Christina Hendricks es una vecina MUY buena | By : El8Culpable Category: Spanish > Celebrity Views: 657 -:- Recommendations : 0 -:- Currently Reading : 0 |
Disclaimer: Esta es una obra de ficción. NO sucedió fuera de la imaginación del autor. Su único personaje real es la famosa que aparece en este, a la cual no conozco personalmente. No he ganado ni un puto centavo con la escritura de esta historia. |
ADVERTENCIAS:
UN VIERNES
Christina Hendricks espiaba desde la ventana de su casa, esperándolo, como últimamente se había vuelto una costumbre para ella. Aunque sabía que no debía faltar mucho para que pasara caminando por la acera, como él solía hacer alrededor de esa hora, estaba empezando a impacientarse. Cortó de repente una maldición que empezaba a mascullar cuando, finalmente, él apareció.
Ella se relamió los labios mientras una sonrisa diabólica los curvaba.
Su nombre era Nathan y tenía tan sólo 14 años de edad. De lunes a viernes pasaba frente a la casa de la voluptuosa actriz pelirroja tanto para ir como para regresar de la escuela local. Ella lo conoció cuando sus padres vinieron a presentarse ante ella (lo habían traído con ellos) y darle la bienvenida a su nuevo vecindario cuando se mudó allí, dos meses atrás.
Nathan era precioso, como un chico animé de carne y hueso: su rostro tenía una belleza increíblemente femenina, de rasgos delicados, suaves y etéreos, con una tez tan blanca como la de ella, grandes ojos verdes y una nariz y una boca muy pequeñas y cabello de color rubio pálido muy largo y sedoso; su cuerpo, a su vez, era esbelto como el de una bailarina de ballet y sus manos eran pequeñas con dedos delgados y sensibles. A pesar de lo que su apariencia física pudiese hacer pensar, él, mientras sus padres hablaban, le dirigía unas miradas que ella estaba más que acostumbrada a recibir y que desmentían cualquier posibilidad de que fuese homosexual.
Desde ese día, la famosa actriz de Mad Men había estado obsesionada con el chico…
Si le diesen la oportunidad, se aseguraría de convertirlo en todo un hombre…
“Tal vez eso suceda pronto”, pensó mientras se alejaba de la ventana suspirando de anhelo, pues Nathan ya se había perdido de vista hacía varios minutos.
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AL DÍA SIGUIENTE, EN LA MAÑANA
Christina Hendricks caminaba por el supermercado local, tomando cosas que necesitaba en su hogar y poniéndolas en su carrito de compras, cuando algo llamó su atención: era Nathan, que, obviamente, también estaba haciendo compras. Una sonrisa de oreja a oreja se dibujó en su rostro, viendo que se le presentaba la oportunidad que tanto había ansiado. Caminó hacia el chico y lo sorprendió al hablarle alegremente:
—¡Hola, Nathan! ¿Cómo estás? ¡Qué bueno verte!
El asombrado muchacho, viendo que su sensual y famosa vecina le dirigía la palabra y le sonreía de una forma que le resultaba muy perturbadora, retrocedió un poco y se sonrojó ligeramente, necesitando unos pocos segundos para recuperar la compostura antes de responder:
—¡Buenos días, Sra. Hendricks! ¿Qué está haciendo aquí?
Ella puso sus brazos en jarra antes de replicarle, con una sonrisa arrogante y un tono de voz travieso:
—Pues… ¿Qué podría hacer cualquier persona en un supermercado?
El rubor del chico aumentó de intensidad y bajó la mirada con timidez al darse cuenta de que había hecho una pregunta muy tonta. La famosa pelirroja, a la cual el rubor y la timidez de Nathan la estaban calentando cada vez más, intentó tranquilizarlo diciéndole con dulzura:
—¡Oh! Por favor, relájate un poco. Eso no lo dije por molestarte… y, ¡ah!, no me llames “Sra. Hendricks”. Llámame sólo “Christina”.
A partir de ese momento, Christina llevó la voz cantante en la conversación. Charlaron durante unos buenos 25 minutos: ella le contó cosas de su vida a Nathan y aprendió cosas de la vida del chico. Durante toda la conversación, no podía dejar de notar que constantemente los ojos del muchacho bajaban por su voluptuosa figura, lo que la excitaba aún más. Finalmente invitó a Nathan para que viniera a su hogar en la tarde, después de almorzar. Ella estuvo a punto de dar saltos de alegría cuando el chico aceptó. Ellos se despidieron y cada uno prosiguió con sus compras.
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ESE MISMO DÍA, EN LA TARDE
Christina Hendricks estaba súper excitada y nerviosa al mismo tiempo. Para prepararse para Nathan, se había puesto un vestido rojo idéntico al que ella usó en la famosa escena de su show, Mad Men, donde se agacha y les ofrece un fabuloso primer plano de su culazo a los televidentes (también se había arreglado el cabello igual que en esa ocasión), esperando que él hubiese visto ese episodio y que el verla vestida de esa manera produjera en la mente del chico toda clase de asociaciones de ideas interesantes, se pintó los labios de un color a tono con su cabellera y su vestido y se puso su perfume más embriagador. La famosa actriz sólo pudo almorzar muy ligeramente antes de sentarse en el sofá de su sala y esperar con ansia a Nathan.
