Sobres rojos | By : LunaSolNocturno Category: Spanish > Anime Views: 831 -:- Recommendations : 0 -:- Currently Reading : 0 |
Disclaimer: Rurouni Kenshin no es una obra mia ni saco provecho de escribir un fanfic sobre ello. |
Disclaimer: Rurouni Kenshin no me pertenece, y no saco ningun tipo de beneficio escribiendo un fanfic de esta serie.
M/F / Oral / TF / WIP
Sobres rojos
Segundo sentido: Olfato.
Estiro el perfumado papel de caligrafía sobre la mesita de ébano pulido, justo al lado había un plato de cerámica con el pincel mas suave de pelo de ardilla que poseía y un pequeño bote de tinta tan negra como su pelo.
Cogió el pincel con suavidad y mojo la punta en la tinta, bien escurrido, que no gotease y mostrase su nerviosismo, tomo aire buscando la serenidad que la faltaba, alargo la mano hasta el lugar indicado desde su niñez para empezar...
Y dejo el pincel sobre el plato para tal efecto.
Era superior a sus fuerzas.
Se levanto en un intento para despejarse, llevaba unas tres horas intentando responder a la maldita carta, encontrar una forma de canalizar todo lo que tenia que decir pero, era difícil, muy difícil teniendo en cuenta que era como desnudarse.
Desnudarse.
Desde luego físicamente era más sencillo, sobre todo si Aoshi tenia los ojos vendados; desnudar el alma era mas complicado, era exponerse con miedos e inseguridades a alguien que, habiendo sido su tutor, no terminaba de comprender: perdonado por lo ocurrido con sus compañeros de Tokio aun se culpaba, perdonado por la momentánea alianza con Makoto Shishio aun se culpaba, perdón por muchas cosas que él consideraba atroces.
Y ahora esto.
Lo había puesto en una de las que ahora estaba en el fajo envuelto en seda.
...he tenido relaciones con mujeres en los distritos de placer...
Jamás había pensado que él fuera virgen, ni en broma; su abuelo había tenido como amante una geisha que su abuela había querido con infinita ternura por ser capaz de relajar con su invisible presencia los ánimos de uno de los Okashiras más fieros de los Onniwabanshuu. Aoshi también lo había sido y ella aun recordaba vagamente a una mujer de pelo negro, piel blanca y manos delicadas que todos los días vestía kimonos bordados en oro y plata, cantaba para ellos y amenizaba las pocas fiestas que había en el castillo Edo con bailes, siempre se iba antes de que ella se acostase pero aun así había días que la despedía por la mañana.
Las misiones duraban mucho por aquel entonces y si querían relajarse, lejos de los refinamientos del castillo, seria alli, en los distritos de placer.
Bien.
Sabia lo que era el placer, físico, puntualizo su mente; no tenia ni idea de lo que era el placer de sentirse enamorado y correspondido ¿O no?
...pero ahora sé que lo soy...
Hundió la cabeza en las manos, lo estaba descubriendo.
-Basta-susurro-soy su sensei, y le enseñare.
Cogió el pincel y elevo la barbilla con orgullo al escribir.
Olores.
¿Para qué?
Un olor solo distingue una cosa de otra.
Hay muchas cosas que huelen igual; pero un aroma distingue uno de otro, sutiles diferencias que hacen estar pendientes de ellas, buscarlas por que resultan únicas y agradables para nosotros.
Hay muchas jóvenes que se perfuman con sakura, pero su olor corporal conjuga la magia del aroma.
Búscalo en el templo.
Esta tarde.
Firmado.
Sensei.
Muy bien había metido la pata, esa no era el tipo de respuesta que quería, pero no podía dar marcha atrás, salir fuera del lugar tranquilo que era en esos momentos el Aoiya no le atraía.
Pero Misao no estaba, hacia unas dos horas que ella había dejado la nota y se había ido, lo que indicaba que tenia que buscarla, en el caos del templo.
Suspiro convencido de ello, la prueba seria dura, evitaba el trato con mucha gente por motivos varios, el principal, miedo a que tratasen de matarlo como ya le dijo una vez a Kenshin, por eso solo se había puesto en manos de Misao, la única persona en la que confiaba. Miro a la habitación de la joven.
