El Falso Fan | By : El8Culpable Category: Spanish > Celebrity Views: 148 -:- Recommendations : 0 -:- Currently Reading : 0 |
Disclaimer: Esta es una obra de ficción. NO sucedió fuera de mi imaginación. Sus únicos personajes reales son las famosas que aparecen, a las cuales no conozco personalmente. No he ganado ni un puto centavo con la escritura de esta historia. |
ADVERTENCIA:
Este relato está ambientado en Estados Unidos, un país que nunca he visitado; espero que esto explique todas las imprecisiones acerca de cómo es la vida en esa nación que pueda contener la historia.
Aunque escribo este relato en español, se supone que sus personajes se hablan los unos a los otros en inglés. No obstante, a una de las famosas que aparecen la describo como una latina que habla un inglés con un acento muy grueso y de vez en cuando se le escapan palabras en español. Cada vez que lean algo en cursiva, eso equivale a la nota de “en español en el original” que pueden leer en algunas traducciones.
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En la escuela todos estaban convencidos que Julian era gay.
Esto se debía a su belleza increíblemente femenina. Julian, de 14 años, lucía como la más delicada de las bailarinas de ballet: cuerpo extremadamente delgado y esbelto, inmaculada tez marfileña, redondo rostro de hadita, larguísima cabellera lisa, sedosa y casi blanca de tan rubia, ojos grandes, almendrados y azules como el cielo… Incluso sus manos eran como las de una chica: pequeñas y suaves con dedos largos y sensibles…
Como era predecible con un chico que tuviese esa apariencia, en la escuela se burlaban despiadadamente de él… aunque también había otras razones…
Otro motivo de las burlas eran sus gustos musicales. Julian no escuchaba absolutamente nada de lo que escuchaban los otros chicos de su edad. Ni K-pop, ni hip hop, ni EDM… en su lugar, él sólo escuchaba rock… y nada posterior a Black Rebel Motorcycle Club (que Julian pensaba que era la banda con el nombre más badass de todos los tiempos)…
Los gustos musicales de Julian eran obra de un tío cool que tenía. Este tío, que era un gran fan de toda la vida de las más grandes bandas de rock de la historia y hasta llegó a ser periodista musical en una ocasión, horrorizado por las cosas que la juventud de hoy en día escuchaba, decidió que su sobrino sólo escucharía “música de verdad”… y tuvo bastante éxito dándole forma a las preferencias artísticas del chico…
Sólo había una artista contemporánea a la que Julian seguía y esta era la rapera australiana Iggy Azalea… pero el tío del muchacho no debía temer que los gustos de su sobrino estuviesen empeorando: casi cada vez que Julian entraba a internet se ponía a buscar a Iggy, es cierto, pero era para ver imágenes, gifs o videos de ella y su cuerpo. Julian creía que sólo ciertas famosas latinas tenían un culo que pudiese rivalizar siquiera con el de la Azalea y que ella era, verdaderamente, “la Reina del Twerking”. En realidad, Julian encontraba su música detestable y lo primero que hacía cuando veía un video de ella era quitarle el sonido.
Esta obsesión con la australiana, evidentemente, demuestra que Julian no es gay. Él no sólo se mortificaba por las burlas casi constantes que recibía en la escuela sino también por la certeza de que, por vivir en un pueblito como el suyo, nunca tendría la oportunidad de ver a Iggy en la vida real…
…o, al menos, esa era la certeza hasta que, un día, notó algo extraño sucediendo en su pueblo natal.
De un día para otro, panfletos de colores brillantes aparecieron pegados a las paredes de cada tienda del pueblo y acompañando a cada ejemplar del periódico local. Julian se acercó a uno de los panfletos y descubrió algo que hizo que su cerebro se moviera a mil revoluciones por segundo: ¡Iggy Azalea iba a dar un concierto a unos meros diez minutos de donde él vivía! Rápidamente memorizó la URL en el panfleto y salió disparado para su casa.
Entró en esta como un vendaval y subió corriendo las escaleras hacia su cuarto, donde abrió su laptop y tecleó frenético en el navegador para confirmar. No era mentira ni una estafa: ¡la primera fecha de la más reciente gira de conciertos de Iggy Azalea iba a ser este fin de semana… E iba a suceder cerca del pueblito donde vivía!
Julian estaba tan excitado que casi pasa por alto el otro nombre que se veía en las noticias. El adolescente leyó que esta gira de conciertos Iggy Azalea iba a darla en compañía de la modelo cubana convertida en DJ de EDM, Mayra Verónica, con quien acababa de grabar un nuevo tema. Julian, que nunca antes había visto ese nombre, decidió googlearlo. Lo que vio lo dejó boquiabierto y con los ojos grandes como platos: ¡Mayra Verónica era una cubana imponente con un cuerpazo que rivalizaba con el de otra cubana famosa, Vida Guerra! Julian siguió buscando cosas sobre ellas y suspiró triste y decepcionado al darse cuenta que, a diferencia de Vida, Mayra no había posado desnuda.
No pensó que fuese extraño que Iggy Azalea se asociara con una latina: después de todo, sólo se hizo verdaderamente famosa después de aparecer meneando el culo en un video musical junto a Jennifer López y también grabó una canción junto a Anitta, una cantante brasileña con la clase de trasero por el que las mujeres de esa nación son famosas.
Pero el jovencito, de repente, sintió curiosidad por cómo sería la música de Mayra Verónica, así que entró en YouTube y buscó ejemplos de su trabajo. Después de escuchar un par de canciones, Julian empezó a reír a carcajadas: ¡por todos los… pero si su música era incluso peor que la de Iggy! Mientras se secaba las lágrimas de risa que empapaban su rostro, él pensó: “por lo menos voy a ver un buen par de culos”.
Julian tecleó la dirección del sitio web que aparecía en el panfleto y, una vez en este, compró un boleto para el primer show de ese fin de semana.
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VIERNES, TEMPRANO POR LA NOCHE
Nuestro héroe se acercó a un área vallada. Había una fila de más de diez formando afuera de la entrada y esta estaba formada enteramente por chicas adolescentes. El muchacho frunció el ceño, desconcertado: Julian esperaba que la asistencia al concierto estuviese formada exclusivamente por tipos calenturientos como él. El chico se posicionó al final de la fila, ligeramente avergonzado, pues, si lo vieran así, una escena como esta afirmaría a sus conocidos en el convencimiento de que él era homosexual. Su ceño se hizo más pronunciado: las chicas en frente de él estaban charlando excitadas de cuanto amaban a Iggy (“¡¿o sea que… hay gente que REALMENTE ESCUCHA su música sin que le produzca ganas de vomitar?!”), de cómo era un modelo de rol para ellas, repasando su discografía y de cómo pensaban que las letras de sus canciones eran “profundas”. Apretando los dientes, Julian sacó su Smartphone y se sumergió en un juego para móviles para controlar las inmensas ganas que tenía de gritarles que, si la veían como un modelo de rol, eso significaba que planeaban conseguirse contratos discográficos a través de sentones. Después de un poco más de cinco minutos llegó a la entrada del campo, donde checaron su boleto y lo dejaron pasar a la gran área herbosa donde habían armado el escenario.
