El Vuelo de la Fantasía | By : El8Culpable Category: Spanish > Celebrity Views: 401 -:- Recommendations : 0 -:- Currently Reading : 0 |
Disclaimer: Esta es una obra de ficción. NO sucedió fuera de mi imaginación. Sus únicos personajes reales son las famosas que aparecen, a las cuales no conozco personalmente. No he ganado ni un puto centavo con la escritura de esta historia. |
Prefacio: Este es el último relato que escribí para el sitio web donde posteaba originalmente mis historias, pero, dado que, cuando lo terminé, dicho sitio web ya estaba experimentando los problemas que eventualmente llevaron a su desaparición, lo estoy publicando como mi primer relato con celebridades original para AFF. A partir de ahora, todos los relatos que publique en esta santa casa serán historias originales.
ADVERTENCIA: Esta historia está ambientada en Francia, un país que no he visitado (de hecho, nunca he salido de mi país natal). Espero que este hecho explique todas las imprecisiones acerca de cómo son las cosas en esa nación que pueda contener la historia.
PARÍS, FRANCIA
Thierry dejó escapar un melancólico suspiro mientras observaba desde el balcón como el auto de sus padres se perdía de vista. Él siempre le dedicaba una tenue sonrisa a dicha imagen; después de muchos años de casados, los padres de Thierry seguían estando muy enamorados el uno del otro y, de vez en cuando, por una noche, ellos lo dejaban solo en el apartamento de París en el que vivían, buscaban algún cuarto en algún hotel y se dedicaban a… “revivir la llama” de su matrimonio; normalmente regresaban a casa por la madrugada, sonrientes y satisfechos.
A Thierry, de catorce años, le gustaba que sus padres salieran de casa cada vez que tuviesen ganas de… “divertirse”… y no sólo porque esto lo libraba de tener que escuchar cualquier ruido que ellos produjesen durante el sexo. En el pasado, sus padres contrataban niñeras para asegurarse de que el niño se fuese a la cama temprano, se cepillase los dientes, etcétera. Pero, desde que cumplió los doce años, sus padres, tras una infancia entera siendo el hijo perfecto, confiaban en él lo suficiente para dejarlo solo mientras ellos… “mantenían viva la pasión” en sus vidas. Y el chico, desde el primer momento, como esto coincidió con el desarrollo de su sexualidad, se aprovechó de esta situación.
Su suave sonrisa de melancolía se convirtió en una de traviesa arrogancia mientras dejaba el balcón y entraba en el apartamento.
Cuando caminó hacia su cuarto, pasó frente un espejo de cuerpo entero que había en la sala principal del apartamento. Al hacerlo, no pudo evitar detenerse y observarse detenidamente en este. La expresión en su rostro volvió a cambiar: su sonrisa se convirtió en una máscara de profunda tristeza, como siempre le sucedía cada vez que algo, cualquier cosa, le recordaba su apariencia física.
El pobre Thierry no había heredado nada del look muy viril de su padre, sino que era la viva imagen de su madre cuando tenía su edad… y parecía que eso nunca iba a cambiar. El problema era que su madre era la mujer más femenina imaginable y, por lo tanto, su hijo también tenía un aspecto ultrafemenino: ambos tenían la misma blanquísima tez de marfil, el mismo cabello rubio pálido largo y sedoso, los mismo cuerpos delgados de bailarina de ballet, los mismos delicados rostros de princesitas de cuento de hadas, con grandes ojos almendrados y verdes y bocas pequeñas de labios finos… hasta tenían las mismas manos pequeñas de dedos largos y delgados.
Su apariencia causaba que todos asumiesen, en cuanto descubrían que él es varón, que era homosexual. Cuando se dio cuenta que, otra vez, se había puesto a suspirar afligido con la cabeza gacha por ese dilema de su vida, se obligó a enfurecerse para así recuperar la iniciativa y, con el ceño fruncido y expresión de mal humor en el rostro, caminó con paso firme y la cabeza en alto, dispuesto demostrarle al resto del mundo lo equivocado que está.