Tantas ganas de demostrárselo y no poder por no tener el conocimiento necesario para amarla como se merecía.
Pero eso justamente trataba de solucionar.
Se puso en pie y cogió el kimono limpio de color crudo que hacia años que no se ponía, el reservado para sus momentos de tranquilidad cuando era el Okashira, cuando se permitía el pequeño lujo de jugar con su pequeña kunoichi en el jardín.
Luego cerró bien el Aoiya, si las cosas parecían seguir el rumbo de la anterior ocasión quizás tardarían mucho en volver, les daría las llaves a los chicos.
--
Las escaleras del templo, con sus rojos torii y lámparas de piedra estaban llenas de gente, mujeres y hombres vestidos con lujosos kimonos, niños y chiquillos que correteaban sin prestar atención a las reprimendas de sus progenitores por manchar la ropa o perder una sandalia en alguna carrera hasta los puestos del patio principal, jovencitas que disimulaban sonrisas tras las mangas de los coloridos kimonos de largas mangas al ver pasar algún apuesto joven... la comida y la bebida se adquirían, por un precio mas simbólico que otra cosa, y eso generaba que los sacerdotes ya hubiesen echado mano de las escobas, los borrachos corrían mala suerte si intentaban entrar al templo para importunar a la gente que alli rezaba con sus chanzas incomprensibles.
Misao se deslizaba entre la gente como una anguila en el agua, su kimono no la hacia perder su agilidad; había esquivado el puesto de sus amigos y en varias ocasiones a Okina, que apenas la reconocía pero que la perseguía por ser una joven “sumamente delicada, como las flores de un cerezo”; subió con cortos pasos las escaleras del patio principal, justo como correspondía a una doncella con su mejor kimono que pediría algo a los dioses, oculta tras una columna fingió buscar dinero para la ofrenda y aprovecho para dirigir una disimulada mirada a los alrededores.
El patio era tan grande que casi todos los restaurantes o puestos de comida de la ciudad estaban representados por un kiosco de vistosos colores y del que emanaba un olor sumamente delicioso para el estomago, el del Aoiya estaba lleno como todos los años y eso indicaba que, salvo Okina que perseguía jovencitas por todos lados, sus amigos estaban muy ocupados para prestar mas atención que la necesaria al resto de los puestos o transeúntes, sus ojos se fijaron en un hombre particularmente alto, entregaba algo a una cansada Okon y luego se despedía con un asentimiento para ir a dar una vuelta por el recinto.
Hora de la fase dos.
Ni por el ki era capaz de encontrarla, Okina le había dicho que a Misao no la había visto en todo el día, pero si una jovencita que le recordaba mucho a ella, por desgracia la dama le esquivo y no la había vuelto a ver en todo el rato, pero que recordaba el estampado de su kimono, garzas y sakuras, la cosa seria sencilla si solo hubiese un kimono con el estampado así, o si recordase algún detalle mas por ejemplo el color o detalle del obi, incluso el peinado o colorido del bolso. Pero el viejo estaba más ocupado en convencerla para que bebiese té con él que en recordar algo más, y pensar que era un Onni.
Así que ahora buscaba el perfume de Misao, como ella misma le había comunicado, eran muchas las que usaban ese tipo de olor pero las sutilezas eran mas importantes, que el recordase la joven kunoichi era fresca, viva; no era empalagosa o irritante como otras.
Varias mujeres le miraron con interés, una se acercó para empezar una conversación banal con él pero mantuvo la expresión grave y los ojos fijos en otro sitio, no tenia que entretenerse. Rápidamente la mujer desistió y se fue pero entonces un grupo de jovencitas paso cerca de él, sonrojándose con mal disimulo y pensando que quizás ellas tuviesen mas suerte que las maduras bellezas; una choco contra su brazo y tropezó con el dobladillo del kimono, cuando se quiso percatar de algo una nube de melocotones, jazmines, orquídeas, sakuras y hasta alguna rosa occidental le rodeo, todas querían levantar a la desafortunada y rozarle por descuido, finalmente dirigió una helada mirada de enfado a su alrededor, las despacho con una simple inclinación de cabeza y ayudo a la caida.