Ella no tuvo que esperar mucho tiempo. Nathan llegó vistiendo de forma muy casual (con colores oscuros que contrastaban de forma maravillosa con su tez marfileña), pero también lucía extremadamente guapo. La actriz tuvo que hacer uso de toda su fuerza de voluntad para no relamerse los labios en cuanto lo vio. La Hendricks, por la expresión en el rostro del jovencito, pudo notar, sonriendo para sus adentros con satisfacción, que su vestido había tenido el efecto deseado (sí: él había visto ese episodio de Mad Men). Ellos se sentaron en un sofá de la sala y charlaron de todo y de nada por alrededor de una hora. Durante todo ese tiempo, Nathan estuvo hipnotizado por la belleza de Christina, hasta que ella dijo algo que captó la totalidad de la atención del muchacho.
—¿Tienes novia? —preguntó, sonriente.
—No, no tengo —respondió con timidez, bajando la mirada y sonrojándose un poco.
—¿Alguna vez has tenido novia? —continuó ella, indiferente a la turbación del muchacho.
—No —fue todo lo que replicó, bajando la voz hasta casi un susurro y ruborizándose con mayor intensidad.
—¿Ya has tenido tu primer beso?
Él sólo pudo negar con la cabeza, ahora tan rojo como un tomate. Tenía el presentimiento de que algo estaba a punto de suceder. La única advertencia que ese “algo” le dio fue el que Christina comentara de improviso:
—Pues ya es hora de que lo tengas…
Unos segundos después, un sorprendido Nathan sintió como la sensual actriz pelirroja se sentaba en su regazo, frotando su entrepierna contra el bulto en los pantalones del chico, mientras se abrazaba a su delgado cuerpo con fuerza y pasión, aplastando sus masivas ubres contra el pecho de él, y le daba un voraz beso de lengua.
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Al principio, él se envaró y, estúpidamente, hizo unos débiles intentos por quitarse a Christina de encima; pero, tras sólo medio minuto, Nathan se dio cuenta de que esta era una oportunidad de una vez en la vida y que más le valía no desperdiciarla; le devolvió su beso con igual pasión, aunque el chico seguía sin saber qué hacer con sus manos, las cuales movía torpes y nerviosas por toda la espalda de la voluptuosa actriz. La Hendricks, notando la falta de experiencia del muchacho, decidió ayudarlo; rompió el beso y se levantó de su regazo sólo unos instantes para, tras darse media vuelta para que su dulce efebo pudiera disfrutar del show, subirse la falda con movimientos lentos y eróticos hasta dejar expuestas sus opulentas nalgotas. Una vez hecho esto, volvió a sentarse sobre él y le dijo, con voz profunda y ardiente, “vamos, Nathan, tócame el culo; sabes qué es eso lo que deseas”, antes de reanudar el beso. Nathan, dudoso, le agarró las nalgas con timidez, pero, poco después de animarse a hacer esto, ya no pudo contenerse: comenzó a masajearle y amasarle sus imponentes glúteos con fuerza, separándolos y juntándolos, hundiéndoles sus dedos como si fuesen clavos.
Ella separó su boca de la de él para exigirle con voz implorante:
—Vamos, Nathan, no seas tímido. Nalguéame. He sido una chica mala. ¡NALGUÉAME!
¡PLAF! ¡PLAF! ¡PLAF!
Nathan primero le nalgueó un cachete y después el otro, llenando la sala con esa hermosa música, hasta dejar el trasero de Christina teñido de un agradable color carmín. Las manos del chico y los glúteos de la famosa dolían de una manera muy dulce y desprendían una calidez agradable. Con cada nalgada, Christina dejaba escapar un “¡ouch!” juguetón.
Después de la sesión de nalgadas, ella proclamó “¡no puedo esperar más, quiero tu polla dentro de mi boca!” para, acto seguido, prácticamente arrancarle los pantalones al chico y liberar esa bella estaca de carne. Christina la admiró durante un buen rato, asombrada por su largo, su grosor, las prominentes venas que la cubrían y la gota grande, reluciente y apetitosa de líquido preseminal que se formó en la punta casi de inmediato, excitada por la perspectiva de meterse ese perfecto miembro por cada uno de sus agujeros. Ella se arrodilló en el piso ante el falo antes de dedicarse a meneárselo con la mano derecha, asombrándose por sentirlo al tacto, a la vez, sólido como el acero y suave como el terciopelo, desarrollando un buen ritmo, mientras usaba su lengua para sorber sus exquisitos fluidos preseminales y jugar con el glande.
—Esto se siente genial, Christina… —jadeó Nathan con voz lánguida, sus ojos casi totalmente cerrados.
