El Amor Tal Vez | By : clumsykitty Category: Spanish > Anime Views: 526 -:- Recommendations : 0 -:- Currently Reading : 0 |
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Nota clumsykitty: ¡Santos LEMONes bailarines Ba-man!
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Y es que empiezo a pensar
que el amor verdadero es tan solo el primero.
Y es que empiezo a sospechar
que los demás son solo para olvidar…
…………............... Rosas, La Oreja de Van Gogh.
CAPITULO 3. NUEVA CUENTA.
-¡Qué rayos es esto!
-Se llama confeti, hermano.
-Me refiero en lo que está el confeti. ¿No sacaste eso de mi estudio, verdad?
-¡Wilson! ¿Está listo el ponche? –Mokuba corrió hacia el mayordomo que pasaba frente al salón.
-Sí, señorito.
-Oh, bien. Entonces, voy a probarlo –dijo, desapareciendo tras unas puertas.
-¡Mokuba! –le llamó Seto.
-¿Qué sucede? –preguntó Atemu, llegando con paquetes en mano.
-¿Hacía dónde se fue mi hermano?
-No lo ví… hey –el tricolor dejó unas cajas en la mesa para atrapar el brazo del castaño- Ni siquiera lo pienses. Nada de exaltaciones. Órdenes de la doctora Jung.
-¡Mokuba tomó mi platón chino para el confeti!
Con cara de asombro, el Faraón buscó la pieza de arte. Efectivamente, el caro y genuino platón estaba repleto de confeti de colores en una esquina de la larga mesa que serviría para la cena. Reprimiendo una risa, Atemu se volvió hacia Kaiba.
-Voy a hablar con él.
-Y tú, ¿qué cargas en esas cajas?
-Gorros, serpentinas y cornetas…
-¿Qué? ¡Están haciendo de mi casa un corral de…
El tricolor levantó un dedo amenazador.
-Ah, ah.
-Bien –refunfuñó el ojiazul, cruzándose de brazos.
-No es tan malo.
-Claro, tú no estás gastando tu dinero en el grupito de fenómenos.
-Es por tu hermanito.
-Al que voy a castigar en cuanto lo vea.
-Ven –indicó Atemu, dejando los paquetes en la mesa y pasando un brazo por su cintura- ¿Qué te parece si descansas para la hora de la cena?
-No estoy lisiado, Atemu –gruñó Seto, dejándose guiar hasta las escaleras.
-Estoy de acuerdo, pero aún así, debes guardar fuerzas para la noche.
Subieron con calma las escaleras. La servidumbre que había decidido quedarse con ellos iba y venía preparando todo para la fiesta de Año Nuevo que los Kaiba celebrarían. Al alcanzar el piso superior, el castaño se detuvo.
-¿Qué sucede? ¿Te sientes mal? –preguntó el Faraón.
-Solo estoy un poco nervioso…
-Si no quieres hacerlo, lo entiendo. No te sientas presionado.
-Está bien –Kaiba continuó caminando- Solo que no quiero que las cosas terminen mal.
-Nunca más –le afirmó el Faraón.
-Que seguro estás, mi Cuervo de Allan Poe. (i)
-Estoy seguro de ti.
-Ja.
Alcanzaron la recámara del ojiazul. Atemu se separo de éste cuando abrió la puerta.
-¿Puedes darme tu palabra de que mi casa estará en pie para mañana?
El tricolor rió ante la pregunta.
-Claro, si no peleas con Bakura, seguro todos se comportarán.
-Ese lastre me saca de mis casillas. Deberás ponerle una correa y un bozal.
-Seto…
-Y que no toque nada.
-Haré mi mejor esfuerzo –el Faraón se puso una mano en el pecho dramáticamente- Descansa, Seto. Vendré por ti cuando todos hayan llegado.
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Varios autos en fila se estacionaron frente a la entrada principal de la mansión, del primero bajaron Tea y Tristán. Del segundo, Ishizu, Marik y Odión. Yugi y Solomon venían en el tercero. Jubei y Wilson se encargaron de recibirlos.
-Bienvenidos –les saludó el mayordomo.
-Gracias, Wilson –respondió Yugi, cerrando su portezuela.
