El Crucero de las Supermodelos | By : El8Culpable Category: Spanish > Celebrity Views: 247 -:- Recommendations : 0 -:- Currently Reading : 0 |
Disclaimer: Esta es una obra de ficción. NO sucedió fuera de mi imaginación. Sus únicos personajes reales son las famosas que aparecen, a las cuales no conozco personalmente. No he ganado ni un puto centavo con la escritura de esta historia. |
ADVERTENCIA:
Este relato está ambientado en un crucero por el Mar Caribe. Nunca he estado en uno de esos y espero que esto explique todas las imprecisiones acerca de cómo son las cosas a bordo de ellos que pueda contener la historia.
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Mientras las parejas continuaban moviéndose por la pista de baile, Zachary salió hacia la cubierta.
Él sintió una brisa suave pero helada acariciando su cuerpo al avanzar, haciéndolo temblar un poquito, sólo el sonido de las olas y sus pasos en la fresca noche. Mirando hacia arriba, se detuvo para observar con un poco de admiración los bellos y claros cielos, abarcando todas las estrellas, la brillante luna y las fascinantes profundidades en las que flotaban, las cuales le resultaban más hipnóticas cuanto más miraba. Dándole una profunda inhalada al puro aire de mar, paseó muy lentamente por el borde del barco y hacia el área de la piscina, silenciosa y pacífica, de inmediato sintiéndose mejor al escapar del rugido de la multitud danzante. La brisa era más fuerte cerca del borde del barco y él se apoyó contra las barandillas de babor, dejando escapar un suspiro lento y tenue, mirando como las olas del pacífico y oscuro océano atrapaban la brillante luz de luna junto con sus pensamientos, que contemplaban tanto… demasiado…
—Buenas noches —dijo una voz femenina, interrumpiendo sus reflexiones y haciendo que alejara sus ojos del mar. Se separó de la barandilla para volverse hacia la voz, apartándose sus largos cabellos del rostro y sonriéndole a la mujer.
—Buenas noches —respondió, no pudiendo evitar que sus ojos recorrieran a la belleza de arriba abajo.
Era la supermodelo sudafricana Candice Swanepoel, a la cual había visto antes, pues este era un crucero muy exclusivo, que alardeaba de traer celebridades para actuar como maestros de ceremonias en sus eventos; esta era la primera noche del crucero y animaría todas las demás durante esta travesía en particular. La hermosa rubia estaba enfundada en un minivestido blanco muy ceñido y con un escote muy generoso; además, sus sonrientes labios estaban pintados de un rojo muy intenso, enormes aretes de aro dorados colgaban de los lóbulos de sus orejas y calzaba unos zapatos de tacones vertiginosos y unas punteras muy largas y puntiagudas.
—Es una luna brillante, pero no creo que vayas a conseguirte un bronceado esta noche —bromeó la diosa de las pasarelas, haciendo al chico emitir una risita.
—Yo tampoco lo creo, pero está haciendo una noche hermosa —sonrojándose y volviendo a ver el cielo nocturno.
—Lo es en verdad. Perdóname, amigo, no me he presentado; soy Candice pero puedes llamarme Candi —y le ofreció su mano.
—Zachary Thomson —tomando y apretando brevemente la mano de la belleza de ojos azules, lo que bastó para que un temblor de deseo conmoviera el cuerpo entero del adolescente.
—¿Te molestaría que me uniera a ti? —dijo ella tras la larga pausa que siguió a que soltara su mano, apuntando a la barandilla con el dedo índice de su mano derecha.
—Umm… seguro… —respondió, sorprendido de que un ángel de Victoria’s Secret quisiera pasar tiempo con él.
Parándose a la derecha del chico, ella se apoyó contra la barandilla y miró como el mar se estrellaba contra el coloso de acero sobre el que viajaban. Zachary también concentró su mirada en el mar, haciendo un esfuerzo heroico para no ponerse a desvestir a la famosa con los ojos.
Después de unos momentos viendo los movimientos de las olas, él rompió el silencio:
—Discúlpeme… no quiero parecer entrometido, pero… —con voz muy nerviosa; hizo una pausa de unos pocos instantes para obligarse a calmarse antes de continuar—: ¿no debería estar animando la fiesta?
—Oh, la fiesta ya está en un punto en el que puede continuar perfectamente sin mí. Además, necesitaba caminar y un poquito de paz —encogiéndose de hombros, despreocupación en su voz y en su sonrisa.
—Es una noche hermosa para caminar por la cubierta —concedió con voz soñadora.
—Además, me encontré con un muchacho muy guapo, y eso nunca le sienta mal a una —agregó, sonriéndole y guiñándole un ojo, coqueta.
Él se removió inquieto, rezándole a todos los santos del cielo que la supermodelo no notase el bulto que se le había formado en los pantalones.
Ambos volvieron a quedarse viendo el mar, callados y muy serios.
—¿Te sientes bien? —dijo ella de repente, tras un largo rato en silencio.
—Yo… sí, estoy bien, ¿por qué? —respondió a la vez que volvía a verla, tenso como la cuerda de un violín a punto de reventar.
—Es sólo que pareces un poco… desconectado. Estás aquí afuera, solo en la cubierta. ¿Por qué no estás con todos los demás disfrutando de la fiesta? —replicó, viéndolo a los ojos con intensidad.
Él estuvo un largo rato (que al chico le parecerían horas) emitiendo unos sonidos ahogados que ni siquiera podían considerarse un tartamudeo. Tras esto, se obligó a guardar silencio y se quedó viéndose los pies otro largo rato. Finalmente, tras dejar escapar un profundo suspiro, empezó a explicar en voz baja:
—Es por mis padres…
—¿Le pasó algo malo a tus padres? —ella sonó sinceramente preocupada.
—¡No! ¡No! —se apresuró a interrumpir—. ¡Es que… ¡Es que… —y volvió a atragantarse.
Tras otro largo rato así, con Candice limitándose a observarlo pacientemente, en silencio, muy seria, el muchacho se obligó a calmarse de nuevo. Emitió otro profundo suspiro antes de proseguir con su explicación:
—Es que mis padres están celebrando sus veinte años de casados…
—¡Felicidades! —lo interrumpió la belleza sudafricana; parecía realmente feliz por ellos, con su enorme sonrisa.
Él se la quedó viendo, embobado, por unos instantes, antes de obligarse a continuar:
—Y decidieron celebrarlo comprando boletos para este crucero… y llevándome a mí con ellos… aprovechando que coincidía con mis vacaciones de la escuela… —y se quedó en silencio.