Un olor a humo golpeó sus fosas nasales y el lodo pegajoso bajo sus pies disminuyó la velocidad a la que avanzaba. Cerca de la entrada no había mucha gente, pero una densa masa humana rodeaba el escenario, que parecía proyectar luces de colores en todas las direcciones. Se acercó enérgicamente a la multitud y, para poder atravesarla, se puso a empujar con rudeza a las fans, las cuales le dirigían miradas agrias, palabras malsonantes y gestos de enojo. Finalmente llegó a la primera fila y, tan sólo unos segundos después, Iggy subió al escenario contoneando sus caderas, haciendo que sus fans chillaran enloquecidas; embutida en un top de bikini azul celeste que le transparentaba los pezones, un ceñidísimo short de licra de colores chillones que dejaba expuestas la mitad de sus nalgotas y unos zapatos negros charolados de vertiginosos tacones de aguja. Justo después de ella apareció Mayra Verónica, que fue a pararse detrás de sus equipos de DJ (su entrada produjo una reacción muchísimo menos entusiasta); ella vestía una camisola blanca que también le transparentaba los pezones y parecía que sus pechos estaban a punto de reventarla, pero calzaba unos zapatos rojos de plataformas caricaturescamente altas que no estarían fuera de lugar en un club de desnudistas y sus shorts (igual de reveladores que los de Iggy) evidentemente habían sido recortados de unos jeans. Ambas lucían aún más ardientes en persona que en cualquiera de sus fotos en internet.
El adolescente se había estado preguntando como iba a hacer para que el horror absoluto de la música de Iggy y Mayra no se interpusiera en el camino del show sexual del que esperaba disfrutar; casi de inmediato se dio cuenta que no había nada de qué preocuparse: las fans de la Azalea gritaban tanto de la emoción que taparon la música lo suficiente para volverla tolerable. Julian pronto se encontró perdido en la enormidad del culo de la rapera y el modo en que lo exhibía era increíble. Con la primera canción (el estreno mundial de su colaboración con Mayra Verónica), Iggy empujaba su culazo en las caras de la audiencia y lo frotaba contra cualquier cosa que hubiese en el escenario. El muchacho estaba concentrado en ese perfecto trasero hasta que notó algo extraño: cuando terminó la canción, se dio cuenta que Iggy se había quedado inmóvil un rato un tanto largo. Julian alzó la mirada y descubrió que la australiana lo estaba mirando intensamente y muy seria. El chico se desconcertó y se puso un poquito nervioso, pero, con rapidez, decidió no dejarse intimidar y volvió a ver a los ojos a Iggy con la misma intensidad. La rubia se dio media vuelta y caminó hasta donde Mayra. Ella le dijo unas pocas cosas en secreto al oído a la cubana y apuntó en la dirección de él con el dedo; ambas se volvieron a ver a Julian con la misma mirada de antes por unos cuantos instantes largos antes de comenzar con la segunda canción.
Durante todo el resto del show, después de todas y cada una de las canciones, las dos mujeres se lo quedaban viendo de la misma forma. Confundido, él les devolvía la misma mirada. Iggy acercó su trasero a la cara de Julian más veces que a cualquier otro fan; el punto álgido de la noche sería cuando la australiana arrastró a su colega de detrás de su equipo de DJ para una competencia de twerking justo en frente de Julian, que Iggy ganó, predeciblemente. El adolescente tuvo la idea (errónea, obviamente, pero no por ello menos agradable) de que las famosas habían hecho rebotar sus culos sólo para él.
Una vez que el show de dos horas terminó, Julian empezó a alejarse entre las manadas de chicas risueñas y excitadas que se dispersaban con rapidez sintiéndose en las nubes, una sonrisa de oreja a oreja en su rostro y una erección gigantesca y deliciosa atrapada en sus pantalones. El concierto había sido todo lo que había esperado: música horrible pero culos perfectos; estaba totalmente satisfecho. Se sentía tan feliz que no notó al enorme y musculoso negro con pinta de guardaespaldas de famosos que se le acercó y lo tocó con rudeza en el hombro.
—Hey —dijo el desconocido con voz neutra; Julian volvió a verlo—. Ven conmigo —ordenó.
Él repasó al hombre de arriba abajo. Su elevadísima estatura y su musculatura imposiblemente desarrollada lo pusieron muy nervioso de inmediato.
—Umm… de acuerdo… —gimió con voz casi inaudible, no atreviéndose a desobedecerlo.
El hombre lo guió detrás del escenario, que ahora dejaba de estar iluminado. Por lo que pareció una eternidad, Julian siguió al negro por el enorme campo donde se realizó el concierto hasta un área donde estaba estacionada una gran cantidad de furgonetas y tráileres y un gran número de personas ajetreaba entre estos como hormigas. Caminaron entre los vehículos hasta un enorme autobús negro decorado con la cara de Iggy Azalea en un lado. El hombre se giró hacia Julian y dijo una sola palabra:
—Entra.
El tono de su voz no admitía réplica: obedeció en un instante, un poquito asustado, subiendo los cuatro peldaños en sólo dos saltos. Él se dio media vuelta para ver al negro y dejó que toda su confusión se notara en su rostro. El hombre hizo un gesto brusco con la cabeza hacia la puerta que separaba el área del conductor de la parte de atrás. Lleno de dudas, Julian agarró la manija y la abrió. El interior parecía un apartamento lujoso, con mucho espacio y colores brillantes, aunque algo desordenado, con unas pocas latas de cerveza vacías por aquí y por allá.
También había una enorme cama y, en cuanto vio quienes estaban acostadas en ella y como estaban vestidas, Julian se olvidó del resto de la habitación. Yaciendo en poses muy sexys, medio sentadas medio apoyadas contra la cabecera de la cama, estaban Iggy Azalea y Mayra Verónica.
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Se habían cambiado las ropas: la australiana ahora llevaba puesto un microscópico bikini blanco y la cubana llevaba un bikini idéntico al de su colega sólo que en negro. Ambas se habían puesto mucho maquillaje, sombra en sus ojos y lápiz labial de color rojo intenso en los labios, y se habían colgado enormes aretes de aro dorados de los lóbulos de sus orejas. Pero se habían dejado los mismos zapatos que usaron en el show.
Julian se quedó boquiabierto y con los ojos grandes como platos. Su respiración se volvió jadeante, los latidos de su corazón retumbaron en sus oídos y su piel se cubrió de transpiración. Los labios de ambas mujeres se curvaron en sendas sonrisas antes que Iggy, arqueando una ceja, le hiciera señas con el dedo índice de la mano derecha para que se acercara. Él todavía se la quedó viendo sin entender durante un largo rato antes de finalmente reaccionar y caminar hasta la cama, todo el tiempo temiendo derrumbarse en cualquier instante.
Una vez que llegó al borde de la cama, se quedó inmóvil al lado de esta, su mirada clavada en el piso. Luego de unos segundos, Iggy se dio cuenta que ella debía tomar la iniciativa: le ordenó “siéntate” con voz baja y tranquila. El muchacho plantó su trasero en el borde de la cama y se quedó muy rígido, intentando no mirar a las mujeres. Su actitud hizo que ambas estallaran en suaves risitas de niña traviesa, lo que coloreó de rubor las mejillas del chico.
Después que volviera el silencio, Mayra dejó pasar un par de minutos antes de comenzar, su voz con un acento muy grueso, sin dejar de sonreír:
—¿Sabes? Mi amiga y yo estábamos discutiendo acerca de algo y me gustaría que tú nos ayudaras a descubrir cuál de las dos tiene la razón.