Fue a su cuarto y se desnudó. Salió de este y caminó hacia el baño completamente desnudo. Tomó una ducha porque quería estar limpio para lo que planeaba hacer. Thierry amaba ducharse y, para cuando terminó, su humor había mejorado considerablemente. Después de secarse, volvió a su cuarto, pisando con decisión; su pene completamente erecto en anticipación a lo que estaba a punto de suceder.
Al volver a su cuarto, sacó un par de revistas que tenía escondidas bajo el colchón de su cama. En este punto, como siempre sucedía, dejó escapar un suspiro de placer mientras su respiración y su ritmo cardiaco se aceleraban de la emoción.
Esas revistas contenían las imágenes de las dos mujeres más hermosas alguna vez producidas por su gran nación.
La primera contenía una sesión de fotos de la actriz Eva Green. En esta, lucía una versión fetichista de los trajes que las damas de alta sociedad usaban en el siglo XIX: de color azul medianoche, su falda tenía una raja a un lado que mostraba casi la totalidad de una pierna enfundada en una media de red con liguero así como los vertiginosos zapatos negros de tacón que calzaba; su vestido contaba con unos guantes de ópera que cubrían casi la totalidad de sus brazos y un escote escandalosamente generoso que dejaba ver el encaje negro y traslúcido de su sostén; de los lóbulos de sus orejas colgaban unos aretes de aro dorados muy grandes, tenía una capa de maquillaje bastante gruesa en su rostro (que incluía un color rojo muy intenso para sus labios), su cabello de color café oscuro casi negro había sido ondulado y teñido de un color azabache profundo y, como broche de oro, llevaba un pequeño sombrero que era una parodia de los sombreros de la época y que, de alguna forma, la hacía lucir aún más sensual. En resumen, se veía absolutamente exquisita.
La segunda revista, por su parte, contenía unas fotos de la supermodelo y ex Marianne, Laetitia Casta. ¿Cómo podrían describirse siquiera esas imágenes? En ellas se veía a la belleza retozando en una playa de su natal Córcega vistiendo nada más que un minúsculo bikini rosado.
Abrió las revistas y escogió una imagen de cada una. Las puso sobre el pequeño escritorio donde estaba su computadora y donde hacía las tareas de la escuela y las apoyó contra la pared a la que este estaba pegado de forma que estuviesen casi verticales. Después, trajo una silla para sentarse frente a las revistas y, una vez terminados los preparativos, comenzó a masturbarse frenéticamente; en su imaginación, él se veía haciendo un trío con las dos famosas.
El muchacho comenzó a mecer sus caderas hacia atrás y adelante; sus ojos saltando febrilmente de las perfecciones de una famosa a las de la otra cada pocos segundos. De cuando en cuando, el chico susurraba “las amo”…
…y es que el joven Thierry no sólo deseaba disfrutar de sexo grupal con las dos celebridades más sexys en toda la historia de Francia. Su mente era una confusa maraña de deseos lascivos y esperanzas edulcoradas: sí, él fantaseaba con que cada noche tendría voraces tríos con las estrellas, muy sumisas a la hora de satisfacer cada uno de sus apetitos carnales… pero también las veía a las dos siendo sus compañeras de vida, viviendo muy felices los tres juntos y ellas cuidando tiernamente de los numerosos hijos que le darían (él soñaba con tener una familia numerosa como una reacción a su condición de hijo único).