-Vaya que la casa de los Kaiba es enorme –comentó Tea- Parece que la mía cabe en uno de sus jardines.
-Tomando en cuenta que mide un metro cuadrado, pues sí –se burló Tristán.
-Ja, ja, que gracioso.
-¿No iban a venir Ryou y Bakura? –preguntó Solomon.
En ese instante una motocicleta se dejó escuchar. Todos se giraron. La luz les tocó en los rostros que se asustaron al ver acercarse la moto sin que frenara. Con una barrida se detuvo a los pies de los Ishtar. Bakura venía manejando y Ryou se sujetaba a él en el asiento posterior. Ambos se quitaron el casco. El Ladrón de Tumbas sonreía malicioso.
-¡Pero si también invitaron a la servidumbre! –exclamó al ver a Ishizu y Marik- ¡Y con todo y perrito! –se giró hacia Odión.
-Bakura… -murmuró Ryou bajando de la moto.
-Estás aquí gracias a la buena voluntad de los Kaiba –respondió Marik.
-Su buena voluntad me importa…
-Hey, chicos –llamó Solomon- No es hora, ni lugar para comenzar a pelear. Vamos, nos están esperando.
El Ladrón de Tumbas le gruñó al egipcio antes de bajarse. Jubei les abrió la puerta en tanto Wilson tomaba sus abrigos para guardarlos. Mokuba estaba esperándolos en el pasillo principal, ansioso y contento de verlos llegar. Solomon le extendió los brazos, sonriéndole.
-¡Ven aquí, pequeño!
El adolescente corrió hasta él para abrazarlo con fuerza.
-¡Qué bueno que vinieron!
-Chico, ¿creíste que iba a perderme de tu fiesta? –Tristán le pasó un brazo por los hombros cuando se separó de Solomon.
-¡Estás creciendo tan rápido! –Tea tomó su turno para abrazarlo.
-¡Oh, el Infierno me trague! ¿Qué? ¿También debo de formarme para lamerle los pies? –bufó Bakura.
Todos se giraron atónitos al oírle. Ryou sintió que sus mejillas hervían de la vergüenza y le propinó un codazo al Ladrón de Tumbas.
-¡Ouch! ¡Ryou! ¿Por qué hiciste eso?... maldición… ¡Ven acá, mocoso!
Bakura abrazó a un temeroso y aturdido Mokuba. De nuevo, todos le observaron para después intercambiar miradas. Odión tomó la palabra.
-Mokuba, les hemos traído unos obsequios –dijo extendiendo las cajas que traían en manos- No pudimos estar con ustedes en Navidad y lo sentimos.
-No lo creo – replicó el Ladrón de Tumbas, soltando al pelinegro.
-¡Ah! Y aquí está tu postre, pequeño. Con porciones extra para que lo tengas el resto de la semana –se apresuró Solomon para evitar nuevas riñas.
-… uh… gracias… no era necesario…
-Claro, con el dinero…
-¡Qué bien adornaron, Mokuba! –Ryou ahogó el comentario de Bakura- No creí que tu hermano tuviera tal ánimo.
-Jeje. Si supieras…
-Por cierto, ¿Dónde está Kaiba? –preguntó Ishizu.
-¿Y Atemu? –Tea lo buscó con la mirada por todo el pasillo.
-¡Ah! ¡Es cierto! Wilson, ¿puedes decirles que nuestros invitados han llegado?
-Enseguida, señorito.
-¡Caramba! –exclamó Bakura, recibiendo otro codazo de Ryou- ¡Oye!
-Bueno, pero vamos al salón –habló Mokuba- Síganme.
-¿Y qué prepararon para la cena?
-¡Tristán! –Tea le dio un coscorrón- ¿Sólo piensas en tu estómago?
-Estoy seguro que sea lo que sea, te agradará de todos modos, Tristán –intervino Marik.
-¿Qué insinúas? ¿Qué soy un barril son fondo?
-Y sin cerebro –comentó el Ladrón de Tumbas, detrás de ellos.
-¿Cómo pudiste enamorarte de esa cosa, Ryou? –le preguntó Ishizu a éste.
-¿Quieres saberlo? –Bakura sonrió ampliamente con malicia.