Ninguna reacción de parte de él.
—Iggy está convencida que eres un varón, pero yo le dije: “¡De ninguna manera! ¡Esa sólo puede ser una chica!”
El rubor abandonó las mejillas de Julian. Una palidez mortecina cubrió su rostro por el dolor y la mortificación. “¡¿Hasta aquí va a seguirme ESO?!”, pensó angustiado.
Tras una larga pausa en silencio, la Verónica continuó con un tono intencionado que alargaba las vocales:
—¿Y bien…? ¿Cuál de las dos tiene la razón?
Luego de una breve pausa, lo único que se le ocurrió al chico fue aclararse la garganta antes de decir:
—Me llamo Julian… —con una voz indecisa pero inconfundiblemente masculina.
—¡Lo sabía! —reaccionó la Azalea de inmediato, alzando los brazos y casi gritando en tono triunfal.
Ambas mujeres estallaron en sendas carcajadas alegres antes que la rapera continuara con una media sonrisa inquisitiva:
—Y dime… Julian… ¿Por qué viniste a nuestro show?
La respuesta del chico fue darse media vuelta y, con una idiota sonrisa de oreja a oreja, tartamudear agitado tonterías sobre cómo era el más grande fan de ellas en el mundo, sobre cuanto amaba su música y pensaba que todo lo que hacían era perfecto, etcétera, etcétera.
Una parte dentro de él le rugía furiosa que su conducta era repulsiva: que como podía decirles a unas guarras sin talento que su música era “la mejor en toda la historia” sólo porque tienen unos culos increíbles… pero otra parte de él le ordenó a esa que se callara: que, si continuaba, iba a arruinar la única oportunidad que tenía Julian de tener sexo con las dueñas de dos de los traseros más codiciados del mundo… porque eso era lo que esperaba el chico: que las famosas no lo hubiesen invitado a su autobús para tomar el té.
—Escuchaste, Mayra: él dice que es nuestro más grande fan en el mundo —volviendo a ver a su colega, admiración evidentemente falsa rezumando de su voz; en cuanto Iggy habló, Julian enmudeció de inmediato.
—Así parece —replicó la latina, ensanchando su sonrisa.
—Pues si es tan fan nuestro —y volvió a ver al adolescente— no va a tener ningún problema en respondernos unas cuantas preguntas para demostrar que lo es.
En cuanto la australiana pronunció estas palabras, toda expresión abandonó el rostro de Julian; el terror poco a poco se apoderó de su ser. ¿Preguntas? ¿Qué preguntas? ¿Y si le preguntaban datos increíblemente oscuros que sólo un auténtico súper fan de ellas conocería? ¿Qué sucedería cuando las famosas se diesen cuenta que no era fan suyo sino de sus culazos? ¿Llamarían a ese terrorífico guardaespaldas para que le enseñara modales por las malas?
Pero, al poco de empezar las preguntas, Julian se relajó: estas eran bastante sencillas; cosas que cualquiera que hubiese leído las páginas en Wikipedia de las mujeres o los primeros diez resultados de una búsqueda en Google podría responder con éxito. Una tenue sonrisa de satisfacción comenzó a curvar los labios del chico.
—¡Wow, Mayra! ¡Parece que sí es un fan nuestro! —dijo arqueando las cejas y volviendo a ver a su amiga. Julian no pudo no percibir la insinceridad en la voz supuestamente impresionada de Iggy. La cubana se limitó a ensanchar su sonrisa y mirar al muchacho entrecerrando los ojos con languidez.
La australiana continuó, volviendo a ver al adolescente, con un tono ridículamente solemne:
—Julian, ¿podrías ayudarnos en algo?
—¡Claro que sí: las ayudaré en cualquier cosa que deseen! —con una sonrisa nerviosa, una voz demasiado entusiasta y ruborizándose un poquito.
Tras una larguísima pausa en la que las mujeres se quedaron viendo muy serias a los ojos de Julian (tan larga que él empezó a asustarse), Iggy prosiguió, bajando un poco la voz:
—¿Recuerdas el concurso de twerking que hicimos en el escenario?
“¡Como olvidarlo!”, pensó él. La única respuesta del chico fue asentir mucho, de forma caricaturesca.
—Pues Mayra y yo no estamos satisfechas con el twerking que hicimos esta noche. Queremos ensayar nuevos movimientos, pero necesitamos un juez que nos diga como lo estamos haciendo —otra pausa larguísima viéndose en absoluto silencio—. ¿Te gustaría ser ese juez?
Lo único que hizo Julian fue asentir, lento pero tenso, una sola vez.
En cuanto el adolescente aceptó, Iggy y Mayra empezaron a moverse para levantarse de la cama. Cuando se alejaron caminando, Mayra a la izquierda e Iggy a la derecha, le revelaron que sus tangas eran de hilo dental. Caminaron hasta un punto en el cuarto exagerando los contoneos de sus caderas y se doblaron por la mitad buscando algo, dándole al muchacho un magnífico vistazo a sus imponentes traseros. De un lugar que Julian no pudo ver, la Azalea sacó un iPod y puso una canción.
Cuando la “música” empezó a oírse, el chico tuvo que hacer un esfuerzo hercúleo para no rechinar los dientes y no torcer su rostro en una mueca de asco: era la espantosa colaboración entre Iggy y Mayra. Pero el disgusto de Julian fue pasajero; el que las dos “artistas” comenzaran sólo unos instantes después su número de twerking la volvió tolerable casi de inmediato. La rutina que ellas ensayaron para el jovencito fue mucho más atrevida (por imposible que esto parezca) que la que hicieron en el escenario e Iggy, varias veces, hizo su movimiento característico: doblarse por la cintura con las piernas muy rectas y acariciarse y palmearse la entrepierna.
—¿Y —una pausa larga que ambas dedicaron a jadear y recuperar el aliento después que terminara la canción— cuál de nosotras lo hizo mejor? —dijo la australiana; las dos mujeres se habían dado media vuelta para encarar al efebo y estaban empapadas de sudor por su vigorosa rutina.
—Tú —fue toda la respuesta del chico, con voz tranquila y una sonrisa tenue.
La Azalea, sonriente, alzó los brazos en un gesto triunfal.
—¡Hey! ¿Y qué hay de mí? —protestó la cubana con fingido enojo de niña pequeña.
—¿Qué puedo decir? Estás compartiendo el escenario con la Reina del Twerking. Vas a tener que esforzarte mucho más si quieres ganarle —dijo él volviéndola a ver con una media sonrisa arrogante.
Este último comentario hizo que los tres estallaran en alegres carcajadas casi al mismo tiempo. Cuando el silencio volvió al interior del autobús de giras, se quedaron un largo rato inmóviles, Julian viéndolas a ellas y ellas viéndolo a él, sus labios curvados en sendas sonrisas tranquilas.
Iggy volvió a hablar, sin dejar de sonreír:
—Julian, también necesitamos que nos ayudes con otra cosa…
—¿Qué cosa? —también sonriente.
Mayra dejó escapar una risita de niña inocente y la rapera australiana se mordisqueó el labio inferior de una forma muy sexy antes de continuar:
—Creo que puedes adivinar de que se trata… —con voz baja y ardiente.
Las dos fueron por él al mismo tiempo.