—No has visto nada aun. Confía en mí, vas a recordar este día por el resto de tu vida —respondió con una sonrisa en su rostro y voz profunda y malévola, antes de proceder a meterse la polla completa hasta el fondo dentro de su cálida e insaciable boca, su nariz quedando aplastada contra el pubis del adolescente. Sus carnosos labios, sus dientes y su lengua hicieron maravillas con su sable de placer, haciendo que temblores recorrieran todo el cuerpo del chico. Al mismo tiempo, su boca producía toda clase de sonidos viscosos, escandalosos y obscenos contra la sólida verga.
—¡OH, DIOS MÍO! CHRISTINA esto es… ¡PUTA! ¡¡Eres asombrosa!! —casi gritó el muchacho con alegría, una sonrisa de oreja a oreja en su cara.
Christina aumentó el ritmo todavía más, y también se puso a consentir sus bolas, pues empezaba a ansiar su leche. Por la forma en la que el chico se tensaba, sabía que estaba a punto de correrse. Ella había esperado por esto durante mucho tiempo y quería hasta la última gota en su boca.
—¡¡PUTA, CHRISTINA, voy a CORRERME!! ¡UGHHH! —advirtió Nathan, lleno de alarma y desesperación, su rostro deformado por una mueca de horror, justo antes que su polla liberara una masiva descarga directo al interior de la asombrosa boca de Christina.
»¡Puta, no puedo parar! —exclamó un Nathan al cual el placer de su orgasmo estaba causando que no tuviera ninguna noción de lo que sucedía a sus alrededores. Su eyaculación fue tan poderosa que sintió que iba a desmayarse. Creía haber llegado al Paraíso. Christina continuó succionándolo, exprimiéndole hasta la última gota de su néctar. Ella finalmente se sacó la polla de su boca y la tuvo bien abierta para que el semental de 14 años pudiera ver la enorme cantidad de paja que había liberado, que Christina tragó de una sola vez como una profesional, volviendo a abrir la boca para que viera que no se le había escapado una sola gota, como la zorra sedienta de semen que era.
—¡Es cierto lo que dicen: los niños grandes se corren en grande! —exclamó alegremente, para continuar— Ahora, Nathan, quiero el mismo placer que acabo de darte. ¿Podrías hacerlo? ¿Podrías hacer que me corra? —suplicó, sus labios y su voz haciendo un mohín muy sexy de niña tonta e inocente.
Nathan la obedeció, agarrándola y arrojándola con violencia hacia el sofá, toda su timidez y buenos modales naturales esfumados como por arte de magia. Él comenzó besándola lentamente en el cuello. Christina ronroneó de placer. Sólo eso fue necesario para hacer que su coño quedara totalmente empapado pero ahora ella quería el orgasmo. Lo anhelaba. Nathan bajó lentamente hacia sus tetas, abriéndole el vestido con furia y prácticamente desgarrando su sostén hecho de encajes negros traslúcidos para morder juguetonamente sus pezones y después chuparlos y besarlos con ardor mientras al mismo tiempo usaba sus manos para amasar los pechos con rudeza. Él supo que ella disfrutaba de esto pues la pelirroja había empezado a mecer sus caderas. El semental de 14 años quería ponerla todavía más caliente, tal como ella le había hecho a él. Sentía que nunca se iba a hartar de sus montañas pero se dio cuenta que era hora de continuar. Se movió lentamente por el estómago de la actriz, besándolo con suavidad y metiendo su lengua en su ombligo. Esto último hizo que Christina emitiera una risita de niña pequeña. La cualidad lenta y suave de sus movimientos era tan sensual… pero lo que verdaderamente deseaba era que le diera duro hasta hacerla aullar como puta en celo.
Después de eso, Nathan se puso a besar y acariciar el interior de sus muslos. Christina sentía que iba a enloquecer de placer, pero deseaba que él de una vez se ocupara de su empapado coño. Meció sus caderas aún más. Nathan finalmente besó su hermoso sexo, tras prácticamente arrancarle sus delicadas y exiguas bragas, también hechas de encajes negros traslúcidos, y comenzó a jugar con su clítoris usando sus dedos. Christina gimió de placer. Él frotó su clítoris lentamente con su lengua y después se puso a hundirla lo más profundo que podía en su húmedo hoyo mientras le metía el dedo índice de su mano derecha por el ano a la pelirroja.
—¡¡OHH, PUTA, NATHAN!! ¡¡SÍ!! ¡Eso es lo que necesitaba! —casi gritó, con una sonrisa de oreja a oreja.
Nathan le dio aún más duro por ambos hoyos.
—¡OHHHH, NENE, SÍIIIII! ¡DAME MÁS RÁPIDO POR EL CULO! ¡MÉTEME OTRO DEDO! ¡PREPARA ESE CULO PARA TU POLLA! —le ordenó con desesperación, su cuerpo empapado en sudor y temblando de lujuria.
Nathan le dio más rápido en ambos hoyos, sumando su dedo medio al índice, y comprendió que la famosa estaba a punto de correrse y que iba a hacerlo en grande.