-¡Jóvenes! –Solomon se paró frente a ellos- ¿No pueden controlar su lengua por una horas?
-Bakura… -murmuró Ryou, nervioso.
-¡Oh, mi lengua! –El Ladrón de Tumbas le ignoró- Me acaba de dar una idea, anciano…
-¡BAKURA! –gritó Tea, horrorizada.
-No tiene remedio –dijo Odión.
-Esto… ¿podemos seguir? –suplicó el adolescente, señalando hacia otro pasillo.
Caminaron unos cuantos metros en silencio hasta que la voz de Bakura volvió a escucharse.
-¿Eso es un Caravaggio?
-Mokuba, ¿no tienes un bozal? –preguntó Ryou.
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Atemu tocó suavemente a la puerta de Seto con sus nudillos.
-¿Seto? ¿Puedo pasar?
Volvió a tocar sin recibir respuesta. Tomó el picaporte y abrió la puerta. La habitación solo tenía la luz de la lámpara de la cama encendida. El ojiazul estaba dormido. Atemu se acercó despacio, observando a Kaiba. El aura de su alma parecía tranquila, aunque no podía estar seguro de que el problema hubiera desaparecido por si solo. Se arrodilló a su lado para tocar levemente su brazo.
-Seto…
El castaño despertó, su mirada se percibía cansada. Al ver al Faraón se levantó con calma.
-¿Ya es hora?
-Todos están aquí.
-Oh…
Cierta decepción apareció en su rostro. Atemu tomó una de sus manos.
-Lo siento.
-¿Por qué?
-Sabes bien que quiero verte feliz.
Seto lo miró un momento antes de plantar su vista en la alfombra.
-Eres de lo más extraño.
-No es así. Tu felicidad es lo más importante para mí, y eso no necesariamente significa que sea a mi lado.
Sentándose en la orilla de la cama, el ojiazul llevó la mano que le sujetaba entre las suyas.
-No quiero estar solo –confesó en un murmullo.
-No lo estás, Seto. Tienes a tu hermano, tienes a tus amigos que están aquí, ahora; tienes a Wilson, Anette y los demás que siempre te acompañan… y me tienes a mí, incondicionalmente.
Los ojos de Kaiba se humedecieron.
-Mírame, soy un total fiasco, estoy llorando como un perdedor… que tiene miedo…
-Seto –Atemu posó su otra mano sobre las de él- Llorar no te hace un perdedor. Este dolor que sientes, poco a poco se irá esfumando junto con los malos recuerdos si te das la oportunidad de vivir. Eso es lo que quiero de ti, que vivas.
-Yo tan solo… esperaba… pero… tú… ¿tú no… me abandonarás?
-De todo corazón te deseo una vida llena de amor y alegría. Si quieres compartirla conmigo como tu pareja, no podré estar más agradecido. Si deseas estar con alguien más, igualmente me sentiré así. Pero sobre todo, Seto, siempre estaré a tu lado como amigo. Mi amistad la tienes de por vida.
-Si Joey hubiera estado en el pozo más profundo del Infierno, lo habría seguido para encontrarlo, pero él no está en ninguna parte… no quiere que yo lo halle… no quiere verme más… -sollozó el castaño- Me siento tan abatido… ya no quiero pensar en él… me duele… todo esto es tan cruel… como un castigo…
-No, no, no –el Faraón tomó su rostro, limpiando sus lágrimas con sus pulgares- Seto, recuerda, esto no es un castigo, ni eres una mala persona que merece pena y dolor, así como tampoco eres culpable de lo que pasó. Yo te debo muchos momentos de crueldad, que quiero compensarte. Pero, te repito, tú no tienes ninguna responsabilidad en esto, solo debes esforzarte en reconstruir tu vida
-Volver a empezar es tan difícil… creo que no lo lograré…
-Vas a hacerlo. Por ti, por Mokuba y por todo lo que quieras –Atemu le abrazó- Todo va a estar bien. Todo va estar bien.