Luego de una larga pausa en la que ambos estuvieron callados, mirándose el uno al otro, la mujer finalmente aventuró, insegura:
—¿Y bien?
—¿“Y bien”, qué?
—¿Eso es todo?
—Eso es todo.
Tras otros muchos instantes largos en los que la modelo se lo quedó mirando desconcertada, finalmente preguntó:
—¿Eso que tiene de malo?
Cuando terminó otro largo rato de mirar el piso en silencio, él, por fin, se puso a explicar con voz baja y triste:
—Es que… —aquí deja escapar un profundo suspiro— …es que siempre he sentido que mis padres no me han querido lo suficiente —y se apresuró a agregar, en voz más alta—; no piense mal, Srta. Swanepoel: mis padres nunca me han hecho nada malo y nunca me ha faltado nada… —otro profundo suspiro— …pero es que se nota que, para ser felices, sólo se necesitan el uno al otro y que yo soy una especie de… —aquí dudó unos instantes largos, pues buscaba palabras que le pareciesen adecuadas— …“intruso benigno”… que debía ser mantenido, pero no un hijo —su voz sola transparentaba que le era doloroso expresar en voz alta ideas y sentimientos tan íntimos. “Ni siquiera sé porque me tuvieron en primera lugar”, pensó. Continuó—: Al verlos siento envidia, pues me gustaría que hubiese alguien así en mi vida —y volvió a ver a la famosa a los ojos, sorprendido y sonrojado pues no pretendía decir eso en voz alta.
Ambos volvieron a ponerse a ver las olas en silencio durante mucho tiempo. Eventualmente, los ojos de Candice, poco a poco, buscaron a Zachary y se quedó contemplándolo, muy seria, su belleza andrógina y sus ropas elegantes, por varios minutos; él, absorto viendo el mar, no se dio cuenta de esto.
Al final, ella rompería el silencio:
—Zachary, ¿cuántos años tienes? —con voz átona.
—Tengo catorce —tan desanimado que ni siquiera pudo volver su mirada hacia la supermodelo.
Tras otro minuto sin pronunciar palabra, la belleza sudafricana continuó:
—Nunca debes perder las esperanzas. Allá afuera seguro que hay alguien especial esperando por ti —con la misma voz.
La única respuesta del chico fue una carcajada sarcástica sin siquiera volver a verla.
Después de la sorpresa inicial, Candice prosiguió, dejando que una pizca de enojo se filtrara en su voz:
—¿Por qué te ríes?
—¡Por favor, Candi! ¡No intentes tomarme el pelo! ¡Sé perfectamente que no soy capaz de inspirar pasiones en las mujeres! —también enfadándose, aun sin mirarla.
Zachary vivía acomplejado por su apariencia física hermosa y delicadamente femenina: cabello casi blanco de tan rubio, largo y muy liso, grandes ojos de color verde oscuro, inmaculada tez marfileña… hasta sus manos eran pequeñas y bonitas, como las de una bailarina de ballet… Zachary era tan idéntico a una chica que (y esto lo llenaba de una inmensa vergüenza) muchos tipos habían intentado ligar con él, sólo para que retrocedieran de inmediato al escuchar su voz inconfundiblemente masculina.
Pasado el largo rato que ella necesitó para controlar su ira, volvió a hablar:
—Pues, para que lo sepas, existen mujeres a las que les gustaría tener algo con un chico que luzca como tú.
—¡Ah, sí! ¿Como quiénes? —burlón, negándose todavía a verla.
—Como yo —respondió con toda la naturalidad del mundo.
Él, sorprendido, finalmente se volvió a mirarla, sólo para que la diosa rubia se abrazara a él con firmeza y sellara su boca con la suya en un beso apasionado.
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El corazón de Zachary latía violentamente dentro de su pecho mientras la Swanepoel seguía presionando sus labios contra él. Finalmente, el adolescente espabiló: se relajó y dejó que su lengua explorara, buscando una forma de entrar en la boca de la supermodelo. Él se sorprendió y se sintió deleitado cuando la lengua de la diosa del sexo fue al encuentro de la suya, la belleza sudafricana guiando a los brazos del chico para que le rodearan la cintura.
Después de un largo rato con sus bocas unidas, Candice se separó de él, rompiendo el beso, aun abrazados, mirándose a los ojos. Tras unos instantes así, la bella mujer volvió a besarlo, con más pasión esta vez, abriendo sus labios para que su lengua avanzara más profundo dentro de la boca del chico que antes.
Sentir a Candice besándolo de nuevo fue maravilloso. Él recibió a la lengua de la supermodelo con una caricia amable de la suya, ayudándola a entrar en su boca y después chupándola con suavidad a medida que apretaba su abrazo, Candice suspirando por la nariz a la vez que se derretía entre los brazos del efebo, él empezando a recorrer con sus manos las redondas caderas hacia el firme culo de la princesa rubia, haciéndola arquear su espalda un poquito en respuesta, exprimiendo las sólidas nalgas. Con la mano derecha aun en el trasero, mandó la otra hacia arriba, siguiendo con las yemas de los dedos la curva de la columna del angelito de Victoria’s Secret, sin una sola pausa en el beso. La Swanepoel, por su parte, hizo que sus largas uñas recorrieran la espalda del adolescente, haciendo que escalofríos estremecieran el cuerpo entero del chico.
Poco a poco, el beso fue perdiendo intensidad hasta que se detuvo y Zachary y Candice quedaron simplemente abrazados, sus ojos cerrados con expresión soñadora, tenues sonrisas curvando sus labios, meciéndose muy ligeramente bajo la luz de la luna y las estrellas en la fría noche.
Tras muchos minutos así, Candice se separó con suavidad del chico y se lo quedó mirando muy seria.
Después de unos pocos instantes, Zachary habló, un poco de preocupación en su voz:
—¿Sucede algo, Candi?
Su respuesta fue quitarse los zapatos de tacón antes de proclamar, una sonrisa en su rostro y alegría en su voz:
—¡Si me quieres, tendrás que atraparme!
Y pasó, riendo, a su lado como una exhalación.
Zachary, confundido, la siguió con la mirada mientras corría junto al borde de la piscina de la cubierta, emitiendo carcajadas de niñita traviesa. Candice se detuvo al otro lado de esta y, con una sonrisa de oreja a oreja, se quejó:
—¿Qué estás esperando?
