La Isla de las Playmates | By : El8Culpable Category: Spanish > Celebrity Views: 373 -:- Recommendations : 0 -:- Currently Reading : 0 |
Disclaimer: Esta es una obra de ficción. NO sucedió fuera de mi imaginación. Sus únicos personajes reales son las famosas que aparecen, a las cuales no conozco personalmente. No he ganado ni un puto centavo con la escritura de esta historia. |
Prefacio: A partir de ahora, los relatos que voy a postear en este sitio web van a estar incluidos en la categoría “AFFO”. Este es debido a que, si bien los publiqué por primera vez en otro sitio web, ya no se pueden encontrar en ninguna otra parte del internet (por suerte había conservado copias de estos). De nuevo pido perdón por no subir esta historia un 21; espero que el próximo mes pueda cumplir con la fecha de entrega prometida.
ADVERTENCIAS:
MIAMI, FLORIDA
Mario estaba preocupado. Uno pensaría que un hombre que tiene tanto dinero que no sabe qué hacer con este no tendría preocupaciones en la vida pero ese no era el caso para él. Dicha preocupación era Erik, su hijo.
Cuando se casó con Helga, una supermodelo sueca, esperaba que ella fuera la clase de esposa trofeo que se limita a lucir bien del brazo de su marido mientras le sumaba prestigio por haberse llevado a casa un bellezón nórdico. Ese fue el peor error que cometió en su vida: Helga, a pesar de su imagen delicada, resultó ser la clase de hembra con los ovarios bien puestos que lo único que permite decir a su esposo en el matrimonio es “sí, señora”. Por fuera él seguía gustando de dárselas de que era muy macho pero, por dentro, su mujer le inspiraba un pavor absoluto. Y, como no podía ser de otra manera, cuando tuvieron un hijo, ella también acaparó completamente la crianza del niño.
El chico se llama Erik porque una de las pocas cosas que Helga le dio libertad de hacer a su marido fue elegir el nombre de su hijo y “Erik” era el único de la lista que ella le pasó que él sabía cómo pronunciar (dicha lista incluía nombres como “Hjalmar” y “Stieg”).
Lo que preocupaba a Mario era que temía que su hijo se estuviese volviendo homosexual, una idea que le resultaba intolerable por haber sido criado en la cultura machista de los latinos. No resulta difícil pensar eso de Erik pues es físicamente idéntico a su madre: ambos tienen una tez palidísima, un cabello que es casi blanco de tan rubio, unos grandes ojos verdes muy bellos y, en general, la apariencia de una etérea y delicada bailarina de porcelana. Añádase a esto el hecho que la educación estricta y “demasiado europea” (en la opinión del padre) que el chico había recibido toda su vida lo había convertido en el muchacho más tímido, amable, tranquilo, educado y estudioso del mundo, y comprenderán porque alguien como Mario (que no era muy espabilado para cualquier cosa que no tuviese que ver con el dinero) tuviese serias dudas acerca de su orientación sexual.
Su intento por librarse de dichas dudas lo ha llevado a donde está el día de hoy: estudiando los datos de la lista de burdeles de alta categoría que su asistente acababa de pasarle, los cuales incluían números telefónicos, direcciones, precios de diversos servicios, etcétera. (Mientras se la pasaba, su asistente mantuvo una perfecta cara de póker que no dejó traslucir ni un poquito de lo que sentía porque su jefe la pusiera a obtener información sobre prostíbulos). Aunque en esos momentos se encontraba solo en su oficina, Mario miraba todo el tiempo, nervioso, por encima de su hombro y sudaba copiosamente, lo cual era prueba del miedo que sentía a que Helga se enterara de lo que planeaba hacer. Y es que pensaba, correctamente, que hacer que su hijo adolescente fuese a una casa de putas a perder la virginidad era la clase de cosa que pondría furiosa a su mujer… y eso en el mejor de los casos…
Después de darle una primera evaluación a la lista, Mario abrió una gaveta de su escritorio en busca de un lápiz para tachar las opciones que desde ya estaban fuera de consideración de las que iban a ser objeto de más indagaciones cuando sus dedos se tropezaron con algo que le llamó la atención: era una revista Playboy. Una de las muchas, muchísimas cosas que su esposa le había prohibido era tener revistas Playboy en la mansión en la que vivían, así que Mario se dedicó a esconder sus revistas en diversas ubicaciones, una de las cuales era su oficina en su compañía.