El tricolor percibió como los brazos del ojiazul le apretaron con fuerza, llorando desconsoladamente. El mismo quiso llorar también, pero se reservó sus lágrimas. Al igual que Seto, se sentía decepcionado de Joey. Siguiendo el consejo de Bakura, había enviado el Dragón Negro de Ojos Rojos a Joey, esperando que al tenerlo buscara de inmediato a Kaiba. Pero había sido un esfuerzo inútil. El rubio seguía inmerso en su hoyo de dolor sin percatarse que lastimaba más con su actitud a Seto. Había orado con fervor que Joey se presentara, pero las puertas de la mansión se cerraron sin que él las cruzara.
Dando un tierno beso a la frente del castaño, el Faraón buscó un pañuelo para limpiar su rostro. Las manos de aquél buscaron las suyas. Sus ojos violetas miraron de frente al otro.
-Seto, dime por última vez. ¿Estás seguro de lo que quieres hacer?
Éste asintió en silencio.
-Recuerda, mi mayor interés es que seas feliz, de la forma que tú quieras, con quien tú quieras. Mi hermoso dragón, quiero verte volar tan majestuoso como lo eras.
-Ayúdame –musitó Seto.
-Voy a hacerlo. Siempre voy a cuidar de ti –dijo peinando sus cabellos- No permitiré que mi inigualable primo toque el infortunio.
-Todo queda en familia, ¿eh? –trató de bromear el ojiazul.
-Más o menos…
-Será mejor que bajemos. Mokuba debe de estar molesto por nuestra tardanza y no quiero pasar el resto del año oyendo sus quejas.
-Tienes razón.
Atemu le ayudó a ponerse de pie antes de encender las luces, mientras Seto se colocaba los zapatos y arreglaba su camisa. Juntos, se dirigieron a las escaleras, donde Wilson subía por segunda vez para llamarlos.
-Amo, el señorito Mokuba pregunta por usted. Sus extraños amigos insisten en comenzar la cena sin su presencia.
-Anuncia que ya bajamos, Wilson, por favor –le pidió el tricolor, riendo ante el comentario del mayordomo.
Cuando el Faraón iba a bajar el primer escalón, una de sus manos fue tomada por el ojiazul, enlazando sus dedos. Al levantar su mirada, Kaiba le sonrió débilmente, dándole un suave apretó a su mano.
-¿Podemos empezar de nuevo?
Atemu se levó la mano del castaño a sus labios y la besó.
-Empecemos de nuevo…
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Anette se reía ante la expresión de Wilson, quien no concebía la algabaría armada entre Mokuba, Tristán y Solomon, acompañados por Ryou, Marik y Yugi que no paraban de carcajearse ante las bromas del pelinegro. Odión miraba estupefacto el comportamiento del chico, que no dimitía ante las miradas fulminantes de Seto. Ishizu trataba en vano de no reír mucho; Atemu usaba su mano para ocultar la risa que escapaba de sus labios. Bakura, por otro lado, se mantenía serio, observando a Ryou. La servidumbre que se unió a ellos en la mesa, reprimida ante la figura del mayordomo, hacía un enorme esfuerzo para no sonreír pero algunos caían ante el ingenio del adolescente.
-No, esperen, esperen. Un día, la profesora de Biología nos regañó por estar hablando de las ardillitas, “Ya están grandecitos para eso”. Nosotros, con cara de ¿Qué?, “¿Cuáles ardillitas?”, le preguntó uno de mis amigos, “Pues ésas, Chip y Dale” y que soltamos la carcajada…
-¿Y de qué hablaban? –preguntó Ryou, ansioso.
-De los chippendales…
Varios rostros se ruborizaron, al tiempo que nuevas carcajadas se dejaron escuchar. Tristán miró el enorme reloj y se dio cuenta de que faltaban cinco minutos para la medianoche; sonó su corneta para llamar la atención de todos.
-¡Hey! Pronto van a dar las doce de la noche, es tiempo de pedir nuestros deseos –anunció levantando su copa de uvas.
Con alegría, todos tomaron su racimo, intercambiando comentarios y buenos deseos. El Faraón le tendió sus uvas al ojiazul.
-Todos mis deseos son para ti, tómalos.
Kaiba le miró sorprendido. Mokuba se subió a la mesa, alarmando al pobre mayordomo y divirtiendo a los demás. Usando una expresión seria, se dirigió a todos.