-Arigatto.
-Gomen nasai, no mire por donde iba ¿Esta bien?
-Hai, Aoshi-sama.
Algo suave estaba entre sus dedos, un pañuelo de seda negra, EL pañuelo de seda negra; recordó lo que apenas había ocurrido hacia unos días en la luna nueva, la noche de su primera lección…
… hacia una hora que el último gemido de la joven había llenado el ambiente, la había mantenido entre sus brazos, calmándola con roces y apretándola con suavidad, intentando evitar la descorazonadora sensación que dejaba el sueño al ser solo una ilusión pasajera, intentando no gemir él también por el contacto entre ellos…
Cuando la joven se había recuperado lo suficiente le hizo tumbarse completamente a la suave brisa de la noche, algo blando dio reposo a su cabeza y unas manos le relajaron de tal forma que olvido todo lo que no fuese los roces en los pómulos, labios, nariz o frente...
Un roce en la barbilla hizo que estirase el cuello, ella le beso en la frente y se puso de pie soltando el pañuelo, la visión de la pura piel del vientre le dejo estático en el lugar, ni el roce del pañuelo en el cuello cuando se fue al Aoiya le despertó.
Había tocado a un ángel y este seguía siendo puro…
… el pañuelo indicaba otra prueba, olores, al fin descubriría la forma de saber si era Misao la que entraba al templo o no, o si ella era la que había ordenado su habitación al irse.
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-Oh, Misao-dono.
-Buenas tardes, se me ha olvidado.
-No, no es eso, Aoshi-sama no esta aquí.
-Ya lo sé Atsû, hoy vengo yo, a rezar.
-¿Rezar? Para eso esta el altar principal.
-No puedo esperar, además es importante, me distraería con tanta gente.
-Tienes razón-dijo tras meditarlo-hoy es un caos, tomate tu tiempo.
-Hasta luego.
La kunoichi se adentro en los pasillos de madera pulida, las columnas del templo, lo poco que sabia era que se trataba de troncos de árboles enteros, siempre la habían impresionado, por lo que dio un paseo por todo el recinto como cualquier jovencita que admirase un lugar nuevo mientras pensaba en los métodos empleados para la construcción de semejante belleza, pero sin apartarse de los pasillos exteriores y la vista de la puerta por donde Aoshi tenia que pasar. Luego ya pensaría en algo.
El antiguo Okashira traspaso el umbral del patio interior sin que Atsû se percatase de ello, con tranquilidad inhalo aire reconociendo el olor que impregnaba el pañuelo, si no se equivocaba flotaba de todos los pasillos por igual. Avanzó buscando sin alzar la vista, eso seria un movimiento demasiado revelador, el color azul turquesa de un kimono femenino traspaso la cortina de sus pestañas.
Alzo el rostro en el momento en que la joven vestida con la exquisita prenda giraba al interior de la edificación, dos garzas reales volaban hacia el monte Fuji en el momento en que los cerezos dejaban caer su preciada flor, garzas y sakuras...
Varios pétalos cayeron desde la balconada por donde había paseado la doncella y el impulso se hizo movimiento.
Dentro de la sala apenas se podía ver, las ventanas de enrejado estaban cerradas para evitar la distracción del ruido y no dejaban entrar suficiente luz como para distinguir mucho pero eso no era lo que él necesitaba, él no debía ver, aun; se ato el pañuelo sobre los ojos y confió en su conocimiento sobre el lugar.
Nada mas entrar había un pabellón de columnas, luego se dividía en varias salas para rezos y en la planta superior mas salas, en esta ocasión, para meditar con el paisaje de los campos como única compañía. El olor dulce pero suave le volvió a invadir en el momento en que se dirigía a las escaleras, lo siguió intrigado por descubrir que no llevaba a las salas de meditación sino a las de rezos, ese era un lugar poco frecuentado por él y por muchos.
A cada paso el olor era más definido, mas fuerte.
Misao se alzo de la reverencia por su rezo, la respiración que noto en la nuca hizo que se mordiese el labio inferior.
Ya no era una joven, era sensei.