Normalmente, él se masturbaba hasta cubrir su mano con su eyaculación, después de lo cual se la lavaba, se la secaba, volvía a su cuarto para, con todo el cuidado y cariño del mundo, guardar sus revistas bajo el colchón, se ponía su pijama, apagaba las luces y se acostaba para dormirse y soñar con sus amadas (él era consciente de que todo este ritual lucía muy tonto, que en realidad sólo estaba teniendo sexo con su mano y unas fotografías en unas revistas, algo que lo entristecía profundamente; no obstante, lo hacía sentirse muy cálido en su interior y se sentía tan cerca de ellas cada vez que lo hacía). Pero, esta noche, aunque estuvo meneándosela por mucho tiempo, él no sentía que estuviese siquiera cerca de correrse. No sólo eso, sino que una inmensa somnolencia salida de la nada se apoderó de su cuerpo; tenía la impresión de que sus párpados estaban unidos a costales de plomo, que tenía que respirar un aire denso como la brea y que su cabeza soportaba una presión inmensa desde todas partes.
Al final, tras un largo rato tratando de soportar estas sensaciones, Thierry tiró la toalla: de golpe dejó de masturbarse, se levantó y, tambaleándose de forma aparatosa, a duras penas llegó a su cama, donde se derrumbó con estrépito. Lo último que hizo el chico antes de dormirse fue cubrirse con las sábanas de cualquier manera.
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Unas pocas horas después, Thierry se despertó y se estiró en su cama. Lo primero que notó fue que no había apagado las luces antes de dormirse. Lo siguiente fue que la extraña somnolencia que experimentó de repente se había ido; Thierry se sentía de maravilla y lleno de energía. A continuación, se dio cuenta que su miembro seguía agradablemente erecto. Se preguntó, de pasada, si había permanecido de esa manera todo el tiempo que había estado dormido. Consideró por unos segundos la posibilidad de apagar las luces y dormirse de nuevo pero, entonces, recordó sus revistas y se decidió por terminar lo que había empezado.
Abrió los ojos y, al ver quienes estaban paradas al lado de su cama, dio un salto y casi gritó de la sorpresa. ¡Eva Green y Laetitia Casta estaban en su habitación! ¡Y lucían igual que en sus revistas!
Thierry estaba sentado en su cama, boquiabierto, mudo y congelado del asombro; ni siquiera se atrevía a respirar por temor a esta visión desapareciera al menor movimiento.
—Hola, Thierry —dijo una sonriente Eva Green. Laetitia Casta también le sonreía al chico.
—Hola —logró responder el chico en voz muy baja, casi sin aliento, tras una pausa corta, todavía incrédulo. Tras otra pausa, él continuó, con la misma voz—: No puedo creer que esto esté sucediendo.
Ese comentario provocó unas breves risitas traviesas por parte de las mujeres. Después de otra pausa, Laetitia empezó a hablar:
—Supongo que te debemos una explicación. Te hemos visto muchas veces desde nuestras revistas y pudimos notar el amor y la adoración en tus ojos. También sabemos que has deseado que seamos más que sólo fotos y que pudiésemos estar aquí en persona. Así que decidimos hacerte una visita.
Thierry no podía creer lo que estaba escuchando. Tuvo que obligar al revoltijo amorfo en que se había convertido su mente a pensar con claridad.
—Estoy feliz que lo hayan hecho —dijo finalmente—. Ustedes son hermosas —agregó tras otra breve pausa.
Ellas volvieron a sonreírle.
—Gracias —dijo Laetitia.
El corazón de Thierry latía como loco. ¿Esto estaba sucediendo realmente? ¿Seguía soñando? Estaba bastante seguro de que estaba despierto pero, en ese momento, en realidad no estaba seguro de nada. Thierry se dio cuenta de que ellas estaban viendo hacia las partes de su cuerpo que todavía cubría la sábana. Al notar esto, su rostro se cubrió de rubor y se sintió perturbado y desconcertado pero, a la vez, inexplicablemente emocionado. Esas emociones se agudizaron cuando ellas se subieron a la cama y se sentaron cada una a un costado suyo: Eva a la derecha y Laetitia a la izquierda… y empeoraron cuando, de repente, las bellezas se abrazaron a él…
Eva dijo, mientras le dedicaba una sonrisa radiante:
—Esto probablemente va a sonar loco, pero ¿podrías quitarte la sábana para que podamos verte el pene?