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Más tarde, él no podría recordar en que momento ni como le quitaron la ropa; cuando se dio cuenta, Julian estaba de pie en medio del cuarto, completamente desnudo, y Mayra usaba sus manos para atraer el rostro del chico al suyo y compartir un apasionado beso de lengua, las manos de él sobando entusiastas las gigantescas pompas de la latina.
Mientras ellos se besaban, Iggy, dándoles la espalda, usaba su espectacular culazo para subir y bajar por la pierna derecha del efebo, frotándola. La sensación del culo de la rapera en su pierna hizo que Julian gimiera contra la boca de Mayra, haciéndolo romper el beso para ver lo que la otra hacía. Los labios de la Verónica se curvaron en una sonrisa diabólica y, separándose un poquito de él, empezó a quitarse su top para permitir a sus generosos pechos rebotar libres.
—Ella tiene un culazo excelente, ¿verdad? No puedo esperar a verte meter tu gorda polla dentro de este —dijo la cubana con su grueso acento.
Iggy soltó una risita al escuchar las palabras de Mayra antes de detenerse e incorporarse. El diminuto top negro cayó de las manos de la Verónica al piso, sus enormes pechos expuestos ante los ojos de Julian. Mayra agarró la colosal polla del muchacho con ambas manos (el miembro de Julian era tan largo y grueso que, cuando lo vieron por primera vez, le resultó intimidante a las dos famosas… y eso que no eran nada inexpertas tratándose de hombres) y comenzó a masturbarlo. Ella gimió cuando él, por su parte, puso sus manos en sus masivas ubres y se dedicó a ordeñarlas.
—Mmmmm… Iggy baila mejor que yo, pero mis tetas son mucho mejores que las suyas, ¿verdad? —sonriendo y entrecerrando los ojos con expresión soñadora.
Lo único que él hizo fue asentir lenta y rígidamente.
Mayra no desperdició nada de tiempo y se dejó caer de rodillas a la vez que continuaba masturbando la dura carne. Julian volvió a ver a Iggy, sintiendo curiosidad por lo que había hecho en todo este tiempo, y vio que se había quitado su top y su tanga. La rapera australiana se arrodilló a la derecha de Mayra y le guiñó un ojo con coquetería.
“¡SOY EL CHICO MÁS AFORTUNADO DEL MUNDO!”, no pudo evitar pensar.
Después de ordenarle al jovencito que cruzara sus manos detrás de su espalda, Mayra tomó el glande de Julian con sus labios. Iggy se limitó a ver mientras su amiga comenzaba a meterse y sacarse la carne a toda velocidad. La cubana movió ambas de sus manos a las caderas de Julian mientras su larga melena de azabache y sus aretes de aro rebotaban como locos. Julian estaba asombrado por la velocidad con la que Mayra trabajaba su espada sexual con la boca. Ella se metía el rabo completo hasta que su nariz quedaba aplastada contra el pubis del efebo, el pene bajando muy profundo por su garganta. Julian gruñó, sintiendo que estaba a punto de derrumbarse de puro placer.
—¡Carajo! ¡Qué bien se siente! —jadeó el jovencito.
Muy poco a poco ella detuvo la felación. Mayra liberó la polla de entre sus labios con un ruidoso sonido de “¡pop!”. Se movió a un lado y volvió a ver a Iggy. La cubana agarró la muñeca izquierda de su colega con su mano derecha y la atrajo con brusquedad al miembro del chico.
—Adelante, es tu turno ahora —ordenó alegre con una sonrisa radiante y guió las manos de la rapera a la polla.
Iggy le dedicó una sonrisa diabólica a Julian cuando comenzó a masturbar su gordo miembro. Mayra también miró hacia arriba y le dedicó el mismo tipo de sonrisa al chico a la vez que Iggy bajaba su boca y comenzaba a mamar su carne. La rapera australiana empezó succionando lento, moviendo su cabeza arriba y abajo. Mayra ensanchó su sonrisa, hablándole al chico con un tono de voz seductor.
—¿Cómo se siente eso, mi amor? —con voz baja, profunda y ardiente.
—Se siente muy bien —respondió entre jadeos entrecortados.
—Ella sabe cómo mamar, ¿no? —con la misma voz.
Su única respuesta fue asentirle desesperado a Mayra. Ella volvió a ver a Iggy, la boca de la rubia creando una sinfonía de ruidos viscosos y obscenos. La Azalea mantenía sus manos en la base de la polla a la vez que movía su cabeza arriba y abajo. Como a Mayra le parecía que lo estaba haciendo muy lento, decidió ayudarla un poquito. La cubana puso su mano derecha en la nuca de Iggy, aferrando su larga melena rubia para forzar a la boca de su amiga a meterse la polla de Julian con más y más furia. El joven simplemente se quedó inmóvil, disfrutando del espectáculo.
—¡Eso es! ¡Métetela hasta el fondo! ¡¡Chupa como una puta!! —con un tono tan alegre como imperativo.
Una y otra vez, Mayra empujó la cabeza de la rubia atrás y adelante como si no hubiese un mañana, los aretes de aro de la rapera rebotando como locos. Julian tomó el control, poniendo sus manos en los hombros de la australiana al mismo tiempo que comenzaba a mover sus caderas hacia adelante y atrás. La boca de Iggy continuaba con sus sonidos viscosos y obscenos.
—¡GWAK-GWAH-GWAK-KWAH-KAH-WAK-GWAH!
Mayra empujó la cabeza de la rubia hasta que la totalidad de la polla desapareció dentro de la boca de la famosa, su nariz aplastada contra el pubis del efebo; las manos de la rapera australiana ahora se dedicaban a acariciar el vientre del adolescente. Mayra la mantuvo en esa posición y volvió a ver a los ojos de Julian.
—Sé que quieres correrte, amorcito. ¿Quieres eyacular en su boca o en su cara? —con su sensual voz.
Él aspiró aire profundamente y le asintió, desesperado, a Mayra.
—¡CARAJO! ¡Me encantaría cubrir con mi paja su carita de puta! —casi gritó.
Mayra volvió a ver a Iggy y la obligó a sacarse la polla de Julian con un ruidoso “¡pop!” antes de soltar su cabello. Los ojos de la rubia se habían llenado de lágrimas, su maquillaje se había corrido bastante, dejando marcas que bajaban por sus mejillas. Al mismo tiempo que su colega tenía arcadas y jadeaba para recuperar el aliento, Mayra enfocó su mirada en el miembro de Julian, totalmente cubierto por sus salivas combinadas y dos tonos de lápiz labial. La Verónica se movió y rodeó con sus manos la empapada polla de Julian. Volvió a ver a Iggy y le dedicó una sonrisa diabólica.
—Mi turno, déjame mamarla. Tú puedes chuparle las bolas.
Volviendo a ver a Julian, Mayra le guiñó un ojo y le ordenó que volviera a cruzar sus manos detrás de su espalda. Iggy bajó su cabeza y tomó el testículo izquierdo entre sus labios al mismo tiempo que Mayra chupaba el glande y comenzaba a mover su cabeza arriba y abajo en sincronía con las manos que masturbaban la enorme estaca de carne. El autobús de giras se llenó con los sonidos viscosos y obscenos de las bocas de las famosas al consentirlo.