El adolescente finalmente reaccionó y salió disparado detrás de ella, ambos riendo como niños inocentes. Después de unas pocas vueltas alrededor de la piscina, Zachary finalmente alcanzó a la supermodelo y se agarró de sus caderas… sólo para resbalarse en la humedad del borde de la piscina y caer en esta. La caída de Zachary hizo que la mujer también perdiera el equilibrio y cayese en el agua.
Tras unos breves instantes en los que chapotearon escandalosamente, frenéticos y desesperados por temor a ahogarse, se quedaron flotando y viéndose el uno al otro, los ojos grandes como platos, jadeando, aun asustados, con dolor por el golpe que se dieron con el borde de la piscina al caer. Cuando sus respiraciones volvieron a la normalidad, todavía se quedaron un largo rato mirándose en silencio, el cual sólo fue roto cuando Candice empezó a reírse a carcajadas. Zachary aún se la quedó viendo en un mutismo desconcertado durante unos pocos segundos, antes de también ponerse a reír con buen humor. Se estaba riendo tanto que no se dio cuenta cuando la Swanepoel nadó hasta donde él estaba para rodear el cuello del chico con sus brazos y reanudar el beso.
Pasada con rapidez la sorpresa inicial, Zachary volvió a responder al beso de la supermodelo, esta vez con mucha más hambre de parte de ambos, sus lenguas trabadas con fervor a la vez que el muchacho apretaba con más firmeza el cuerpo de la mujer contra el suyo, ella hundiéndole las uñas en la espalda, sus tetas pequeñas pero suculentas presionadas contra él. Las manos del jovencito bajaron hasta las redondas nalguitas de Candice y se dedicaron a magreárselas. Ella, por su parte, se puso a frotarse contra el bulto en los pantalones del chico.
Después de muchos minutos con sus cuerpos unidos de esta forma, sus besos poco a poco fueron perdiendo intensidad hasta que quedaron nada más que flotando, mecidos suavemente por el agua y viéndose el uno al otro con ojos entrecerrados y tenues sonrisas soñadoras curvando sus labios. Tras otro largo rato en silencio, ella acercó su boca al oído del chico y dijo con voz baja, lenta, profunda y ardiente:
—Dime… ¿te gustaría follarme?
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Candice y Zachary entraron en el barco. Avanzando de puntillas por el corredor, se detenían en cada esquina, espiando que nadie los viera mientras iban hacia las habitaciones de la supermodelo. Ellos dejaban escapar risas nerviosas de niños traviesos, sus empapados cuerpos y ropas dejando un rastro de agua por los pisos del crucero. La mujer llevaba en su mano izquierda sus zapatos de tacón y con la derecha guiaba al adolescente tomándolo de la suya.
Lograron llegar frente a la puerta del cuarto de la Swanepoel sin ser descubiertos. Candice sacó su llave de un bolsillo de su minivestido, abrió la puerta e hizo entrar a Zachary. Un segundo después, entró la diosa de las pasarelas, cerró la puerta con el pie, arrojó sus zapatos al otro lado de la habitación y, sin darle tiempo al muchacho para pensar siquiera, lo rodeó con sus brazos y reanudó los besos apasionados.
Estuvieron así sólo unos instantes antes de ser interrumpidos por una voz femenina:
—¿Quién es él?
Zachary, alarmado, volvió a ver en la dirección de la que provenía el sonido. Se quedó boquiabierto y con los ojos grandes como platos: en el cuarto no sólo estaban otras tres supermodelos, a las que reconoció por sus búsquedas en internet (la brasileña Cintia Dicker, la estadounidense Emily Ratajkowski y la australiana Miranda Kerr), las cuales miraban a la pareja con tranquila curiosidad y no sólo tenían puestos el mismo tipo de minivestidos, zapatos, lápiz labial y aretes de aro que la Swanepoel, la única diferencia siendo el color de estos (Cintia usaba el color verde, Emily el rojo y Miranda el azul), sino que se habían estado desvistiendo en el momento en el que entraron los otros dos; Cintia y Miranda mostraban sus sostenes y Emily hasta un poco de sus braguitas, todas sus lencerías hechas de encajes traslúcidos del mismo color que sus minivestidos y zapatos de tacón.
Él, sin salir de su estupor, volvió a ver a la sonriente Candice cuando ella empezó a hablar con voz alegre:
—Este es Zachary y acabo de conocerlo.
Notando la mirada de desconcierto del chico, añadió tras una breve pausa con media sonrisa arrogante y coqueta:
—¿Qué? ¿Tiene algo de raro que viaje en compañía de varias de mis amigas? —¡como si para ella fuese lo más normal del mundo traer hombres a una habitación llena de supermodelos desvistiéndose!
Ese comentario fue recibido por un coro de risitas de niña traviesa e inocente emitidas por las otras mujeres. En cuanto se callaron, la Swanepoel procedió a presentarle a cada una de sus amigas (algo que el muchacho, en realidad, no necesitaba que hiciera), las cuales reaccionaron diciéndole “¡Hola!”, saludándolo con la mano y dedicándole sonrisas radiantes.
Zachary seguía tan confundido que no podía decir y ni siquiera pensar nada.
De repente, la sonrisa desapareció del rostro de la Ratajkowski, reemplazada por un gesto de preocupación.
—Oye, Zachary luce muy joven. ¿Cuántos años tiene? —dirigiéndose a la modelo sudafricana.
—Tiene catorce —respondió tranquilamente.
Las otras tres mujeres fruncieron mucho el ceño.
—Eso es demasiado joven. No creo que vaya a estar a la misma altura que nosotras. Además, podríamos meternos en problemas si alguien se entera que estuvimos con un menor de dieciocho —agregó Miranda, las dudas notándose en el tono de su voz.
“¿‘A la misma altura que nosotras’? ¿‘Problemas’? ¿De qué está hablando?”, pensó el muchacho, que no entendía nada, su consternación aumentando a cada momento que pasaba.
—No te preocupes por eso. Nadie tiene que enterarse que Zachary entró aquí —replicó la rubia, restándole importancia con una sonrisa arrogante.
—Pero sigue siendo un chico virgen de catorce años. No creo que pueda hacer gran cosa con nosotras cuatro al mismo tiempo —continuó Cintia con voz razonable.
Un poco de enojo se filtró en la mirada, la sonrisa y la voz de Candice antes de responder:
—Mira, hace un rato tuve un presentimiento con Zachary y ya deberías saber que nunca me equivoco con mis presentimientos. Y, díganme: ¿no extrañaban lo que Zachary tiene para ofrecer?
