Sedúceme | By : Lily-de-Wakabayashi Category: Spanish > Anime Views: 573 -:- Recommendations : 0 -:- Currently Reading : 0 |
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Sedúceme.
Milán, Italia.
Gino se encontraba recostado indolentemente en la cama, esperando a que su novia saliera del baño. Con el cabello húmedo a causa del baño que acababa de darse, el pecho descubierto y los pies descalzos, el joven estaba listo para dormir pero el agua caliente no fue suficiente para despejar por completo la tirantez de sus músculos tras el largo viaje así que decidió buscar algo en la televisión que le ayudara a conciliar el sueño, por lo que con pereza cambiaba de canal sin encontrar algo que le pudiera ayudarle a conseguir su objetivo. Tras una ardua gira por el continente europeo con el Inter de Milán, el joven acababa de volver a su lujoso departamento y tenía toda la intención de relajarse durante los días de vacaciones que le había concedido su club. ¡Y vaya que pensaba aprovecharlos al máximo!
Quizás la sorpresa más agradable de la noche fue que Erika Shanks, la joven francesa con la que Gino llevaba saliendo más de un año (quien además era su vecina en el lujoso complejo departamental en el que el portero vivía), lo había sorprendido con una deliciosa cena y le había ofrecido quedarse con él esa noche, no con fines sexuales sino simplemente para dormir y relajarse, pues ella estaba consciente de que Hernández debía estar agotado. Gino aceptó la proposición porque había extrañado mucho a su novia y el simple hecho de dormir a su lado podría relajarlo mejor que cualquier otra cosa, aunque su cuerpo adolorido amenazaba con arruinarle los planes y mantenerlo en vela toda la noche.
– Es increíble que haya más de cien canales en el servicio de televisión de paga y que no haya algo bueno que ver –protestó Gino, fastidiado, olvidándose por completo que deseaba ver un programa que lo aburriera y no que lo entretuviera–. Ni siquiera sé para qué lo pago, nunca tengo tiempo de ver la televisión y cuando lo tengo, no hay algo que valga la pena.
– Prueba con el Netflix o el Amazon Prime –sugirió Erika, desde el baño.
– Va a ser más de lo mismo –replicó el portero italiano, dejando el control remoto arrumbado a un lado–. Necesito distraer mi mente con algo, fue un viaje largo y el cansancio no me permitirá dormir.
– ¿Y si lees un poco? –preguntó Erika, con un tono de voz que a Gino le resultó sospechoso.
– Podría ser pero tendría que ser algo aburrido o me emocionaré y se me irá el sueño –contestó Gino–. Necesito pensar en otra cosa.
– Quizás yo pueda ayudarte con eso –declaró Erika, abriendo la puerta del baño.
El joven le lanzó una mirada casual que repentinamente se convirtió en una de sorpresa que dio paso después a la lujuria: Erika estaba vestida únicamente con una camiseta del Inter de Milán y unas pantys de color azul a juego. Por la manera en como sus senos levantaban la tela, quedaba en evidencia que no había nada debajo. Gino sintió que se ruborizaba al verla y en su bajo vientre latió el instinto del deseo en ese animal carnívoro que vivía entre sus piernas.
“Tranquilo, muchacho”, pensó Gino, esbozando una sonrisa complacida. “Todo a su debido momento”.
– ¿Por qué estás vestida así? –preguntó el italiano, mirando de arriba abajo a la hermosa mujer que estaba frente a él.
– Quería ponerme más cómoda. –Erika tomó una punta de la playera y la estiró, con lo cual él pudo apreciar mejor su ropa interior y su vientre plano–. ¿Te gusta mi nueva pijama?
– Me encanta –confesó Hernández, admirado–. Pero pensé que tendríamos una noche tranquila hoy.
– Oh, si quieres me acuesto a tu lado y me porto bien hasta que te quedes dormido –dijo Erika, poniendo una expresión de niña inocente–. Yo no tengo inconveniente pero había entendido que querías hacer algo para relajarte.
– Quiero que te acuestes a mi lado pero no para esperar a que me duerma –negó Gino, haciéndole una seña para que se acercara–. Veré si se me ocurre qué puedes hacer por mí para que me pueda relajar.
Erika, muy obediente, se acercó a Gino y se sentó junto a él en la cama. El italiano le acarició con suavidad las piernas, deleitándose con lo que tocaba y lentamente subió hasta llegar al borde de las finas pantys de seda que ella llevaba puestas.