-Quiero compartir mis deseos con ustedes –dijo tomando una de las uvas- Que todos sean muy felices. Que sigamos siendo amigos. Que haya más Duelos de Monstruos. ¡Uh! Que por fin tenga novia –varias risas se escucharon.
-¡Mokuba, baja de la mesa!
-Que mi hermano mayor ya no sea tan gruñón –siguió, guiñándole un ojo a Seto- ¡Un coche para mi solo!...
-¿Por qué no una moto? –sugirió Tristán
-…y una moto. Que nos deje en paz la prensa –nuevas risas- Salud y prosperidad para todos, claro. ¡Qué Odión por fin se le declare a Ishizu!...
Marik casi tira su uva, Ishizu se sonrojó de golpe y Odión se atragantó, mientras el resto se dividió entre gritos, aullidos y risas.
-Que la maestra de Álgebra se enamore de mí para que me exente del examen final –continuó el chico- ¡Que nos reunamos de nuevo para el siguiente año!
Mokuba caminó hasta el extremo en que su hermano se hallaba sentado y se inclinó sobre él, mostrando la última uva.
-Y este deseo lo pido para ti, hermano. Tú sabes bien lo que quiero.
La expresión dura del castaño se suavizó al instante, regalándole una pequeña sonrisa al adolescente que comió su uva. Las campanadas comenzaron a sonar. Todos se levantaron para brindar.
-¡Feliz Año Nuevo!
Serpentinas, cornetas silbando, copas chocando y felicitaciones comenzaron a multiplicarse al tiempo que se repartían los abrazos. Mokuba le pidió a Ante subir el volumen de la música animada que tenía preparada para la ocasión.
Solomon no perdió tiempo en dar un fuerte abrazo a cada uno de los presentes, excepto a Bakura, a quien todos prefirieron evitar al ver su mirada amenazadora; peor que la de Kaiba, el cual había accedido a ser tocado por todos los demás.
Yugi se dirigió a Atemu.
-Feliz Año Nuevo, Yami –dijo con timidez.
-Feliz Año Nuevo, aibou –le contestó el tricolor, dándole un tierno pero corto abrazo.
Mokuba parecía estar pegado a Seto, enterrando su rostro en su pecho.
-Gracias por ser mi hermano mayor.
-Y tú mi pequeño hermanito.
-¿Sabes que eres el amor de mi vida?
-Creí que era Sam –replicó el ojiazul con una risa.
-¡Ah, no! Ella… -se detuvo al darse cuenta de que había pescado el anzuelo- ¡Eres un tramposo!... Bueno, está bien. Samantha es mi otro amor y espero que pronto esté en mi vida.
-Eres un Kaiba, y puedes conseguir lo que te propongas.
-Por favor, Seto, vuelve a ser feliz –susurró el pelinegro abrazándolo con fuerza.
-Si me dejas respirar, lo haré –jadeó Kaiba.
-¡Ooops! Lo siento.
El castaño se separó de Mokuba no sin antes revolver sus cabellos. Atemu llegó a su lado. La música bajó lo suficiente para que Seto llamara la atención de todos, reuniéndolos alrededor de ellos.
-Hay algo que quiero que sepan –empezó, enlazando su mano con la del Faraón- A partir de este momento Atemu y yo volvemos a ser una pareja, y muy posiblemente renovemos nuestros votos matrimoniales en un viaje a Egipto que tenemos planeado. ¿Alguien tiene alguna objeción?
Tristán y Tea se miraron entre sí, confundidos, pero no dijeron nada; limitándose a sonreír diplomáticamente a la “nueva” pareja. Bakura le dedicó una mirada depredadora al tricolor. Los demás negaron con la cabeza y tímidamente les dieron un aplauso. Atemu y Seto se miraron sonriendo y luego se abrazaron. Anette decidió volver a poner en alto la música. El ambiente volvió a surgir. Mokuba siguió con sus chistes y el baile comenzó.
Yugi se quedó plantado, observando con el corazón roto como el Faraón bailaba lentamente con el ojiazul; luciendo a sus ojos, muy feliz. Se oyó una carcajada de Tristán y se volvió hacia sus amigos. Atemu le miró de reojo pero rápidamente sus ojos se posaron en Seto, sin alcanzar a ver la pequeña lágrima que escapó de Yugi, que éste borró con brusquedad.