Un roce en el hombro, sobre la tela del kimono, basto para saber que debía seguirla; el ambiente dejo de ser tan cerrado y el perfume de las volutas de incienso se diluyo en otro mucho más fresco y cálido, el sonido de agua corriendo le distrajo al intentar saber donde estaba e hizo que tropezase con una piedra del camino, la mano de Misao le calmo y se convirtió en su guía.
-Ya hemos llegado.
Se dejo guiar hasta terminar sentado, no en su clásica posición de meditación, la flor de loto, sino con las piernas cruzadas como un niño que escucha una historia de boca de sus mayores, intrigado alargo una mano pero Misao le puso una ramita con flores en ella.
-Sakura-susurró.
-Hai.
Otra cosa sustituyo a las flores. Era una taza.
-Té-afirmo, para él era inconfundible.
-Tu bebida preferida.
-Hai.
Algo cálido se puso bajo su nariz, no levanto las manos al percatarse de que era la delicada muñeca de la joven, simplemente se limito a bajar el rostro hasta que pudo percibir su aroma con tanta claridad como los demás.
-Tu piel.
-Otome-sabia de antemano que seria incapaz de acertarla. Era parte del plan para despertar ese sentido en él, para que se percatase del error con ternura.
La tapada frente masculina bajo hasta rozar los primeros pétalos que había en el suelo.
-Gomen nasai, soy una indigna persona.
Misao le alzo el rostro con una caricia hasta tenerlo a su altura, le entreabrió los labios con los dedos y acerco los suyos en una clara alusión. El antiguo Okashira percibió su aliento, tan fresco como la hierbabuena pero tan dulce como la miel; luego todo se hizo confuso.
La joven le beso intensificando los olores, las manos de ella se perdieron en su pelo aproximándole con cierta ferocidad; Aoshi la apretó contra su cuerpo, no como la noche en que había descubierto su piel con las manos y donde ella había estado en su regazo, sino sentándola sobre sí directamente, peligrosamente cerca de un sexo deseoso. La kunoichi no se resistió cuando la había separado la tela del kimono que cubría sus piernas para colocar estas a ambos lados de las masculinas, ni cuando un suave empujón la hizo apoyarse contra él y completar la imagen de una pareja que se dedicaba algo mas que un beso, eso era difícil de evitar al estar sus piernas desnudas hasta la cadera y su sexo sobre el del guerrero.
Pero la mano de Aoshi iba demasiado lejos al subir definiendo su muslo...
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Estiro el cuello no queriendo perder el contacto con los labios de Misao, finalmente la joven hecho el cuello hacia atrás ganando la batalla y él pudo apoyar la frente en la parte delantera del kimono, jadeando se dio cuenta de lo que había pretendido inconscientemente al visualizar la imagen que deberían tener, apretó los dientes y los puños con tanta fuerza que se hizo sangre en las encías y las palmas de las manos ¿Por qué le resultaba tan difícil amar?
-Mantén los ojos cerrados.
El pañuelo bajo hasta el cuello y sintió que le limpiaba las lagrimas, después volvió a subir hasta cegarle de nuevo y otro de menor calidad y empapado en agua tomo el relevo en el caso de la sangre, los dedos le separaron los labios y pasaron con ternura el pañuelo por sus encías dejando sus dientes blancos y cortando la hemorragia provocada por la rabia, luego sus manos fueron desinfectadas y cubiertas con una venda para evitar posibles infecciones.
Ella volvió a besarle aun en su regazo y jugueteo con la nariz en la suya. Le llevo las manos al nudo del obi.
-¿Misao?
-Suéltalo.
-Demo...
-Hazlo, me has demostrado que no volverás ha hacerlo y es hora de tu siguiente lección.
Aoshi soltó el obi tirando suavemente, el susurro de la tela opaco cualquier otra cosa salvo el aroma que el pálido cuerpo desprendió al verse libre de las capas de ropa, la flor se abría y su perfume amenazaba con volverle loco al instante siguiente,
Misao le alzo el rostro y le beso de nuevo.
-Confió en ti.
-Demo... yo no lo hago en mí.