Entonces, Candice se puso detrás del adolescente. Sus manos rodearon el cuerpo del efebo hasta llegar a la hebilla de su cinturón y, con movimientos rápidos y expertos, en un parpadeo le había bajado los pantalones y los calzoncillos, que quedaron hechos un montoncito alrededor de sus tobillos. Zachary, sonrojado, se retorció y miró en todas direcciones buscando un lugar donde esconderse pues nunca antes había estado expuesto ante una mujer, mucho menos ante tres. Pero sus pantalones y calzoncillos bajados no lo dejaban huir.
La modelo sudafricana frunció el ceño. Sus amigas se habían quedado mudas y boquiabiertas, los ojos grandes como platos fijos en la entrepierna del chico.
—¿Pasa algo malo? —dijo confundida a la vez que rodeaba al jovencito—. ¡OH, DIOS MÍO! —jadeó con voz ahogada antes de también quedar muda y boquiabierta, los ojos grandes como platos, al ver lo que había impresionado a sus amigas.
Zachary tenía el pene más increíble que cualquiera de las cuatro hubiese visto: muy largo, muy grueso y cubierto de venas prominentes que le daban un aspecto mucho más apetitoso.
Cintia, Emily y Miranda poco a poco se fueron recuperando de la sorpresa. Cuando se tranquilizaron, las tres, muy lentamente, emitiendo risitas muy tenues, avanzaron hasta donde estaba Zachary parado y se pusieron a quitarle la ropa muy poco a poco. Esto hizo que el cerebro y el corazón del chico, a pesar de su inmovilidad, se pusieran frenéticos.
Ya estaba casi totalmente desnudo cuando Candice, por fin, también se recuperó de su estupor. Después de soltar una breve risita, se acercó al oído derecho del chico y le habló con la misma voz que usó en la piscina:
—¿No te había dicho que no faltaban las mujeres a las que les gustaría un chico como tú? —y le dio un besito detrás de la oreja antes de proseguir—: ¿Adivina qué? En este crucero hay cuatro…
Las palabras de la supermodelo rubia tuvieron un efecto sedante en el efebo, haciendo que todo lo que estaba sucediendo le pareciese lo más natural del mundo.
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Aunque ya estaba más tranquilo, las cosas que Zachary veía seguían resultándole de lo más intimidantes.
Las supermodelos lo llevaron hasta la alcoba donde estaba la enorme cama que compartían en el crucero. Ellas dejaron al chico de pie al lado de esta antes de subirse en la cama. En un extremo del colchón, Candice y Emily, arrodilladas, procedieron a besarse apasionadamente, las manos de la una bajando por la espalda de la otra hasta llegar a sus deliciosos culitos, donde se pusieron a subirse las minifaldas para jugar mejor con las firmes nalguitas y las braguitas de encaje (la lencería de Candice era del mismo color que su minivestido); en el otro extremo, Cintia se acostó boca arriba y Miranda, poniéndose en cuatro patas entre las piernas de la brasileña, su espalda arqueada como la de una gata en celo y su perfecto derriere apuntando al techo, le subió la minifalda y le apartó las braguitas para hacerle sexo oral. La Dicker usó sus manos para abrirse las piernas aún más para su colega. Todas las mujeres emitían sonidos de “mmmmm… mmmmm…” suaves, profundos y sensuales.
Zachary sabía que las bellezas esperaban que él se les uniera, pero estuvo unos pocos instantes inmóvil, indeciso, pues no tenía ni la menor idea de cómo iniciar su participación. Enfureciéndose, se obligó a tomar una decisión rápido y, pensando que sería más fácil juntarse con Miranda y Cintia, se subió a la cama, se arrodilló detrás de la supermodelo australiana, le levantó la minifalda hasta dejársela arremangada alrededor de la cintura, le apartó las braguitas a un lado y alineó su polla con el sexo de la dueña de los hoyuelos más adorables del mundo, listo para entrar en faena.
Pero, a último momento, se detuvo; con excepción de Candice, las mujeres tenían dudas sobre cuál iba a ser su desempeño. Pensó que lo mejor para acabar con dichas dudas era sorprenderlas con algo inesperado. Así que, cambiando de planes, Zachary empaló analmente a la Kerr sin previo aviso. Miranda, tanto por la sorpresa como por las sensaciones que provenían de su culo, separó de golpe su boca del sexo de Cintia, bizqueando, el rostro deformado, su boca formando una “O”. Intentó decir algo, pero las palabras se le atascaban en la garganta y de su boca sólo salieron sonidos entrecortados e incoherentes. Estuvo así unos instantes hasta que la Dicker, enojada, tiró de los cabellos de la otra modelo y la obligó a volver a consentirle la vagina con la lengua.
Continuaron así por unos cuantos minutos: Miranda haciéndole sexo oral a Cintia y Zachary tirándose analmente a Miranda. Al mismo tiempo que el chico penetraba el trasero de la australiana frenético, a una velocidad increíble, cubría sus perfectos glúteos de poderosas nalgadas hasta dejarlos de un intenso tono carmín. Entre las nalgadas y el sonido del pubis del adolescente estampándose contra las firmes pompas de la supermodelo, el aire a su alrededor se llenó de una música celestial.
Candice y Emily, eventualmente, se unen al trío: Emily se pone en cuatro patas encima del rostro de Cintia (su espalda arqueada como la de una gata en celo y su culo apuntando hacia arriba) y, luego de apartarse sus sostenes entre sí, ambas mujeres alternan entre besarse ardientemente y devorarse las tetas la una a la otra; por su lado, Zachary ya no puede penetrar tan profundamente ni nalguear a Miranda (ahora sus manos se agarran a la cintura de la australiana como si su vida dependiera de esto) porque Candice, también en cuatro patas, se está dedicando a cubrir los glúteos de la australiana de sonoros besos, lamidas y chupadas y profundas mordidas.
Tras muchos minutos haciendo esto, Candice separa a Zachary de Miranda para mamársela al adolescente. El dulce efebo cierra los ojos con fuerza y deforma el rostro debido al inmenso placer que le provoca la boca de la sudafricana; la Swanepoel se mete y se saca el miembro a toda velocidad, su naricita aplastándose una y otra vez contra el pubis del jovencito, al mismo tiempo que emite ruidos exagerados, obscenos, viscosos y escandalosos que dan a entender que esto es lo más sabroso que alguna vez se ha metido en la boca, sus aretes de aro rebotando como locos. Un pensamiento logró adquirir una forma coherente dentro de la mente del chico: era extraño que, habiendo venido por Candi, le haya dedicado sus atenciones primero a otra mujer. De repente, empezó a temer que esto le provocara problemas con la rubia. La preocupación por esto lo hizo experimentar menos placer, lo que le permitió abrir los ojos; lo que vio no dejó de llamarle la atención: Miranda seguía administrándole sexo oral a Cintia, la pelirroja ahora tenía las piernas alzadas por los aires y muy rectas, formando una “V”… pero lo que realmente despertó su interés fue que Emily, arrodillada al lado de las otras dos mujeres, estaba chupando con fruición el pulgar del pie derecho de la brasileña (le había quitado los zapatos a la Dicker), sus ojos cerrados con sonriente expresión soñadora. Esto sorprendió un poquito a Zachary, pues no sabía que también hubiese mujeres que fuesen fetichistas de pies.
