuenta, perrito –le dijo señalando el sobre.
-Joey bajó su vista para darse cuenta de qué hablaba ella, de nuevo miró a al chica azorado. Angie caminó a él abriendo el sobre y dejando caer la carta de duelo en las manos del rubio.
-Mi regalo. Te señalo el camino de regreso a casa, Joey.
-¿Cómo la encontraste?
-Sniffle lo hizo.
-Maldito perro…
-Aquí la única persona que puede maldecir a mi Sniffle, soy yo. El sello postal es de Ciudad Domino –Angie le enseñó el sobre- así que alguien te la envió con el mismo pensamiento que yo tengo. Y tú, pedazo de hombre, la escondiste sin hacer nada, para seguir en tu charco de autocompasión. No te lo voy a permitir. Este amor no ha muerto. ¿O tu carta no te lo dice?
Joey levantó la carta con ojos llorosos. Estaba sin ningún rasguño y limpia, a pesar de que se maltrató cuando Atemu lo atacó en el hangar. La llevaba en su saco estaba seguro de que se rompió cuando las garras del Faraón se incrustaron en su pecho. Y sin embargo, estaba frente a él, como nueva.
-El amor después del amor –musitó con voz quebrada.
-Que renace como el fénix de sus cenizas. La esperanza que nunca muere. El amor que Seto te tiene a pesar de todo lo que han pasado, porque ustedes dos se aman de verdad. Yo sé que es esa clase de amor que no conoce la distancia ni el tiempo. Yo lo sé.
-Gracias -murmuró Joey abrazando a su amiga- Es bello lo que dices.
-Pero más bello será lo que harás.
-¿Lo que haré?
-Ajá. Mi regalo de cumpleaños tiene una condición.
-¿Y cuál es?
-Vamos a regresar.
-¿A Ciudad Domino?
-No, a Marte. Pues, ¿dónde tienes el cerebro?... espera, no me contestes.
-¿Por qué quieres venir conmigo?
-Porque sí.
-Angie…
-Quiero ver a mi Wanda.
-¿Y Sniffle?
-Algo me dice que soy más inteligente que tú, Joey.
Ambos rieron largo rato hasta que Angie hizo notar que estaban mojados. La chica empujó a Joey hacia el baño para que tomara una ducha.
-Tenemos que cambiarnos –le dijo.
-¿Y para qué?
-¿Te digo algo? Estás muy preguntón en tu cumpleaños. Mejor calladito y cooperando. Yo prepararé mis cosas en tanto te bañas.
Más tarde, Angie y Joey salían del hotel, con el rubio mirando con extrañeza a su amiga, que parecía muy segura de a dónde dirigirse. Angie se volvió a Joey con una enorme sonrisa.
-Este día lo vamos a pasar de fiesta. Mañana tendremos mucho trabajo por hacer. Ahora, el pastel. Iremos a un lugar a donde los hacen realmente deliciosos.
-¿No me habías dicho que no conocías Los Ángeles? –preguntó divertido el rubio, caminando junto a ella.
-Esa es una verdad relativa. Depende a que llames tú Los Ángeles.
-No quiero saber más.
-Pervertido.
-Mira quién habla, la que se tira a…
-¡HEY!
-Tú comenzaste.
-¡No, yo no! ¡Tú!
-¡Tú!
-¡Tú!
-¡Tú!
-¡Tú!
-¡Tú!
-¡Tú!
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