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-¡Pero Bakura!
-Shh, no quiero que el poste andante nos escuche.
Ryou se dejó arrastrar por el Ladrón de Tumbas hasta que llegaron a la biblioteca de la mansión. Bakura abrió una de las puertas y empujó al otro dentro.
-Bien, bien. Ya me estaba hartando de la fiesterita ésa. Confieso que el mocoso es muy creativo pero la situación no era tan agradable del todo –dijo Bakura, buscando entre las hileras de estantes.
-¿Te refieres a lo del Faraón y Kaiba? –preguntó Ryou siguiéndolo de cerca.
-Entre otras cosas, sí.
-Yo creí que Kaiba amaba a Joey…
-Hum. Si supieras mi niño. Solo te digo que si el inútil aparece, le va a patear el trasero al Faraón por andar manoseando sus posesiones.
-Entonces…
-¡Excelente! –exclamó el Ladrón de Tumbas al ver una larga mesa de estudio.
Ryou leyó su mirada y retrocedió solo para que Bakura estirara un brazo, atrapando su cintura.
-¡No, Bakura! ¡Es la casa de Kaiba y el Faraón!
-Precisamente –murmuró el Ladrón de Tumbas, levantando a Ryou y recostándolo sobre la mesa- ¿No decías que soñabas estar en una mansión?
-Pero yo me refería…
-Deseo cumplido.
Bakura lo besó con fuerza, mientras sus manos expertas desabrochaban su pantalón. Ryou trató de empujarlo pero solo consiguió que el Ladrón de Tumbas le arrancara el suéter.
-¡Bakura! ¡No… -jadeó, mareado por el beso.
-Año Nuevo, Sexo Nuevo –gruñó aquél dando un mordisco a su cuello que descubría al abrir la fina camisa.
Ryou gimió al sentir los dientes del otro atrapar su pezón al tiempo que unos dedos empezaron a jugar con su miembro, que muy en contra de su voluntad, despertaba. La lengua de Bakura saboreaba la piel del joven albino, el cual llevó sus manos a los hombros de su amante, indeciso entre empujarlo o animarlo a seguir.
//Puedo detenerme…// le dijo el Ladrón de Tumbas a través de su mente, inclinándose sobre su rostro carmesí y dando un ligero apretón a su ya evidente erección.
Su única respuesta fue un pequeño grito sofocado de Ryou que mordía su labio.
//Eso pensé//
Con una sonrisa triunfal, Bakura le besó de nuevo, en tanto quitaba de su camino los pantalones y bóxer; bajando entre provocativos lametones hasta su entrepierna. Cuando Ryou sintió la boca húmeda del Ladrón de Tumbas envolver su miembro, dejó libres sus jadeos; aferrándose a la mesa de estudio, tirando la lámpara cercana a ellos en su movimiento.
Bakura interrumpió su juego para quitarse la chamarra que le impedía abrir su pantalón y liberar su propio pene endurecido, dejándolo rozar con el de Ryou al inclinarse de nuevo para besarlo, trayendo uno de sus manos a la boca del joven y humedeciéndolas con su saliva.
-¿Sabes que es lo mejor que me he robado? –le preguntó el Ladrón de tumbas a Ryou, mientras sus dedos se clavaban en su interior para prepararlo.
-… no… -gimió apenas, debido a que Bakura rozó su próstata.
-Tu corazón –musitó éste, sacó sus dedos, penetrándolo en un solo movimiento.
Esta vez Ryou ya no pudo controlar sus gritos con el Ladrón de Tumbas atacando su punto de placer en cada embestida y sus labios recorriendo su rostro y cuello, dejando pequeñas marcas ante las ligeras mordidas. Se permitió sonreír, abrazando a Bakura.
-Mi amante bandido –le musitó al oído entre jadeos.