Pero el chico tuvo que mirar hacia abajo porque Candice se había sacado su pene de la boca para guiarlo hacia el ano de Miranda y volvieran a la posición anterior: Zachary follándose el culo de la australiana al mismo tiempo que la sudafricana devoraba las adorables nalguitas de su amiga. Cuando volvió a ver a Emily, esta se había puesto el pie de Cintia entre las tetas y las usaba para masajearlo, una sonrisa de oreja a oreja atravesando su rostro.
Después de un rato así, la Ratajkowski aparta de golpe a Miranda del sexo de la pelirroja para hundir los dedos de ambas manos en este y moverlos frenéticos allí dentro.
—¡Hey! ¡Todavía no he terminado! —se quejó la australiana, unos instantes más tarde, una vez superada la sorpresa, con voz de niña haciendo un berrinche porque le han negado una golosina, antes de apartar de mala manera las manos de la modelo estadounidense y volver a hundir su lengua en el empapado coño de la brasilera.
Emily no se lo tomó a mal y dejó escapar una escandalosa risotada antes de volver a la posición en la que Cintia y ella se comían las tetas entre sí. Zachary y Candice seguían ensañándose con el trasero de la australiana. Después de esto, la sudafricana volvió a interrumpir al efebo para, con su boca, dejar la polla del adolescente perfectamente limpia y lubricada. Cuando el chico volvió a la carga con el culo de la dueña de los hoyuelos más adorables del mundo, las otras tres mujeres se separaron de ella y rodearon a la pareja para disfrutar del show (a sólo unos milímetros de este, sonrisas de fascinación cruzando sus caras) del muchacho haciendo trizas analmente a la supermodelo a la vez que, como el rostro de la Swanepoel ya no estaba en medio, volvía a usar sus manos para nalguearla sonoramente.
Al ya no tener que hacer otra cosa que recibir la gigantesca estaca de carne de Zachary por el trasero, Miranda se vio libre para chillar y jadear entre dientes apretados todas las guarradas que antes quedaban silenciadas contra el coño de la Dicker:
—¡Sí, es lo que quiero! ¡Es lo que quiero! Esa polla se siente jodidamente bien… ¡SÍ! ¿Te gusta mi culo de puta? Se siente tan bien… ¡VAMOS! ¡Follaméeeeeeeeeeeeee…!
Las brutales embestidas del efebo hicieron que la dueña de los hoyuelos más adorables del mundo alcanzara el orgasmo, la explosión de sus néctares bajando por el interior de sus muslos. Pero, después de lograr esa hazaña, continuó trabajándose a Miranda tanto tiempo que Cintia decidió interferir, separando a Zachary de la australiana, haciéndolo ponerse de pie al lado de la cama y arrodillándose ante el miembro del adolescente para demostrarle la misma exacta voracidad que había exhibido Candice. Emily, apiadándose de la amiga que habían dejado sola, atrajo a la Kerr a un abrazo muy estrecho y un apasionado beso de lengua.
Pero, tras sólo unos pocos instantes saboreando la verga del chico, Candice aparta a Cintia de un empujón para, además, llevarse al adolescente con ella. Acostándose boca arriba en la cama, posiciona a Zachary encima suyo, pasa sus piernas por los hombros de él y hace que se la folle a toda velocidad después de apartarse sus braguitas, el adolescente aferrado a las piernas de ella con las manos. Cintia, no queriendo ser dejada fuera de la acción, se pone en cuatro patas encima de la sudafricana, su espalda arqueada como la de una gata en celo y su cola apuntando hacia arriba, y ambas se dedican a besarse apasionadamente y comerse las tetas la una a la otra después que la pelirroja apartara el sostén de la rubia. Al poco tiempo Emily y Miranda se les han unido; la Ratajkowski se acostó boca arriba entre las piernas de la brasileña para devorarle el coño a la vez que la nalguea sonoramente, dejándole los glúteos de un agradable tono carmín, y la Kerr, puesta en cuatro patas, su espalda arqueada como la de una gata en celo y su derriere apuntando al techo, le hace sexo oral, a su vez, a la estadounidense después de apartarle las braguitas y usa sus manos para separarle las piernas lo más que puede.
Tras un largo rato así, y viendo el rabioso orgasmo que el chico le ha provocado a la sudafricana, Cintia decide que ya es hora de ser penetrada por este precioso efebo, así que interrumpe a Zachary y a Candice y se separa de la boca de Emily. Hace que el chico se acueste boca arriba en la cama y lo monta al estilo vaquera. Subiendo y bajando por el masivo poste de carne, sus aretes de aro rebotan como locos y su boca, perpetuamente abierta, jadea innúmeros “¡Ah! ¡Ah! ¡Ah!” interrumpidos por el ocasional comentario de “Te gusta follar ese puto coño, ¿verdad?” acompañado de una sonrisa diabólica; las manos de él explorando sus dulces caderas. Tras unos instantes, el jovencito se incorpora y se pone a consentir los pequeños pechos de Cintia con la boca y las manos. Mucho tiempo después, Zachary, de repente, siente curiosidad por lo que están haciendo las otras mujeres: buscándolas con la mirada, se da cuenta que Miranda no ha dejado de hacerle sexo oral a Emily, la cual chilla incontables obscenidades. La Swanepoel, por su parte, acostada al lado de ellos, se masturba mientras disfruta del show que la pelirroja se ha montado con el semental de catorce años, gruñidos lascivos escapando al mismo tiempo que se relame los labios.
Luego de muchos minutos en esta posición, Zachary, sin previo aviso, siente unas manos aferrándose a sus muslos y una boca mimándole los testículos. Queriendo saber quién es, el efebo mira a su alrededor, separándose de las tetas de la brasilera, y ve a Candice y a Emily paradas al lado de cama, trabadas en un abrazo muy estrecho y un feroz beso de lengua, por lo que deduce que sólo puede ser Miranda. Una vez resuelto el misterio, su boca y sus manos vuelven a lo que es realmente importante. La dueña de las pecas más encantadoras del mundo no puede resistirlo más y estalla en un volcánico orgasmo.