Eso fue demasiado para Thierry; prácticamente lo hizo dar otro salto en la cama. A los catorce años, obviamente, todavía era virgen. Todavía no había tenido su primer beso, mucho menos había tenido la oportunidad de ver desnuda a una mujer en persona… ¡Y AHORA LAS DOS BELLEZAS MÁS IMPONENTES EN LA HISTORIA ENTERA DE SU GRAN NACIÓN DESEABAN VERLE EL PENE!
Eva continuó con una voz que era como miel tibia derramándose por su columna:
—Verás, nunca hemos podido ver tu pene desde nuestras revistas y tenemos curiosidad.
Thierry, tras una larga pausa y después de tragar saliva, finalmente pudo responder un casi inaudible “está bien”, antes de quitarse torpe y nerviosamente la sábana para revelar un miembro que saltó como un resorte. Las mujeres abrieron sus ojos muy grandes, se relamieron, hambrientas, antes de morderse sus labios inferiores, para después ensanchar sus sonrisas y dejar que escaparan sendos suspiros de ardiente anhelo.
—Es hermoso —dijo Laetitia finalmente, con un suspiro soñador, tras una larga pausa; Eva sólo pudo asentir para mostrar su acuerdo con el comentario de su amiga; ambas admirando el sexo del chico.
Thierry siempre había estado orgulloso de su pene; a pesar de su apariencia tan femenina, él tenía la polla de un auténtico macho: de veinte centímetros de largo y con el grosor que se correspondía con esa longitud, cubierta de venas que le daban un aspecto feroz y perfectamente recta en lugar de estar doblada hacia un lado, como la mayoría de las pollas. El que las mujeres que más deseaba en todo el mundo estuviesen admirando su verga con más que evidente aprobación en sus ojos era algo que lo llenaba de inmensa felicidad.
Las diosas, sonrientes, abrazadas ambas al chico y acariciando la parte interna de sus muslos y su portentoso miembro, se dedicaron a conversar amable y animadamente con él, hasta que Thierry se relajó y pudo charlar y reírse con ellas como si fuesen amigos íntimos de toda la vida. Ellas le explicaron que no eras las verdaderas Eva Green y Laetitia Casta, sino que eran duplicados que él había creado con la intensidad de su pasión; que esa inexplicable e intensa somnolencia que se había apoderado de él unas horas antes era él trayéndolas al mundo real; le mostraron las revistas, de las que sus imágenes habían desaparecido misteriosamente (en la revista de Laetitia, sólo se veían fotos de una hermosa playa mediterránea, sin rastro de la espectacular corsa; lo mismo en la revista de Eva, donde sólo se veía un escenario vacío que imitaba el interior de un palacio decimonónico).
Al final, tras más o menos media hora de plática, después de guardar un silencio tranquilo y feliz que duró varios minutos, Eva y Laetitia se turnaron para besarse con Thierry tan larga y dulce como apasionadamente. El chico apenas se dio cuenta de cuando empezaron, de tan natural que se sentía que hicieran esto. Y, después, aunque parecía imposible, todo mejoró.
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Cuando finalizó la sesión de besos, ellas, muy lentamente y sin dejar de sonreírle ni romper el contacto visual con él, se pusieron de rodillas en el piso ante el miembro del chico, Thierry sentado en el borde de la cama, para darle una magnífica mamada a dos bocas. Las sensaciones en su falo hicieron que el efebo echara su cabeza hacia atrás mientras sonreía y cerraba los ojos con languidez, dejando escapar suspiros largos y profundos. Ambas mujeres consentían sus partes íntimas, cubriéndolas de besos, lamidas y chupadas, emitiendo ronroneos breves, profundos y juguetones, turnándose para meterse la totalidad de ese enorme pene por las bocas hasta que sus narices se aplastaban contra el pubis del adolescente, finalmente dejando la verga y las bolas cubiertas de una gruesa, densa y reluciente capa de saliva.