—¡Ohhhhhh, nena! ¡CARAJO! ¡¡VOY A CORRERME AHORA!! —su rostro deformado por el inmenso placer que las mujeres le producían.
Su grito fue la única advertencia necesaria. Mayra quitó sus labios del glande y retrocedió. Permitió que Iggy rodeara la verga con sus manos y se ubicara en posición. Comenzó a masturbar la sólida carne al mismo tiempo que cerraba los ojos y abría la boca. Mayra se puso al lado de su amiga y miró hacia arriba, a los ojos de Julian. Él no podía volver a verla pues sus ojos estaban clavados en el rostro de Iggy, quien continuaba masturbándolo a la vez que le imploraba que cubriese su carita de puta con su caliente paja. Mayra no pudo contenerse y empezó a animar con voz alegre al semental de catorce años.
—¡Adelante, Julian! ¡Hazlo! ¡Córrete en toda su cara de puta! ¡Dispara esa caliente paja, cúbrela con tu espesa leche!
El grueso acento de Mayra arrastraba sus palabras. Iggy tan sólo emitió una risita de niña pequeña mientras él jadeaba ruidosamente.
—¡Mmmmm, sí! ¡Córrete en mi cara! ¡Lo deseo! —con voz de niña tonta e inocente.
—¡AQUÍ LO TIENES, OHHHHHHH, MIERDA! —bramó triunfalmente, su rostro deformado por el inmenso placer que sentía.
En ese momento, su polla no pudo soportar más lo que las manos de ella le hacían. Un chorro blanco, grueso, espeso e hirviente disparado por su pene aterrizó en la frente de Iggy. Ella había cerrado los ojos justo a tiempo, pues otro chorro cubrió su mejilla izquierda entera, goteando poco a poco hasta tapar los lunares que la rapera tiene en la mitad izquierda de su mandíbula inferior. Julian emitió otro bramido triunfal cuando otro grueso chorro de leche atravesó la nariz y la mejilla derecha de Iggy, cubriendo el lunar que ella tiene bajo el ojo derecho. Julian pensó que los lunares de la Azalea lucían más bonitos untados de semen. Mayra había disfrutado de todo el show sonriendo con expresión maravillada pues no podía creer lo espesa que era la lecha.
—¡Puta mierda! ¡Sí, cúbrela entera!
Él empezó a sentir que iba a desmayarse cuando el chorro final se estrelló en el labio superior de la australiana y entró en su expectante boca. La sensación de la caliente paja sobre su cara hizo reír a Iggy. Parecía que, en ese momento, él estaba a punto de desmayarse de cansancio, así que puso el glande sobre su lengua y cerró sus labios para ordeñar las últimas gotas restantes, los ojos cerrados y todo el rostro con expresión soñadora, y, en el proceso, reanimarlo. Julian inhaló aire profundamente, abrió los ojos grandes como platos y vio como Mayra le daba unas palmaditas en el hombro a Iggy para decirle “buen trabajo”; todo rastro de debilidad había desaparecido de su cuerpo y su mente volvía a estar completamente lúcida. La Verónica volvió a ver a los ojos al chico y lo elogió con su grueso acento:
—Lograste cubrirle toda su cara, amor…
Julian rió. Iggy liberó la polla de su boca, haciendo un fuerte ruido de “¡pop!” al mismo tiempo que abría los ojos. Mayra vio la cara cubierta de paja de la australiana y después volvió a ver a Julian antes de hablar de nuevo.
—Sólo espero que más tarde llenes mi cara con la misma cantidad de leche.
—Oh, créeme, voy a intentarlo… —jadeó tan feliz como incrédulo.
—Ya lo veremos —con un tono tan sensual como desafiante.
—¡Está tan caliente y espesa en mi cara! —y la australiana gimió extasiada de una forma muy guarra.
Mayra negó, sonriente, con la cabeza y detuvo a su compañera agarrándola de la muñeca cuando estaba a punto de limpiarse.
—No, mantén la paja en tu cara. Quiero lamerla yo misma, ¡pero no hasta que lo vea follar ese gordo culo tuyo!
Julian soltó una carcajada.
—¿Pues qué estamos esperando? —proclamó el muchacho con impaciente arrogancia.
Ella le guiñó un ojo antes de ponerse en pie lentamente. Después le agarró la rubia melena a Iggy y tiró de esta con violencia para ponerla en pie y, a continuación, arrastrarla hacia la cama para hacerla doblarse por la cintura con las piernas muy rectas y que plantara sus manos en el borde del colchón. Mayra se enderezó y retrocedió un poquito cuando Julian se ubicó en posición detrás de la Azalea. El chico volvió a ver a la cubana.
—También quiero follarte el culo a ti, Mayra —con voz nerviosa, después bajando la mirada y ruborizándose con timidez no fingida.
—¡Oh, ya lo sé, pero es que tengo que ver esto! —sonriendo con amable despreocupación.
Él le sonrió a su vez y Mayra se acercó para que se dieran un beso de piquito. La latina no pudo contenerse y, sin previo aviso, tomó el rostro del chico con sus manos para transformarlo en un hondo y apasionado beso de lengua. Iggy volvió a ver por encima de su hombro y decidió provocarlos. Usó su mano derecha para nalguearse su propio culo y después exigir casi gritando con voz tan alegre como impaciente:
—¡Aquí! ¡Sé que quieres follarme el culo, Julian! ¡Adelante, hazlo!
Julian interrumpió el beso con Mayra cuando escuchó las palabras de Iggy. Ambos volvieron a ver su cara cubierta de paja y Mayra no pudo evitar reírse a carcajadas. Después procedió a quitarse su tanga. Julian se preparó para finalmente entrar en faena, poniendo ambas de sus manos en las nalgas de Iggy y separándolas. La rapera rubia aspiró aire con fuerza cuando el glande del chico penetró su gordo culo. Julian entonces embistió con violencia dentro del ano de la australiana. Sólo se detuvo cuando su pubis se estampó contra los jugosos glúteos de la Azalea.
—¡Ohhhhh, carajo, se siente tan estrecho! —jadeó.
Iggy gimió. Percibía con lujo de detalles cada sensación que le provocaba la polla de Julian entrando y saliendo de su estrecho culo. Mayra admiró asombrada como el falo entraba y salía de su amiga, el pubis del chico produciendo una música celestial cada vez que se estrellaba contra las pompas de la australiana, esta última haciendo rebotar el trasero como sólo ella sabía hacer. Julian puso su mano derecha en la cintura de Iggy y después usó la izquierda para nalguearla juguetonamente, dejando los glúteos teñidos de un agradable tono carmín. Iggy gimió más fuerte.
—¡Mmmmm, sí! ¡También me gusta que me nalgueen! —con voz soñadora y los ojos cerrados.
Mayra dio un paso adelante y, usando su mano derecha, ayudó a nalguear el culo de Iggy.
—¡¡OH, SÍ, MÁS DURO!! ¡¡FÓLLAME EL CULO!!
Iggy no sabía quién le estaba nalgueando que nalga y no le importaba, pues ahora Julian le trabajaba el culo a la máxima velocidad que le resultaba posible, los aretes de aro y la rubia melena de la rapera rebotando como locos con cada embestida del semental de catorce años.
—¡¡¡OHHHHHH, DIOS, SÍ!!! ¡¡MMMMMMM, FÓLLAME EL CULO, MÁS DURO!! ¡¡MÁS DURO!!