Al poco rato, unas manos toman al semental de catorce años del cuello y la sien para separarlo de los pechos de la pelirroja. Era Candice. La sudafricana hace que se acueste y se sienta en el rostro del tierno efebo, obligándolo a hacerle sexo oral. Una vez en posición, Cintia y ella se abrazan muy fuerte y se besan con ardor indescriptible. (Al poco tiempo, la rubia alcanza otro orgasmo). Emily, no queriendo quedar fuera de la diversión, se pone en cuatro patas detrás de la australiana, su espalda arqueada como la de una gata en celo y su culo apuntando al techo, y se dedica a darle el beso negro, meterle los dedos de su mano derecha por la vagina y el ano y nalguearla dejando sus pompas de un delicioso tono escarlata.
Tras mucho tiempo, Cintia y Emily dejan los lugares en los que se encontraban y, puestas en cuatro patas, sus espaldas arqueadas como las de panteras en celo y sus colas apuntando al techo, gatean hasta que las cuatro supermodelos rodean el erecto pene de Zachary, Candice siendo la única que no deja su puesto donde el efebo la complace oralmente, para administrarle una voraz mamada a cuatro bocas. Las mujeres consintieron la polla y los testículos del efebo con besos, chupadas, lamidas y mordidas, hacían sonidos exagerados, viscosos y obscenos que daban a entender que esto era lo más delicioso que alguna vez hubiesen probado, de vez en cuando una de ellas, egoístamente, acaparaba esa portentosa estaca de carne, tragándosela a toda velocidad y llevándola hasta el fondo de su garganta, su nariz quedando aplastada contra el pubis del chico (los adorables hoyuelos de la Kerr se marcaban en sus mejillas aun con la totalidad del colosal falo enfundado por su boca) o dos de las mujeres separaban sus labios del pene de Zachary para besarse con hambre desesperada. En una inolvidable ocasión, Emily se puso el miembro del adolescente entre las tetas y lo masturbó durante mucho rato como si no hubiese un mañana. (Zachary lamentó que la Ratajkowski fuese la única con suficiente busto para hacer esto).
Estuvieron largos minutos mimándolo de esta manera, pero, de repente, las bocas de las supermodelos dejaron su pene y Candice se movió de encima de él. Desconcertado y un poco preocupado por la posibilidad de que ellas deseasen terminar ya, el chico se incorporó y se sentó en la cama. Las cuatro mujeres también estaban sentadas con las piernas cruzadas y miraban atentamente al efebo, una expresión indescifrable en sus rostros.
—Hmmm… ¿sucede algo? —dijo con voz baja y tímida.
Tras una larga pausa en silencio, Candice respondió:
—Es que hace mucho tiempo que no nos encontramos con un hombre que dure tanto como tú.
Zachary no pudo evitar bajar la mirada y sonrojarse un poco.
—Sí —continuó Emily, asintiendo, además—, no sólo aun no te hemos hecho eyacular, sino que estábamos empezando a cansarnos. Tuvimos que hacer una pausa para recargar nuestras energías.
Zachary no pudo evitar sentirse estúpidamente orgulloso.
Después de un rato, el chico escuchó unas risitas de niña traviesa y unos murmullos. Alzando la mirada, el jovencito vio que las sonrientes bellezas conferenciaban algo en voz muy baja, los rostros muy juntos. Antes de tener la oportunidad de preguntarles que estaban tramando, Candice volvió a hablar, con voz musical:
—¡Zachary!… ¡Se nos ha ocurrido un método infalible para hacer que te corras!…
Tras una pausa, inquirió con voz amable, sus labios empezando a curvarse en una sonrisa:
—¿Cuál es, si puede saberse?
Las cuatro mujeres, entre risitas traviesas, se movieron hasta quedar sentadas formando una hilera frente al adolescente, las piernas muy abiertas y sonrisas de oreja a oreja en sus caras. De izquierda a derecha: Emily, Cintia, Candice y Miranda.
Zachary se quedó tanto tiempo inmóvil admirando la hermosa visión que Candice tuvo que hablar para que él volviera a la realidad:
—¿A cuál de nosotras te vas a follar primero? —con una voz dulce que provocó una explosión de risitas entre sus amigas.
El muchacho, reaccionando al fin, gatea hacia Miranda y, poniéndose en cuatro patas, se pone a consentir su sexo con sus labios y su lengua después de pasarse las piernas de ella sobre los hombros.
—¡Oh! ¡Él va a hacérmelo a mí primero! —sonriendo como una niña inocente.
Al ver esto, Emily y Cintia sueltan sendas carcajadas antes de ponerse a besarse famélicas, los dedos de la una descendiendo para ensañarse en el sexo de la otra. Candice, por su parte, se masturba furiosa disfrutando del show que se han montado Zachary y la australiana. Unos momentos después, el chico separa su boca del coño de la dueña de los hoyuelos más adorables del mundo y, alineando su erecto pene con la empapada abertura de ella, la penetra a fondo con un solo movimiento experto, las manos de él separando lo más que pueden las piernas de la famosa. Las manos de Candice, casi al mismo tiempo, atraen el rostro de Miranda hacia el suyo para compartir un ardoroso beso, las manos de la Kerr trabajando los pechos de la Swanepoel, mientras el semental de catorce años se dedica a tirársela como si no hubiese un mañana.
Después de darle duro a la australiana hasta hacerla alcanzar el orgasmo, Zachary se separa de ella y, sin ningún preámbulo, va por Candice, poniéndose a cepillársela con el mismo frenesí que había dedicado a Miranda; ella rodeándolo con sus manos en un abrazo muy apretado. La Kerr, por su parte, continúa jugando con las tetas de la sudafricana.
El ángel rubio de Victoria’s Secret empieza a emitir tenues “mmmm… mmmm…” que rápidamente se convierten en ensordecedores “¡AH! ¡AH! ¡AH!” y “¡SÍ! ¡SÍ! ¡SÍ! ¡OH, CARAJO, SÍ!” y gruñidos de fiera en celo. Para aumentar el placer de su amiga, Miranda envía su mano derecha a frotarle frenética el clítoris a la vez que el semental de catorce años continúa tirándosela.