Entonces se le ocurrió una idea. ¿Un hijo suyo no merece lo mejor de lo mejor? ¿No debería perder su virginidad con algo mejor que una prostituta, por muy de alta categoría que fuese? Por el intercomunicador llamó a su asistente. La muy pobre tendría una nueva serie de tareas bochornosas que hacer.
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—¿Pero no cumplí catorce hace como dos meses? —preguntó un confundido Erik mientras la limosina estacionaba cerca del muelle.
—Es cierto… —respondió su padre con una sonrisa que esperaba que fuese tranquilizadora— …pero me he dado cuenta que el regalo que te di —un traje formal de la talla de Erik; sugerencia (léase: orden) de Helga— no era muy bueno. Así que decidí darte algo mucho mejor —continuó, todavía sonriendo.
Un “ah…” en voz muy baja fue todo lo que comentó Erik. Después de unos minutos de silencio, el chico prosiguió, todavía no muy convencido:
—¿Qué va a suceder en esa isla?
—Oh, es una sorpresa. No te preocupes; sé que te gustará —sonriendo aun.
Después de eso, le dijo a su hijo que fuera al yate que lo llevaría a una isla en los Cayos que había alquilado para que pasara allí todo un día. Estaba aprovechando que ese sábado su esposa había salido de la ciudad para realizar una sesión de modelaje.
Mientras era llevado a la isla, el jovencito notó algo curioso: cuando Erik fue a la cabina del capitán para preguntarle si faltaba mucho para llegar a su destino, después de responderle, este se lo quedó mirándolo y sonriéndole de una forma que al chico le resultó muy perturbadora. No volvió a cruzar palabra con ese hombre hasta que lo dejó en la dichosa isla y Erik despidió al yate mientras este se alejaba para volver en la tarde.
Él le dio un vistazo al lugar donde se encontraba y tuvo que admitir que no estaba nada mal. En realidad, no dejaba de ser irónico que Erik viviese en Miami porque la exuberancia caribeña de la ciudad no podía ser más incompatible con su personalidad tímida y reservada… y eso sin mencionar que su tez blanquísima hacía que no pudiese soportar el sol… pero era incapaz de negar que la isla en la que estaba, rodeada por un cielo y un mar de unos azules casi irreales, con su playa de perfecta arena blanca, su rala cobertura de palmeras y, como única edificación, una cabaña de un aspecto de lo más pintoresco, era de una belleza extraordinaria, digna de aparecer en fotografías ganadoras de premios.
Erik suspiró y dejó que una muy tenue sonrisa melancólica se dibujara en su rostro. ¿Por qué quejarse? No iba a ser ningún sacrificio el cumplir los deseos de su padre y quedarse tan sólo un día allí. El muchacho empezó a caminar hacia la cabaña pues no quería pasar ni un segundo más bajo el sol. Mario dijo que en la cabaña iba a poder satisfacer todas sus necesidades y que no estaría cerrada con llave.
Cuando entró en esta, lo primero que el chico notó fue que, gracias a todos los cielos, el lugar tenía aire acondicionado. Lo segundo que notó fue que el aspecto rústico era sólo por fuera: por dentro era un lugar de lo más cómodo y moderno. Pero ya no pudo seguir notando cosas sobre el entorno porque sus pensamientos fueron interrumpidos por un par de voces femeninas que lo saludaron alegremente.
Erik no pudo evitar abrir sus ojos grandes como platos y quedar boquiabierto. Por una puerta salieron a recibirlo las dos mujeres más ardientes que él había visto en su vida. Una era una latina bajita pero de curvas desproporcionadas que no vestía nada más que un diminuto bikini de color rojo intenso y la otra era una rubia alta con un cuerpo no menos imponente y un bikini de color azul cielo no menos exiguo. “¡Hola, soy Vida!”, se presentó la latina. “¡Hola, y yo soy Victoria!”, se presentó la rubia. “¡Y tú debes ser Erik! ¡Nosotras vamos a pasar el día contigo!”, exclamaron ambas, mientras sonreían de oreja a oreja y dejaban salir carcajadas juguetonas. La única respuesta de Erik fue sonrojarse y sonreír tontamente.