Julian movió sus manos para volver a separarle las nalgas y continuó bombeando dentro de ella. Bajó la velocidad un poquito, volvió a ver a Mayra y apuntó con el dedo índice de su mano derecha a un punto en la cama a la izquierda de su amiga.
—Ponte allí, eres la siguiente, nena —ordenó con voz tranquila.
Iggy se puso a recuperar su aliento lentamente después que le sacara la polla del culo. Volvió a ver a Mayra mientras el cuerpo de la latina adoptaba la misma posición que el suyo y le devolvía la mirada. Iggy se dio cuenta que el chico iba a turnarse entre las dos. Julian se puso detrás de Mayra, acariciando con su mano derecha el culo de la cubana antes de nalguear juguetonamente el glúteo izquierdo.
—¡Que culazo! ¿Todas las cubanas tienen culos así de buenos? —con voz admirada.
Mayra soltó una carcajada antes de responder, alegre:
—¡Sí, papi! ¡Sólo en Cuba se ven culos como estos!
Iggy también soltó una carcajada. Mayra, sonriente, cerró los ojos con languidez en espera de la masiva polla que pensaba estaba a punto de entrar por su ano, pero, en su lugar, esta penetró su empapado coño. Ella gimió, el sólido falo empezando a bombear dentro de su sexo.
—¡Oh, sí, eso es! ¡¡Sigue, fóllame, Julian!! ¡¡FÓLLAME!!
La voz de Mayra se arrastró con su ardiente acento justo antes de ponerse a gritar. En cuanto empezó a proferir alaridos, Julian alzó su mano izquierda lo más que pudo antes de nalguear el glúteo izquierdo. Bombeó cada vez más y más rápido dentro de su delicioso coño, los aretes de aro, la melena de azabache y las tetas de la latina rebotando como locos con cada poderosa embestida del efebo. En ese momento, Iggy envidió a su amiga. Su propio sexo estaba totalmente empapado, suplicando por algo de atención. No pudo seguir aguantándose y se puso a masturbarse con los dedos de su mano derecha. Al mismo tiempo, Mayra clavaba sus uñas en el colchón de la cama a la vez que Julian la follaba.
—¡SÍ, SÍ! ¡¡MÁS DURO, MI AMOR!! ¡¡¡FÓLLAME!!!
Una y otra vez, la polla se hundía en su estrecho coño. Iggy se incorporó y se paró al lado de la pareja para ponerse a nalguear a Mayra con la mano izquierda.
—¡No te muevas, puta! ¡¡Todavía no he terminado contigo!! —le ordenó el adolescente a la rapera entre gruñidos sin molestarse en volverla a ver.
—¡¡¡OHHHHHH, FÓLLAME, JULIAN!!!
La voz de Mayra resonó por todo el autobús de giras, ahogando los gemidos y risitas de Iggy, la cual continuaba usando los dedos de su mano derecha en su vagina. Entonces, Iggy le gritó:
—¡Yo también estoy mojada! ¡Necesito sentirte en mi coño!
Julian volvió a alzar su mano para nalguear a Mayra una vez más, después de lo cual Mayra le ordenó detenerse. Dio unas cuantas embestidas más dentro del coño antes de dar unos pocos pasos hacia atrás para desenvainar su sable del cuerpo de la cubana. Las palabras de Iggy le habían dado una idea a la diosa caribeña. Mayra torció su cabeza por encima de su hombro izquierdo para verlo a los ojos, dejando que su hermosa melena azabachada colgara sobre un lado de su cara.
—Julian, amor… —jadeó sumisa y mimosa.
—¿Sí, nena? —con voz agotada.
—¡Se me acaba de ocurrir una idea: una nueva posición para nosotros tres! —agregó con repentino entusiasmo.
Ella esperó hasta que Julian retrocedió un poco más para enderezar su cuerpo. Mayra volvió a ver el rostro cubierto de paja de Iggy y le ofreció su mano derecha para que la ayudara a enderezarse. Una vez incorporada, Mayra, sin previo aviso, tiró con violencia de la mano de la rapera, arrastrándola arriba de la cama.
—¡Ven! ¡Aquí encima! ¡Acuéstate boca arriba! —ordenó dominante.
Iggy obedeció a su colega. Julian se acercó al borde de la cama, inseguro al principio de lo que Mayra estaba tramando. Cuando la voluptuosa latina se movió encima del cuerpo de la australiana, él comenzó a entender. Lo que la cubana tenía en mente era un sexy sesenta y nueve dispuesto de modo que el semental de catorce años pudiese follarle fácilmente el culo. Mayra movió su cara hacia el coño de la rapera para besar los labios vaginales. Se movieron torpemente hasta que Iggy pudo enterrar su boca en el coño de la cubana que colgaba sobre ella. Julian comprendió que ya podía intervenir. Él se subió a la cama y se movió hasta situarse arrodillado detrás de Mayra.
—¡Qué bien, ya es hora de reventarte el culo, mi amor! —casi gritó jubiloso.
Mayra ignoró sus palabras; las manos de Iggy separaron las nalgas de la yegua caribeña para que Julian pudiese hundir su polla en ese agujero estrecho y oscuro. La latina respondió empujando su lengua más profundo en el clítoris de Iggy. Julian comenzó a mecer sus caderas y follar el culo de la Verónica.
—¡Dios, esto es asombroso! ¡Nunca soñé que lograría verlas haciéndose eso la una a la otra… y menos mientras te follaba el culo, Mayra! —jadeó lleno de asombro e incredulidad.
Un gemido ahogado contra el clítoris de Iggy fue toda la respuesta de la Verónica. Al mismo tiempo, la Azalea continuaba deslizando su lengua dentro y fuera del sexo de su amiga. Julian jadeaba por la estrechez del culo de la despampanante latina al follarle el derriere con lentitud. Le estaba resultando difícil alcanzar el frenesí con el que quería destrozarle el trasero a la cubana, pues se sentía muchísimo más apretado que el de la australiana. Aun así, seguía bombeando dentro del ano, mientras con sus manos se aferraba a las caderas de la belleza caribeña.
La lengua de Mayra hizo círculos dentro del sexo de Iggy una y otra vez, esforzándose mucho por hacer que la otra mujer se corriera y llenara su boca con sus dulces jugos. Iggy trabajaba a la misma velocidad, su lengua haciendo lo mismo dentro del sexo de la Verónica. Al mismo tiempo, Julian se sentía como un verdadero rey mientras su polla bombeaba dentro del culo de la cubana. Su ariete de carne desaparecía y reaparecía con cada embestida.
El coño de Mayra estaba a punto de explotar y la Azalea se negaba a desacelerar su lengua dentro de este. Para la Verónica, era un placer celestial sentir la lengua de Iggy lamiéndola al mismo tiempo que Julian bombeaba con su enorme polla dentro de su gordo culo. Empezó a emitir innúmeros gemidos ahogados al mismo tiempo que su cuerpo se tensaba y comenzaba a temblar. Mayra alzó la cabeza, apretó los dientes y cerró los ojos con fuerza tratando de contener su clímax, pero fue imposible. Ella rugió a todo pulmón:
—¡¡¡OHHHHHHHHH, PUTA!!! ¡OHHHHHHHH, SÍ! ¡¡SÍ!! ¡¡SÍIIII!!