-La otra vez estaba totalmente desnuda, a solas en medio de la noche, y en un paraje de la montaña, ahí si corría el riesgo de ver mancillado mi honor ¿Lo entiendes?
La beso comprendiendo, el amor tenia un pilar llamado confianza, algo que él jamás había experimentado por ser el Okashira desde una edad muy temprana, su sangre se tranquilizo y bajo la nariz hasta la clavícula de la joven. Una nueva oleada de deseo le recorrió pero con solo apoyar la frente en el cuerpo que estaba entre sus brazos y notar que ella le susurraba tiernas palabras bastaba para calmarle, la Okashira se arqueo en su dulce dominio y él deslizo la nariz desde el cuello hasta el esternón provocando un jadeo.
En tan poco espacio el aroma había cambiado unas tres veces, primero había sido más floral, suave y sutil como una brisa en verano, luego se había intensificado al llegar al escote siendo más cálido y por tanto algo mas... no, no era empalagoso... intenso quizá, sí era más intenso y lleno de calor, pero al llegar a la zona del esternón, entre sus senos el aroma del cuerpo lo diluía tanto que se perdía en el calor corporal de la joven, tan dulce pero salvaje al mismo tiempo.
Bajo hasta el ombligo tras descubrir que el olor de la redondez del seno era algo picante debido al sudor que empezaba a perlar la, seguramente, pálida piel, había uno mucho más primitivo y sensual que el sakura.
Quería saber si en ella era distinto, si era dulce, si poseía la característica principal de ella.
Inocencia, pura y divina inocencia.
La joven dejo escapar un débil grito cuando por ¿Accidente? Los labios de Aoshi rozaron el principio de sus ocultos pétalos, rápidamente noto que él la levantaba y apoyándose contra el tronco que tenia detrás, cuando su primera intención había sido tumbarse, la abrazaba hundiendo el rostro en el pelo, la envolvió con el kimono mientras la instaba a colocar la cabeza en el hombro; en vez de eso ella metió la nariz por el kimono de él hasta alcanzar el hombro al fin repuesto, aunque Aoshi no era alguien que sudaba mucho estaba empapado y eso provocaba que oliese a un aroma levemente almizclado, como un animal, sonrió al pensarlo bien, una poderosa bestia que provocaba terror en sus enemigos pero el cariño en sus seres queridos. Pero las bestias también enfermaban.
-Tenemos que volver, ya esta cayendo el sol y estas empapado.
-Los demás tienen las llaves-susurro agotado.
-Pídeselas.
Salto de su regazo liberándose del kimono y cogió el paquete que había al lado, con solo dos movimientos ya estaba vestida con su ropa habitual le había dado un beso mientras le soltaba el pañuelo y se dirigía corriendo camino adelante hacia el Aoiya.
El guerrero simplemente había aproximado el cuello del kimono a la nariz rememorando el aroma de su cuerpo, luego había recogido todo y algo nervioso la siguió, tras conseguir las llaves de manos de una cansada Osamu.
Me gustaría que me describiese lo que ha sentido en estas dos experiencias.
Así daremos paso a un sentido un tanto olvidado.
El oído.
Normalmente no es importante, casi lo excluimos por la vista pero no es verdad, escuchar la voz del amado puede ser muchas veces causa de nerviosismo o alegría en nosotros, incluso de temor si el tono es contrariado.
Cuando se encuentre preparado: dígamelo.
Firmado.
Sensei.
Dejo la caja con el costoso kimono en el suelo de la única habitación en la que jamás entraría por propia voluntad, el cuarto de Misao.
Al darse la vuelta el shoji se abrió y se encontró de frente a la joven, envuelta en una yukata tras el baño, esta vez había sido corto y le había pillado.
-Aoshi.
-Mañana no iré al templo-dijo tranquilizándola.
-¿Y eso?
-Tengo algo que contar.
-Muy bien, le llevare el té a su habitación, no hacia falta venir aquí para decírmelo Aoshi-sama.
Al salir comprendió el repentino uso del sama, Osamu y Kuro se dirigían a sus respectivas habitaciones y le miraban un tanto extrañados.
Una máxima ninjutsu exige discreción para todo tipo de acciones.
Él acababa de olvidarse.
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