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Lo que Mario hizo fue contactar a las modelos Vida Guerra y Victoria Silvstedt y ofrecerles una suma de dinero extremadamente generosa a cambio de que se aseguraran que Erik nunca se volviese homosexual. Él las había escogido no sólo porque pensaba que eran de las mujeres más candentes en haber posado alguna vez para Playboy (si hubiese sido sólo por eso, también pudo haber escogido entre otras como Carmen Electra, Dita Von Teese y/o Kelly Brook), lo que significaba que, si no podían ponérsela dura a su hijo, nadie podría. A Vida Guerra la escogió porque era cubana, al igual que Mario, y el señor pensaba que no había nada mejor que un revolcón con un hembrón de primera de su añorada isla para servir como antídoto a esa educación “demasiado europea” que la madre había inculcado al chico. Y a Victoria Silvstedt la escogió porque era sueca y concluyó que tendría su gracia el incluir en la ecuación a una mujer de la misma nacionalidad que Helga.
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—¿Perdón? Por favor… ¿podrías repetir lo que acabas de decir? —preguntó Erik.
—Dije que qué es lo que te gustaría que hiciéramos —respondió Victoria con una flamante sonrisa mientras Vida dejaba escapar una risita traviesa.
Lo único que hizo Erik fue intentar contener una risa tonta mientras se sonrojaba furiosamente y bajaba la mirada al suelo. Él nunca hubiese sido capaz de decir en voz alta la clase de cosas que se le estaban ocurriendo pedirles en ese momento. Si su padre hubiese sido capaz de leer mentes, entonces se habría dado cuenta que su hijo, en realidad, no corría ningún riesgo de volverse homosexual y eso era algo que las modelos podían notar al ver el enorme bulto que se había formado en los pantalones del chico. El tamaño del paquete, combinado con la dulzura de niño bueno y la belleza extremadamente femenina de Erik, estaba provocando que a las bellezas se les hiciera agua la boca y ya estuviesen empapando sus tangas.
—¡Ya sé! —exclamó Vida de repente— ¡Qué tal si jugamos en la playa! —propuso con alegría.
—Uhmm… —murmuró Erik en voz baja, visiblemente incómodo— …no sé… no aguanto muy bien el sol… además, no sé nadar… y…
—¡Por favor, Erik! —empezó a suplicar Vida, haciendo un mohín y una voz de niña pequeña— ¡Por favor! ¡Por favor! ¡Por favor! ¡Por favor! ¡Por favor! ¡Por favor! No vamos a alejarnos mucho de la playa, ¡te lo prometo!… y, en cuanto a lo del sol… pues no vamos a estar todo el día haciendo lo mismo… —y, curvando su boca en una sonrisa, lanzándole una mirada lasciva y cambiando a un tono de voz coqueto e insinuante, agregó— …después podríamos hacer otras muchas cosas…
—Uhmm… de acuerdo… —fue todo lo que él respondió tras una pausa.
Después de ponerse una camiseta, unos shorts y unos chanclos que encontró en un armario de la cabaña, Erik fue a reunirse con las mujeres.
El chico estuvo alrededor de media hora jugando con ellas: se perseguían los unos a los otros y se pateaban agua de mar entre sí, todo sin dejar de reír a carcajadas. Si se hubiesen limitado sólo a esto, aun así habría sido uno de los mejores días en toda la vida de Erik. Pero las cosas mejoraron exponencialmente cuando, sin previo aviso, Vida y Victoria se abrazaron a él y empezaron a besarlo con pasión y restregar sus pechos en su cara.
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Sin parar de reír los tres, las mujeres arrastraron al chico hasta el dormitorio de la cabaña, donde prácticamente le arrancaron la ropa y lo arrojaron boca arriba en la enorme cama matrimonial que contenía para después quitarse los bikinis con desesperación y unirse a él.