Cuando Zachary hace que la Swanepoel alcance el orgasmo, separa a Cintia de Emily (todo este tiempo, las otras dos supermodelos estuvieron concentradas la una en la otra) y se abalanza por el empapado coño de la pelirroja para sorber sus dulces néctares.
—¡Oh! ¡Es un niño tan bueno…! —suspira, soñadora, los ojos cerrados lánguidamente, antes de usar sus manos para jugar con la hermosa melena del adolescente y murmurar una y otra vez con voz temblorosa por las intensas sensaciones que le provocaba—; ¡oh, carajo, sí!
La Ratajkowski, no tomándose a mal que le quitaran a su compañera, se dedica a masturbarse con frenesí a la vez que observa atenta el espectáculo del tierno efebo y la brasileña, exponiendo los apretados dientes en la mueca hambrienta que deforma su rostro. Candice y Miranda, para no aburrirse, se abrazan muy estrechamente, la sudafricana encima de la australiana, y comparten volcánicos besos de lengua.
Una vez que el semental de catorce años siente que Cintia está lista, procede a follársela con la misma ferocidad que antes había dedicado a Miranda y Candice (la pelirroja implora, justo antes de ser penetrada, “¡oh, por favor, sí!”). Al ver esto, Emily decide unírseles y, usando sus brazos para atraer los labios de la brasilera a los suyos, sella la boca de la Dicker en un beso famélico. Cintia, al mismo tiempo, pellizca sus propios pezones entre sus dedos índice y pulgar y tira de ellos lo más que puede. La sudafricana, por su lado, ahora alterna entre besarse ardientemente con la australiana y usar su boca para castigarle los pechos con la misma saña con que ella castigó los suyos.
Tras hacer que la dueña de las pecas más encantadoras del mundo alcance el orgasmo, el adolescente va por la última de la fila y le demuestra que el hambre que siente por sus jugos es tan insaciable como la que sintió por los de la Kerr y la Dicker; la Ratajkowski, al mismo tiempo, masajeándose sus propios pechos y relamiéndose, gustosa, los labios. La australiana, viendo que dejaron sola a la brasileña, se separa de la sudafricana y gatea hasta ponerse en cuatro patas entre las piernas de Cintia, su espalda arqueada como la de una tigresa en celo y su cola apuntando al techo, para demostrarle que la sed de ella por sus dulces néctares no es menos intensa que la del efebo; la pelirroja desorbita los ojos, abre la boca en una enorme “O” e incontables quejiditos agudos salen de su garganta, sus dedos hundidos en la melena de su compañera. Candice, muy sonriente, decide ayudar al chico con Emily: sentada al lado de la pareja, frota frenéticamente el clítoris de la estadounidense con los dedos de su mano derecha.
Poco tiempo después, Zachary cambia su boca por su pene y se dedica a follarse con brutalidad a la modelo del videoclip “Blurred Lines” y Miranda cambia el sexo de la pelirroja por su boca y se traban en un beso apasionado.
—¡Folla mi coño de puta! —suplica una y otra vez con voz jadeante la más voluptuosa de las cuatro, una sonrisa de oreja a oreja en su cara, a la vez que continúa estrujándose las ubres, antes de perder la capacidad de hablar; después de eso, sólo puede pronunciar obscenos sonidos inconexos.
Unos minutos más tarde, la rubia decide cambiar de pareja con Cintia; la sudafricana y la australiana, de rodillas, vuelven a besarse con pasión mientras la Dicker, puesta en cuatro patas, su espalda arqueada como la de una gata en celo y su trasero apuntando al techo, se pone a devorar las tetas de la Ratajkowski. Cuando la otra pecosa se les une, el chico saca su falo del coño de Emily, tira con sus manos de las piernas de ella hacia arriba lo más que puede, sitúa su polla entre las nalgas de la famosa y la baja, penetrándola analmente con no menos ferocidad que antes, haciendo que alaridos a todo pulmón escapen de la garganta de la estadounidense, sus ojos desorbitados y su boca abierta en una enorme “O”.
Cuando el semental de catorce años hace que la Ratajkowski alcance el orgasmo, saca su masivo miembro del culo de la supermodelo, dejándola espatarrada en la cama, jadeando, sudorosa, los ojos entrecerrados por el agotamiento, una sonrisa de oreja a oreja cruzándole el rostro.
Las famosas habían fracasado: Zachary le provocó un orgasmo a cada una de las diosas de las pasarelas, pero ellas no lograron que él se corriera. A partir de ese momento, el muchacho estuvo en control y una sonrisa de arrogancia no abandonaría su rostro hasta casi el final.
Unos instantes después, Candice se separa de Miranda y gatea en cuatro patas (su espalda arqueada como la de una leona en celo y su cola apuntando al techo) hasta ponerse en posición para hacerle sexo oral a Emily, haciendo que su colega se relama los labios de gusto. El adolescente va por la australiana y la brasilera y, tras pararse al lado de la cama, las hace arrodillarse ante su portentoso falo para que lo adoren usando sus bocas, las manos de él hundidas en sus hermosas melenas.
Al poco tiempo, la boca de Candice busca la de Emily y ambas se incorporan para enredar sus cuerpos en un beso apasionado. Pero no pasa mucho antes de que a la pelirroja le entren ganas de intercambiar lugares con la rubia, así que ahora es la Dicker la que se besa ardientemente con la Ratajkowski (acostadas, la brasilera encima de la estadounidense) al mismo tiempo que la Swanepoel y la Kerr se tragan entera la gigantesca polla del efebo y los dedos de él juegan con sus preciosas cabelleras.
Pero el semental de catorce años decide que quiere volver a hundir su miembro en el sexo de una mujer, así que hace a Miranda acostarse boca arriba en la cama para follársela. Candice se pone en cuatro patas encima de la Kerr, su espalda arqueada como la de una gata en celo y su cola apuntando al techo, de forma que, al mismo tiempo que Zachary usa el coño de la australiana, las manos de él separando lo más que pueden las piernas de esta, las dos mujeres alternan entre besarse apasionadamente y devorarse las tetas la una a la otra con gula indescriptible. Pasan un largo rato en esta posición hasta que al adolescente le entran unas enormes ganas de cambiar la vagina de la australiana por el culo de la sudafricana; la Swanepoel, al ser penetrada por atrás, queda inmóvil y rígida, los ojos desorbitados y alaridos a todo pulmón saliendo de su garganta. Él cubriría sus glúteos de innúmeras nalgadas, pintándolos de un agradable tono carmín, y su pubis, al estrellarse contra estos, combinados crearían una música celestial. La dueña de los hoyuelos más adorables del mundo, para no quedarse fuera de la diversión, se dedica a devorarle las ubres a su amiga. Tras varios minutos usando el trasero de la rubia, el muchacho saca su miembro de este y lo regresa al coño de Miranda; las bocas de las modelos vuelven a alternar entre besos famélicos y ensañarse con los pechos la una a la otra. Ellos tres pasarían mucho tiempo entre estas dos posiciones y él las haría alcanzar el clímax de nuevo.