Una vez terminada la mamada, las bellezas hicieron al chico ponerse de pie en el centro del cuarto. Hecho esto, bailaron lenta y sensualmente, como si estuviesen haciendo un striptease para el jovencito; mientras hacían esto, Laetitia se quitó su bikini, quedando completamente desnuda ante él, pero Eva sólo se quitó el sombrero y se apartó sus ropas y prendas íntimas lo suficiente para dejar sus expectantes pechos, trasero y sexo al alcance de sus compañeros.
Después de eso, Laetitia se arrodilló ante el miembro de Thierry, se separó las tetas y envolvió la imponente estaca de carne del muchacho con estas. La ex Marianne gozó como una loca mientras la verga del semental de catorce años subía y bajaba por el espacio entre sus chichas, dejándolo lubricado con sus líquidos preseminales; todo el tiempo emitiendo suaves risas debido a las incomparables sensaciones. Al mismo tiempo, Thierry no sólo disfrutó de descubrir lo que se siente al ver tu carne siendo estrujada y exprimida por un par de perfectas pechugas sino que también gozaba del busto de Eva, pues ella se había abrazado a él en cuanto empezó a follarle las tetas a Laetitia, aplastando el virginal rostro de Thierry contra sus pechos, haciendo que el tierno efebo se los comiese con gula. Ella gemía y dejaba escapar breves carcajadas de diversión mientras echaba su cabeza hacia atrás con los ojos cerrados lánguidamente. Tras un largo rato en esta posición, las mujeres intercambiaron lugares: ahora fue Eva la que dibujó una sonrisa de oreja a oreja en su cara al ordeñarlo con sus tetas mientras Thierry devoraba las redondeces de Laetitia.
Un largo rato después, Eva llega a la conclusión de que el bebé ya había sido amamantado lo suficiente y que era hora de que ella tenga algo de diversión también. Así que interrumpe a sus compañeros y hace a Thierry acostarse de nuevo boca arriba en la cama, para montar su polla desde la posición de la vaquera invertida, dejándola entrar completa en su sexo. El chico disfruta del espectáculo del perfecto culo de Eva Green moviéndose arriba y abajo (la actriz se había levantado la falda para que no se perdiera ni un segundo del show) mientras ella se empala una y otra vez en su portentosa estaca de placer. Laetitia, para no sentirse excluida, se acerca a su amiga y empieza a comerse sus tetas. El muchacho, aprovechando esto, se sienta y hace que una de sus manos vaya a las tetas de la Green y otra a las de la Casta para estrujárselas y masajeárselas lenta y expertamente al mismo tiempo que cubre de besos la nuca y la cabellera de la chica Bond. Tras un largo rato así, todo el tiempo jadeando y sonriendo aprobadoramente, Eva se separa de Thierry y tira a Laetitia del cabello para obligarla a limpiar la hombría y los huevos del efebo con su golosa y experta boca, hasta dejarlas perfectamente lubricadas y relucientes de saliva. Una vez que ha terminado, Eva regresa a la posición anterior, la polla de Thierry en su sexo y la boca de Laetitia en sus tetas, jadeando más ruidosa y rápidamente, antes de apiadarse de su amiga e intercambiar lugares con ella para que sea la ex Marianne la que sepa lo que se siente cabalgar un pene tremendo mientras te consienten tus pechugas, las manos del chico todavía ordeñando las ubres de ambas y ahora acariciando con la boca el cuello y la cabellera de la supermodelo corsa; esta jadea igual como había hecho antes su colega.
Pero pronto Eva empieza a extrañar el que su coño reciba el tratamiento que se merece, así que deja de comerse las chichotas de Laetitia y hace a Thierry acostarse de nuevo para sentarse en su cara, dándole la espalda a su compañera, obligando al chico a meterle su lengua lo más profundo que pueda. Eva y Laetitia jadeaban cada vez más fuerte, sus cabelleras despeinadas y sus rostros deformados por el placer. En poco tiempo las mujeres experimentaban sus primeros orgasmos de la noche, empapando el rostro y la hombría del adolescente con una buena ración de sus dulces néctares. Cuando los efectos de sus poderosos clímaxes pasan, ambas diosas de la lujuria vuelven a hacerle al chico una experta mamada a dos bocas, en parte para limpiar el miembro de los jugos vaginales de Laetitia, en parte para saborear dicha sustancia, en parte para lubricar el falo para la siguiente etapa.