Ellas empezaron dándole una espectacular mamada a dos bocas. El gran bulto que le habían visto al muchacho no fue publicidad engañosa pues Victoria y Vida pudieron comprobar que su polla era exageradamente larga y gruesa, cubierta de venas que le daban un aspecto aún más imponente, justo como a ellas les gustaban. A Erik se le dibujó una sonrisa de oreja a oreja en el rostro y jadeó profundamente mientras ambas mujeres consentían sus partes íntimas, cubriéndolas de sonoros besos, lamidas, chupadas y mordidas, haciendo escandalosos ruidos obscenos de aprobación y disfrute y maravillándose del sabor de la verga, turnándose para meterse la totalidad de ese colosal miembro por las bocas hasta que sus narices se aplastaban contra el pubis del chico, finalmente dejando el pene y las bolas cubiertos de una gruesa, densa y reluciente capa de saliva.
Una vez que terminaron, las bellezas hicieron al chico ponerse de pie en medio del dormitorio. Luego de eso, Vida se arrodilló ante el miembro de Erik, se separó las tetas con las manos y envolvió la imponente estaca de carne del muchacho con estas. La cubana gozó como una loca mientras la verga del semental de 14 años subía y bajaba por el espacio entre sus chichas, dejándolo lubricado con sus líquidos preseminales; todo el tiempo animándolo con órdenes de “¡sí, fóllate esas tetas!”. Al mismo tiempo, Erik no sólo disfrutó del descubrimiento de lo que se siente al ver tu carne siendo estrujada y exprimida por un par de perfectos melones sino que también devoró el busto de Victoria, pues ella se había abrazado a él en cuanto empezó a follarle las tetas a Vida, aplastando el virginal rostro de Erik contra sus pechugas, haciendo que el tierno efebo se las comiese con voracidad. Después de un largo rato en esta posición, las mujeres intercambiaron lugares: ahora fue Victoria la que gimió con voz aguda al ordeñarlo con sus tetas mientras Erik devoraba las ubres de Vida.
Tras muchos minutos así, Victoria decide que el joven garañón ya ha sido amamantado lo suficiente y que es hora de que las damas tengan algo de diversión también. Así que hace a Erik acostarse de nuevo boca arriba en la cama, para que ella pueda sentarse en su polla, dejándola entrar completa en su sexo. El chico disfruta del espectáculo del perfecto culo y la hermosa espalda de la sueca moviéndose arriba y abajo al empalarse una y otra vez en su portentosa estaca de placer. Vida, para no quedar fuera del juego, se acerca a la rubia y empieza a comerse sus tetas. El muchacho, aprovechando esto, se medio incorpora y hace que una de sus manos vaya a las montañas de la sueca y otra a las de la cubana, para estrujárselas y masajeárselas con rudeza. Después de un largo rato así, todo el tiempo jadeando y exclamando “¡oh, puta! ¡Oh, mierda! ¡Oh, sí! ¡Qué bien se siente!”, Victoria se separa de Erik y agarra a Vida del pelo para obligarla a limpiar la polla y la bolas del efebo con su ruidosa y hambrienta boca, hasta dejarlas perfectamente lubricadas y relucientes de saliva. Una vez que ha terminado, Victoria regresa a la posición anterior, la polla de Erik en su coño y la boca de Vida en sus chichas, jadeando más escandalosa y rápidamente, antes de apiadarse de su amiga e intercambiar lugares con ella para que Vida sepa lo que se siente empalarse en una gigantesca espada de carne mientras te consienten tus pechugas, las manos del chico todavía ordeñando las ubres de ambas y la latina jadeando y ordenándole con voz dominante “¡oh, mierda! ¡PUTA! ¡Oooohhhhh, sí! ¡Qué bien me follas con esa pollota de caballo! ¡Métemela hasta el fondo! ¡PUTA! ¡Me gustan las jóvenes pollas de 14 años! ¡MIERDA! ¡Oh! ¡Oh! ¡Oooohhhhhhhhhhhh, sí! ¿Te gusta? ¿Te gusta? ¡Dame! ¡Dame! ¡Más duro! ¡Más duro! ¡Más duro! ¡OHHH! ¡OHHHH!”.