– Éstas no te las conocía –comentó él, con picardía.
– Son de mi colección privada –respondió Erika, en el mismo tono.
– ¿Tienes una colección privada? –Gino soltó una risita maliciosa–. Vaya, señorita Shanks, así que todavía tienes secretos para mí, ¿eh?
– Sólo unos cuantos, los suficientes para mantenerte interesado. –Ella le acarició el lampiño y blanco pecho.
– Aunque supiera todo sobre ti, aún así encontrarías la forma de mantenerme interesado –replicó él, acercándose sutilmente a su cuello–. Hmmm, me encanta cómo hueles.
Gino rozó el cuello de Erika con sus labios, haciendo que ella se estremeciera y soltara un ligero gemido, pero la joven no era una mujer pasiva y con rapidez usó su mano para hurgar entre los pantalones que él llevaba puestos y acariciar su miembro parcialmente endurecido, que respondió de inmediato a las caricias femeninas.
– Sí que andas decidida hoy –jadeó Gino, sorprendido por el repentino ataque.
– Sabes que no me gusta perder el tiempo –susurró Erika.
– Entonces sedúceme, señorita Shanks –pidió él, sonriendo con malicia.
Ni tarda ni perezosa, la joven lo empujó sobre la cama y comenzó a besarle el pecho desnudo, pasando la lengua por su bien contorneado torso, acariciando con la punta de los dedos los duros músculos del abdomen hasta llegar al comienzo de la mata de vello de su pubis, ligera y suave como pelo de polluelo. Estando ahí, Erika jugueteó un poco sin decidirse a ir más abajo, lo cual hacía que el deseo latiera con más fuerza en el animal agazapado que se escondía bajo el pantalón de dormir del portero italiano.
– Eres tan malvada cuando haces eso. –Gino soltó una risita, tratando de contenerse–. Está esperando por ti y tú te haces del rogar.
– Oh, pero si bien que te gusta que me haga del rogar. –Erika al fin deslizó la ropa del portero por sus muslos fuertes, pasando por las ágiles piernas y haciéndola llegar hasta los tobillos, dejándolo completamente desnudo–. Pero ya que estás tan impaciente, comencemos.
La joven se puso a horcajadas sobre los muslos del italiano y se quitó la camiseta, dejando sus senos al descubierto. Gino se deleitó con la visión de esos magníficos y redondos pechos, coronados con un par de pezones rosados. Entre sus muslos, su miembro le mandó la señal de que estaba listo para la acción. Erika, quien notó también este cambio, tomó la virilidad de Gino entre sus manos y comenzó a lamerla lentamente, desde la base hasta la punta, con suavidad y firmeza a la vez, estimulando cada uno de los puntos sensibles del italiano. Ella lo masajeó, lo sopesó, lo manipuló y cuando lo tuvo a punto, lo saboreó con lentitud y a pulso, usando su boca y su lengua de maneras que a Gino lo hicieron jadear.
– ¡Ahhh, Riky! –exclamó él, acariciando el rizado cabello castaño de la joven–. Sabes que eso me encanta.
Erika continuó moviendo su boca sobre la virilidad de Gino, usando sus manos para estimular sus zonas sensibles; ella no se detuvo ni siquiera cuando los espasmos del joven indicaron que estaba cerca del éxtasis y él se dejó perder en sus sensaciones, jadeando con fuerza cuando al fin llegó a la cima de su placer.
– Eso ha estado increíble –expresó Gino, con voz ronca.
– Creo que eso podría ayudarte a dormir bien pero tenía la esperanza de que pudieras hacer algo por mí –comentó Erika, con voz sensual–. ¿Crees que puedas hacerlo o estás muy cansado?
– Me ofendes, amore mío. –Él le lanzó una mirada lasciva–. Ven acá y deja que te demuestre lo que puedo hacer por ti.
Gino le dio a entender con señas que deseaba que ella se quitara la ropa interior y que se acercara a él, lo cual Erika hizo sin perder el tiempo; una vez que ella acabó, el portero se irguió y la tomó por la cintura, lo cual sorprendió a Erika por lo que soltó un pequeño grito. Antes de que pudiera preguntar o protestar, Gino acercó su rostro a la pelvis de su novia y usó su lengua para explorar entre los pliegues que escondían la fruta anhelada. El italiano pronto encontró el punto más sensible de Erika y lo lamió con avidez y determinación, pasando de arriba abajo, de abajo arriba y en círculos, no dejó ni una zona libre sin saborear, al tiempo que con sus manos acariciaba el firme trasero de la muchacha y jugueteaba con él. Erika jadeaba y movía la cadera sin control, metiendo los dedos entre el rubio pelo de Gino y dejándose llevar por su pasión. Tal y como había hecho ella con él, Gino no se detuvo hasta que la blanca y espesa tibieza de su amada deleitó su boca con su peculiar sabor.