—¡PUTAAAAAA, NATHAN! ¡¡Voy a CORRERME!! —gritó su advertencia a todo pulmón.
Todo el cuerpo de ella tembló con muchísima más violencia; Christina se agarró los pechos con furia y se mordió los labios mientras echaba su cabeza hacia atrás y abría sus piernas lo más que podía. Nathan lamió y se tragó hasta la última gota de los maravillosos jugos que salieron fluyendo de su húmedo hoyo, justo como Christina le había hecho a él.
La actriz pelirroja estaba recuperándose de su monumental orgasmo y su respiración volvía a la normalidad cuando Nathan, de repente, la puso en cuatro patas y comenzó a morder las nalgotas de Christina (hundiendo sus dientes lo más profundamente que podía en la carne), chuparlas, lamerlas y besarlas, para después lamer la deliciosa raja de su culo entera y su hermoso ano, después hundiéndole la lengua lo más profundo que podía por el culo, mientras le metía los dedos índice, medio y anular de su mano derecha por el coño lo más que podía y ella tensaba y destensaba sus glúteos, como si intentara aplastar el rostro de su semental de 14 años.
—¡PUTA, Nathan, bastardo atrevido! Sabes exactamente como complacer a una mujer… —exclamó aprobadoramente, con una sonrisa de oreja a oreja, antes de chillar— ¡OH, PUTA! —porque también le había metido el dedo índice de su mano izquierda por el ano.
Él se daba cuenta de que no faltaba mucho para que la voluptuosa actriz alcanzara el clímax de nuevo y en cuestión de segundos ella dejó escapar un grito capaz de destrozar el cristal.
—¡¡¡¡PUTAAAAAA!!!! ¡FÓLLAME, NATHAN! —ordenó con tono autoritario.
El cuerpo entero de ella tembló violentamente mientras dejaba salir otro chorro de sus dulces néctares.
—¡Puta, Christina, eso fue ardiente! ¡Soltaste mucho jugo! —exclamó un sonriente Nathan con alegría infantil, después de jadear un rato recuperando el aliento.
—Nene, nunca antes me había corrido tanto. Eres así de bueno. Todavía estoy temblando por ese orgasmo —respondió ella con la misma alegría y la misma sonrisa, para después proseguir con una voz más baja, profunda e insinuante—. Nene, no puedo esperar para tenerte dentro de mí. Si puedes hacer eso con tu boca y dedos, no puedo esperar por tu polla —después continuó rogando con voz rota e implorante, que empezaba a mostrar señales de desesperación, y un mohín muy sexy—. ¡¡Nathan, te suplico, sólo dámela ya!! ¡Deja de perder el tiempo!
Christina estaba jugando con su propio coño usando su mano derecha y se sobaba las tetas con la izquierda. Estaba aún más cachonda que antes. Nathan finalmente se decidió a penetrarla. Se puso detrás de ella, frotó su masiva estaca de carne contra su coño, provocándola antes de insertar la punta. Christina, de repente, arqueó su espalda y lanzó su cabeza hacia atrás con violencia mientras dejaba escapar un profundo jadeo. Él lentamente le insertó el largo completo de su miembro hasta el fondo. Ella estaba extremadamente apretada y húmeda. “No voy a necesitar nada de lubricante”, pensó la actriz.
Nathan empezó a hacérselo a un buen ritmo, sin ir demasiado rápido, hasta que ella le ordenó con voz furiosa:
—Nathan, ¿qué parezco, una niña exploradora? ¡Dios, maldita sea, FÓLLAME!
Y, obedeciéndola, la tomó por la cintura y empezó a bombear como si no hubiese un mañana. La empaló con su grueso sable de placer por su apretado coño como si su vida dependiese de ello.
—¡OH, DIOS, SÍIII! ¡FÓLLAME COMO LA SUCIA PUTA QUE SOY! ¡HAZ QUE ME CORRA DE NUEVO! —le ordenó, eufórica, gritando a todo pulmón; los ojos fuertemente cerrados, sus tetas rebotando como locas y una sonrisa de oreja a oreja en el rostro de la estrella de Mad Men.
Ella se sentía súper apretada pero, a la vez, tan suave como el terciopelo… y debía de ser muy resistente si podía aguantar sus brutales embestidas. Él sintió que su coño se apretaba aún más y, en cuestión de segundos, la Hendricks dejó escapar un rabioso “¡¡¡OH, SÍ, PUUUUTAA!!! ¡¡¡Voy A CORRERME!!!” El cuerpo de la voluptuosa pelirroja volvió a temblar con violencia, arqueando su espalda y doblando su cabeza hacia atrás aún más en el sofá. Christina volvió a soltar gruesos y numerosos chorros de sus jugos.
—¡OH, PUTA, NENE! ¡TODAVÍA ESTOY CORRIÉNDOME! —exclamó una maravillada Christina.