Eventualmente, Zachary empieza a extrañar a las otras dos mujeres, así que se separa de Candice y Miranda (las cuales, casi de inmediato, traban sus bocas en un interminable beso de lengua, se abrazan muy estrechamente y envían la una las manos al sexo de la otra para masturbarse entre sí frenéticas) para, arrodillado, poner su polla entre las bocas de Emily y Cintia, las cuales, entre risas por la sorpresa, se dedican a consentirla.
Después de un largo rato recibiendo las atenciones orales de las supermodelos, el efebo se mueve hasta arrodillarse detrás de Cintia y procede a follarla analmente con brutalidad indescriptible a la vez que la nalguea, dejando sus glúteos de un agradable tono carmín, los aretes de aro de ella rebotando como locos. Entre las nalgadas y todas las veces que el pubis del adolescente se estampa con las pompas de la pecosa, el aire del dormitorio se llena de una música celestial. Tras mucho tiempo usando el culo de la pelirroja, el adolescente empieza a extrañar el cuerpo de Emily, así que saca su falo del ano de la brasilera, se aferra con sus manos a la cintura de esta y lo hunde en el sexo de la Ratajkowski. La modelo y actriz estadounidense resultó ser más sensible de lo que esperaba al pene del semental de catorce años porque, mientras que su amiga, al ser penetrada por atrás, continuó usando su mano expertamente en su sexo, Emily quedó paralizada del placer, los ojos cerrados con fuerza y las palabras atragantándose en su boca. La Dicker aprovechó esto para devorar vorazmente las tetas de su colega. Luego de muchos minutos así, Zachary vuelve a reemplazar la vagina de Emily por el ano de Cintia.
Pero, unos pocos instantes después, el chico notó que hubo un cambio en los sonidos que provenían de la otra pareja de supermodelos y, volviéndolas a ver, descubre que es porque la Swanepoel se ha sentado en la cara de Miranda y ríe mientras mece sus caderas como si estuviese bailando la danza del vientre.
Esta imagen resulta ser demasiado tentadora para Zachary, quien se separa de Emily y Cintia (las cuales continuarían follando) y va hasta donde las otras dos mujeres. El adolescente, de pie en la cama al lado de ellas, agarra la hermosa melena de la sudafricana y tira de su cabeza con violencia, obligándola a meterse su miembro entero por la boca, enterrándolo lo más profundo que puede en su garganta. La australiana continuó con su faena como si nada hasta que se dio cuenta que algo estaba pasando con la Swanepoel. Sacando su cabeza de debajo de la rubia para ver, suelta una risita de niña traviesa al descubrir lo que sucede y, casi de inmediato, sale de debajo de su amiga y se arrodilla al lado de esta para unir su boca a la suya. Al poco tiempo, las otras dos supermodelos se les unen y el efebo vuelve a recibir otra fenomenal mamada a cuatro bocas.
Finalmente, alcanza su clímax y explota en una eyaculación que parecía interminable; su garganta, al mismo tiempo, liberando un bramido triunfal y su cabeza siendo lanzada hacia atrás con los ojos cerrados con fuerza. Un chorro tras otro, grueso, blanquísimo, espeso e hirviente, sale disparado de su pene y se estrella contra la piel de las supermodelos, cubriendo sus rostros y sus pechos. Cuando la respiración del semental de catorce años pasa de un jadeo desesperado a suspiros cansados pero tranquilos y puede volver a abrir los ojos, llega a la conclusión de que las famosas nunca han lucido tan bellas como ahora: sonriendo con sus caritas de niñas inocentes brutalmente prostituidas por su paja (él pensó, travieso, que los hoyuelos de Miranda y las pecas de Cintia y Emily lucían mucho más bonitos así).
Tras unos cuantos momentos largos viéndolo a los ojos, ellas emiten sendas risitas y proceden a limpiarse las unas a las otras con las bocas al mismo tiempo que producen ruidos exagerados, viscosos y obscenos que dan a entender que esto es lo más delicioso que alguna vez han saboreado, sus rostros distorsionados en expresiones de éxtasis y, de vez en cuando, lanzándole miradas provocativamente diabólicas al adolescente.
Zachary no puede parar de sonreír. Cuando las supermodelos terminan, vuelven a soltar sendas risitas antes de pararse y agarrarse a sus brazos; Candice y Cintia al derecho, Emily y Miranda al izquierdo. Lo arrastran hacia abajo y lo acuestan; las cuatro se acuestan también y se abrazan a él: Candice a su hombro derecho, Cintia a su hombro izquierdo, Miranda a la derecha de su cintura y Emily a la izquierda. Ellas cierran los ojos y empiezan a dormirse; la rubia besa por última vez al dulce efebo en la mejilla. Acunado por la respiración tranquila de las cuatro bellezas durmientes, Zachary finalmente se duerme también.
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A la mañana siguiente, cada pocos instantes se abría la puerta de la habitación de las supermodelos y unos ojos espiaban el pasillo. Cuando este, por fin, quedó totalmente vacío y en absoluto silencio, un adolescente de catorce años salió disparado por la puerta y, entre las risas traviesas de las princesas, se alejó a toda velocidad por el pasillo. Cuando, poco después, se reunió con sus padres, se dio cuenta no sólo que, absortos en su propia felicidad, no se habían percatado de su ausencia, sino que no parecían capaces de ver la sonrisa de oreja a oreja que una y otra vez volvía al rostro de su hijo.
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El crucero, que le había parecido una idea poco prometedora a Zachary, se convirtió en una interminable fuente de placeres. Durante las dos semanas que duró, se reunió cada día con las supermodelos para tener sexo: a veces de una en una, a veces en las más diversas combinaciones de sexo grupal y, a veces, con las cuatro al mismo tiempo para revivir la gloriosa orgía de su primera noche con ellas.
Meses después, buscando información en internet sobre las cuatro famosas, encontró las noticias, reveladas con sólo unos pocos días de diferencia, de que las cuatro estaban embarazadas. Él pensó, correctamente, que era el padre de todos esos bebés.
FIN
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