Pero pronto Victoria empieza a extrañar el que su coño reciba el tratamiento que se merece, así que deja de comerse las chichotas de Vida para acostar de nuevo a Erik y sentarse en su cara, dándole la espalda a su compañera (Victoria: “Vida, voy a sentarme en la cara de él”, informó, sonriente, a su amiga; Vida: “¡Siéntate en su cara! ¡Siéntate en su cara!”, gritó, casi habiendo perdido la razón en su éxtasis), haciendo que el chico le meta su lengua lo más profundo que pueda. La rubia jadeaba con voz cada vez más aguda, el rostro desencajado de placer, al mismo tiempo que su amiga gruñía entre dientes apretados, con un tono feroz y dominante: “Síiiiiiiiii… allí, allí… ¡OHHHH! ¡OHHHH! ¡Mierda! ¡SÍIIIIIIIIIIIII! ¡AH! ¡AH! ¡AH! ¡AH! ¡Qué buena polla conseguí hoy! ¡Mierda! ¡Ohh! ¡Ohh! ¡Este niño… puede conmigo! ¡Oh, mierda! ¡Oh! ¡Oh! ¡Oh, papito! ¡Métemela lo más duro que puedas! ¡Mierda! ¡Así se hace! ¡Puta, sí! ¡Oh! ¡Oh! ¡Oh! ¡Oh! ¡OHHHHHH, SÍIIIIIII!”. Con esa última exclamación las mujeres experimentaron sus primeros orgasmos del día, empapando el rostro y el miembro del adolescente con una buena ración de sus dulces néctares. Cuando los efectos secundarios de sus feroces clímaxes se tranquilizan, ambas mujeres vuelven a hacerle al chico una voraz mamada a dos bocas, en parte para limpiar el miembro de los jugos vaginales de Vida, en parte para saborear la exquisita sustancia, en parte para lubricar el falo para la siguiente etapa, mientras él mismo se limpia el rostro de los fluidos de Victoria con las manos y los lame de sus dedos.
Victoria se pone en cuatro patas para Erik a su lado en la cama, arqueando su espalda y apuntando con su culo al cielo. El chico capta de inmediato que es lo que espera que haga y se arrodilla detrás de la sueca, iniciando un frenético mete y saca con su gigantesco miembro por el ano de ella mientras le da sonoras nalgadas que dejan los glúteos de la rubia teñidos de un intenso color carmín. Su pubis produce una música celestial cada vez que impacta contra las posaderas de la nórdica, las tetas de esta rebotando como locas. Al mismo tiempo, Vida, acostada boca arriba, le ofrece su coño a su compañera, así que, mientras Erik se folla analmente a Victoria, esta le hace sexo oral a Vida; la latina animando todo el tiempo a su amiga al exclamar con voz profunda “¡oh, sí! ¡Oh, sí! ¡Oh, mierda! ¡Chúpame así!”, jadear roncamente y relamerse los labios.
Después de un largo rato en esta posición, Victoria se separa de ambos y le ordena a Erik que se folle a Vida. El chico no se hace rogar: gatea hasta donde la culona, todavía acostada boca arriba, se pasa las piernas de la cubana por los hombros y procede a follársela con brutalidad a una velocidad increíble, al mismo tiempo que Victoria alterna entre comerse las chichas de la latina y besarse apasionadamente con ella. Bastante tiempo después, la sueca se separa de Vida y guía a Erik tirando de su cabello para que sea él el que se bese vorazmente y devore las pechugas de la cubana mientras continúa follándosela. Tras un rato así, Victoria separa la boca del muchacho de la oscura piel de su compañera para sentarse en la cara de Vida, obligándola a meter su lengua lo más que pueda en su coño y abrazándose al jovencito, aplastando su dulce rostro contra sus melones para que los devore, y él continúa disfrutando del coño de la diosa de bronce. La rubia jadea todo el tiempo que están en esta posición, de vez en cuando exclamando “¡oh, Dios, que cosas tan increíbles pueden hacer con sus bocas!” Más tarde, Victoria hace que Erik deje de follarse a Vida para, sin quitar su entrepierna de la boca de la cubana, darle otra mamada espectacular al chico. Una vez que ha dejado el miembro de Erik limpio de los sabrosos jugos de su colega y perfectamente lubricado, el muchacho vuelve a la carga contra el coño de la latina con renovados bríos, entretanto Victoria, tras correrse en el rostro de su amiga, cambia de posición y aplasta sus senos contra la cara de ella de forma que ambas puedan amamantarse mutuamente.