Cuando dejó de correrse, el adolescente salió de su cuerpo y ella se puso a frotarse el clítoris frenética, desesperadamente, su cabeza y sus tetas incrustadas en el sofá, su culo apuntando al cielo. Esa era una visión extremadamente tentadora… pero Nathan decidió ser paciente. Christina apenas estaba terminando de recuperarse de su orgasmo cuando la hizo ponerse boca arriba con violencia, separó las piernas de ella lo más que pudo y se puso a follarla con salvajismo.
—¡Oh, sí, nene, sabía que me deseabas tanto como yo te deseaba a ti! ¡Tu polla es celestial, FÓLLAME MÁS! —exclamó una feliz y sonriente Christina con los ojos cerrados.
Obedeciendo sus órdenes, Nathan volvió a aumentar su ritmo y comenzó a darle como un animal enloquecido, sus ojos y su boca firmemente cerrados, todo su cuerpo empapado en sudor y su rostro distorsionado por el esfuerzo.
—¡¡OHH, OHH, OHH, PUTA, SÍ, SÍ, SÍ, SÍ!! ¡DAME COMO SI FUESES UNA BESTIA!
Ella rodeó el cuerpo de él con sus piernas, apretándolo con fuerza, como si quisiese partirlo en dos; sus tetas rebotando dramáticamente por la fuerza de sus embestidas. La actriz hundió sus dedos lo más profundo que podía en la espalda del chico, dejándola marcada de arriba abajo, de un lado al otro, con sus arañazos. Él sintió que el cuerpo de la pelirroja se estaba tensando de nuevo; sabía que estaba a punto de correrse otra vez.
—¡FÓLLAME! ¡ERES ASOM… ARGH! —la palabra que iba a pronunciar interrumpida por un rugido de tigresa en celo.
Ella tensó su cuerpo y tembló vigorosamente antes de volver a derramar sus jugos.
—¡ARGH, FÓLLAME!
Christina lo apretó aún más con sus piernas hasta que su orgasmo se calmó por completo. La curvilínea pelirroja se desplomó en el sofá con un último rugido, para después quedar, agotada, jadeante con su boca entreabierta y sudorosa, sus ojos lánguidamente cerrados. El muchacho dedicó unos minutos para contemplar maravillado, también jadeante y sudoroso, a su compañera; Christina era la cosa más hermosa en el mundo, una verdadera diosa del sexo.
—¿Estás cansada, nena? —Nathan preguntó con dulzura mientras admiraba su cuerpo cubierto de sudor y jugos vaginales.
—¡No seas tonto! —respondió ella, incorporándose, sonriente y con los ojos abiertos, y tratando de calmar sus jadeos— Nene, apenas estoy comenzando —y le guiñó un ojo antes de separarse de él, hacer que se sentara en el sofá y, arrodillada, ponerse a mamarle la polla de nuevo.
—¡Oh, PUTA, nena! —Nathan jadeó con voz baja y profunda, su cabeza echada hacia atrás y su rostro deformado por el inmenso placer que sentía.
Pero ella se detuvo de repente. Antes de darle tiempo a Nathan de siquiera abrir los ojos, mucho menos permitirle que le preguntara porque se interrumpió, Christina se sentó en su sólida carne, empalándose en esta de nuevo.
—¡Oh, puta, nena! ¡Estás tan apretada! —Nathan casi gritó.
—Has trabajado muy duro para hacer que me corra, ahora déjame devolverte el favor —le dijo con dulzura una sonriente Christina.
Ella comenzó a cabalgarlo lentamente, mientras se frotaba el clítoris, frenética, con su mano derecha y, agarrándose a la espalda del jovencito con la izquierda, restregaba sus masivas chichas en la cara del chico. La totalidad del miembro de Nathan estaba metido en ella y él amaba cada minuto de eso. La curvilínea actriz empezó a rebotar arriba y abajo en esa lanza de carne, cabalgando como una enérgica vaquera, mientras el muchacho hundía su rostro entre sus melones para que se lo aplastara. Él intentó agarrarla por los hombros para tirar de la pelirroja hacia abajo y así empalarla con aún más salvajismo, pero ella lo detuvo, se separó de él y dijo, sonriente y con voz dulce, baja y profunda:
—Tengo una sorpresa para ti.
Le guiñó un ojo antes de separarse de él, darle la espalda y comenzar a bailar el perreo, frotando su cola contra la polla del Nathan. Las sensaciones que estaba experimentando el chico eran tan maravillosas que no podían describirse con palabras. ¡Él tenía razón, era una verdadera diosa del sexo!
—¡OH, PUTA, CHRISTINA! ¡Eres ASOMBROSA! —casi gritó el muchacho; una sonrisa de oreja a oreja en su rostro.
Ver el culo de ella rebotar contra su rabo sólido como el acero hacía que violentos escalofríos recorrieran todo su cuerpo, todos convergiendo en la punta de su polla.
—¡PUTA, CHRISTINA, voy A CORRERME! —advirtió con desesperación.
—¡Nene, hazlo dentro de mí! ¡Quiero esa caliente paja muy hondo dentro de mí! —le ordenó una sonriente Christina, mientras volvía a sentarse, de golpe, en el órgano del chico, metiéndoselo hasta el fondo en su sexo.