Eva se pone en cuatro patas en el piso para Thierry, arqueando su espalda y apuntando con su culo al cielo. El chico entiende de inmediato que es lo que espera que haga y se arrodilla detrás de ella, iniciando un exquisito mete y saca con su enorme miembro por el culo de la chica Bond mientras le da sonoras nalgadas musicales que dejan sus glúteos teñidos de un intenso color carmín y su pubis produce ruidos celestiales cada vez que impacta contra estos. Con cada embestida, el cuerpo de la Green se mecía dramáticamente hacia atrás y adelante, sus pechos bamboleándose de forma maravillosa. Al mismo tiempo, Laetitia le ofrece su sexo a su amiga, así que, mientras Thierry cabalga analmente a Eva, esta le hace sexo oral a Laetitia, la corsa ronroneando con voz profunda, relamiéndose los labios y de vez en cuando dejando escapar breves carcajadas.
Tras un largo rato en esta posición, Eva se separa de ambos y le ordena a Thierry que se folle a Laetitia. El chico no se hace rogar: gatea hasta la ex Marianne, quien está acostada boca arriba en el piso, se pasa las piernas de la Casta por los hombros y procede a follársela vigorosamente, mientras Eva, uniéndoseles, alterna entre comerse los pechos de su amiga y besarse apasionadamente con ella. Bastante tiempo después, la actriz se separa de Laetitia y guía a Thierry tirando de su larga y sedosa cabellera rubia para que sea él el que se bese apasionadamente y devore las pechugas de la corsa mientras continúa tirándosela. Tras un rato así, Eva rompe el apasionado beso de lengua que el muchacho compartía con su colega para sentarse en la cara de Laetitia, obligándola a meter su lengua lo más que pueda en su sexo y abrazándose al jovencito, aplastando su dulce rostro contra sus melones para que se los coma, mientras él continúa disfrutando de penetrar a la otra belleza. Eva sonríe y ronronea suavemente todo el tiempo que están en esta posición. Más tarde, Eva hace que Thierry deje de tirarse a Laetitia para, sin quitar su entrepierna de la boca de la Casta, darle otra mamada espectacular al semental de catorce años. Una vez que ha dejado la hombría de Thierry limpia de los sabrosos jugos de la supermodelo y perfectamente lubricada, el muchacho vuelve a la carga contra el coño de la corsa con renovados bríos, mientras Eva, tras correrse en el rostro de su amiga, cambia de posición y aplasta sus senos contra el rostro de ella de una forma que permite que ambas puedan amamantarse mutuamente.
Thierry finalmente logra que Laetitia se corra de nuevo, haciendo que deje escapar docenas de gemiditos agudos y penetrantes, y Eva, ansiosa por experimentar otro orgasmo, se acuesta boca arriba al lado de la supermodelo y, abierta de piernas, se ofrece al dulce efebo. El chico no se hace rogar y comienza a tirarse a Eva con el mismo ímpetu con el que antes se folló a Laetitia. Esta última, para no quedar fuera de la diversión, se dedica a devorar con gula las tetas de Eva. La Green, siendo trabajada al mismo tiempo por una polla extraordinaria y una boca experta, jadea cada vez más alto y agudo hasta que finalmente alcanza otro orgasmo y también se corre en medio de una explosión de gemidos estridentes.
Thierry salió del interior de Eva, se sentó en la cama y contempló a las dos bellezas que le habían dado tanto placer tumbadas en el piso en poses muy sensuales. Ambas, al igual que él, jadeaban agotadas y estaban empapadas en sudor. El chico no podía parar de sonreír.