– ¡Sí qué sabes cómo callarme la boca! –rio Erika, respirando agitadamente–. Y sí que sabes cómo usar la lengua, haces honor a la fama de los amantes italianos.
– Y eso que no has visto lo mejor de mí –replicó Gino, mostrándole que su miembro estaba listo otra vez.
Erika lo agarró entonces con una mano para sentarse sobre él, siendo apoyada por Gino quien acopló su cadera a la de ella para fusionarse al máximo. Ambos soltaron sendos gemidos de placer al sentir el calor y la humedad, el más mínimo roce les causaba un placer infinito e intenso. Erika empezó a montar a su amante, primero con lentitud y luego con rapidez, apoyando sus manos en ese firme abdomen musculoso. Gino puso sus manos en las caderas de Erika para sostenerla mejor y poder entrar en ella una y otra vez. La francesa se inclinó sobre él para besarlo en los labios y Gino le dio un pequeño mordisco, tras lo cual dirigió su boca a los pezones rosados para probarlos también. Erika saltaba sobre él como si se le fuera la vida en ello y Gino permanecía pegado a su piel, a su cuerpo, a sus frescos botones, a su boca, a toda ella hasta que sintió que un grave espasmo recorría el cuerpo de Erika, al tiempo en que soltaba un fuerte grito de placer. Él entonces la embistió con más fuerza al saber que su propio clímax estaba cerca y no paró hasta notar que se descargaba dentro de Erika.
– Eres maravillosa –susurró él, besándola con ternura–. Me vuelves loco con tu cuerpo y tus movimientos, toda tú me encantas.
– Y tú me vuelves loca a mí –aseguró ella, con sus ojos verdes radiantes de deseo.
– ¿Qué es eso que veo en tus ojos, señorita Shanks? –preguntó Gino, con picardía–. Pareciera que aún no estás satisfecha.
– Pues estoy lista para más, si es lo que estás preguntando –contestó Erika, sin titubear.
Sin perder el tiempo, Gino tomó a Erika por el talle y la hizo ponerse en cuatro. Usando sus dedos, la estimuló vigorosamente hasta tenerla a punto y entonces la asaltó por detrás sin piedad, con fuerza y rapidez, haciéndola gritar de locura y placer. Él azotó con una de sus manos su blanco trasero al compás de las embestidas, mientras ella alzaba las caderas para compenetrarse más con el portero. Gino se inclinó hacia delante y le mordió la espalda, los hombros, el cuello, convirtiéndose ambos en un mismo cuerpo, un animal candente que sólo ansiaba sexo. Los jadeos se transformaron en gemidos y éstos en gritos de gozo, que no se detuvieron hasta que juntos alcanzaron el éxtasis. Agotados y satisfechos, los jóvenes amantes se dejaron caer sobre la cama, aspirando aire con fuerza para recuperar el aliento.
– ¿Crees que tres rondas sean suficientes para hacerte conciliar el sueño, querido mío? –preguntó Erika, con los ojos cerrados.
– Tal vez por el momento lo sean, pero necesitaré muchas más sesiones de éstas para dormir las otras noches –respondió Gino, abrazándola por detrás–. ¿Podrás ayudarme con eso?
– Lo intentaré –suspiró ella, abriendo un ojo–. No digas que no me sacrifico por ti.
Ambos se echaron a reír antes de que Gino la besara con amor. Erika le echó los brazos al cuello con la intención de corresponderle brevemente antes de acomodarse para dormir, pero de inmediato sintió entre las piernas el llamado del animal salvaje que volvía a exigir otro “sacrificio” esa noche.
– Bien, creo que él todavía no está satisfecho –comentó Gino, ruborizándose con bochorno.
– No hay problema: habrá que darle de comer para que se calme –replicó Erika, muy tranquila.
Y sin esperar respuesta, la joven volvió a tomar el miembro de Gino entre las manos para estimularlo. El portero suspiró de placer y se preparó para dejarse seducir por cuarta vez en esa noche.
Fin.
Notas:
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