—¡¡PUTA, CHRISTINA!! ¡ARGH! —bramó, loco de lujuria.
Nathan disparó una masiva eyaculación dentro de la vagina de Christina y parecía que nunca iba a detenerse. Cuando le pareció que el adolescente había terminado, ella se separó de él y procedió a hacerle otra feroz mamada hasta que en su boca terminaron las últimas gotas del semen del chico. Había una mirada diabólica en el rostro de la estrella de Mad Men. Ambos amaron cada minuto de esto.
—Me gusta mucho la leche —proclamó y, tras una breve pausa, añadió—: Ahora, ¿estás cansado? —dijo ella con voz ronca y traviesa antes de dejar escapar una risita y guiñarle un ojo.
—Christina, podría hacértelo por horas enteras —el rostro de ella se iluminó de júbilo—. Y, además, todavía no te he dado por ese culazo tuyo —agregó con entusiasmo.
—¡Pensé que nunca ibas a pedírmelo! —exclamó con entusiasmo casi infantil antes de agarrar su polla semi erecta y usarla para arrastrarlo hasta su alcoba.
Ella lo tumbó en la cama con violencia, lo despojó de las prendas que todavía llevaba puestas, dejándolo totalmente desnudo, y comenzó a mamarle esa anaconda con ferocidad, de nuevo, hasta que volviese a estar tan dura como el acero y dejarla lubricada a la perfección. En nada de tiempo, volvió a alcanzar su longitud máxima. Una vez logrado esto, Christina se puso en cuatro patas en la cama para él, dándole el culo, su espalda arqueada como la de una gata en celo, e hizo rebotar sus nalgotas como si estuviese bailando el perreo. Ella era como una fiera hambrienta de carne y Nathan no iba a negársela. En cuanto él se puso en posición detrás de ella, la voluptuosa actriz le dijo con voz alegre y coqueta:
—¡Nene, no tienes idea de por cuanto tiempo he deseado que me metan una polla larga y gruesa por el culo!
Nathan presionó la punta de su glande contra el hoyo de ella y empezó a hundirle su miembro.
—¡OHH, PUTA, NATHAN! MÉTELA lento. ¡Déjame acostumbrarme a tu TAMAÑO! —casi gritó Christina, sus ojos desorbitados, llena de dolor, pero también de éxtasis.
Nathan hizo lo que le ordenaba como el niño bueno y obediente que era. Ella estaba extremadamente apretada pero, en poco tiempo, la fricción empezó a reducirse y Christina sólo sintió placer puro. Su culo era asombroso; de hecho, se sentía mejor que su vagina. Al igual que esta, se sentía suave como el terciopelo por dentro, sólo que incluso mejor.
Él comenzó a metérsela a mayor profundidad y a sacarla a mayor velocidad. Se lo hizo a un agradable ritmo lento para que su culo pudiese acostumbrarse.
—Ohh, sí, Nathan. ¡Ese culo es tuyo, nene! —murmuró con voz profunda, lenta y lánguida; sonriente, sus ojos casi totalmente cerrados, llena de felicidad y satisfacción.
El culo de Christina finalmente comenzó a aflojarse, permitiendo que el chico pudiese enfundar el largo completo de su espada en este.
—¡OH, SÍIIIIIII! —una feliz y sonriente Christina gritó de repente.
Ella sabía que su culo podría manejar una polla de ese tamaño. Y la mejor parte es que estaba cerca de otro orgasmo. Nathan también notó esto, así que decidió darle en serio. Aceleró su ritmo cada vez más y más, mientras la nalgueaba furiosamente hasta dejar sus glúteos teñidos de un color rojo intenso, su pubis produciendo una música gloriosa cada vez que impactaba contra los glúteos de la pelirroja, sus tetas rebotando como locas.
—Oh, puta, sí, Nathan. ¡He sido una niña mala! ¡Dame más nalgadas! ¡Quiero que me trates como la sucia puta que SOY! —casi gritó con frenesí una Christina Hendricks que había perdido el control, una sonrisa de oreja a oreja en su rostro.
¡PLAF! ¡PLAF! ¡PLAF! ¡PLAF!
—¡OHHH, SÍ, NENE! ¡¡¡¡Voy A CORRERME!!!! ¡ARGH! —gritó a todo pulmón la estrella de Mad Men, que había enloquecido por completo de lujuria.
Él sintió que el cuerpo de ella temblaba sin control de nuevo y que desde su coño volvían a derramarse chorros de sus jugos vaginales por la cara interna de sus muslos. Parecía que, esta vez, no iba a tener fin… y él no quería que tuviese fin, así que comenzó a jugar con su clítoris usando su mano derecha mientras seguía dándole analmente. Ríos de lágrimas de felicidad bajaban por las mejillas de la Hendricks, los cuerpos de ambos cubiertos de gruesas capas de transpiración.