Erik finalmente logra que Vida se corra de nuevo, haciéndola aullar como loba en celo, y Victoria, ansiosa por experimentar otro orgasmo, se acuesta boca arriba al lado de la culona y, abierta de piernas, se ofrece al dulce efebo. El chico no se hace rogar y comienza a tirarse a Victoria de la misma forma y con la misma ferocidad con la que antes se folló a Vida. Esta última, para no quedar fuera de la diversión, se pone a devorar con gula las tetas de la diosa nórdica. La sueca, siendo trabajada al mismo tiempo por una polla extraordinaria y una boca experta, jadea con cada vez más violencia mientras le da órdenes a Vida y Erik sobre las cosas que deben hacerle y deja escapar exclamaciones como “¡Dios mío!”, “¡sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí!”, “¡se siente tan bien hacer tanto ruido!”, “¡maldición! ¡Maldición! ¡Maldición! ¡Maldición! ¡Castígame el coño! ¡Maldición!”, “¡oh, mierda!” y “¡puta! ¡Puta! ¡Puta! ¡Puta! ¡Puta!”, por lo cual no es de extrañar que no tarde en alcanzar otro orgasmo y correrse.
Erik la sacó del interior de Victoria, se sentó en el borde de la cama y contempló a las dos hembras que le habían dado tanto placer. Ambas, derrumbadas, al igual que él jadeaban de cansancio y estaban empapadas en sudor. El chico no podía parar de sonreír.
Las bellezas, después de un rato mirando fijamente el sólido falo de su semental de 14 años, estallaron en risas. ¡Dios, ese chico era asombroso! ¿Realmente había llegado virgen a la isla? ¡Ya les había provocado varios orgasmos a ellas y su masivo miembro aún se erguía orgulloso e imponente!
—¿Qué? —quiso saber Erik, también riendo.
—¡Nada! —respondió Vida alegremente, aun sonriendo.
Tras un largo rato sin moverse, recuperando sus energías y permitiendo que sus respiraciones volviesen a la normalidad, Victoria, todavía sonriendo, le preguntó dulcemente:
—Y ahora… ¿Qué te gustaría hacer, Erik?
—Pues… —y el muchacho hace una pausa un poco larga para pensarlo— …ya te he dado por el culo a ti… así que quiero saber si sentiré alguna diferencia al follarme el culo de Vida.
Ambas diosas del sexo estallan en carcajadas al escuchar esto y, cuando estas cesan, Vida responde con voz divertida:
—Eso estaría muy bien… —y hace una pausa para después agregar con una voz muy sexy— …pero primero debemos prepararte.
Y las dos mujeres, arrodilladas, vuelven a darle otra fenomenal mamada a dos bocas que tiene por objetivo dejar ese portentoso falo limpio de los deliciosos jugos mezclados de ambas y, a la vez, lubricarlo con la gruesa y densa capa de reluciente saliva con que lo cubren a este y a sus bolas.
Y después que Vida se pone en cuatro patas para él, la cubana descubre lo que se siente tener esa poderosa verga destrozando su culo con salvajismo y brutalidad, las manos del chico dándole sonoras nalgadas, su pubis produciendo música celestial cada vez que se estrella contra sus pompas, sus tetas rebotando como locas y la hermosa Victoria Silvstedt haciendo que la belleza caribeña, primero, se coma sus blancas pechugas (“chúpame, chica, chúpame”) y, después, lama su coño sueco, haciéndola jadear cada vez más fuerte y gemir “oh, puta”, “sí, chica”, “tu puta lengua se siente tan bien”, “oh, mierda”, “¿Cómo se siente esa verga?” y “abre ese coño”.
“¡Oh, Dios!”, pensó Erik, encontrando la diferencia entre ambas conejas de Playboy, “¡el culo de Vida se siente muchísimo MEJOR que el de Victoria!”
Cuando ambos logran que la cubana alcance otro rabioso orgasmo, Victoria separa a Erik de su colega y lo sienta de nuevo en el borde de la cama para, por su parte, sentarse ella en su erecto mástil de carne, abrazándolo fuerte y estrechamente tanto con sus brazos como con sus kilométricas piernas. Ubicado por fin en la posición deseada, la sueca comienza un ritmo de brutales sentones contra la polla del chico, ordeñándolo para que eyaculara de una buena vez y, al mismo tiempo, restriega violentamente sus inmensas montañas contra su dulce rostro, obligándolo a alimentarse de ellas, exclamando “¡oh, mierda!”, “sí, sí, ¡así, así!” y “¡oh, puta!” entre escandalosos y agudos jadeos y gemidos. Vida, que no quiere ser excluida de la diversión, se arrodilla y dedica a comerse las bolas del tierno efebo mientras su amiga se lo folla.