Los temblores de Mayra se volvieron tan intensos que sus dos compañeros los percibieron justo antes que Iggy recibiera sus néctares. Su rostro quedó cubierto con los deliciosos jugos de la latina. Ella trató de tragarlos tan rápido como fuese posible. Mayra tuvo que recuperar su aliento, rápido. Volvió a bajar su boca, determinada a hacer que Iggy se corriera también. Julian continuó empujando lentamente con su polla dentro del culo de la cubana al mismo tiempo que la lengua de ella trabajaba sin piedad. Iggy pronto se acercó a su propio clímax. Alejó su boca del clítoris de su colega; la paja que había pintado su rostro anteriormente comenzó a gotear en su larga cabellera rubia al mismo tiempo que cerraba los ojos y gritaba:
—¡¡¡OHHHHHHHHH, ASÍ, ASÍ!!! ¡¡¡¡OHHHHHHHH, VOY A-VOY A… PUTA!!!!
El cuerpo de la rapera australiana comenzó a temblar y después su orgasmo lo inundó entero de una sensación placentera. Mayra pudo saborear los dulces néctares de Iggy, profundos gemidos de satisfacción contra el coño de la rubia, “mmmmmm”, antes de tragarlos. Julian dejó de bombear dentro del gordo culo de Mayra. Iggy notó las bolas de él colgando encima de ella. La rapera se estiró hacia arriba y se puso a lamer y chupar los testículos uno a la vez. El chico sonrió por lo que la australiana le hizo y retrocedió un poco para permitir que su polla saliera del culo de Mayra, lo que también provocó que Iggy liberara sus bolas. Él les habló a ambas después de pararse en la cama para verlas desde arriba:
—¡Wow, eso fue increíble! ¡Creo que estoy listo para correrme de nuevo ahora que las dos lo hicieron! —con voz admirada.
—¡Mayra! ¡Quiero verte hacer algo! —demandó Iggy de repente con voz alegre.
Después de escuchar a su amiga, Mayra se quitó de encima de ella y se sentó a su lado en la cama con las piernas cruzadas dejando escapar un suspiro dramático y exagerado. Iggy siguió acostada boca arriba.
—¿Qué es? —respondió con cansancio evidentemente fingido y dejando caer los brazos.
Una sonrisa de oreja a oreja atravesó el rostro todavía cubierto de paja de Iggy.
—¡Mmmm, quiero verlo follándote las tetas!
Julian rió al escuchar sus palabras. Miró abajo hacia Iggy y le asintió antes que sus ojos se dirigieran a Mayra.
—Oh, nena, estaba a punto de pedirte eso.
Mayra rió.
—¡Te creo! ¡Esa es la cosa que los hombres me piden más seguido después del sexo anal!
Julian se puso de pie fuera de la cama. Después de él, las dos famosas también salieron de esta y Mayra se arrodilló ante el semental de catorce años. Sus manos rodearon la polla del chico y comenzó a masturbarla para que volviera a estar totalmente erecta. Esperó hasta que Iggy se acercó a Julian. Tras meneársela por un rato, la soltó y se agarró sus enormes pechos. Mayra los empujó hacia arriba y hacia afuera, permitiendo a Julian poner su estaca de carne entre ellos antes que la latina se los juntara con fuerza. Iggy vio por encima del hombro del jovencito como la polla de Julian desaparecía por completo entre las gigantescas tetas.
—Oh, Dios mío, eso es tan increíblemente sexy… —suspiró impresionada, su boca entreabierta y sus ojos grandes como platos.
—¿En serio? También se siente asombroso, ¡oh, sí! ¡Fóllame con esas enormes tetas, Mayra! —gruñó entre dientes apretados.
Mayra soltó una risita de niña traviesa al escuchar los cumplidos de sus amigos. Julian gemía, suspiraba y jadeaba, amando follarle las tetas a la cubana, rodeando con sus manos la nuca de la latina para ayudarse con sus embestidas. Varias horas después, lamentaría que los pechos de Iggy no fuesen lo bastante grandes para poder hacerles lo mismo.
—¡Oh! ¡Sí! Voy a correrme pronto, nena… —gruñó.
—¡Vente en mi cara! ¡Quiero que me cubras como lo hiciste con ella! —casi gritó con alegría.
—¡Lo haré, carajo! —la voz del chico haciéndose cada vez más difícil de comprender.
Mayra cerró sus ojos, gimiendo a la vez que continuaba follándole la polla con sus pechos. Iggy se separó de Julian para ponerse de rodillas a la derecha de su amiga, viendo su melena de azabache y sus aretes de aro rebotar sobre sus hombros antes de dirigir sus ojos a la polla bombeando entre las enormes tetas. Él estaba muy cerca de eyacular, pero no quería que este placer se detuviera. Después que Mayra bombeara sus pechos arriba y abajo unas pocas veces más, él aspiró aire profundamente y le gritó:
—¡¡MAYRA, VOY A CORRERME AHORA, CARAJO!!
—¡En mi cara! ¡¡CÓRRETE EN MI PUTA CARA!! —su grueso acento arrastrando las palabras.
Mayra soltó sus pechos y volvió a cerrar los ojos. Abrió la boca y sacó la lengua al mismo tiempo que masturbó al tierno efebo lo más furiosamente que podía con ambas manos. Con un bramido triunfal, soltando los hombros de la diosa caribeña y poniendo la espalda muy recta, un grueso chorro de paja blanca, espesa e hirviente por fin salió disparado de la polla y se estrelló en su frente. Mayra rió cuando otro grueso chorro atravesó su mejilla izquierda. Julian aspiró aire entre dientes apretados cuando su masiva estaca de carne disparó otra explosión de leche, la cual se estampó en la ceja izquierda de la latina y empezó a bajar goteando por su mejilla. Él rugió como un león cuando Mayra se pasó el pene por su lengua, restregándolo ruidosamente. Iggy dejó escapar una risita de niña traviesa y dijo:
—¡Mmmmmmm, ella luce tan sexy con tu paja sobre su cara!
Mayra exprimió la polla con fuerza una última vez y ordeñó el chorrito de semen que aún le quedaba al muchacho en su expectante boca. Cerró sus labios alrededor del glande y se puso a mamarlo, extrayendo las últimas gotitas de la deliciosa y nutritiva semilla. Liberó el pene con un fuerte sonido de “¡pop!” tras terminar. Julian estuvo jadeando un largo rato, su joven cuerpo empapado en sudor, antes de decir con voz exhausta:
—Asombroso… me… me he quedado sin palabras, puto dios. Eso fue asombroso.
Mayra soltó una alegre carcajada y volvió a ver a Iggy; ambas ahora tenían sus caras cubiertas de paja. Las dos dirigieron sus miradas a Julian y le sonrieron. Iggy proclamó con voz desafiante:
—¡Apuesto que estás orgulloso de la magnífica obra de arte que has pintado sobre nuestras caras! —su rostro entero un mohín diabólicamente sexy.
Julian dejó escapar una sonora carcajada y Mayra no pudo evitar imitarlo unos pocos instantes después.
—De hecho, es difícil estar en desacuerdo con eso. Si tuviese un diario, anotaría esto como uno de mis más grandes logros.
Mayra volvió a ver a Iggy y le sonrió malévolamente antes de hablar con su grueso acento.
—Y ahora… ¡finalmente te limpiaré!