Cerca de ahí, Wilson buscaba la fuente del ruido que había escuchado y que le había parecido una lámpara romperse…
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La noche era estrellada a pesar de la débil niebla que cubría el cielo. Con la nieve cubriendo los jardines y la luz de los faroles atenuados por la neblina, el paisaje tenía cierta melancolía para Atemu, que contemplaba desde el balcón del salón de fiestas hacia el exterior, recargado del barandal con los brazos cruzados, sin fijar sus ojos violetas en algún punto en especial sino más bien perdida en una ensoñación.
-¿Aburrido?
Se giró al oír a Mokuba que salía al balcón y se le unía en el barandal. El chico paseó su vista sobre el paisaje invernal antes de volverse hacia el Faraón.
-Es una noche especial.
-Sí, así es Mokuba.
-Todo parece que mejora, o a mi me parece así.
-El tiempo lo cura todo…
-Las personas son las que sanan, no el tiempo.
-Eres tan pragmático como tu hermano.
-Naa. Soy muy perezoso y busco lo que es más fácil y menos costoso. Como esa ley de lo que es más simple tiende a ser lo correcto.
-Puedo asegurarte que es verdad.
-Tengo que decirte algo, oh, mi buen Faraón.
-Adelante.
Mokuba le miró de lleno.
-Te perdono.
El tricolor se irguió al escucharle; al instante sus ojos se rozaron, sin saber que decir. El adolescente le sonrió tendiéndole su mano.
-¿Amigos?
Atemu asintió, estrechando su mano.
-Amigos.
-Je. Y no creas que lo hago solo porque andas ofreciéndote a mi hermano –le aclaró Mokuba- Tiene su mérito, pero la verdadera razón es que me he dado cuenta que realmente eres el Rey de los Juegos, sabes cuando perder y cuando ganar. Este Atemu me gusta mucho porque tiene un gran corazón y te quiero como mi amigo-hermano. Medio idiota, pero muy bueno.
-Gracias… supongo.
Rodando sus ojos, el chico abrazó de golpe al Faraón.
-Tontotontotontotonto… murmuró.
-Tienes mucha razón, Moki.
-Tonto.
Un alarido se alcanzó a escuchar. Mokuba y Atemu se separaron, mirándose uno al otro, confundidos.
-¿Era Wilson? –se preguntaron ambos al mismo tiempo.
-Era…
-… de la otra ala –observó el Faraón.
Volvieron su vista hacia la fiesta, nadie parecía haber escuchado nada, muy posiblemente por el ruido dentro. Recorrieron cada rostro alegre y fue entonces cuando notaron ciertas ausencias…
-¡Bakura! –exclamaron al mismo tiempo, sin perder tiempo en atravesar el salón para buscarlo.
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Chicago, U.S.A.
-Estamos en el peor de los Infiernos. Ahora resulta que se te ocurrió ir a una inútil convención de videojuegos. ¿Qué carajos ganas con eso?
-Angie…
-¡Arf!
-¡Oh, cállense los dos! Escúchame bien, Joey Wheeler, de ninguna manera voy a viajar hasta los Ángeles para ver estúpidos jueguitos de machos reprimidos.
-¡Warf!
-Tú eres un perro, Sniffle, así que no cuentas.
-¿Uf?
-Angie, no quiero hacerlo solo; además, no estás trabajando.
-¿Qué rayos quieres hacer ahí?
-…
-Entiende, esta es la peor idea que has tenido en tu vida, Joey. Solo quieres hacerte más daño. ¿Quién dice que él a estar ahí?
-Está anunciada la presentación de Prometeo.
-¿Y qué con eso? Pueden estar solo los asistentes.
-No, él nunca permitiría eso.
-¿Uf?
-No lo sé, Sniffle.
-¡Arf!
-Mi sexto sentido femenino me dice que no me va a gustar pero ni tantito…
-Gracias, Angie.
-¿Con esto me devolverás a Wanda?
-…
-¿Joey?
-…
-¿Af?
-… no.
-¡JOEY WHEELER!
-¡Warf! ¡Warf! ¡Warf!
-¡Estás castigado, Sniffle!
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(i) Obra del escritor, Edgar Allan Poe, El Cuervo. “Otros amigos se han ido antes; mañana él también me dejará, como me abandonaron mis esperanzas”. Y entonces dijo el pájaro: “Nunca más”.
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