Una vez que el orgasmo finalmente se calmó, Christina, todavía con la polla de Nathan, ahora semi rígida, metida en su culo, empezó a decirle con voz provocativa:
—Nene, aun no estoy satisfecha. Por favor, sigue dándome por… ¡¡¡¡PUTA!!!! —gritó al final, pues Nathan ni siquiera la dejó completar su oración por volver a dedicarse en cuerpo y alma a darle el sexo anal más salvaje posible.
Finalmente, ella dejó escapar otro alarido de lujuria mientras volvía a correrse.
—¡PUTA, NENE! ¡¡No te detengas!! ¡Sigue dándome! Quiero que eyacules dentro de mí. ¡No te detengas hasta que llenes mi culo con tu leche! —le ordenó, una sonrisa de oreja a oreja en su rostro.
Sin embargo, él no necesitaba instrucciones; no pasó mucho tiempo antes que eyaculara una masiva cantidad de su semen caliente como lava hirviente dentro del ano de la pelirroja. Sacó su polla con un “¡pop!” y su paja comenzó a salir manando del hoyo de la estrella de la TV. Christina con una mano se puso a masturbarse mientras, con la otra, recogía el semen para llevárselo a la boca y chuparlo ruidosamente, haciendo toda clase de sonidos obscenos que daban a entender que era la cosa más sabrosa que había probado en su vida.
—¡Realmente eres una sucia puta! —le dijo un sonriente Nathan con asombro y aprobación.
—¡Por supuesto que lo soy! —exclamó Christina, volviéndolo a ver y también sonriendo, antes de guiñarle un ojo y dejar escapar una sonora carcajada. Después siguió tragándose la paja del chico.
Nathan deseaba todavía más de ella, pero ahora se sentía débil. Él se levantó y, después de pedir permiso, fue, tropezándose, a la cocina, donde sacó una gaseosa del refrigerador y se la bebió. Cuando se la terminó, sintiéndose un poco recuperado, volvió a la alcoba. Allí, descubrió que Christina se había quitado los últimos restos de ropa que todavía llevaba encima, soltado el cabello y tendido sensualmente en la cama y, en cuanto entró, le preguntó, sonriente, con dulzura:
—¿Nos limpiamos?
—¿Ya terminamos? —preguntó Nathan, dejando que la decepción y la tristeza se notasen en su rostro y en su voz.
—¡Oh, Dios, NO! —Christina se apresuró a aclarar, soltando una risa nerviosa— ¡Vamos a ducharnos juntos y voy a mostrarte más de mi flexibilidad! —agregó con voz profunda, insinuante y ardiente.
Nathan sonrió y prácticamente se arrojó sobre Christina como una fiera famélica; la cubrió de besos tan dulces como apasionados mientras ella dejaba escapar sonoras carcajadas de felicidad. Cuando dejó de besarla, se levantaron de la cama, se tomaron de la mano y, sonrientes, Christina guió a Nathan al baño para “limpiarse”…
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La ducha era lo bastante grande para que dos personas cupieran cómodamente. Christina abrió la llave de la ducha, esperó hasta que el agua estuviese a una buena temperatura y comenzó a ducharse. Nathan hizo lo mismo. Ella le pasó el jabón y una esponja y le pidió que la ayudara a bañarse. Eso hizo él, primero enjabonándole la espalda, dándole una buena frotada, y después bajó hasta su culo y, arrodillado, se puso a frotarle las nalgas y la raja entre estas. Tras terminar con el trasero, él bajó a sus perfectas piernas. Comenzó a masajeárselas, lo que excitó a Christina incluso más.
Ella lo detuvo y se dio media vuelta para que también la limpiara por el frente. Él así lo hizo, poniéndose de pie para trabajar sus melones, que se puso a amasar y masajear. La sensación de esos globos en sus manos era tan maravillosa que él pronto se olvidó de lavarlos y se puso a jugar con ellos. Pero Christina lo detuvo y le exigió que bajara. Él hizo lo que le ordenaban y lentamente se arrodilló, masajeándole el estómago, primero, para, después, seguir con su coño. Le masajeó el clítoris, muy lento, para el placer de Christina. Continuó hasta que pudo sentirla estremeciéndose de nuevo de placer y dejaba escapar, entre profundos jadeos:
—¡OH, PUTA, NENE! ¡SÍ! ¡Límpiame el coño! ¡Haz que me CORRA! ¡¡¡ARGH!!!
En cuanto terminó de hablar, la estrella de Mad Men tuvo otro orgasmo. Los dedos de él ahora estaban cubiertos tanto por los jugos de ella como por el jabón. Después, prosiguió a enjabonarle las piernas hasta que ella lo detuvo. Ahora Christina estaba enjabonada de pies a cabeza.
—¡Nene, ahora es mi turno de limpiarte! —ella le dijo con una sonrisa y una mirada diabólicas.
Él se puso de pie y le ofreció la esponja, pero ella no la tomó, en su lugar frotando sus enjabonadas tetas en el torso de él. Después comenzó a bajar por el cuerpo del chico. Ella terminó arrodillándose, tomó su ahora endurecida polla entre sus enormes globos y los usó para aplastar la masiva estaca de Nathan.