Después de un largo rato mirando fijamente y sonriéndole al sólido falo de su semental de catorce años, ellas estallaron en risas.
—¿Qué? —quiso saber Thierry, también riendo.
—¿De verdad eras virgen, Thierry? ¡Dios! ¡Nos diste como todo un campeón! —respondió Laetitia al final, con voz alegre, todavía sonriendo.
Ante un comentario como ese, los tres volvieron a emitir sonoras carcajadas de felicidad y satisfacción.
Cuando estas cesaron, pasaron muchos minutos sin moverse, en silencio, sonriéndose los unos a los otros, recuperando sus energías y permitiendo que sus respiraciones volviesen a la normalidad. Eva fue la primera en hablar y, todavía sonriendo, preguntó dulcemente al jovencito:
—Y ahora… ¿Qué te gustaría hacer, Thierry?
—Pues… —y el muchacho hace una pausa un poco larga para pensarlo— …ya te he dado por el culo a ti… así que quiero saber si sentiré alguna diferencia al follarme el culo de la Marianne.
Ambas diosas del sexo se ríen al escuchar esto, después de lo cual una sonriente Laetitia responde:
—Eso estaría muy bien… —y hace una pausa para después agregar con una voz muy sexy— …pero primero debemos prepararte.
Y las dos mujeres, arrodilladas, vuelven a darle otra fenomenal mamada a dos bocas que tiene por objetivo dejar su lanza de placer limpia de los deliciosos jugos mezclados de ambas y, a la vez, lubricarla con la gruesa y densa capa de reluciente saliva con que cubren a esta y a sus testículos.
Y después que Laetitia se pone en cuatro patas para él en el piso, su espalda arqueada como la de una gata en celo y su cola apuntando hacia arriba, la Casta descubre lo que se siente tener esa poderosa verga hundiéndose con pasión y energía por su ano, las manos del chico dándole sonoras nalgadas y el pubis de este produciendo música cada vez que colisiona con su pompas, su cuerpo meciéndose hacia atrás y adelante y sus senos bamboleándose, y la hermosa Eva Green haciendo que la belleza mediterránea, primero, se coma sus blancas pechugas y, después, le haga sexo oral para que la diosa de cabello castaño pueda disfrutar de la explosión de sus sabrosos néctares.
Una vez que ambos logran que la corsa alcance un volcánico orgasmo, Eva separa a Thierry de su colega y lo sienta en la cama para, a su vez, sentarse ella en su erecto mástil de carne, abrazándolo fuerte y estrechamente tanto con sus brazos como con sus kilométricas piernas. Una vez en la posición deseada, Eva comienza un ritmo de potentes sentones contra la hombría del chico, ordeñándolo para que eyaculara de una buena vez, mientras, al mismo tiempo, aplasta sus perfectas redondeces con fuerza contra su dulce rostro, obligándolo a alimentarse de ellas, mientras jadea, ronronea y gime sin parar y en voz muy alta. Laetitia, que no quiere quedar excluida, se dedica a comerse las bolas del tierno efebo mientras su amiga se lo folla.
Pero Eva pronto empieza a extrañar el tener el poderoso sable de placer de Thierry enfundado en su trasero, así que vuelve a ponerse en cuatro patas en el piso para que el garañón de catorce años la monte analmente y la nalguee otra vez mientras intercala el tener a Laetitia comiéndose sus tetas y besarse apasionadamente con la Casta.
Una vez que ha vuelto a complacer al culo de Eva, haciéndola alcanzar su clímax de nuevo, el dulce efebo vuelve a ponerse de pie en medio del cuarto para recibir una última maravillosa felación a dos bocas de sus esculturales compatriotas que termina con él finalmente alcanzando su tan esperado orgasmo y cubriendo los rostros y los senos de sus amadas con largos, gruesos y espesos chorros de su blanca y cálida leche. Cuando Thierry termina de eyacular, las diosas del sexo se dedican a dar el show de lamerse el semen la una a la otra, tragarse la nutritiva sustancia haciendo encantadores sonidos de alegría y saciedad mientras lo miran intensa y provocativamente y, de vez en cuando, darse apasionados besos donde cada una competía por hundir lo más que podía la lengua en la boca de la otra.