Pero la cubana pronto empieza a extrañar el tener la poderosa estaca de placer de Erik metida por su trasero así que vuelve a ponerse en cuatro patas para que el garañón de 14 años la folle analmente y la nalguee otra vez al mismo tiempo que intercala el tener a Victoria, acostada boca arriba bajo ella, comiéndose sus tetas y besarse ardorosamente con la sueca.
Una vez que ha vuelto a complacer al culo de Vida, haciéndola alcanzar su clímax de nuevo, el dulce chico vuelve a recibir otra extraordinaria felación a dos bocas de las esculturales bellezas que termina con él finalmente alcanzando su orgasmo y, con un bramido triunfal, cubriendo las caras y las chichas de sus perras sumisas y obedientes con gruesos y numerosos chorros de su blanca, cálida y espesa leche. Cuando Erik termina de eyacular, las diosas del sexo se dedican a darle el show de lamerse el semen del efebo la una a la otra del rostro y los pechos, tragarse la nutritiva sustancia haciendo ruidos supremamente obscenos, hacer comentarios sobre cómo es lo más delicioso que alguna vez hayan probado y, de vez en cuando, darse besos famélicos donde cada una competía por hundir lo más que podía la lengua en la boca de la otra, sus labios curvados en sonrisas malévolas.
Cuando terminó el espectáculo, una sonriente Vida Guerra le preguntó al chico con una voz sensual:
—¿Te gustó, papi?
—¿Qué si me gustó? ¡FUE FANTÁSTICO! ¡INCREÍBLE! —respondió Erik, dejando que una sonrisa radiante se dibujara en su rostro.
Victoria dejó escapar una breve carcajada mientras Vida agregaba, con la misma sonrisa y el mismo tono de voz:
—Pues apenas estamos empezando…
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Erik pasó el resto del día cabalgando las yeguas desde todas las posiciones imaginables y en todas las superficies posibles de la cabaña. Se follaba a una, se follaba a la otra y se las follaba a ambas al mismo tiempo. El muchacho tenía una capacidad increíble para producir leche y no hubo un solo orificio en los opulentos cuerpos de las bellezas que no dejara relleno con cantidades extraordinarias del blanco líquido, así como cubrir una y otra vez con este los rostros, los senos, las espaldas y las nalgas de las imponentes hembras.
Cuando el yate llegó a última hora de la tarde para llevarlo de vuelta a tierra firme, ambas mujeres, desnudas y sus rostros y pechos todavía cubiertos con la última eyaculación del chico, lo acompañaron hasta el navío, le dieron un último beso de despedida y, mientras este se alejaba finalmente, le gritaban “¡adiós!” con alegría y lo despedían con sus manos.
Erik se sentía en las nubes; no podía creer que tanta felicidad fuese posible. Estaba de tan buen humor que no le importó en lo más mínimo la sonrisa socarrona que el capitán del barco le dirigió. ¡Después de todo, ese tipo no había tenido un par de diosas del sexo para él solo todo un día!
Cuando el jovencito se reunió con su padre en su limosina, antes que este le ordenara al chofer que los llevara a casa, le preguntó:
—¿Te gustó tu regalo? —con una sonrisa y un tono de voz amables.
Su única respuesta fue sonreír tontamente, bajar la mirada y sonrojarse con intensidad.
Mario estaba satisfecho. No sólo consideraba, después que las dos modelos le dieran sus reportes por teléfono, que ahora era casi imposible que su hijo se volviera homosexual sino que logró obtener del muchacho la promesa de que nunca, JAMÁS le contaría nada de esto a su madre, con lo cual su pequeña travesura nunca sería descubierta…
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…o al menos hubiese sido así si Victoria Silvstedt y Vida Guerra no se hubiesen presentado en la puerta de su mansión unos pocos meses después, visiblemente embarazadas y con sendas demandas de paternidad.
Helga prácticamente se lo comió vivo.
FIN
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