—¡OH, PUTA, NENA! ¡He deseado follarte las tetas por tanto tiempo! —exclamó el chico enérgicamente, una sonrisa de oreja a oreja en su rostro.
Él procedió a darle duro a sus tetas y ella sacó su traviesa lengua para lamerle la punta de la polla cada vez que esta subía entre sus pechugas. El jabón actuaba como un grandioso lubricante y Nathan le folló las tetas a Christina con gran ferocidad. De vez en cuando, ella se sacaba el sólido miembro de entre las chichas para frotarse el glande frenéticamente contra los pezones, que ahora estaban lo bastante duros para cortar el diamante; cuando terminaba, volvía a estrujar la carne de Nathan entre sus ubres.
—OH, sí, nene, ¿te gusta cómo se sienten mis tetas alrededor de tu polla? Oh, claro que sí. ¡Fóllame las tetas! —le dijo una sonriente Christina, con voz seductora.
Hicieron esto durante mucho tiempo, hasta que, de repente, Nathan sacó su espada de placer de entre las sandías de la pelirroja. Christina lo miró sorprendida y ligeramente enojada, e iba a protestar; pero Nathan, violentamente, la agarró por un brazo, la puso de pie y la hizo inclinarse contra la pared de la ducha; deformado su angelical rostro en una mueca satánica. La hizo arquear la espalda y apuntar con el culo hacia el cielo, tomó su polla y la hundió hasta el fondo de su coño una vez más.
—¡OH, PUTA, NENE! —aulló Christina a todo pulmón.
Este no empezó lento sino que le dio como un animal desde el principio. Se lo hizo como si intentase partirla en dos a punta de pollazos, sus tetas rebotando como locas.
—¡OH, PUTA, PUTAAAAAA! ¡Dios, NUNCA ME HAN FOLLADO ASÍ! ¡NO TE DETENGAS! —gritó entre alaridos de lujuria, mientras una enorme cantidad de leche salía de la polla del chico e incendiaba el interior de la pelirroja.
Ella empezó a jadear violentamente, pero él ni siquiera esperó a que se calmara su orgasmo y fue directo por su ano.
—¡FÓLLAME! ¡¡¡LO QUE SEA que se te haya metido, me ENCANTA!!! —le ordenó entre gritos de felicidad, una sonrisa de oreja a oreja en su rostro, sus tetas seguían rebotando como locas.
Su culo estaba lo bastante abierto para recibir la polla de él de nuevo. Su coño no había parado de correrse.
¡PLAF! ¡PLAF! ¡PLAF! ¡PLAF! La nalgueó sin misericordia.
La estaba tratando como si fuese su esclava sexual y Christina, para este punto, no tenía ni voz ni voto. Los constantes orgasmos la habían reducido a un pedazo de carne que sólo existía para recibir polla. Él finalmente eyaculó un último masivo chorro de espeso e hirviente semen dentro del culo de Christina.
El agua lavó la paja y ellos se limpiaron una vez más. Christina tenía una expresión muy aturdida y agotada pero también muy satisfecha en su rostro. Salieron de la ducha, se secaron y se sentaron en la cama para recuperar sus alientos. Una vez que sus respiraciones volvieron a la normalidad, se sonrieron y después se abrazaron con fuerza pero también con ternura, cubriéndose entre sí sus cuerpos con caricias y besándose con tanta pasión como dulzura.
Después de un largo rato, se separaron y Christina le preguntó:
—Nathan, ¿qué te sucedió? ¡Esa fue la sesión de sexo más brutal que he tenido en mi vida! ¡No paraba de correrme! ¡Era asombroso! ¡Nunca había experimentado eso antes!
—No lo sé, yo sólo quería que lo disfrutaras —repuso él tímidamente, bajando la mirada, tan desconcertado y nervioso como feliz.
—¡Pues ten por seguro que quiero que me vuelvan a follar de esa manera muchas veces más! —exclamó con una sonrisa de oreja a oreja.
—¿Me lo prometes? —casi susurró un esperanzado y sonrojado Nathan.
Christina, al ver la expresión en la cara de su semental de 14 años, dejó escapar una escandalosa carcajada antes de replicar alegremente:
—¡Claro que sí!
Después, selló la boca del muchacho con un beso profundo y apasionado.
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Unos minutos después, tras recuperar sus energías, Nathan se vistió. Cuando tuvo toda la ropa puesta, Christina le dio un último beso, suave, breve y muy dulce, y despidió al chico. Una vez que él se hubo ido de su casa, una completamente agotada Christina Hendricks se dejó caer en la cama, todavía desnuda, una sonrisa de oreja a oreja en su rostro, y poco a poco se durmió mientras pensaba que estaba a punto de empezar la mejor etapa de su vida.
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TIEMPO DESPUÉS…
A partir de ese día, Nathan visitaba a Christina Hendricks a escondidas casi a diario para darle polla hasta hacerla aullar de lujuria como puta en celo.
No es de extrañar que, al poco tiempo, descubrieran que ella estaba embarazada.
FIN
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