Thierry no sabía porque, pero creía que las pecas de Eva hacían que todo el espectáculo fuese aún más erótico. Estaba pensando en eso cuando, de repente, todo se volvió negro para él y ya no pudo pensar ni sentir nada más.
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Horas después, Thierry se sentó en el borde de su cama. Jadeaba sonoramente, su cuerpo empapado en un sudor que parecía agua en ebullición, mientras apoyaba su rostro contra las palmas de ambas de sus manos. El chico se sentía como si un tractor hubiese pasado sobre su cabeza. ¡Dios! ¡Que sueño tan vívido! ¡Realmente había sentido como si hubiese hecho un trío con Eva Green y Laetitia Casta!
Cuando finalmente pudo hacer que su cerebro trabajara de forma más o menos normal, se dio cuenta que se había quedado dormido con la luz de su cuarto encendida. ¡Tenía que ordenar todo antes que volviesen sus padres!
Se puso de pie torpemente, todavía medio dormido, y, tambaleándose, caminó hasta su escritorio. Una vez junto a este, vio que sus revistas estaban justo como las había dejado. Las fotos de las famosas lucían como siempre, no se veía en ellas ningún cambio. Tras contemplarlas un largo rato, como ido, sin realmente verlas, suspiró con tristeza. Un trío con las dos mujeres de sus sueños…
…esos milagros nunca sucedían en el mundo real…
Pero, cuando estiró su brazo para tomar las revistas, notó un papel doblado que antes no estaba en el escritorio. Cuando lo levantó, desdobló y leyó lo que tenía escrito, se despertó por completo, su corazón se puso a correr a mil por hora y quedó boquiabierto y con los ojos grandes como platos. El mensaje decía:
Hola, dulce Thierry:
¿Disfrutaste de nuestro tiempo de calidad? Sabemos que sí, al menos tanto como nosotras.
Presta atención, cariño: nos gustaría que no dejes que nada malo le pase a estas revistas. Tienes que cuidarlas lo mejor que puedas.
Si quieres vernos de nuevo, sólo háblale a las revistas y vendremos a ti. ¡La única condición es que tienes que asegurarte que estás totalmente solo en casa!
Hasta entonces, cariño…
Eva y Laetitia, tuyas eternamente.
Y, por firma, tenía dos besos pintados, cada uno de un color de lápiz labial diferente.
Después de un largo rato inmóvil como una estatua, su cara una única expresión de asombro, una sonrisa de oreja a oreja se dibujó lentamente en el rostro de Thierry. Estuvo a punto de hablarle a las revistas en ese mismo momento, pues se sentía listo para un segundo round con sus diosas, pero, entonces, se le ocurrió ver la hora en el reloj de su cuarto. Se dio cuenta de que, en cualquier momento, sus padres iban a volver a casa. Esto lo llenó de tristeza. Sin embargo, sólo un breve instante después, poco a poco empezó a recuperar su buen humor y su sonrisa: no iban a faltarle oportunidades para pasar tiempo con sus amadas.
Después de guardar sus revistas, decidió leer de nuevo el mensaje de las bellezas. Tras leerlo otra vez, se puso a doblarlo para guardarlo también como un recuerdo, pero se detuvo cuando notó que además tenía algo escrito en la parte de atrás. Decía:
Nota: Sí, Thierry. Nosotras también queremos ser las madres de tus hijos.
El chico casi chilló de felicidad.
Después de guardar la nota junto a las revistas, ponerse su pijama, apagar la luz de su cuarto y acostarse, se durmió con una sonrisa en su rostro, seguro que, a partir de ese momento, en su vida los días felices iban a sucederse los unos a los otros ininterrumpidos.
FIN
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