Tomó entre sus manos el rostro de la bella australiana y después se puso a lamer la mejilla de Iggy. La rapera simplemente cerró sus ojos y dejó que la diosa del sexo caribeña la limpiara. Algo de la paja ya había comenzado a secarse, pero la Verónica se la comió de todos modos. La cubana no se detuvo hasta que hubo limpiado por completo el rostro de la otra mujer con su lengua. Tras terminar, se sentó en el piso con las piernas cruzadas. Iggy supo que hacer sin que le dijeran una sola palabra; se inclinó hacia adelante y comenzó a pasar su lengua sobre la cara de Mayra y lamer la leche. Ambas hicieron sonidos viscosos, obscenos, exagerados y escandalosos para dar a entender que esto era lo más delicioso que alguna vez hubiesen tragado. Julian, que hasta ese momento había disfrutado inmóvil y en silencio del espectáculo, empezó a aplaudir.
—Maravilloso, es absolutamente sexy verlas a las dos limpiándose entre ustedes así.
Iggy se detuvo y le sonrió. Sus manos rodearon el rostro de Mayra y lamió el labio superior de ella antes de responder con arrogancia:
—¡Mejor que desperdiciar toda esta paja tomando una ducha!
Después de guiñarle un ojo, reanudó la limpieza de la cara de la Verónica al mismo tiempo que Julian reía.
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Si a Julian se lo hubiesen dicho, él nunca hubiese creído que este nivel de placer fuese siquiera posible.
Los tres pasaron todo el fin de semana desnudos en la cama, follando o durmiendo para recuperar sus energías. Sólo se levantaban de esta para comer o para ir al baño. Los únicos momentos en los que Iggy y Mayra dejaron solo al semental de catorce años por periodos de tiempo importantes fue por sus funciones del sábado y el domingo.
Las dos famosas quedaron absolutamente impresionadas por la energía casi inagotable del efebo y por su increíble capacidad para producir leche.
La madrugada del lunes, Julian finalmente se separó de las diosas del sexo y volvió a su casa en la oscuridad.
Su regreso al hogar despertó a sus padres, los cuales, sobresaltados, corrieron hacia su único hijo. El chico no le había dicho a nadie a donde iba el viernes y sus padres, muertos de preocupación al ver que su hijo no regresaba, incluso llegaron a llamar a la policía. Pero la inamovible negativa de Julian a explicar donde había estado y que había estado haciendo todo este tiempo transformó la preocupación de sus padres en cólera y recibió un castigo muy severo.
Al jovencito no le importó: un castigo diez mil veces peor habría valido la pena por el fin de semana que pasó con Iggy y Mayra.
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DOS AÑOS DESPUES
Era sábado por la tarde y Julian se encontraba solo en su casa. El jovencito suspiraba con tristeza mientras revisaba con su Smartphone las cuentas en las redes sociales de Iggy Azalea y Mayra Verónica.
Lo que producía la melancolía del muchacho eran las imágenes que las dos famosas habían subido de sus hijas (las de Julian).
Ahora, nuestro héroe no era tan ingenuo para pensar que él fue el único hombre con el que ellas tuvieron sexo por esas fechas… no obstante, cuando leyó las noticias de que ambas estaban embarazadas no pudo evitar pensar que las fechas concordaban y, a medida que las dos niñas crecían, se volvía cada vez más evidente quien era el padre…
Los sombríos pensamientos y emociones de Julian fueron interrumpidos por el sonido del timbre de su casa.
Preguntándose sin mucho interés quien podría ser, Julian fue a abrir la puerta. En cuanto se abrió una pequeña rendija, una figura se coló en su hogar como una exhalación y sin pronunciar palabra. Cuando el chico se volvió a ver quién era, su sorpresa no pudo ser mayor: frente a él se encontraba la sensual cantante brasileña Anitta.
La brasilera llevaba puesto un minivestido dorado tan ceñido que parecía pintado a su cuerpo, con un escote muy generoso, y calzaba unos zapatos de tacones vertiginosos también dorados. De los lóbulos de sus orejas colgaban unos enormes aretes de aro dorados y sus labios, curvados en una sonrisa de despreocupada arrogancia, estaban pintados de un rojo muy intenso.
Estuvieron largo rato viéndose en silencio el uno al otro, Julian con su boca ligeramente entreabierta porque no podía salir de su asombro.
Finalmente, ella habló con un acento muy grueso:
—Supongo que te estás preguntando quien soy y que hago aquí —tras una pausa significativa—, Julian…
Él, recuperando su aplomo y sonriendo a su vez, respondió:
—De hecho, ya sé quién eres, Anitta —pronunció su nombre con énfasis—. Pero sí quiero saber qué haces aquí y como es que sabes mi nombre.
La brasilera ensanchó su sonrisa antes de comenzar a explicar:
—¿Sabes? Hay mucha especulación en los medios de comunicación y las redes sociales acerca de la identidad del padre de la hija de Iggy Azalea. Yo, como muchas otras personas, también me preguntaba quién podría ser. Hace poco, Iggy me invitó a un concierto para que cantáramos juntas un tema que grabamos hace muchos años. Después de la función, logré convencer a Iggy para que me confesara la verdad.
—Ahhh… —fue todo lo que exclamó Julian para dar a entender que comprendía.
—Tuve que follármela —añadió la cantante con despreocupación.
—Ohhhhhh… —no pudiendo evitar que la sorpresa se notara en su rostro.
Tras otro largo rato mirándose entre sí en absoluto silencio, Julian aventuró con timidez:
—Ehhh… por favor… podría decirme que ha venido a hacer aquí.
Anitta ensanchó su sonrisa aún más antes de empezar a caminar hacia Julian contoneando sus caderas de forma increíblemente provocativa. Cuando llegó junto al dulce efebo, se abrazó a su esbelto cuerpo, presionando sus pechos contra él y el sólido bulto en sus pantalones contra ella, y habló con voz baja, profunda y ardiente:
—¿Sabes? Iggy me mostró unas fotos de su hija y, al verlas, pensé: “¡Esta es la niña más linda en todo el mundo!” Y luego pensé que a mí también me gustaría tener un bebito precioso… —e imprimiendo un mohín irresistiblemente sexy a su rostro y a su voz—; ¿me ayudarías…?
Tras unos breves instantes de desconcierto, Julian, con languidez, entrecerró los ojos y sonrió antes de responder con arrogancia mal disimulada:
—Te ayudaré… pero sólo si pagas un precio…
—¿Qué precio? —la preocupación notándose en el rostro y la voz de la famosa.
Julian contuvo una carcajada malévola antes de replicar:
—Sólo te ayudaré si me prometes que me recomendarás a cualquier otra cantante sexy que conozcas y que también desee tener un hijo.
La sonrisa volvió al rostro de Anitta.
—No te preocupes. Perfectamente puedo cumplir con eso…
Los padres de Julian iban a estar muy enojados cuando él regresara unos días después de haber desaparecido misteriosamente de nuevo, pero el chico pensaría que cualquier castigo que le diesen era precio justo por pagar pues, tan sólo media hora después que Anitta pronunciara las palabras de arriba, él estaría haciendo que la estrella brasileña de la música aullara a todo pulmón al ser empalada analmente.
Y la mejor parte no fue descubrir que también había embarazado a Anitta, sino que ella cumplió su promesa de recomendarlo a otras famosas.
FIN
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